«Tuve un sueño que no fue del todo un sueño»: análisis de «Oscuridad» [Lord Byron]


«Tuve un sueño que no fue del todo un sueño»: análisis de «Oscuridad» [Lord Byron]




«La Oscuridad no necesitaba ayuda,
Ella era el universo.»


Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el poema de Lord Byron: Oscuridad (Darkness), escrito en 1816 y publicado en la pieza más amplia de ese mismo año: El prisionero de Chillon (The Prisoner of Chillon). Más adelante sería reeditado en la colección póstuma de 1901: Las obras de Lord Byron (Works of Lord Byron). Puede leerse aquí.

El Orador abre con una duda que se esparcirá a lo largo de todo el poema: «Tuve un sueño que no fue del todo un sueño». Oscuridad, entonces, podría tratarse de una premonición o una visión recibida a través de un sueño particularmente aterrador. Acto seguido, el Orador procede a describir este sueño [«que no fue del todo un sueño»] en el que ha presenciado la aniquilación del mundo por una fuerza imparable [la Oscuridad], comenzando con la destrucción de la luz, seguido de la muerte de los árboles, de los animales, con el retroceso de la humanidad a un estado primario, bestial, y finalmente con la destrucción del universo mismo [ver: «In Somnis Veritas»: análisis de «Un sueño dentro de un sueño»]

A primera vista, Oscuridad de Lord Byron es una macabra inversión del mito bíblico de la creación.

Antes de analizar el poema es importante mencionar que Oscuridad fue escrito en 1816, conocido como «el año sin verano». El Monte Tambora entró en erupción un año antes, arrojando suficientes cenizas volcánicas a la atmósfera como para reducir las temperaturas globales y provocar un clima anormal en gran parte del hemisferio norte. Este manto de frío y penumbra tuvo un impacto considerable en Lord Byron, que se encontraba en Ginebra, donde el clima provocó, según sus propias palabras, «que las aves se fueran a dormir al mediodía y las velas se encendieran como a medianoche». El pánico fue considerable. Provocó disturbios, suicidios y fervor religioso en toda Europa. Inicialmente no se asoció la erupción del Tambora [Indonesia] con el oscurecimiento global. Algunos científicos incluso predijeron que el sol se apagaría por completo el 18 de julio. En este preciso día Lord Byron escribió Oscuridad.

Es lícito pensar que el Orador de Oscuridad es último hombre en el mundo antes de su total destrucción; comenzando un motivo recurrente en la ciencia ficción [last man], donde se presenta el fin del mundo a través de la mirada del último sobreviviente [ver: Clichés de la ciencia ficción que nos encantan]. Sin embargo, Lord Byron no se queda en la crónica apocalíptica: No parece haber un «último hombre» en Oscuridad, aunque al final del poema sólo la conciencia del Orador permanece activa en un universo tenebroso, gélido y desolado. ¿Acaso el Orador es el propio Creador, contemplando y anotando la aniquilación del universo del mismo modo en que describió su hechura en el Génesis?

Las imágenes bíblicas están fuertemente presentes en Oscuridad, no tanto como referencias literarias sino como alusiones a lo que realmente estaba ocurriendo en «el año sin verano». No es lo mismo apoyarse en el presagio de Mateo [24:29:] «el sol se oscurecerá», que escribir en una época donde el sol efectivamente se había oscurecido.

Oscuridad proporciona algunas de las más exquisitas escenas infermales: personas «rechinando los dientes», serpientes que se entrelazan lujuriosamente «entre la multitud, silbando»; hombres desesperados en «una ciudad enorme» que reúnen «objetos sagrados» en un altar improvisado «para un uso impío». Estas personas están quemando «objetos sagrados» no para vengarse de la religión, sino para obtener luz. Sin embargo, a la luz de ese fuego profano, mueren de horror al contemplar la reducción a la bestialidad en sus rostros.

En este sueño apocalíptico [«que no fue del todo un sueño»], los seres humanos parecen ghouls, demonios famélicos, demacrados, pereciendo «sin tumbas». En este punto, Lord Byron simplemente exagera los sucesos que ya estaban ocurriendo: disturbios públicos, saqueos, suicidios, hambre, pánico. Era como si Dios, y su orden divino impartido a través de la religión, hubiera retirado su mirada del mundo y el ser humano empezara a retroceder a un estadío primitivo. Incluso los escépticos estaban condenados, habida cuenta que la ciencia ya había pronosticado el total oscurecimiento del sol.

