¿Qué significa la palabra «DEMONIO» en realidad?
Frente a la palabra DEMONIO todos interpretamos más o menos lo mismo: un espíritu antiguo, maligno, en perpetua lucha contra el creador y su obra, a veces bajo el nombre circunstancial de Lucifer, Satanás, o el de cualquiera de los que pueblan los diccionarios demonológicos. No obstante, el término nada tiene que ver con eso.
A continuación intentaremos rastrear el origen de esta misteriosa palabra, pero sin apelar al Enoquiano, el lenguaje de los ángeles, la Lingua Diaboli, el idioma del diablo, y menos aún al Transitus Fluvii, el idioma de las brujas.
Será únicamente en el espeso charco de la etimología donde bucearemos para entender qué significa la palabra DEMONIO en realidad.
En principio, DEMONIO proviene del latín daemonium, que a su vez procede del griego daimon (δαίμων), el cual podría traducirse como «espíritu», aunque con algunas reservas ya que, para los griegos, los daimones (δαίμονες) estaban claramente diferenciados de los dioses, los titanes, y de cualquier otra raza primordial.
Para Homero, los daimones pertenecen a una estirpe indeterminada, aunque relacionada con la protección del hombre; y acaso bajo el gobierno de las Moiras: las diosas del destino.
Es decir que, para los mitos griegos, los DEMONIOS no pertenecían al linaje divino, pero tampoco eran necesariamente malignos.
Hesíodo, por ejemplo, sostuvo que los DEMONIOS eran en realidad las almas de los hombres de la Edad Dorada, cuya tarea era proteger a la humanidad. Y no solo eso, sino que los DEMONIOS se ofrecieron voluntariamente a Zeus para que éste les permitiera proteger a los mortales en una época un tanto desprolija en términos morales y éticos.
Para Hesíodo, los DEMONIOS no se diferencian demasiado de los ángeles. En su obra Los trabajos y los días, los describe como espíritus puros, leales a la humanidad y capaces de proteger al hombre del mal. En cierto modo, estos DEMONIOS incluso podrían ser vistos como una especie de ángeles de la guarda.
Platón, por su parte, también emplea frecuentemente la palabra daimon, en general para referirse a la inspiración de Sócrates. De hecho, en varias ocasiones describe al filósofo como alguien que siempre tiene a su daimón al lado.
Este inusual aspecto de los DEMONIOS, en tanto fuente de inspiración para pensadores y escritores, posee una larga tradición.
Shakespeare, por ejemplo, a menudo se refiere a los «buenos demonios», es decir, aquellos que ejercen de intermediarios o mensajeros entre el artista y la inspiración divina. Por otro lado, el demonio Asmodeo y Oscar Wilde, se dice, mantenían una estrecha relación de amistad; lo mismo que Robert Stevenson y los Brownies —espíritus de los mitos celtas—, o el demonio Nurmur con Mozart y Beethoven, y Zorneo con Casanova.
Regresemos al tema principal que nos ocupa.
Los pitagóricos situaron a los DEMONIOS un escalón por debajo de los dioses, pero por encima de los héroes y los hombres mortales. Es decir que, para los griegos, la palabra DEMONIO en ningún momento se relaciona con la maldad; sino más bien todo lo contrario.
La etimología de la palabra DEMONIO se construye a partir de la raíz indoeropea deh, que significa «corte», «división». En griego podemos encontrarla en términos muy similares a DEMONIO (daimon), como el verbo daiomai, «dividir», y daiesthai, que significa «distribuir»; pero también en demos, «pueblo», «país», refiriéndose en este caso a las divisiones y distribuciones geográficas, sociales y culturales.
De manera tal que la palabra DEMONIO, en síntesis, se relaciona con algún tipo de división, de separación.
Y no es para menos: los DEMONIOS estaban separados de la humanidad, ya que eran básicamente espíritus, pero también estaban separados de los dioses, ya que no habitaban con ellos en cielo (Olimpo) y tampoco en el Hades.
Al igual que los ángeles, los DEMONIOS cumplían la función de mensajeros entre los dioses y la humanidad, y allí, probablemente, reside el germen que eventualmente los asoció al mal.
Los DEMONIOS, o daimones, eran empleados por los dioses para llevar malas noticias a la gente; mientras que los ángeles (άγγελος), eran los encargados de transportar buenas noticias. De ahí que los DEMONIOS luego hayan sido considerados como mensajeros del mal, y los ángeles, portadores del bien.
Es decir que no hay diferencia alguna entre los DEMONIOS y los ángeles: lo único que cambia es el tipo mensaje que cada uno de ellos transporta.
Diccionario demonológico. I Demonios femeninos.
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