«Resurgemus»: Sarah Helen Whitman; poema y análisis.
Resurgemus (Resurgemus) es un poema gótico de la escritora norteamericana Sarah Helen Whitman (1803-1878), publicado en la antología de 1853: Horas de vida (Hours of Life).
Resurgemus, uno de los mejores poemas de Sarah Helen Whitman, está dedicado al gran amor en la vida de la autora, nada menos que Edgar Allan Poe. Sarah Helen Whitman trabajó tenazmente para proteger y preservar el legado de E.A. Poe, incluso después de que su relación terminara abruptamente. En este contexto, Resurgemus expresa la devoción absoluta de la autora por E.A. Poe [ver: Sarah Helen Whitman: el otro gran amor de Poe]
Edgar Allan Poe estuvo interesado en Sarah Helen Whitman durante varios años antes de su primer encuentro en 1848. E.A. Poe había conocido mucho sobre ella gracias a amigos mutuos e incluso la había visto una noche en Providence, Rhode Island, en el verano de 1845. En 1846 le envió una copia de su reseña crítica a Elizabeth Barrett Browning. Por alguna razón, Sarah Helen Whitman no respondió en ese momento; y cuando finalmente lo hizo fue mediante un poema, el primero de dieciocho que le dedicó a Edgar Allan Poe entre 1848 y 1870. De los dieciocho, seis le fueron dirigidos durante su vida. Él correspondió con solo dos, ambos titulados: Para Helen (To Helen) [ver: Psicología de Edgar Allan Poe]
El primer poema de Sarah Helen Whitman a Edgar Allan Poe fue un mensaje anónimo recitado en la fiesta de San Valentín de Anne Lynch, en 1848. A petición de Lynch, Sarah Helen Whitman envió tarjetas de San Valentín para que se leyeran como parte del entretenimiento. Aunque el nombre de Edgar Allan Poe no estaba entre los destinatarios sugeridos por Anne Lynch, Sarah Helen Whitman aprovechó la oportunidad para dirigirse a él en verso, confesando que sus obras habían tenido un efecto inquietante sobre ella, y que lo consideraba un hombre diferente, un hombre capaz de trascender el sórdido materialismo de su tiempo. Esos versos, repletos de alusiones a su obra, concluyen con una invitación [por cierto, muy ambigua] que puede interpretarse como un ofrecimiento de amistad o de amor [ver: Los amores secretos de Edgar Allan Poe]
Edgar Allan Poe, lamentablemente, no estuvo presente en aquella fiesta [en la que probablemente no sería bienvenido], sin embargo, alguien le envió una copia del poema de Sarah Helen Whitman. Al recibirlo, Edgar Allan Poe confesó haber sentido «asombro y un gozo incrédulo».
Edgar Allan Poe respondió a la «invitación» de Sarah Helen Whitman con una copia de Para Helen [escrito muchos años antes para otra mujer, Jane Stanard]. Luego le envió un poema original, también titulado Para Helen, en el que ofrece un relato romántico del encuentro entre ambos varios años antes. Sin embargo, Edgar Allan Poe no recibió más aliento.
A principios de julio, E.A. Poe conoció a Nancy Locke Heywood Richmond [Annie] y al parecer se olvidó del asunto. Quizás temiendo que su silencio hubiera matado el interés de Edgar Allan Poe en ella, la Sarah Helen Whitman le dirigió un nuevo poema. Aunque este no estaba firmado, Edgar Allan Poe no pudo haber confundido a la autora porque el último verso es una cita de su poema inédito para ella.
Esos versos fueron suficientes para reavivar el interés de Edgar Allan Poe. Regresó a Nueva York de inmediato, y antes de finales de septiembre de 1848 estuvo en la casa de Sarah Helen Whitman suplicándole que se casara con él. Ella escribió más tarde:
[Durante esta visita había tratado de persuadirme, como lo hacía en todas sus cartas, de que su felicidad y bienestar en el tiempo y la eternidad dependían de mí. Y después de muchas experiencias tristes y tormentosas, me arrancó la promesa de que nada me haría romper el vínculo con él.]
