Aptrgongumenn: el peligro de invocar a los muertos a través de la NIGROMANCIA


Aptrgongumenn: el peligro de invocar a los muertos a través de la NIGROMANCIA.




No hay cultura en el mundo que haya estado a salvo de la presencia indeseable de muertos que se levantan de sus tumbas para alimentarse con la sangre de los vivos. Esto nos permite razonar que la nigromancia: el arte de invocar a los muertos y devolverlos a la vida, o a la no muerte, mejor dicho, era un oficio bastante lucrativo.

Y así como hay razas de vampiros sumamente populares, también hay otras que han cultivado un perfil más bajo.

En esta última categoría se inscribe Aptrgongumenn: el vampiro vikingo, uno de los ejemplos más prácticos para entender por qué la nigromancia generalmente terminaba siendo fatal para el propio NIGROMANTE.

Los mitos nórdicos no son precisamente discretos a la hora de delatar las maliciosas actividades de los muertos. Por el contrario: las principales fuentes de las leyendas vikingas, desde las sagas a los Eddas, abundan en referencias a este tipo de criaturas y sus maléficos creadores.

Por ahí anda el Bluatsauger, el vampiro teutón; Grendel, el montaraz troll de Beowulf; Draugr, el vampiro nórdico; los Märt, tenebrosos chupasangres que nos visitan en sueños. Pero la información disponible acerca de Aptrgongumenn es tan escasa, tan famélica, que muchos investigadores se aventuran a ubicar a este escurridizo ser entre los más aterradores de la antigüedad, precisamente debido a la falta de referencias.

¿Pero cómo podemos determinar la diferencia entre un muerto invocado de la tumba por un nigromante de otro que se rehúsa a quedarse en su ataúd, por ejemplo, como consecuencia de una maldición?

Básicamente tomando en consideración dos puntos fundamentales: el nombre de la criatura en las leyendas y cuál era el método más recomendado para matarla.

Es lógico suponer que la resistencia de un no muerto, un vampiro, es decir, el grado de dificultad que supone matarlo, es directamente proporcional a su importancia.

Algunos traducen la palabra Aptrgongumenn como «muerto andante», literalmente, Walking Dead, para emplear una referencia contemporánea. Para matarlo se debía seguir un riguroso procedimiento:

En primer lugar, naturalmente, se debía exhumar el cadáver. Posteriormente era decapitado y uno de sus pies era amputado. Finalmente, el pie cortado era cosido al cuello, del mismo modo que la cabeza a la extremidad mutilada.

Tras este enojoso proceso, el cuerpo era inhumado nuevamente.

Esto, al menos, mantenía al muerto dentro de su tumba durante un tiempo, pero no eternamente, ya que el Aptrgongumenn no era una criatura que se producía como consecuencia de una maldición, por ejemplo, o de la mordida de otro vampiro.

Era necesario que un nigromante utilizara las runas mágicas para obligar al cadáver a salir de su tumba; presumiblemente, con propósitos vengativos.

En este contexto, el Aptrgongumenn no se asemeja demasiado a los espíritus familiares utilizados habitualmente en la nigromancia, sino más bien a un Golem o un Homúnculo, básicamente un esclavo de su creador.

Algunos sostienen que los hechiceros vikingos podían emplear las mismas runas mágicas para mantener al Aptrgongumenn dentro de su tumba, lo cual resulta sumamente sospechoso; habida cuenta de la costumbre de los nigromantes por hacerse pasar por hechiceros, y de ese modo lucrar vilmente con soluciones mágicas para problemas que ellos mismos creaban en primer lugar.

El Aptrgongumenn era capaz de simular cierta apariencia de normalidad, realizando trabajos forzados para el nigromante, e incluso asesinar en su nombre; pero poseía un defecto que lo hacía particularmente peligroso para su creador; y que en definitiva sirve de ejemplo acerca del peligro de andar invocando a los muertos sin el asesoramiento adecuado.

Siendo una criatura diabólica, fabricada a partir de la magia negra, el Aptrgongumenn solo podía mentir. La verdad le estaba prohibida. De modo tal que para saber quién era el nigromante que lo había invocado se le preguntaba a la criatura el nombre de todas las personas de la aldea que lo habían creado.

Ya que era incapaz de decir la verdad, el Aptrgongumenn daba el nombre de todas las personas que no habían intervenido en su invocación, dejando en un inobjetable margen de certeza al único que sí lo había hecho.




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