«Oda a la melancolía»: Elizabeth Carter; poema y análisis


«Oda a la melancolía»: Elizabeth Carter; poema y análisis.




Oda a la melancolía (Ode to Melancholy) es un poema de cementerio de la escritora inglesa Elizabeth Carter (1717-1806), escrito en 1739.

Oda a la melancolía, probablemente uno de los mejores poemas de Elizabeth Carter, prefigura uno de los principales motivos del romanticismo: el consuelo de la melancolía, una especie de celebración de la disposición pensativa e introspectiva, a pesar de los pozos insonsables a los que pueda llevarnos. El poema, atravesado por la tristeza y la morbosidad, se anticipa a los clásicos la poesía de cementerio, como Pensamientos nocturnos (Night Thoughts) de Edward Young; y Los placeres de la melancolía (The Pleasures of Melancholy) de Thomas Warton (1745), e incluye algunos elementos que luego adquirirían mayor relevancia en la literatura gótica:


¡Horrores de medianoche! ¡Espantosa penumbra!
Vosotras, regiones silenciosas de la tumba,
mi futuro lecho pacífico:
aquí se cerrarán mis ojos cansados,
y cada dolor reposará
en la refrescante sombra de la muerte.


Las meditaciones sobre la mortalidad en Oda a la melancolía brindan una interesante perspectiva sobre lo que es realmente importante en la vida. Elizabeth Carter promueve el retiro a la soledad, y termina el poema con una visión de una dicha celestial que promete aliviar el sufrimiento de la vida. La caracterización de Elizabeth Carter revela un cambio radical en el entendimiento de la melancolía, dejando atrás su etiología tradicional, galénica, como un desequilibrio humoral que produce una miríada de síntomas, hacia una condición debilitante causada por cierta sensibilidad y delicadeza de los sentidos (ver: Breve historia de la Melancolía)

Oda a la melancolía insinúa una de las primeras representaciones de la melancolía como fuente de placer y dolor simultáneamente. El enfoque de Elizabeth Carter resalta esta aparente paradoja que, durante el romanticismo, sería asociada directamente a los amantes apasionados, cuya enfermedad es el resultado directo de un objeto amado inalcanzable o ausente; pero que también produce ciertos desequilibrios en su presencia, es decir, cuando el amante anhela una unión más metafísica que sexual, más ideal que real (ver: La atracción por lo Macabro en la ficción). La melancolía amorosa, por supuesto, es una categoría importante en Oda a la melancolía.

La susceptibilidad al dominio irracional de las pasiones se consideró durante mucho tiempo como una característica femenina, y Elizabeth Carter aprovecha este lugar común. Hay una cierta conexión erótica en el lenguaje que sublima la melancolía, enfatizando tanto su dicha como su amargura. De este modo, le da a la melancolía un tratamiento más individualizado, más íntimo, y por lo tanto más subjetivo. En este sentido, Oda a la melancolía inicia un cambio que los poetas del romanticismo adoptarán como parte de su lenguaje, reconfigurándolo, y a veces por completo, para adecuarse al discurso masculino. Porque, en esencia, Elizabeth Carter registra su experiencia como mujer en una sociedad que ofrecía muy pocas oportunidades, sino ninguna [salvo en la poesía], para la independencia y la expresión.

Oda a la melancolía intenta afirmar que el sufrimiento causado por la sensibilidad no conduce a un lugar donde el dolor se convierte en placer, sino a un anhelo de liberación de ese sentimiento, a un estado de anestesia, o, en su extremo, a la muerte. Elizabeth Carter juega aquí con la noción de que toda persona sensible se caracteriza por la morbosidad, tanto en el sentido psicológico de estar preocupada, incluso obsesionada con la muerte, como en el sentido patológico de sentirse enferma. Esta morbosidad tiene un género, ya que, durante décadas, la receptividad comprensiva al sufrimiento era considerada un rasgo femenino, lo cual generó la suposición de que el dolor de una mujer es más fino, más intenso que el de un hombre (ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico)

Oda a la melancolía comienza como un poema de cementerio, muy similar de hecho al poema de Thomas Parnell: Una pieza nocturna sobre la muerte (A Night-Piece on Death). Ya en la primera línea, Elizabeth Carter escribe que la melancolía es la «compañera de mi hora solitaria» , y le pide que complazca su mente pensativa. Si bien esta abertura inicia su incursión al cementerio de forma más o menos similar a la de otros autores, Elizabeth Carter ofrece una visión mucho más matizada del intelecto femenino. Su mente está pensativa y abierta a cualquier nueva idea que la melancolía pueda traerle, incluso pensamientos más bien oscuros. Se refiere a los «gusanos» como hermanas, se acuesta diabólicamente con los muertos, lo cual podría ser un comentario sobre sus propios pensamientos macabros a altas horas de la noche.




Oda a la melancolía.
Ode to Melancholy, Elizabeth Carter (1717-1806)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


¡Ven, melancolía! Poder silencioso,
compañera de mi hora solitaria,
al sobrio pensamiento confinado:
Tú, huésped ideal, dulcemente triste,
en todos tus encantos reconfortantes,
complace mi mente pensativa.

Ya no me apresuro salvajemente
hacia las mareas de la alegría, que suben y bajan,
en el torrente ruidoso de la locura:
de la muchedumbre agitada me retiro,
para cortejar los objetos que inspiran
tu sueño filosófico.

A través de tu oscuro bosque de tejos tristes,
con pasos solitarios, medito,
guiada por tu dirección:
Aquí, fría a las tentadoras formas del placer,
me asocio con mis hermanas gusanos
y me mezclo con los muertos.