Pero las cosas se complicaron rápidamente:
[Una o dos horas después de que él dejara la ciudad, se hicieron ciertas declaraciones a mi familia en relación con la imprudencia del compromiso entre nosotros, y que aumentaron hasta el frenesí la oposición de mi madre a la relación. Para mi excitada imaginación, todo en ese momento parecía un presagio.]
Antes de que Edgar Allan Poe regresara a Nueva York, por fin obtuvo la promesa de matrimonio de Sarah Helen Whitman. En consecuencia, regresó a Providence el 20 de diciembre para la ceremonia. Sin embargo, tres días después, E.A. Poe regresaba solo a Fordham. Si bien todo parecía indicar que se trataba de una ruptura temporal, resultó ser definitiva. La separación atribuló a E.A. Poe, tanto que el 21 de enero, un mes después, le juró a Jane Stanard que «desde este día en adelante evitaré la compañía pestilente de cualquier escritora». Aunque Sarah Helen Whitman parece haber sido la que dudó sobre el matrimonio, su reacción a la ruptura contraria a la de E.A. Poe; de hecho, más adelante escribió que había hecho «repetidos esfuerzos hacia la reconciliación» [ver: ¿Quién fue Annabel Lee]
En febrero de 1849, Sarah Helen Whitman publicó un poema en la revista American Metropolitan titulado: Estrofas para la música (Stanzas for Music). Es una cautelosa declaración de su propia actitud hacia la ruptura. Admite que se separaron enojados y que experimentó dolor cuando él partió. Sin embargo, no se culpa a sí misma ni a Poe. En cambio, coloca la carga sobre el destino. Finalmente, como si no quisiera apelar directamente a Edgar Allan Poe, ella le envió otro poema a través de un tercero, donde versifica la sala de estar en la que se despidió de él.
Evidentemente, Edgar Allan Poe permaneció en silencio, y en marzo de 1849 ella le dedicó otro poema, mucho menos cauteloso en la expresión de sus sentimientos. Allí asume la responsabilidad de su partida y hace una franca confesión de su amor por él. A pesar de esto, E.A. Poe no hizo ningún esfuerzo por revivir la relación. En cambio, reactivó su romance con Elmira Royster, ahora viuda [ver: La primera y última novia de Poe]. Cuando la Sarah Helen Whitman le dirigió su siguiente poema, parece haberse dado cuenta que sus esfuerzos para recuperarlo serían inútiles. Esta comprensión no le trajo amargura, sino «una desesperación resignada y apasionada». El poema se publicó en noviembre de 1849, un mes después de la muerte de Edgar Allan Poe, aunque fue escrito en septiembre, el mes del aniversario de su primer encuentro [ver: La extraña muerte de Edgar Allan Poe]
En este poema, Sarah Helen Whitman celebra la tormentosa partida de E.A. Poe y un tranquilo paseo que habían dado a orillas del río Seekonk. Esta síntesis es una especie de manipulación del tiempo y el lugar, y representa un paso en el proceso de sublimación mediante el cual Sarah Helen Whitman traduciría el noviazgo frustrado en una unión espiritual con Edgar Allan Poe que trascendió [o destruyó] el tiempo, el lugar e incluso la muerte. Antes de que pudiera dirigirle otro poema, Edgar Allan Poe murió [ver: La misteriosa tumba de E.A. Poe]
Después de la muerte de Edgar Allan Poe, la actitud de Sarah Helen Whitman hacia él estuvo condicionada por su creciente interés en el espiritismo. El propio Poe parece haber estimulado el desarrollo de este interés. Sus cartas a ella en el otoño de 1848 hacen alusiones a la posibilidad de que fuerzas ocultas controlaran su destino común. Al parecer, ella había comenzado a ver en E.A. Poe una especie de médium a través del cual Dios estaba obrando algún misterioso propósito.
La muerte de Edgar Allan Poe significó para Sarah Helen Whitman no un final sino una intensificación de su relación con él. Ella creía que la muerte acercaba su espíritu a ella, le permitía apreciar el verdadero alcance de su amor por él hasta que su muerte los uniera en la eternidad. El espiritismo impregna la mayoría de los poemas que Sarah Helen Whitman le dedicó a E.A. Poe después de su muerte. Resurgemus —que en español significa «nos levantaremos»—, el segundo poema que le dedicó a Edgar Allan Poe después de su muerte, refleja el aura de santidad que Sarah Helen Whitman le atribuyó al espíritu de su amado. En cierto modo, el poema es una vigilia en la tumba del poeta hasta que la muerte les permita reunirse otra vez.
