Infección Astral: casas tomadas por los espíritus


Infección Astral: casas tomadas por los espíritus.




Las casas embrujadas son un recurso habitual en la ficción, y en cierta forma nos acostumbramos en pensar en ellas en estos términos, aunque en la realidad los fenómenos paranormales sean mucho más sutiles que los que observamos en el cine de terror. Sin embargo, existe un estadío superior al embrujamiento, el cual puede denominarse Infección Astral, es decir, cuando una casa es tomada por espíritus, literalmente.

En general, la Infección Astral de una casa se relaciona directamente con las Formas de Pensamiento, también llamados Tulpas, esencialmente entidades no humanas del plano astral que son creadas por patrones de pensamiento recurrentes, a menudo negativos. Estos seres pueden ser creados intencionalmente a través de la magia negra, o bien involuntariamente. No obstante, también pueden adherirse a una persona en particular y lentamente comenzar el proceso de infectar su casa (ver: Entidades del Plano Astral que se «pegan» al aura).

Si bien estas entidades, larvas, gusanos y parásitos del bajo astral son creados por personas, pueden llegar a adquirir vida propia y afectar ciertos lugares. Los fenómenos que pueden ocurrir en una casa tomada por espíritus no son son tan espectaculares como uno podría esperar. Y si bien existen algunas señales de que hay un espíritu en casa, la mayoría de las veces la influencia se produce de forma muy sutil, a tal punto que pueden pasar años, incluso generaciones, hasta que los habitantes de la casa comiencen a notarlas.

Cuando un patrón de pensamiento en particular, acompañado de emociones intensas y experiencias traumáticas, se repiten en un mismo lugar, aparecen estas Formas de Pensamiento, las cuales se alimentan de las emociones negativas de sus anfitriones. No son fantasmas en un sentido tradicional, ya que no pertenecen al espíritu de un difunto; de hecho, pueden ser mucho más peligrosos que eso (ver: Parásitos astrales y las «malas energías»). Los fantasmas poseen una rutina de repeticiones que no se observa en las Formas de Pensamiento, y esa es una de las mejores maneras de saber con qué estamos lidiando (ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?).

Estos parásitos astrales se pueden refugiar en una casa de muchas maneras. A menudo se transmiten a través de una línea de sangre, aumentando su poder con cada generación, hasta que por fin la voluntad de la familia se haya desmoronado lo suficiente como para tomar posesión física de ella. Una persona también puede contraer estas entidades del bajo astral en lugares donde existe una gran concentración de experiencias traumáticas, como los cementerios (ver: Seres del Plano Astral que viven en los cementerios).

Ahora bien, para que un espíritu se «pegue» a una persona en esta clase de sitios, ésta deberá vibrar en una frecuencia similar, es decir, haber experimentado recientemente algún tipo de trauma. Aquellos que practican el ocultismo, por ejemplo, trabajan con estos seres, e inconscientemente pueden infectarse a través de la participación en ciertos rituales, como la misa negra.

Los síntomas de la infección astral de una casa son tan numerosos como desagradables. Estas entidades, que básicamente se alimentan de emociones negativas, tienen la capacidad de inyectar pensamientos en las mentes de sus víctimas y, a menos que uno sea consciente de cómo operan, probablemente confundirá estos pensamientos como propios. Estos pensamientos irán perforando a la víctima poco a poco para generar el miedo que estas criaturas necesitan para sobrevivir.

Las personas que viven en casas tomadas por espíritus lentamente se acostumbran a esa atmósfera. Constantemente comenzarán a discutir con todos a su alrededor, incluso persistiendo durante horas si es necesario. La agresividad y la intolerancia son permanentes, y también los cambios de ánimo. Por ejemplo, una persona que vive en una casa infestada por espíritus puede mantener una actitud agresiva y, repentinamente, reaccionar exageradamente en un sentido inverso, es decir, como si ella fuese la víctima de algún tipo de confabulación, o como si incluso temiese por su vida cuando nada hace pensar que esto sea posible.

