Erinias, Euménides y Furias: las diosas más temibles de la mitología griega


Erinias, Euménides y Furias: las diosas más temibles de la mitología griega.




Robert Graves —autor de: La Diosa Blanca (The White Godess)—, uno de los eruditos que mejor desnudó las sutilezas de los mitos griegos, nos ha dejado una clara descripción de estas terribles mujeres:


Mujeres horribles, arrugadas, salvajes y secas como el carbón; con serpientes en lugar de cabello, rostros de perro, alas de murciélago, y ojos que vomitaban un fuego oscuro. Eran portadoras de antorchas inextinguibles y empuñaban látigos que siempre caían en la misma herida.

Frente a esta imagen poco halagadora uno se siente tentado a clasificar el mito de las Erinias, Euménides y Furias como otro ejemplo de la febril pero exquisita misoginia clásica. Sin embargo, en ese temor por ciertos aspectos de la feminidad primordial no existe el odio, y mucho menos el menosprecio por la fuerza física e intelectual de la mujer; todo lo contrario: estima esos valores muy por encima de los atributos masculinos.

La confusión se debe, al menos en parte, a una mala interpretación de las distintas fases del mito. Unidas, estas fases construyen una entidad unívoca totalmente ajena al espíritu de los mitos clásicos.

En el caso de las Erinias, el laberinto se expande aún más debido a la gran diversidad de epítetos que estas deidades poseían.

El primer nombre de estas damas era Perseguidoras (Έρινύες), una versión arcaica del verbo griego erinein, que significa perseguir. Con el tiempo se las invistió con otro curioso epíteto: Euménides (Εύμενίδες), que quiere decir bienintencionadas. Este detalle nos habla de lo complejas que pueden ser las relaciones de los hombres con su fe, o con la feminidad sagrada, ya que no es habitual que se llame con un nombre piadoso a tres diosas cuya sed de venganza era probervial.

La explicación oficial nos dice que el epíteto Euménides es una antífrasis, es decir, el acto de llamar a una cosa por una cualidad contraria a su naturaleza, en este caso, como ejercicio para suavizar el temperamento volátil de una deidad.

Si uno le teme profundamente a una diosa pero necesita referirse a ella, es probable que el empleo de un nombre con cualidades agradables sea menos peligroso. Recordemos que, en la Antigua Grecia, la palabra tenía un poder absoluto. Nombrar algo era también dotarlo de las propiedades que se inscriben en la palabra, de forma que llamar a una diosa con un nombre desagradable podía llegar a ofenderla.

Ahora bien, es posible que exista otra explicación para esto, acaso menos académica pero igualmente interesante:

No todos temían la llegada de las Erinias, ya que su ira no es caprichosa ni arbitraria. Por el contrario, caía con un peso irreversible sobre los traidores.

Sin necesidad de realizar complejos cálculos podemos estimar que existe una cifra similar de traidores y traicionados, de manera que a la misma cantidad de personas temerosas de sus apariciones existía un número igual de devotos ansiosos por verlas en acción.

El último nombre de estas diosas que vale la pena mencionar es el que empleaban los romanos; Furias (Furiae, y en ocasiones Dirae), que significa terribles.


Las Erinias eran tres hermanas, aunque en el comienzo sus cualidades se agrupaban en una sola entidad, como casi todas las trinidades griegas. Sus nombres eran Alecto, Megera y Tisífone.

Veamos algunas de sus funciones y características.


Alecto (Ἀληκτώ) significa literalmente la que no entiende, aunque el sentido de su nombre no apunta a un déficit de inteligencia sino a su proverbial falta de diplomacia; es decir, la que no entiende de ruegos o razones.

Con Alecto no puede negociarse. Ella jamás oirá ningún ruego o clamor, y por ello, la traducción de su nombre se ha modificado para acercarse más a su esencia, de manera que se la suele llamar La implacable.

Alecto tenía jurisdicción sobre los delitos morales, tales como la ira, la soberbia y la envidia. Gracias a esto, a menudo se la confunde con otra deidad vengadora; Némesis, cuya función también se relacionaba con el castigo de los delitos morales pero sólo sobre los que se ejercían contra los dioses.

Megera (Μεγαιρα) también posee un nombre acorde a su función; significa: la celosa.

Megera era la deidad favorita de novias y esposas (fieles, desde luego), ya que su furia iba dirigida exclusivamente al castigo de los infieles.

Los griegos consideraban a Megera como la peor y más peligrosa de las tres Euménides. Robert Graves no se los reprocha, ya que ella encarna el principio vengativo de la mujer que se siente traicionada, como todos sabemos, altamente peligrosa.

Tisífone (Τισιφονη) significa la que venga el asesinato. Se encarga principalmente de vengar el parricidio, el fratricidio y demás crímenes agravados por el vínculo. Con el tiempo su jurisdicción se amplió hasta abarcar a todos los homicidios.