Resurgemus.
Resurgemus, Sarah Helen Whitman (1803-1878)
No te lloro: no hay palabras que expresen
la solemne calma que atravesó mi pecho
cuando supe que tu alma había pasado
de la tierra a su descanso eterno;
Porque la duda y la oscuridad, sobre tu cabeza,
para siempre agitaron sus alas de cóndor;
y en sus tenebrosas sombras engendraron
formas de cosas indecibles;
Y alrededor de tu hogar silencioso,
la gloria que una vez se sonrojó y floreció
no era más que un sueño vagamente recordado
de «los viejos tiempos sepultados».
Aquellos ojos melancólicos que parecían
mirar más allá de todos los tiempos, o encendidos
en los ojos que amaban, tan suavemente radiantes,
qué pocos aprendieron su místico lenguaje.
Cuán pocos podían leer sus profundidades,
o conocer el corazón orgulloso y elevado que habitaba solo
en hermosos palacios de aflicción,
como Eblis en su trono ardiente.
¡Ah! Ningún corazón humano podría tolerar
esa oscuridad de tu condenación para compartir,
y ningún ojo vivo podría mirar
ileso tu terrible desesperación.
Sin embargo, mientras dure la noche de la vida,
mientras las lentas estrellas rueden sobre mí,
en las soledades del corazón mantengo
una vigilia solemne por tu alma.
Camino oscuros pasillos de clausura,
sobre tumbas que suenan solemnes;
mientras sobre el mirador, como un manto,
ondea una sombra oscura y fúnebre.
Allí, arrodillada junto a un santuario sin lámparas,
sola en medio de un lugar de tumbas,
mi espíritu errante suplica por el tuyo
hasta que la luz brille en las flores orientales.
Oh, cuando todas tus faltas sean perdonadas,
la vigilia de mi vida se cumplirá
en alguna tranquila altura del cielo,
el sueño de tu pensamiento profético.
Siempre cerca tuyo, alma en alma,
cerca de ti para siempre, pero, ¡cuán lejos
pueden nuestras vidas alcanzar la meta perfecta del amor
en el orden superior de tu estrella!
Poemas góticos. I Poemas de muerte.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Sarah Helen Whitman: Resurgemus (Resurgemus), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
Esos versos fueron suficientes para reavivar el interés de Edgar Allan Poe. Regresó a Nueva York de inmediato, y antes de finales de septiembre de 1848 estuvo en la casa de Sarah Helen Whitman suplicándole que se casara con él. Ella escribió más tarde:
[Durante esta visita había tratado de persuadirme, como lo hacía en todas sus cartas, de que su felicidad y bienestar en el tiempo y la eternidad dependían de mí. Y después de muchas experiencias tristes y tormentosas, me arrancó la promesa de que nada me haría romper el vínculo con él.]
Pero las cosas se complicaron rápidamente:
[Una o dos horas después de que él dejara la ciudad, se hicieron ciertas declaraciones a mi familia en relación con la imprudencia del compromiso entre nosotros, y que aumentaron hasta el frenesí la oposición de mi madre a la relación. Para mi excitada imaginación, todo en ese momento parecía un presagio.]
Antes de que Edgar Allan Poe regresara a Nueva York, por fin obtuvo la promesa de matrimonio de Sarah Helen Whitman. En consecuencia, regresó a Providence el 20 de diciembre para la ceremonia. Sin embargo, tres días después, E.A. Poe regresaba solo a Fordham. Si bien todo parecía indicar que se trataba de una ruptura temporal, resultó ser definitiva. La separación atribuló a E.A. Poe, tanto que el 21 de enero, un mes después, le juró a Jane Stanard que «desde este día en adelante evitaré la compañía pestilente de cualquier escritora». Aunque Sarah Helen Whitman parece haber sido la que dudó sobre el matrimonio, su reacción a la ruptura contraria a la de E.A. Poe; de hecho, más adelante escribió que había hecho «repetidos esfuerzos hacia la reconciliación» [ver: ¿Quién fue Annabel Lee]
En febrero de 1849, Sarah Helen Whitman publicó un poema en la revista American Metropolitan titulado: Estrofas para la música (Stanzas for Music). Es una cautelosa declaración de su propia actitud hacia la ruptura. Admite que se separaron enojados y que experimentó dolor cuando él partió. Sin embargo, no se culpa a sí misma ni a Poe. En cambio, coloca la carga sobre el destino. Finalmente, como si no quisiera apelar directamente a Edgar Allan Poe, ella le envió otro poema a través de un tercero, donde versifica la sala de estar en la que se despidió de él.
