¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?


¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?




Los Vampiros de la leyenda [y algunos de la ficción] están sujetos a una de las prohibiciones más extrañas y difíciles de comprender. La idea aquí es que un Vampiro no puede entrar en una casa a menos que sea invitado por uno de sus ocupantes, una prohibición que parece ir en contra de toda lógica. Quiero decir, si los Vampiros son esencialmente depredadores, ¿por qué deberían necesitar la invitación de sus víctimas? Sería igualmente desconcertante obligar a un tigre que solo pueda atacar a una presa dispuesta a convertirse voluntariamente en su cena [ver: Razas de vampiros]

Entonces, ¿por qué los Vampiros necesitan una invitación para entrar en una casa?

No parece una prohibición lógica. Después de todo, ningún depredador tendría éxito ni siquiera remotamente con tal restricción. Sin embargo, hay una explicación, pero para eso debemos derribar algunas confusiones, y estas son muchas cuando observamos las viejas leyendas de Vampiros desde una perspectiva actual.

Por ejemplo, ¿por qué la estaca para matar a un Vampiro tiene que ser de madera? En realidad, no es así. El hierro funciona perfectamente bien, pero si vivías en la Edad Media esto era costoso, y no todos tenían acceso al hierro. En este sentido, la madera era una buena opción, pero no cualquier tipo de madera. Necesitabas espino blanco, fresno o endrino, es decir, un tipo de madera muy dura. De todos modos, la estaca de madera ni siquiera era para matar al Vampiro [el tipo ya estaba muerto], sino para clavarlo en la tierra mientras le cortabas la cabeza y le colocabas un lindo ramo de flores de ajo en la boca.

Una confusión similar ocurre con la idea de que el Vampiro debe ser invitado para entrar en un lugar.

En la Edad Media, especialmente en las regiones de Europa Oriental donde proliferaban las leyendas de Vampiros, existía la creencia de que el umbral de la puerta principal de una casa era una especie de barrera protectora que daba seguridad al hogar. Si un Vampiro intentaba entrar sin ser invitado, se debilitaría, o incluso perdería sus poderes; lo cual básicamente lo ponía a merced de sus presas. En otras palabras, el Vampiro sí podía entrar sin ser invitado, pero despojado de sus poderes. Tal vez por eso las antiguas leyendas de Vampiros sostenían que estos atacaban primero a sus familiares más cercanos, es decir, aquellos que más probablemente los dejarían entrar.

Pero, ¿de dónde surgió la idea de era necesario invitar a los Vampiros?

En 1645, el teólogo griego León Alacio —Leo Allatius (1586-1669)— escribió el primer tratado sobre vampiros y otras creencias populares de Grecia, llamado De Graecorum hodie quorundam opinationibus [«Sobre ciertas opiniones actuales de los griegos»], donde sostiene que los Vampiros no pueden dañar a los ciudadanos ni vulnerar sus hogares a menos que sus propietarios respondan al llamado de estas criaturas. Según Alacio, el simple hecho de abrir la puerta era considerado por los Vampiros como una «invitación a entrar», es decir, no era necesario invitarlos verbalmente. Más adelante, el teólogo añade:


[Porque muy a menudo, habitando este cuerpo, el vampiro sale de su tumba y se dirige a las aldeas, especialmente de noche, y llama a la puertas de las casas. Llama en voz alta, con voz ronca, gutural, el nombre de sus ocupantes. Si alguien así responde, está perdido; porque de seguro morirá al día siguiente. Pero si no responde, está a salvo. Por lo tanto, en esta isla de Quíos, todos los habitantes, si durante la noche son llamados por alguien, nunca responden la primera vez. Porque, si un hombre es llamado por segunda vez, no son los Vrykolakas quienes lo están convocando, sino otra persona.]


