Los Tulpas y el Horror: nos acecha lo que pensamos.
Los Tulpas se han vuelto muy populares en el último tiempo, aunque el concepto todavía no está del todo claro. Básicamente hablamos aquí de una Forma de Pensamiento, es decir, de una entidad incorpórea formada a partir de la proyección de nuestras ideas, pensamientos, emociones, estados de ánimo, etc., y que bien puede manifestarse de manera hostil, incluso contra la mente que lo engendró en primer lugar.
En el Horror Cósmico, particularmente, los Tulpas tienen un gran protagonismo, y sus apariciones a menudo son precedidas por una serie de características que resultan muy interesantes, entre ellas, que sus historias carecen de argumento, siendo la atmósfera el elemento más importante (ver: Tulpas, Seres Interdimensionales y una elegante teoría sobre el Horror).
El ejemplo más logrado de Tulpas en el Horror se encuentra en el clásico de Algernon Blackwood: Los sauces (The Willows), donde los pensamientos y miedos del narrador parecen proyectarse en una serie de fenómenos naturales indeterminados a su alrededor: extrañas siluetas que se forman en las ramas y hojas y sombras gigantescas que se mecen en el viento. Estos fenómenos, en apariencia, son ilusiones ópticas generadas por los árboles, la luz, la sombra, y el viento, pero la mente del narrador ve algo más allí. Ese algo más, esa proyección sobre el lugar, adquiere consistencia, y hasta cierto grado de independencia de los pensamientos que la originaron. En definitiva, se forma un Tulpa.
Los Tulpas de Los sauces regresan, casi con las mismas características, en La noche del océano (The Night Ocean), escrito en colaboración póstuma entre H.P. Lovecraft y Robert Barlow. En este caso, no son los árboles quienes absorben la proyección mental del protagonista, sino los pastos marinos, las nubes, las ondas en el agua.
Además de los Tulpas, ambos relatos comparten dos características fundamentales:
a- Las dos historias ocurren en la cercanía de cuerpos de agua.
b- La trama es insignificante en los dos relatos; lo único que importa es la atmósfera.
Esto último parece ser una condición ineludible para la formación de Tulpas en la ficción: no hay argumento, o mejor dicho, el argumento no tiene ninguna importancia, ningún interés. Esa retirada de la trama del primer plano de la historia contribuye a la formación de una atmósfera mucho más densa, más apropiada en cierto modo a las características de la entidad.
Subjetivos como son, formados por los pensamientos de los personajes, los Tulpas en la literatura necesitan existir en un contexto donde la atmósfera del relato se desarrolle sin obstáculos. Cualquier intento, de parte del autor, de colocar al argumento de la atmósfera parece tener un efecto devastador en la eficacia del Tulpa como dispositivo fantástico.
Ahora bien, ¿qué son los Tulpas exactamente?
En la ficción, al menos, podrían definirse como un fenómeno producido por algún tipo de energía indiferenciada; esta, a su vez, es proyectada por los pensamientos y miedos de personas sensibles, lo suficiente como para ser ellas mismas quienes luego detectarán al Tulpa, lo sentirán a nivel físico, interactuarán con él, e incluso llegarán a adorarlo.
Al ser una proyección de nuestros miedos —de nuestra Sombra, en términos de Carl Jung—, el Tulpa se manifestará de acuerdo a ellos, logrando infundir de regreso un miedo atávico en el sujeto cuyos pensamientos lo forjaron. Por otro lado, el Tulpa no está en ninguna parte en particular, sino que asume los rasgos del lugar y se manifiesta a través de fenómenos que, objetivamente, son naturales, como el movimiento de los árboles, las ondulaciones del agua, el ulular del viento (ver: Genius Loci: el espíritu del lugar).
En algún momento de su desarrollo, el Tulpa —siempre dentro de la ficción, insisto— parece adquirir vida propia, o mejor dicho, una voluntad independiente, separada de la imaginación de su creador. En esa etapa, tanto el protagonista de la historia como los lectores dudan acerca de la existencia objetiva de la entidad. ¿Es, después de todo, el producto de una imaginación alucinada, o acaso puede existir a pesar de ser exactamente eso: un producto sustancial, aunque intangible, de la imaginación?