Evidentemente, Edgar Allan Poe permaneció en silencio, y en marzo de 1849 ella le dedicó otro poema, mucho menos cauteloso en la expresión de sus sentimientos. Allí asume la responsabilidad de su partida y hace una franca confesión de su amor por él. A pesar de esto, E.A. Poe no hizo ningún esfuerzo por revivir la relación. En cambio, reactivó su romance con Elmira Royster, ahora viuda [ver: La primera y última novia de Poe]. Cuando la Sarah Helen Whitman le dirigió su siguiente poema, parece haberse dado cuenta que sus esfuerzos para recuperarlo serían inútiles. Esta comprensión no le trajo amargura, sino «una desesperación resignada y apasionada». El poema se publicó en noviembre de 1849, un mes después de la muerte de Edgar Allan Poe, aunque fue escrito en septiembre, el mes del aniversario de su primer encuentro [ver: La extraña muerte de Edgar Allan Poe]
En este poema, Sarah Helen Whitman celebra la tormentosa partida de E.A. Poe y un tranquilo paseo que habían dado a orillas del río Seekonk. Esta síntesis es una especie de manipulación del tiempo y el lugar, y representa un paso en el proceso de sublimación mediante el cual Sarah Helen Whitman traduciría el noviazgo frustrado en una unión espiritual con Edgar Allan Poe que trascendió [o destruyó] el tiempo, el lugar e incluso la muerte. Antes de que pudiera dirigirle otro poema, Edgar Allan Poe murió [ver: La misteriosa tumba de E.A. Poe]
Después de la muerte de Edgar Allan Poe, la actitud de Sarah Helen Whitman hacia él estuvo condicionada por su creciente interés en el espiritismo. El propio Poe parece haber estimulado el desarrollo de este interés. Sus cartas a ella en el otoño de 1848 hacen alusiones a la posibilidad de que fuerzas ocultas controlaran su destino común. Al parecer, ella había comenzado a ver en E.A. Poe una especie de médium a través del cual Dios estaba obrando algún misterioso propósito.
La muerte de Edgar Allan Poe significó para Sarah Helen Whitman no un final sino una intensificación de su relación con él. Ella creía que la muerte acercaba su espíritu a ella, le permitía apreciar el verdadero alcance de su amor por él hasta que su muerte los uniera en la eternidad. El espiritismo impregna la mayoría de los poemas que Sarah Helen Whitman le dedicó a E.A. Poe después de su muerte. Resurgemus —que en español significa «nos levantaremos»—, el segundo poema que le dedicó a Edgar Allan Poe después de su muerte, refleja el aura de santidad que Sarah Helen Whitman le atribuyó al espíritu de su amado. En cierto modo, el poema es una vigilia en la tumba del poeta hasta que la muerte les permita reunirse otra vez.
Resurgemus.
Resurgemus, Sarah Helen Whitman (1803-1878)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
No te lloro: no hay palabras que expresen
la solemne calma que atravesó mi pecho
cuando supe que tu alma había pasado
de la tierra a su descanso eterno;
Porque la duda y la oscuridad, sobre tu cabeza,
para siempre agitaron sus alas de cóndor;
y en sus tenebrosas sombras engendraron
formas de cosas indecibles;
Y alrededor de tu hogar silencioso,
la gloria que una vez se sonrojó y floreció
no era más que un sueño vagamente recordado
de «los viejos tiempos sepultados».
Aquellos ojos melancólicos que parecían
mirar más allá de todos los tiempos, o encendidos
en los ojos que amaban, tan suavemente radiantes,
qué pocos aprendieron su místico lenguaje.
Cuán pocos podían leer sus profundidades,
o conocer el corazón orgulloso y elevado que habitaba solo
en hermosos palacios de aflicción,
como Eblis en su trono ardiente.