Aquí, la regla de la invitación existe porque el ataque de fuerzas sobrenaturales a menudo se consideraba un castigo por tentar al destino. En este caso, invitar a una criatura monstruosa a tu hogar, abrirle la puerta a lo sobrenatural, es la parte tentadora. Alguien que sabiamente se queda en casa y manda a la mierda a extraños espeluznantes que quieren entrar en medio de la noche estará a salvo [ver: Porqué todavía necesitamos a los Vampiros]

Ahora bien, si un Vampiro necesita ser invitado a entrar, ¿en qué lugar queda la víctima? Quiero decir, el Vampiro no se disfraza de abuelita para anunciarse [¡esos engañosos Licántropos!]. Como afirma Alacio, llaman «en voz alta, con voz ronca, gutural, el nombre de sus ocupantes». Si abres la puerta sabes lo que sucederá. De hecho, abrir la puerta al Vampiro, «invitarlo a entrar», equivale a darle consenso. En términos freudianos podríamos decir que no hay vampirismo sin el deseo de ser vampirizado. Y, en ese caso, ¿la víctima no deja de ser una víctima al invitar a entrar al Vampiro?

Es decir que el Vampiro solo ingresa en un hogar si es invitado, lo cual equivale a decir que el Vampiro nunca es un Intruso. Nunca hace una entrada forzada, sino que siempre es invitado a la casa por un deseo de ser vampirizado que ya está presente en, al menos, un habitante de la casa. Tiene que haber una correspondencia entre el deseo de ser vampirizado y la entrada del Vampiro, lo cual excluye el concepto de víctima [ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima]

En el mismo siglo Alacio [XVII] tenemos la obra anónima: El extraño misterioso (The Mysterious Stranger) [que no debe confundirse con la historia de Mark Twain del mismo nombre], donde una mujer, Franziska, invita al vampiro Azzo a entrar. Esto es lo más cercano en la ficción a la idea de que un Vampiro tiene que ser invitado a entrar en una casa antes que Drácula, y prueba que las opiniones de Alacio no eran personales, sino que esta leyenda estaba bien extendida en Europa.

Es en la ficción donde esta leyenda se expresa con mayor exactitud, más precisamente en el Drácula de Bram Stoker, cuyo tema central es la Otredad. Esta novela toma muchos elementos de Carmilla, Lord Ruthven y Varney [historias que también abrevan en las viejas leyendas de Vampiros]. Todas estas figuras tienen algo en común: la Otredad. Son diferentes del mero ser; son forasteros, desconocidos.

Sin una invitación, Drácula no puede entrar en la casa de una persona. Por lo tanto, debe ser astuto. Tiene que atraer a sus presas fuera de sus casas o persuadirlas para que le permitan entrar. En el Capítulo conocido como El huésped de Drácula (Dracula's Guest), el Conde también parece necesitar que sus víctimas entren voluntariamente en su castillo. Esto es lo que le dice a Jonathan Harker al abrirle la puerta:


[¡Bienvenido a mi hogar! ¡Entre libremente y por su propia voluntad!]


En el Capítulo 18 [El Diario de Mina Harker], Van Helsing enumera una larga lista de rasgos y atributos del Vampiro, y aborda directamente el tema de la invitación:


[Es posible que (Drácula) no pueda entrar al principio, a menos que haya algunos miembros de la familia que lo inviten; entonces podrá ir y venir a su antojo.]


En la versión del Drácula anotado [The Annotated Dracula], Leonard Wolf omite cualquier opinión respecto del comentario de Van Helsing, pero Leslie S. Klinger añade una afirmación rotunda: «No hay apoyo folclórico para la afirmación de Van Helsing». También comenta que esta oración se agregó al manuscrito original [mecanografiado] a mano, con la letra de Bram Stoker. Parece haber sido una ocurrencia tardía, o el autor tal vez pensó que no había dejado este punto lo suficientemente claro. En cualquier caso, como hemos visto en la obra de Alacio, efectivamente hay sustento para la idea de que Drácula no podía entrar en un lugar a menos que sea invitado, aunque no podemos saber si Bram Stoker leyó o no la obra del teólogo griego [ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker]