El nacimiento de las Erinias, al igual que el de muchas diosas griegas, tiene diferentes versiones.

Sófocles pensaba que eran hijas de Gea (la Tierra) y Skotos (las Tinieblas); en cambio, Homero opinaba que sus padres eran Hades y Perséfone; Esquilo, por su parte, creía que eran los retoños de Nix, la diosa de la noche.

No obstante, la versión más aceptada es la que propone Hesíodo, quien las ubica como hijas de Urano y Gea.

La historia de este nacimiento es tan curiosa que merece un breve resumen.

Cuando Cronos (el Tiempo) se rebeló contra su padre, Urano (el Espacio), solo alcanzó la victoria cuando logró castrarlo. De la sangre derramada por los descomunales genitales del dios nacieron las Erinias.

Recordemos que, en su versión más antigua, también Afrodita, la diosa del amor, nació durante esta mutilación cósmica, sólo que su fuente nutricia no fue la sangre sino el semen derramado por el miembro castrado de Urano.

Si bien las Erinias son deidades, no están sometidas a los decretos de los dioses olímpicos; así como tampoco a los caprichos del inframundo, aunque sus moradas estén emplazadas en las estancias oscuras.

Residen en una región conocida como Erebo, o a veces en en el Tártaro, según el autor, y desde allí parten para atormentar a los vivos que han cometido un crimen, o bien reciben a los pérfidos con diversas y elegantes torturas.

Los dioses olímpicos, en especial Zeus y Atenea, aborrecen profundamente a las Erinias, y siempre evitaron cualquier trato con ellas a pesar de que comparten el mismo linaje.

Esquilo ha jugado magistralmente con este sentido marginal de las Erinias, en su obra Las Euménides.

La esencia fundamental de las Erinias es la maldición, y la leyenda primitiva habla de que ellas sólo adquieren consistencia cuando la víctima de una traición, o el pariente de un muerto, las convoca mediante el acto de maldecir.

De hecho, las primeras formas del mito nos dicen que las Erinias castigaban a los traidores únicamente en vida, casi siempre incitándolos a cometer suicidio.

El procedimiento que aplicaban era bastante simple: cuando alguien incurría en una falta grave, ellas volaban hacia el criminal y lo atormentaban con horribles gritos y aullidos que jamás cesaban.

De allí proviene otro de sus epítetos: Maniai (Μανίαι), las que enloquecen.

No es extraño que los griegos consideraran que todas las deidades con facultades relacionadas con la justicia y la venganza, conceptos no del todo distintos en la antigüedad, fuesen representadas a través de lo femenino. En definitiva, las mujeres pueden perdonarlo todo, pero jamás olvidan.




Mitología griega. I Seres fantásticos de la mitología.


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El artículo: Erinias, Euménides y Furias: las mujeres nunca olvidan fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

8 comentarios:

Gittana dijo...

Me encanta leerte!!!! aprendo mucho de ustedes!!!!

Anónimo dijo...

hablaste al comienzo de que a las erinias se les llamaba tambien eumenides ... bueno en el libros de esquilo "la orestiada" que consta de tres partes y en la ultima que es las eumenides se supone que artemisa perdona a las erinias y las hace algo asi como portectoras de su hogar y ellas cambian supuestamente y luego son buenas x eso se les concede el nombre de eumenides luego. bueno en el libro x lo menos sale asi y ese es todo el conocimiento qe tengo acerca de la asiginacion de ese nombre ..muy bueno el sitio shau!

meramos76@gmail.com dijo...

No debería extrañar la adjetivación contrapuesta en las perversas vengadoras y las bienhechoras. Ya que la venganza en si misma es así de contradictoria. En efecto, esta persigue un fin punitivo, purificador orientado a restablecer el equilibrio perdido (mirando hacia el pasado, lo acontecido)y prevenir el delito hacia el futuro mediante la ejemplaridad del acto. Pregunto:¿porqué mujeres? ¿porqué las sombras? Esa es otra historia...
Muy bueno el esfuerzo que realizan. Me encantó la página y los comentarios.

Anónimo dijo...

Coincido plenamente con vos, Sebastián....las mujeres podemos perdonarlo todo, pero jamás olvidamos una situación que nos haya lastimado. Si realmente nos dolio cuesta olvidar...

Alejandra Barroso

Anónimo dijo...

Son un símbolo para las pasiones, y nada más.

Ale Urdi dijo...

Excelente blog! Bien explicado y muy completo. Gracias!

Unknown dijo...

Muy bien explicado. Es una delicia leer estas interpretaciones.

solwaldo dijo...

Excelente información, ordenada de manera clara, sin prejuicios y sobre investigación. Me sirvió mucho para la comprensión de las arias de ópera que hacen siempre mención de la mitología. Soy cantante. Muchas gracias!!



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