Los amores secretos de Edgar Allan Poe


Los amores secretos de Edgar Allan Poe.




Cualquiera que haya leído con admiración a E.A. Poe sin dudas advirtió su amor inquebrantable por Virginia Clemm, su esposa. La trágica muerte de la joven, que contaba con apenas veinticuatro años de edad, la convirtió en una musa inseparable del poeta, apareciendo en relatos y poemas como una figura espectral, incierta, llena de siniestros y dolorosos recuerdos (ver: Psicología de Edgar Allan Poe).

Pero el amor no es ajeno a la incertidumbre, y la historia de amor de E.A. Poe y Virgina Clemm, alabada en uno de los versos más ricos del siglo XIX, Nunca más (Nevermore), también oculta un pequeño escándalo; menor, por cierto, pero que da cuenta de la humanidad y las miserias de sus protagonistas.

En 1846, un año antes de morir de tuberculosis, Virginia Clemm escribió un poema dedicado a su esposo para el día de San Valentín. Uno de sus versos, acaso el peor de todos, encierra la clave de este diminuto misterio.


Dame una cabaña por hogar
cubierta por un viejo y espeso ciprés,
lejos del mundo con sus pecados y sus preocupaciones
y del murmullo de muchas lenguas.


Give me a cottage for my home
And a rich old cypress vine,
Removed from the world with its sin and care
And the tattling of many tongues.


Este murmullo de muchas lenguas hace referencia a un hecho real, a un escándalo real e íntimo entre E.A. Poe y Frances Sargent Osgood, una poetisa casada de 34 años de edad, con la que inició una amistad gracias al estímulo de su joven y enferma esposa (ver: Las mujeres de Edgar Allan Poe).

Virginia sabía de esta amistad, e incluso se jactaba de haber sido ella el origen de su nacimiento. A menudo invitaba a la poetisa a cenar, creyendo que su presencia suavizaría una de las adicciones de Poe: el alcohol. Al parecer, el poeta se negaba a aparecer borracho en presencia de Osgood.

Este triángulo, ya de por sí escandaloso para la época, se transformó en un perfecto cuadrado amoroso cuando otra poetisa, Elizabeth F. Ellet, se enamoró perdidamente de Edgar Allan Poe y engendró terribles celos hacia Osgood. Al parecer, E.A. Poe sentía un fuerte rechazo por su nueva admiradora. En una epístola a Sarah Helen Whitman (ver: Sarah Helen Whitman: el otro gran amor de Poe), cargada de adverbios impropios del poeta, la define como repugnante (loathsome), quizás por el hecho de que ella se mostraba abiertamente dispuesta a mantener una relación clandestina con él).

Esta repulsión por una mujer en libre potestad de su sexualidad no impidió que E.A. Poe publicase una docena de sus poemas en el Broadway Journal mientras fue su editor. Pero allí, en la fría relación de poeta-editor, E.A. Poe confirmó los oscuros mitos que giraban en torno a Elizabeth F. Ellet, que la definían como una mujer vengativa e implacable.

En una tertulia en casa de E.A. Poe, Elizabeth halló un manojo de cartas privadas escritas por Osgood, y se las enseñó a Virginia, demasiado inocente para sospechar nada por sí misma. Acto seguido, Elizabeth se contactó con Osgood y la intimó a cuidar sus indiscreciones. Osgood, aterrada ante la posibilidad de un escándalo, envió a sus amigas Margaret Fuller y Anne Lynch Botta a casa de Poe para reclamar sus cartas. Sacudido en su intimidad, E.A. Poe las devolvió, avergonzado del número creciente de personas que estaban al tanto de su indiscreta vida sentimental.

El asunto no terminó allí. Elizabeth desconfiaba de Poe, y creía que éste no le había devuelto la totalidad de sus cartas, de modo que envió a su hermano, el coronel William Lummis, quien amenazó de muerte al escritor ante una Virginia Clemm en la fase terminal de su enfermedad. Con los nervios destrozados, E.A. Poe le pidió una pistola a Thomas Dunn, médico y abogado del poeta, para defenderse de un probable ataque de Lummis.

Para complicar aún más la trama, que era seguida de cerca por vecinos y comedidos, Dunn tampoco creía que Poe haya devuelto la totalidad de aquellas cartas, y se negó a prestarle un arma. Sobrepasado por la situación, y acaso creyendo que Virginia se enteraría de todo en su lecho de muerte, Poe y Dunn se trenzaron en un combate feroz, donde no faltaron arañazos y puntapiés. Más adelante, el poeta se jactaría de su triunfo, aunque Dunn opinaba lo contrario. En una nota anónima que circuló en varios periódicos, Dunn declaró que Edgar Allan Poe se acordaría de él cada vez que se viese en el espejo, haciendo alusión a la marca que uno de sus anillos había dejado en la quijada del poeta.

El alboroto público incluyó, además, la intervención repentina del marido de Osgood, quien entabló una demanda por injurias a Elizabeth Ellet, quien se retractó de sus dichos afirmando que todo se debía a una confusión, producto de la condición de alcohólico de E.A. Poe, a quien señaló como proclive a actos de demencia. El rumor sobre la locura de Poe ganó espacio en los periódicos enemigos del poeta, como el St. Louis Reveille, acérrimo difamador de las obras de Poe, que afirmó en sus páginas:


Hay un rumor cierto que circula por Nueva York, que señala que el señor Edgar A. Poe, el poeta y autor, ha quedado trastornado, y que sus amigos van a internarlo al cuidado del doctor Brigham en el Insane Retreat, de Utica.


El escándalo llegó a su clímaz en julio de 1845. Virginia Clemm, consumida, continuaba recibiendo cartas anónimas que daban cuenta de amoríos e indiscreciones inexistentes de su marido (ver: Sarah Royster: la primera y última novia de Poe). Alucinada por el dolor y la desdicha, Virgina le dedicaría a Elizabeth Ellet una de sus últimas frases antes de morir, señalándola como su verdadera asesina, ya que había marchitado su corazón antes que la tuberculosis.




E.A. Poe. I Autores con historia.


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1 comentarios:

la_ultima_rosa dijo...

T.T pobrecita esposa,lo que ha tenido que pasar, con un pie en la tumba y teniendo que soportar a esa monstruosa mujer y sus chismes.

Me encanto este articulo, muchas gracias por compartirlo :)



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