El hecho de que los Vampiros deban ser invitados a entrar parece tener algún tipo de relación con la creencia de que el Diablo solo puede comerciar con personas predispuestas. Es bien conocido el concepto del Pacto Satánico, que no es otra cosa que un contrato en donde se acepta la venta del alma a cambio de ciertos favores. En este contexto, no es ilógico afirmar que los Vampiros, como agentes del Maligno, también requieren algún tipo de «acuerdo» con sus víctimas, como se observa en el incidente anterior con Harker o en el comentario de Van Helsing [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

En cierto modo, Bram Stoker codificó el comportamiento de los Vampiros en lugar de utilizar fragmentos dispersos de las leyendas como parte de su historia. Al hacerlo, creó muchos de los rasgos del Vampiro que tomamos como algo natural; por ejemplo, no reflejarse en los espejos, aversión al ajo, sensibilidad a los crucifijos y la capacidad de transformarse en murciélago u otros animales nocturnos. Sin embargo, Bram Stoker también inventó otros rasgos que casi hemos ignorado: sensibilidad a la Hostia consagrada, no arrojar sombra, etcétera. Curiosamente, los únicos elementos codificados en la novela que han trascendido, dispersándose y expandiéndose en incontables relatos de vampiros posteriores, son aquellos que encuentran algún sustento en la leyenda; es decir, solo aquellos que no fueron inventados por el autor sobrevivieron y se volvieron rasgos centrales el Vampiro en la ficción [ver: Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula]

Si lo analizamos detenidamente, el mito creado por Bram Stoker describe a un Vampiro, el Conde Drácula, como un ser sobrenatural excepcionalmente limitado en sus acciones. A cada paso debe ingeniárselas para superar algún tipo de prohibición. Por ejemplo:

-Drácula debe regresar a su tierra natal cada noche. Perfecto, dice el Conde, puedo llevar mi tierra natal conmigo, y envía cajas de tierra de Transilvania a Inglaterra.

-Los Vampiros no pueden cruzar ninguna corriente de agua. Bien, dice Drácula, haré que alguien más se encargue de eso, y aborda el Deméter dentro de una caja.

-Los Vampiros no soportan la luz el sol. No hay problema, usaré un sombrero ancho y lentes oscuros.

Drácula debe superar a cada paso algún tipo de limitación o prohibición. Es el Monstruo Antiguo, el Monstruo de la Leyenda, tratando de evitar sus viejas limitaciones con herramientas modernas. Y sus oponentes hacen lo mismo: usan teléfonos y fonógrafos y telégrafos recientemente desarrollados para organizarse y tratar de destruirlo.

Pero, si un Vampiro solo puede entrar si sus víctimas lo invitan a entrar, ¿por qué fueron atacadas las dos mujeres de la novela, Lucy Westerna y Mina Harker, si ninguna de ellas lo invitó a entrar? [ver: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»]

Si bien Drácula parece estar sujeto a toda clase de prohibiciones, su ingenio le permite aprovechar cada ocasión que se le presenta. Por ejemplo, muy temprano en la historia se nos informa que Lucy Westenra es sonámbula; de modo que Drácula, incluso si no es invitado, puede atraerla al exterior. De hecho, a Van Helsing le toma un tiempo considerable detectar lo que está sucediendo, precisamente cuando los remedios tradicionales, como el ajo, no pueden defender a la joven [ver: Drácula y las mujeres]

Si bien es cierto que Van Helsing siempre corre detrás de las estrategias de Drácula, generalmente termina descifrando el comportamiento del Conde, lo cual eventualmente le permite anticipar algunos de sus movimientos. En la entrada del 3 de octubre del diario del doctor Seward, Van Helsing dice:


[¿No ves cómo, últimamente, este monstruo se ha estado infiltrando, cómo ha estado utilizando al paciente zoófago para efectuar su entrada.]