Dado que estas entidades solo pueden funcionar exitosamente si sus anfitriones no son conscientes de su presencia, la persona atacada con mayor virulencia no entenderá del todo lo que le está sucediendo. Además, será completamente incapaz de escuchar la verdad sobre cómo sus acciones están afectando a los demás. Esto puede conducir a situaciones confusas, donde la persona se excusa de su comportamiento abusivo mientras acusa a los demás de provocarlo.

Luego de estos verdaderos estallidos de energía negativa, es probable que la entidad se sienta saciada, y entonces se entrará en un período de relativa calma en la casa, donde todos se sentirán completamente agotados.

La persona más influenciada puede mostrarse lúcida, y hasta preocupada, siempre y cuando los demás no intenten retomar el tema que inició el conflicto, el cual puede ser perfectamente trivial. Cuando el brote recrudece, recién entonces pueden suceder algunas manifestaciones sutiles, como si la persona infectada fuese perseguida por fenómenos extraños: objetos que se mueven misteriosamente, golpes extraños en las paredes, y otros sonidos aparentemente inexplicables.

Una casa tomada por espíritus genera personas que, tarde o temprano, casi siempre recurren a algún tipo de medicación para calmar la ansiedad. Sin embargo, el origen del problema no es un desequilibrio químico en el organismo. De hecho, este tipo de medicación puede incluso empeorar la situación al opacar la mente de la persona infectada, lo que hace que sea mucho menos probable que entienda la verdadera naturaleza del problema.

A menos que esa persona pueda admitir que hay un problema, y esté dispuesta a hacer lo que sea necesario para resolverlo, el problema solo se profundizará cada vez más (ver: Espíritus y «ambientes cargados»).

Pero incluso cuando se toman decisiones fuertes al respecto, la entidad hará lo posible para seguir manteniendo el control de su rebaño. La persona más afectada puede atravesar una etapa en la cual busque culpar a todos, y a todo lo que la rodea, por sus propios desequilibrios internos. Si bien no son realmente sociópatas, en un sentido estricto, efectivamente actúan como tales, ya que la entidad los inyectará con un flujo constante de justificaciones, incluso para acciones que no tienen justificativo alguno, como la mentira, el robo de pertenencias, y la violencia física, sin que la persona pueda sentir ningún remordimiento por su comportamiento.

El grado de manipulación que ejercen estos individuos alcanza límites insospechados. Al inicio, tratarán de obtener la compasión de los demás, a menudo relatando sus dramas personales pero omitiendo convenientemente su grado de responsabilidad. Pronto buscarán aislar a los demás de cualquier apoyo emocional externo que puedan tener.

Es entonces cuando intentarán absorber a los demás hacia la entidad. Si hay resistencia, se recrudecerán las actitudes violentas, seguidas por períodos en los cuales se muestran pacíficos, incluso afectuosos, actuando como si fueran los únicos que se preocupan por los demás. No se disculparán por sus acciones, pero actuarán como si te estuvieran perdonando.

Es probable que las personas menos afectadas de la casa, en este punto, consideren que el mejor curso de acción es alejarse lo más posible. Sin embargo, la entidad no dejará su alimento emocional se vaya sin dar pelea, y hará cualquier cosa para impedirlo.

Las actitudes pasivas no son de gran ayuda. No reaccionar es una forma de mantener las cosas tal como están. Lo importante aquí es cortar lazos y concentrarse en la acción positiva. De este modo, las personas menos afectadas suelen sorprenderse de lo rápido que las cosas mejoran en sus vidas. Proyectos que se han retrasado constantemente se concretarán de repente; y un nuevo entorno que verdaderamente se preocupa por ellos, aparecerá para brindarle apoyo.





Bestiario Astral. I Fenómenos paranormales.


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