¡Ah! Ningún corazón humano podría tolerar
esa oscuridad de tu condenación para compartir,
y ningún ojo vivo podría mirar
ileso tu terrible desesperación.
Sin embargo, mientras dure la noche de la vida,
mientras las lentas estrellas rueden sobre mí,
en las soledades del corazón mantengo
una vigilia solemne por tu alma.
Camino oscuros pasillos de clausura,
sobre tumbas que suenan solemnes;
mientras sobre el mirador, como un manto,
ondea una sombra oscura y fúnebre.
Allí, arrodillada junto a un santuario sin lámparas,
sola en medio de un lugar de tumbas,
mi espíritu errante suplica por el tuyo
hasta que la luz brille en las flores orientales.
Oh, cuando todas tus faltas sean perdonadas,
la vigilia de mi vida se cumplirá
en alguna tranquila altura del cielo,
el sueño de tu pensamiento profético.
Siempre cerca tuyo, alma en alma,
cerca de ti para siempre, pero, ¡cuán lejos
pueden nuestras vidas alcanzar la meta perfecta del amor
en el orden superior de tu estrella!
I mourn thee not: no words can tell
The solemn calm that tranced my breast
When I first knew the soul had past
From earth to its eternal rest;
For doubt and darkness, o'er thy head,
Forever waved their Condor wings;
And in their murky shadows bred
Forms of unutterable things;
And all around thy silent hearth,
The glory that once blushed and bloomed
Was but a dim-remembered dream
Of "the old time entombed."
Those melancholy eyes that seemed
To look beyond all time, or, turned
On eyes they loved, so softly beamed —
How few their mystic language learned.
How few could read their depths, or know
The proud, high heart that dwelt alone
In gorgeous palaces of woe,
Like Eblis on his burning throne.
For ah! no human heart could brook
That darkness of thy doom to share,
And not a living eye could look
Unscathed upon thy dread despair.
Yet, while the night of life shall last,
While the slow stars above me roll,
In the heart's solitudes I keep
A solemn vigil for thy soul.
I tread dim cloistral aisles, where all
Beneath are solemn-sounding graves;
While o'er the oriel, like a pall,
A dark, funereal shadow waves.
There, kneeling by a lampless shrine,
Alone amid a place of tombs,
My erring spirit pleads for thine
Till light along the orient blooms.
Oh, when thy faults are all forgiven,
The vigil of my life outwrought
In some calm altitude of heaven —
The dream of thy prophetic thought —
Forever near thee, soul in soul,
Near thee forever, yet how far,
May our lives reach love's perfect goal
In the high order of thy star!
Sarah Helen Whitman (1803-1878)
The solemn calm that tranced my breast
When I first knew the soul had past
From earth to its eternal rest;
For doubt and darkness, o'er thy head,
Forever waved their Condor wings;
And in their murky shadows bred
Forms of unutterable things;
And all around thy silent hearth,
The glory that once blushed and bloomed
Was but a dim-remembered dream
Of "the old time entombed."
Those melancholy eyes that seemed
To look beyond all time, or, turned
On eyes they loved, so softly beamed —
How few their mystic language learned.
How few could read their depths, or know
The proud, high heart that dwelt alone
In gorgeous palaces of woe,
Like Eblis on his burning throne.
For ah! no human heart could brook
That darkness of thy doom to share,
And not a living eye could look
Unscathed upon thy dread despair.
Yet, while the night of life shall last,
While the slow stars above me roll,
In the heart's solitudes I keep
A solemn vigil for thy soul.
I tread dim cloistral aisles, where all
Beneath are solemn-sounding graves;
While o'er the oriel, like a pall,
A dark, funereal shadow waves.
There, kneeling by a lampless shrine,
Alone amid a place of tombs,
My erring spirit pleads for thine
Till light along the orient blooms.
Oh, when thy faults are all forgiven,
The vigil of my life outwrought
In some calm altitude of heaven —
The dream of thy prophetic thought —
Forever near thee, soul in soul,
Near thee forever, yet how far,
May our lives reach love's perfect goal
In the high order of thy star!
Sarah Helen Whitman (1803-1878)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Poemas góticos. I Poemas de muerte.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Sarah Helen Whitman: Resurgemus (Resurgemus), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
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