¡Horrores de medianoche! ¡Espantosa penumbra!
Vosotras, regiones silenciosas de la tumba,
mi futuro lecho pacífico:
aquí se cerrarán mis ojos cansados,
y cada dolor reposará
en la refrescante sombra de la muerte.

Vosotros, pálidos habitantes de la noche,
ante mi vista intelectual
ascienden con solemne pompa:
Para contar cuán insignificante parece ahora
la hilera de miedos y vanas esperanzas
que acompañan a la vida diaria.

¡Vosotros, ídolos infieles de nuestra sensatez,
reconoced aquí cuán vano es vuestro fingido afecto,
vosotros, vacíos nombres de gozo!
Formas transitorias como sombras pasan,
frágil vástago del cristal mágico,
ante el ojo mental.

Los colores deslumbrantes, falsamente brillantes,
atraen la mirada vulgar que observa
con un estado superficial:
¡A través de la óptica más clara de la razón,
despojada de toda su pompa,
qué grosera parece esa trampa!

¿Puede el poder tirano de la ambición salvaje,
o el depósito superfluo de la riqueza mal habida,
controlar el miedo a la muerte?
¿Pueden los encantos del placer evitar
o calmar las espantosas alarmas
que sacuden el alma que se separa?

¡Religión! Antes de que la mano del destino
haga que la reflexión ruegue demasiado tarde,
mis sentidos errados enseñan,
en medio de las halagadoras esperanzas de la juventud,
a meditar la verdad solemne
que predican estas horribles reliquias.

Tus rayos penetrantes dispersan
la bruma del error, de donde nuestros miedos
derivan su fatal manantial:
Es tuyo el corazón tembloroso para calentar
y suavizar como a un ángel
al pálido y terrible rey.

Cuando se hunde por la culpa en la triste desesperación,
el arrepentimiento respira su humilde oración,
y con justicia se adueña de tus amenazas:
Tu voz, el tembloroso clamor suplicante,
con misericordia apacigua sus tortuosos temores
y la levanta del polvo.

Sublimada por ti, el alma aspira
más allá de la gama de los bajos deseos,
en vistas más nobles se regocija:
Inmóvil, su destino cambia, mira,
y armada por la fe, intrépida paga
la deuda universal.

En el manso sueño de la muerte, arrullada para descansar,
ella duerme, con bendecidas visiones sonrientes
que susurran suavemente paz:
Hasta que el rayo de la última mañana
se despliegue en el brillante día eterno
de la vida activa y la dicha.


Come, Melancholy ! silent pow'r,
Companion of my lonely hour,
To sober thought confin'd:
Thou sweetly-sad ideal guest,
In all thy soothing charms confest,
Indulge my pensive mind.

No longer wildly hurried thro'
The tides of mirth, that ebb and flow,
In folly's noisy stream:
I from the busy croud retire,
To court the objects that inspire
Thy philosophic dream.

Thro' yon dark grove of mournful yews
With solitary steps I muse,
By thy direction led:
Here, cold to pleasure's tempting forms,
Consociate with my sister-worms,
And mingle with the dead.

Ye midnight horrors! awful gloom!
Ye silent regions of the tomb,
My future peaceful bed:
Here shall my weary eyes be clos'd,
And ev'ry sorrow lie repos'd
In death's refreshing shade.

Ye pale inhabitants of night,
Before my intellectual sight
In solemn pomp ascend:
O tell how trifling now appears
The train of idle hopes and fears
That varying life attend.

Ye faithless idols of our sense,
Here own how vain your fond pretence,
Ye empty names of joy!
Your transient forms like shadows pass,
Frail offspring of the magic glass,
Before the mental eye.

The dazzling colours, falsely bright,
Attract the gazing vulgar sight
With superficial state:
Thro' reason's clearer optics view'd,
How stript of all it's pomp, how rude
Appears the painted cheat!

Can wild ambition's tyrant pow'r,
Or ill-got wealth's superfluous store,
The dread of death controul?
Can pleasure's more bewitching charms
Avert, or sooth the dire alarms
That shake the parting soul?

Religion ! ere the hand of fate
Shall make reflexion plead too late,
My erring senses teach,
Amidst the flatt'ring hopes of youth,
To meditate the solemn truth,
These awful relics preach.

Thy penetrating beams disperse
The mist of error, whence our fears
Derive their fatal spring:
'Tis thine the trembling heart to warm,
And soften to an angel form
The pale terrific king.

When sunk by guilt in sad despair,
Repentance breathes her humble pray'r,
And owns thy threat'nings just:
Thy voice the shudd'ring suppliant chears,
With mercy calms her tort'ring fears,
And lifts her from the dust.

Sublim'd by thee, the soul aspires
Beyond the range of low desires,
In nobler views elate:
Unmov'd her destin'd change surveys,
And, arm'd by faith, intrepid pays
The universal debt.

In death's soft slumber lull'd to rest,
She sleeps, by smiling visions blest,
That gently whisper peace:
'Till the last morn's fair op'ning ray
Unfolds the bright eternal day
Of active life and bliss.


Elizabeth Carter
(1717-1806)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de cementerio.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Elizabeth Carter: Oda a la melancolía (Ode to Melancholy), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

Ariel dijo...

Me encanta que dediques espacio a la poesía. Es un género escasamente frecuentado y sus cultores, más que desconocidos casi siempre.

Unknown dijo...

Precioso poema y veo que dwseaba la muerte para salur de sus problemas de vida. Vivir con problemas no es vivir. Un gran aplauso por la poeta.





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