En el Capítulo 19 se presentan los primeros indicios de que Mina Harker se convertirá en la próxima víctima del Vampiro. No es por casualidad que elige a Mina: ella es la esposa de Jonathan Harker y la amiga más cercana de su última víctima, Lucy Westenra [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]. Es interesante que nos enteremos de la visita del Conde por un relato casi impresionista de la propia Mina. En este punto, ella registra cosas en su diario que no comprende del todo ni asocia con el vampirismo, pero el lector es plenamente consciente de lo que está ocurriendo [ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina]

Hay una curiosa ambigüedad presentada en este capítulo, en cuanto a cómo el Vampiro logra entrar en la habitación de Mina [en realidad, las habitaciones particulares del doctor Seward, donde Mina se está alojando temporalmente]. Recordemos que Van Helsing ya había declarado que los Vampiros no pueden entrar en un lugar sin antes ser invitados. El lector, en este punto, no tiene idea de cómo entró Drácula a la habitación de Mina; más aún, al principio nos sorprende que haya podido ingresar, y nos inclinamos a preguntarnos si acaso ella misma no lo invitó a entrar.

Más tarde, sin embargo, nos enteramos que Drácula había utilizado a Renfield para ser invitado al manicomio [ver: Síndrome de Renfield: el vampirismo como enfermedad mental]. Ahora está claro por qué Bram Stoker ha estado usando al paciente en la novela y también por qué todos los personajes principales son visitantes en la casa de Seward. En efecto, Drácula ataca a Mina Harker en las habitaciones privadas del doctor Seward en el manicomio. Todos creen que allí estará a salvo, pero se equivocan. Recién entonces, Van Helsing descubre que Renfield [el «paciente zoófago»] es quien ha invitado a entrar al Vampiro.

En la novela, Renfield no es el psicótico balbuceante que retrata la versión de Coppola. Por el contrario, es un paciente notablemente lúcido, un hombre letrado y erudito [ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker]. Renfield incluso se burla de esta inquietante manía que ha adquirido: recolectar moscas y arañas. Esa noche, Seward le ordena a un asistente que haga guardia fuera de la celda de Renfield para observar cualquier comportamiento aberrante. Más tarde esa noche, se oye un grito en la celda de Renfield. Al acercarse a investigar, Seward descubre que Renfield ha resultado gravemente herido: su rostro ha sido brutalmente golpeado, hay un charco de sangre en el suelo y aparentemente su espalda está rota. Al parecer, invitar a Drácula le trajo consecuencias inmediatas.

Más tarde en la historia, Van Helsing usa el destino fatal de Renfield para demostrar que Drácula está expandiendo su esfera de influencia y está usando personas inocentes para lograr sus objetivos.

El episodio de Renfield sugeriría que la invitación de un recluso es suficiente para otorgar acceso a todo el manicomio, incluidas las habitaciones particulares del doctor Seward. Esto resulta preocupante para aquellos que viven en un edificio de apartamentos. Solo se necesitaría la invitación de un residente para que el Vampiro pueda acceder a cualquier departamento, y desde entonces «ir y venir a su antojo». Estas, al menos, parecen ser las reglas que establece Drácula.

Son muchos los vínculos entre el Vampiro y la religión. En la Edad Media eran considerados símbolos del mal y, en consecuencia, del paganismo; por eso no pueden ingresar voluntariamente en iglesias o pisar tierra consagrada. En este sentido, el mal es una representación abstracta del pecado: no puede tocarte ni dañarte a menos que haya una pizca de voluntad por parte del ser humano; de ahí que los principales enemigos del Vampiro siempre sean hombres de fe inquebrantable. Sin embargo, como el pecado, los Vampiros pueden ejercer un efecto muy persuasivo.

Volviendo al tema principal de este artículo, debemos aclarar que no es una «casa» a la que el Vampiro necesita ser invitado, sino un «hogar». Es una diferencia sutil pero importante. Un Vampiro puede entrar a su antojo en cualquier lugar, pero necesita que se lo invite si quiere entrar en un hogar, es decir, una vivienda habitada por personas.

