Tulpas, Seres Interdimensionales y una elegante teoría sobre el Horror


Tulpas, Seres Interdimensionales y una elegante teoría sobre el Horror.




Las mejores teorías sobre el Horror rara vez se encuentran en ensayos y trabajos de investigación, sino en la ficción propiamente dicha, es decir, en relatos de terror que exploran las fronteras de lo desconocido y, sobre todo, analizan nuestras posibles reacciones. De eso se trata el Horror Cósmico.

Una de las teorías sobre el Horror más interesantes involucra a dos autores paradigmáticos del género: H.P. Lovecraft y Frank Belknap Long, quienes se conocieron personalmente en 1920 y establecieron una cordial amistad —de hecho, Lovecraft le dedicó dos poemas al gato de Long—, a pesar de que sus puntos de vista acerca del Horror diferían notablemente.

Esas diferencias forman las bases de esta elegante teoría, que Frank Belknap Long luego llevaría a la ficción en el relato: Los devoradores del espacio (The Space-Eaters) publicado en la revista Weird Tales en julio de 1928.

No es casualidad que los protagonistas del relato se llamen Howard (como Lovecraft) y Frank (como Long). Ambos se representan mutuamente, y ambos explican sus respectivos puntos de vista acerca del Horror Supremo. Podemos suponer que ese encuentro literario continúa de algún modo las conversaciones que mantuvieron personalmente sobre el tema.

—Me refiero al horror que lo trasciende todo —dice Howard (Lovecraft)—; el horror desconocido e indetectable por la percepción humana común.

Frank reflexiona sobre las palabras de Howard, mientras ambos están sentados en una casa rústica, no lejos de la bahía, cerca de las granjas y el misterioso Mulligan Wood.

—¿Pero cómo un autor puede describir ese Horror si no conoce su forma? —pregunta Frank.

El planteo es razonable: ¿cómo puede uno asustarse, o trasmitirle miedo al lector, a través de algo que no se puede percibir con los cinco sentidos?

Howard y Frank continúan discutiendo y, al mismo tiempo, elaborando a partir de discrepancias una nueva teoría del Horror (ver: Los Tulpas y el Horror: nos acecha lo que pensamos).

Howard cita a los maestros de la literatura gótica: Edgar Allan Poe, Charles Maturin, Ann Radcliffe, y añade un par de contemporáneos: Algernon Blackwood, Arthur Machen. Acto seguido los descarta por considerar que todos ellos están preocupados por horrores prosaicos (Instintos), como el miedo a la muerte y el temor primordial a ser atrapado por depredadores.

No, Howard quiere escribir sobre algo más, algo que se sienta de una forma completamente nueva, extraña e indescriptible.

Ahora bien, tratándose de seres interdimensionales, Howard especula que el ser humano no sentiría necesariamente miedo al percibirlas, justamente porque el miedo es una reacción instintiva, cuya función es hacernos reaccionar, escapar o enfrentarnos a determinados peligros de este mundo.

Descartado el miedo, la corazonada de Howard es que la única forma en la cual podríamos detectar a estos seres inimaginables es mediante el Dolor.

Afortunadamente (para el desarrollo de la teoría), una de estas entidades se encuentra cerca de Mulligan Wood, y acaba de atacar a un vecino de Frank, un sujeto llamado Henry Wells.

Wells conducía su carreta a través del bosque cuando algo… informe, cayó sobre él.

El desafortunado Wells tiene un pequeño orificio en la cabeza, aunque milagrosamente continúa con vida, y es examinado por Frank y Howard. Mientras se encontraba en el bosque, Wells había experimentado un dolor inusual en la cabeza, justamente en la parte perforada. Sus síntomas regresan repentinamente, y él huye, creyendo que la cosa que lo atacó ha regresado.

Al escuchar una serie de terribles gritos provenientes del bosque, Howard y Frank se apresuran y logran encontrar a Wells tirado junto a un árbol. Un misterioso zumbido anuncia la proximidad de la Entidad. Está claro que están siendo acechados. Los tres se refugian en una granja cercana. Se llama a un médico, y éste queda paralizado por lo que encuentra en el cerebro de Wells —o lo que no encuentra, mejor dicho— durante una intervención improvisada, y también huye.

Wells, completamente descerebrado, ataca a Howard y a Frank. Ambos escapan hacia la bahía, desde donde sienten miedo de la presencia que se cierne sobre Mulligan Woods, porque ahora el bosque se encuentra inexplicablemente en llamas. Ellos interpretan que el miedo es una reacción ante la Entidad, pero en realidad lo que experimentan es miedo al fuego; es decir, a algo que ya existe en nuestro mundo.

Tres semanas después, en Manhattan, Howard está tratando de incorporar aquella experiencia escalofriante en un nuevo relato que está escribiendo. Frank lo atropella con preguntas, creyendo que su amigo está ocultando información importante. Resulta ser que Wells no fue la primera víctima de la Entidad, sino la segunda; y que la cosa que había caído en el carro de Wells era parte del cerebro de aquel primer desgraciado que fue devorado, o algo peor.

Pero la pregunta que realmente inquieta a Howard es por qué el Horror, esa Cosa o ser multidimensional, no se ha extendido más allá de Mulligan Wood.

Frank le pide a Howard que no escriba el relato, pero su amigo es inflexible. Su ambición es superar a los grandes maestros del género. Poco después, logra su objetivo y muestra la historia terminada a Frank.

Al recrear en la ficción una imagen, una forma más o menos precisa, de la Entidad, Howard también la invocó, y le permitió existir en nuestro plano de existencia de acuerdo a las leyes de nuestro universo, algo similar a lo que ocurre con los Tulpas o Formas del Pensamiento, básicamente entidades que se construyen en el plano astral, pero también en el físico, a partir de los pensamientos que las forjaron en primer lugar.

Esta versión de la Entidad ya no se percibe a través del dolor, como ocurrió en el bosque, sino del miedo.

Esta paradoja resulta muy interesante, sobre todo en tiempos donde la ficción (incluido el cine) se regodean en fabricar rarezas de otros universos y dimensiones, olvidando casi siempre que los seres humanos no contamos con los sentidos necesarios para percibirlas.

Claro que se puede recurrir a un supuesto sexto sentido, acaso adormecido, pero la misma pregunta subyace: ¿cómo se siente ese sexto sentido?

Lo original de Los devoradores del espacio, y de esta teoría sobre el Horror, es que prescinde de la posibilidad de un sexto sentido, o la reivindica (para el caso es lo mismo), ya que es el dolor físico, y no el miedo, la reacción que más nos aproxima a la realidad de estos seres.

Y si el dolor físico, entre otras cosas, es una forma de sentir el sexto sentido, entonces no hablamos aquí de un apéndice cerebral atrofiado, sino de algo elemental, casi cotidiano, que acaso adquiere mayor intensidad cuanto más nos acercamos al umbral de la muerte.




Taller literario. I Fenómenos paranormales.


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