Esa parte del alma que no arde en el infierno


Esa parte del alma que no arde en el infierno.




En el mismo siglo en el que Dante provocó elogios y rechazos con la Divina Comedia (Divina Commedia), en la cual nos brinda un reporte pormenorizado de lo que ocurre en el Cielo, el Purgatorio y el Infierno, y mucho antes de que Emanuel Swedenborg hiciera lo propio en El cielo y el infierno (De Caelo et Ejus Mirabilibus et de inferno), el místico y filósofo alemán Eckhart de Hochheim (1260-1328) realizó, a título personal, la mejor descripción del proceso de combustión del alma en el infierno.

La idea de que existe un lugar de castigo en el más allá se encuentra en todas las mitologías; desde el Hades griego al Hel nórdico, pasando por el Sheol, el Annwn, el Infierno, y otros tantos reductos diseñados para amansar a los réprobos. El Maestro Eckhart, como se lo conocía, propuso una idea mucho mejor.

La eternidad en el infierno parece exagerada para la mayoría de los pecados que, según el creyente, pueden condenarnos. En este sentido, Eckhart consideró apropiado establecer algunas cuestiones puntuales en relación al alma y los castigos que recibe en el inframundo:

De acuerdo a esa filosofía, no es la totalidad del alma la que arde en el infierno, sino únicamente aquella parte del ser que sigue aferrándose a la vida. Las ataduras mundanas, los reproches, las culpas, son el combustible que alimenta las llamas. El resto del alma solo observa y se horroriza como una porción de su ser, considerable en algunos casos, es sometida al procedimiento de purga.

Ese proceso de desintegración carece de dolor, pero sí de una profunda angustia existencial. El alma se retuerce al sentir que es despojada de una parte de su ser, del mismo modo en que un niño se horroriza ante los instrumentos y maniobras de un odontólogo. Por más que se le explique cuál es el motivo por el que está ahí, el horror sigue estando presente.

La propuesta no deja de ser ingeniosa. Según Eckhart, el infierno es aquel sitio en el que el alma es purgada de sus manchas, por llamarlas de algún modo, para que la virtud fundamental que la conforma pueda ascender a otros planos de consciencia.

Para el filósofo, un crimen no implica que una persona sea un criminal, del mismo modo que un acto de bondad no nos convierte en bondadosos. El infierno, al parecer, establece esa sutil diferencia, y quema únicamente los actos que han perturbado al alma, no al alma propiamente dicha.

Quizás por eso Eckhart sostuvo que el cielo y el infierno son un mismo lugar, pero visto a través de una perspectiva diferente: el alma oscurecida ve arder a sus errores y lucha desesperadamente por aferrarse a ellos. Pero, al ser reducidos a cenizas, la culpa también desaparece, y aquello que parecía un horroroso castigo se revela como un acto de liberación.




Demonología. I Diccionario demonológico.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

único en su categoría y forma de pensar en la relación de lo común



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