El principio que actúa aquí, decíamos, es lo que se conoce como «umbral». Los umbrales y ventanas son, esencialmente, las fronteras del hogar. Actúan como una barrera para cualquier entidad sobrenatural que quiera entrar sin ser invitada. Es decir que no solo los Vampiros están sujetos a esta jurisdicción. Por ejemplo, en la Edad Media se creía que si un mago o una bruja entraba en una casa sin ser invitados tenían dificultades para disponer de todo su poder. Si una criatura sobrenatural intenta entrar sin ser invitada puede sufrir, como los Vampiros, una variedad de efectos negativos, generalmente derivados de lo «antinatural» del cuerpo que están ocupando.

Otro ejemplo interesante en la ficción sobre el tema de la invitación se encuentra en el Fausto de Goethe. Mefistófeles, aunque se trata de un demonio y no de un Vampiro, inicialmente asume la forma de perro negro y no puede cruzar el umbral del hogar de Fausto hasta que este lo invita. Más tarde, ya en forma humana, necesita que Fausto le diga que entre tres veces para poder ingresar.

Es evidente que el tema de la Otredad es esencial en el mito de los Vampiros. Drácula es un excelente ejemplo y, como hemos visto, también las historias de Lord Ruthven, Varney y Carmilla. También podemos encontrar el mismo motivo en Entrevista con el vampiro [ver: ¿Cuál es el problema de Louis de Pointe du Lac?] y Salem's Lot [ver: Drácula visita Salem's Lot]: el Vampiro es diferente del común de las personas [más allá de ser un Vampiro]. En todo caso, el vampirismo es solo una expresión externa de su naturaleza diferente.

Hablando de la novela de Stephen King, la primera persona en hacer la conexión con el vampirismo es Matt, un maestro solterón y autor frustrado [ver: 4 tipos de vampiros en el Multiverso de Stephen King]. El sepulturero local, Mike, ha estado anémico desde que trabajó en el entierro del chico Glick. Matt vio marcas en el cuello de Mike, y si bien creía en monstruos: abusadores, asesinos en masa, no en esto. Pero luego oye a Mike, en la habitación contigua, invitando a alguien a entrar:


[Y en el terrible y pesado silencio de la casa, mientras se sentaba impotente en su cama con el rostro entre las manos, oyó la risa aguda, dulce y malvada de un niño.]


Si los Vampiros son, por definición, forasteros, y que por lo tanto necesitan ser invitados, tal vez por eso están históricamente enfrentados con la figura del Hombre Lobo. Mientras que el Vampiro es un desconocido, un outsider, con frecuencia el Hombre Lobo es retratado como un un enemigo que surge desde dentro de la comunidad [ver: El origen de la enemistad entre Vampiros y Hombres Lobo]




Vampiros. I Mitología.


Más literatura gótica:
El artículo: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar? fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

5 comentarios:

N.S. Hernández dijo...

Nunca me había puesto a pensarlo. ¡Que artículo más interesante!

Lol dijo...

Genial artículo

Anónimo dijo...

Como siempre un gusto leerte

Anónimo dijo...

Y suponiendo que lo invitaste como lo puedes correr de tu hogar o prohibirle volver a entrar???

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Interesantes datos, para usar a nuevas ficciones.

Lo de perder la mayor parte de los poderes, al entrar sin invitado, es una clara limitación. Puede implicar una desventaja frente a los habitantes de un hogar, lo cual puede ser peligroso.
Por lo que habría que haber un consentimiento o el vampiro tenga que ser un astuto embacaudor.

Es interesante que se extienda para brujas, magos, incluso para demonios.



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

¿Por qué a las 03:00 AM?
Poema de Madison Cawein.
Relato de Walter de la Mare.

Poema de Elizabeth Bishop.
Relato de Mary E. Wilkins Freeman.
El libro de los vampiros.