El origen mitológico de los Enanos


El origen mitológico de los Enanos.




Como tantas otras criaturas mitológicas, los Enanos han sufrido una paulatina e irreversible degradación. Recién con la llegada de J.R.R. Tolkien recuperaron algo de su grandeza perdida a manos de los laboriosos obreros que integran la corte de Blancanieves [ver: Khuzdul: la lengua secreta de los Enanos]

Todos los Enanos de todas las leyendas medievales proceden de los Dvergar nórdicos, criaturas mitológicas fuertemente asociadas a lo telúrico, a lo tectónico, a lo subterráneo. Efectivamente, la asociación original de los Enanos con la piedra y la roca derivó en vínculos estrechos con la magia, es decir, con una especie de tecnología asombrosa, y luego con la forja de espadas mágicas y fabulosas joyas.

Pero incluso los Enanos nórdicos tienen un pasado. Algunos especialistas los relacionan con los pérfidos Svartálfar, los «elfos oscuros», término que podía utilizarse tanto para definir a un Elfo Negro como a un Enano.

Ahora bien, la palabra nórdica Dvergar representa un concepto que poco tiene que ver con nuestra idea de «Enano». De hecho, los Enanos de la mitología nórdica tenían un tamaño más o menos igual al de los humanos. No hay un solo texto, una sola canción, un solo poema anterior al siglo XIII d.C. que describa a los Enanos como seres de baja estatura.

Incluso en los Edda, más precisamente en el Gylfaginning, se dice explícitamente que los Enanos tienen «el mismo aspecto de los hombres», pero que en vez de agruparse en aldeas prefieren vivir en cavernas, grutas, y en general en cualquier sitio que les permita trabajar la piedra.

¿Por qué los Enanos de la mitología nórdica comenzaron a empequeñecerse?

En este punto de la historia, recordemos, siglo XIII d.C. surgieron las sagas, historias de aventuras sobre héroes, guerreros y monstruos, que a pesar de sonar solemnes para nosotros, en realidad esconden varios elementos humorísticos. La estatura reducida de los Enanos es uno de los ingredientes humorísticos más presente en las sagas nórdicas. Recién allí los Enanos comenzaron a ser descritos como criaturas de aspecto desagradable.

El problema principal que nos enfrentamos para entender la naturaleza de los Enanos es la pésima elección que realizaron los primeros traductores españoles. La palabra enano proviene del latín nanus, que en todas las lenguas romances indica algo pequeño. No obstante, la palabra nórdica dvergar, que en inglés derivó en dwarves, comparte la misma raíz indoeuropea de una palabra española que difícilmente asociaríamos a los Enanos: «tuerto».

Antes de que el lector oficioso imagine a Blancanieves rodeada de siete tuertos laboriosos, o todavía peor, que el anciano de ojo vítreo y lechoso del cuento de E.A. Poe: El corazón delator (The Tell-Tale Heart), era en realidad un Enano; debemos entender lo siguiente:

A pesar de que la palabra tuerto nos haga pensar en alguien que ha perdido un ojo, su significado original difiere ligeramente de esta percepción. En realidad indica algo que está torcido o deforme; razón por la cual, la raíz de la palabra tuerto, recordemos, la misma del nórdico dvergar, apunta más hacia algún tipo de deformación, en este caso, totalmente voluntaria. Y es que los Enanos de la mitología nórdica eran concebidos como criaturas capaces de cambiar de forma. No ya de adoptar la forma de un animal, sino más bien de alterar las dimensiones de su cuerpo; de agrandarse o reducirse a voluntad, en definitiva, a deformarse.

Tomando en cuenta estas observaciones, muchos traductores han propuesto la palabra tuergo para traducir el término inglés Dwarf y reemplazar definitivamente la palabra Enano. De más está decir que esta iniciativa no ha encontrado gran apoyo.

Con el tiempo los Enanos fueron perdiendo muchas de sus cualidades, en especial la de alterar su propia complexión. En este sentido, los Trolls se llevaron una parte considerable del botín [ver: Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus]

Si analizamos la Völuspá entontraremos una sección muy interesante titulada Dvergatal, donde se nos informa que existen tres razas o tribus de Enanos. La primera de estas razas de Enanos era liderada por Mótsognir, la segunda por Durin, y la tercera por Dvalin. A Dvalin se lo señala como el primero de su estirpe en organizar la escritura rúnica, lo cual lo convierte en una especie de héroe cultural para su pueblo.

A partir de las Sagas, y sobre todo de la reducción de los Enanos, éstos comenzaron a recibir características insospechadas. A menudo se comenta que la piel de los Enanos era notablemente pálida (Fölr), pero de una blancura más bien siniestra: la palidez de los cadáveres. El propio Thor a menudo se mofa de la palidez cadavérica de los Enanos, sobre todo en la Edda Poética. Sus burlas no poseen ningún ingrediente racista, sino más bien ético. De hecho, cuando los nórdicos querían insultar a alguien aludiendo peyorativamente a un tono oscuro de piel, no utilizaban la palabra «negro», sino «azul» [ver: Draugr y el concepto de no-muerte entre los nórdicos]

Sin ir más lejos, uno de los epítetos más utilizados para referirse a los Enanos era «negros» (Svartr). En este caso la referencia tiene que ver con el color oscuro de sus cabellos y barba, y de ningún modo con el tono de su piel.

La crítica de Thor, decíamos, es puramente ética. El dios del trueno sostiene que la nariz de los Enanos, la única porción visible de piel asomándose sobre sus largas barbas, posee la palidez mortuoria de quien habita entre los muertos, refiriéndose a la incinación de los Enanos por instalar sus residencias en las raíces de las montañas.

Paulatinamente los Enanos fueron haciéndose enemigos de la luz. Rehuían los encuentros diurnos y rara vez salían de sus escondrijos cuando el sol todavía brillaba en el cielo.

La relación de los Enanos con lo subterráneo, es decir, con el reino de los muertos, queda claramente reflejada en algunos nombres muy populares entre ellos, como Dáinn, que significa «el muerto», y Náin, «cadáver».

Si los Enanos hubiesen sido vistos como criaturas menores sería imposible explicar que sus hallazgos, y sobre todo su tecnología, fueron aliados inestimables de los dioses. Basta recordar que los artificiosos Enanos crearon a Mjolnir, el martillo de Thor; a Gungnir, la poderosa lanza de Odín, a Draupnir, el anillo mágico, a Skidbladnir; el collar de Freyja; a Gleipnir, la indestructible cadena que sujeta las fauces del lobo Fenrir; a Gullinbursti, el cerdo de oro; y sobre todo el secreto mejor guardado del Enano Mimir, un elixir de sabiduría perfecta por el cual Odín debió pagar un ojo de la cara, es decir, debió volverse tuerto, acaso como acto de camaradería para ser considerado uno más entre los laboriosos Enanos.




Mitología nórdica. I Mitología.


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