Lovecraft y Barlow incluso se permiten documentar la formación de un Tulpa en La noche del océano:
Había una presencia extraña en el lugar: un espíritu, un estado de ánimo, una impresión que provenía del viento, del cielo gigantesco y ese mar que babeaba, ennegrecido, sobre una playa abruptamente desconocida. En esos momentos sentí una inquietud que no tenía una causa definida, aunque mi inclinación solitaria me había acostumbrado durante mucho tiempo al silencio, la antigua voz de la naturaleza. Estas dudas, a las que no podría haber puesto un nombre, no me afectaron al comienzo, pero ahora pienso que una conciencia gradual de la inmensa soledad del océano se apoderó de mí, una soledad que se hizo sutilmente horrible en las insinuaciones —nunca fueron más que eso— de alguna sensibilidad exterior que me impedía estar completamente solo.
Esta descripción, o no descripción, en realidad, contrasta con otros Tulpas literarios, por ejemplo, la entidad que aparece en Genius Loci (Genius Loci) de Clark Ashton Smith. El fenómeno, en todo caso, es similar al propuesto por Blackwood, Lovecraft y Barlow, pero en el caso de Smith está personificado de forma más concreta, y no depende exclusivamente de la proyección de un personaje. Por el contrario, aquí el Tulpa está formado por el lugar, es, en esencia, el espíritu del lugar —Genius Loci significa exactamente eso—, y desde esa condición atrae a la imaginación de sus víctimas antes de apoderarse de ellas.
No es mucho lo que sucede en La noche del océano y en Los sauces, precisamente porque el énfasis en ambas historias está en la atmósfera, no en el argumento. De hecho, sería contradictorio, y hasta inadecuado, que suceda demasiado en una historia que busca contar la interacción de una mente con un lugar en particular.
El cuento de Blackwood es infinitamente superior, en todo sentido, pero La noche del océano también posee algunos matices interesantes. El atormentado narrador de la historia es un artista que, en sus vacaciones, se aisla en una cabaña junto al océano. Barlow y Lovecraft carecen de la sutileza de Blackwood, pero logran documentar con mucha elegancia el proceso de deterioro mental del narrador y la forma en la que éste proyecta sus perturbadores pensamientos sobre el lugar a través de cuestiones elementales: chucherías encontradas en la costa, un viejo cuento de hadas de la infancia, apenas recordado, restos en la arena que, quizás, podrían ser humanos.
El estado de ánimo del narrador de Lovecraft-Barlow gradualmente va imprimiéndose en el entorno, hasta que éste se manifiesta como una presencia maligna. El proceso, en cierto modo, parece análogo a las apariciones divinas en todas las religiones: contemplación, manifestación y adoración. En este caso, la contemplación equivale al constante rumiar de los pensamientos oscuros del narrador, quien sospecha que esa presencia exterior, maligna, tiene algo que ver con sus ideas. La manifestación es, bueno, precisamente eso; y la adoración equivale a la resignación, a la entrega del narrador a las intenciones del Tulpa.
Sentí, en breves ráfagas de agonía, la gigantesca negrura de este abrumador universo, en el que mis días y los días de mi raza no son nada para las estrellas destrozadas; un universo en el que cada acción es vana, e incluso la manifestación del dolor es un desperdicio.
En este sentido, podemos concluir entonces que los Tulpas en la ficción se manifiestan siempre dentro de un contexto que resulta indistinguible de una pesadilla, y que para manifestarse, o siquiera para existir, necesitan de una mente humana lo suficientemente sensible e imaginativa para darle forma.
El lugar en el que ocurre el fenómeno es lo de menos. La ficción, y sobre todo el cosmicismo, eligen a la naturaleza como condición para la formación de un Tulpa, pero esto no necesariamente debería ser así. Podría suceder en cualquier lugar, incluso en un contexto urbano, en una casa, alrededor de ciertos objetos banales, en torno a cualquier persona capaz de proyectar su imaginación sobre el mundo que lo rodea, y modificar el tejido de la realidad.
Taller literario. I Universo Pulp.
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