Lord Byron es todo lo pesimista que se puede ser en una situación sin esperanza, ni en la ciencia ni en la religión. No hay sosiego en Oscuridad, y las referencias bíblicas son prolijamente despojadas de aspectos esperanzadores. Por ejemplo, la «paz de mil años» mencionada en el Libro de las Revelaciones como instancia posterior a la devastación del apocalipsis, no existe en Oscuridad: «La guerra, que por un momento ya no existía, resurgió de nuevo». El hecho de que las víboras no muerdan es paralelo a la imagen bíblica [postapocalíptica] del niño de pecho jugando con un áspid [una vívora venenosa]; pero en Oscuridad los niños no juegan inocentemente con serpientes que no muerden, se las comen.

Lord Byron aborda el tema de la mortalidad, tanto en el ser humano como en los animales. Más allá de los distintos aspectos que asume la vida en la tierra, las similitudes innatas entre todos los seres se hacen evidentes en la muerte. Cada persona en Oscuridad afronta su muerte inminente de diferentes maneras. Algunos se acuestan, ocultan sus ojos y lloran; otros sonríen. Este contraste de reacciones intenta mostrar que la muerte no afecta a todos de la misma manera. Lord Byron creía esto, y nos da una idea acabada de cada uno de sus personajes mediante una simple reacción. Aquellos que corren desesperadamente de un lado a otro no pueden afrontar la proximidad de la muerte, mientras que aquellos que sonríen se quedan quietos, reconocen lo que sucederá y eligen esperar pacíficamente en lugar de buscar formas inútiles de evitar lo inevitable.

Lo primero que enfrenta su destrucción en Oscuridad es la Luz. Esto no es caprichoso: al igual que la Luz es lo primero que se crea después de la tierra en Génesis, es lo primero en desaparecer en aquí. Lord Byron enfatiza el horror del Orador mientras describe este súbito avance de las tinieblas: «El brillante sol se extinguió, y las estrellas vagaron oscuras en el espacio eterno». Cómo se las arregla el Orador para continuar con sus observaciones una vez que la Luz se ha retirado, es un misterio, pero a partir de este momento un sentimiento surrealista se apodera del poema. El Orador explica cómo la «tierra helada» se mueve ciegamente a través del «aire sin luna» mientras el tiempo transcurre sin traer un nuevo día. Comenta que «todos los hombres olvidaron sus pasiones en el temor», mientras «todos los corazones se congelaron en una oración egoísta por la luz».

El deseo de Luz es uno de los temas principales de Oscuridad. Lord Byron parece sugerir que la Luz no sólo mantiene viva a la humanidad, sino que nos mantiene alejados de una existencia más primitiva y brutal. De hecho, esta necesidad de Luz es lo primero que impulsa a las personas al caos. Ahora que están envueltos por la cerrazón, «viven cerca de hogueras», quemando todo lo que pueden encontrar, incluso hogares, palacios y ciudades. Los únicos que disfrutan de cierta paz son aquellos que pueden mirarse a la cara porque están lo suficientemente cerca de un volcán para ver a través de la negrura. El pánico crece, y con él la desesperación, tal es así que la gente pasa de quemar objetos inanimados a seres vivos: «Los bosques fueron incendiados», pero incluso los «troncos crepitantes» se extinguen eventualmente y todo queda envuelto en las tinieblas.

Estas acciones desesperadas evidencian la inutilidad del esfuerzo humano por reproducir la Luz, y también nuestra inclinación a la barbarie al destruir otras formas de vida sólo para consolarnos durante un instante. Sin embargo, ni siquiera esta Luz obtenida a través del salvajismo es suficiente, y muchos se dan por vencidos. Algunos se echan en el suelo a morir, otros se esconden, se vuelven locos y sonríen. Pero hay una nota de heroísmo en este escenario desolador. Muchas personas continúan luchando a pesar de no haber esperanza, alimentando sus «piras funerarias con combustible».

Tampoco es caprichoso que primero arda la vegetación, y después la vida animal. De este modo, Lord Byron continúa con su inversión de la creación bíblica.

Cuando la desesperación por hacer Luz se convierte en ira y locura, se produce la masacre de la vida animal:


... levantaron la vista
con loca inquietud hacia el cielo opaco,
el manto de un Mundo pasado; y luego,
con maldiciones, los arrojaron al polvo,
y rechinaron los dientes y aullaron.


La ira se apodera de la gente. Pasan de quemar casas y árboles a destruir todo. El Orador personifica este sentimiento como una Bestia que se harta de la sangre de seres vivientes, mientras las personas, entregadas a todas las transgresiones y tabúes, están completamente solas, «atiborrándose de tristeza». La propia voz del Orador se vuelve más desesperada. Parece gemir mientras dice: «Toda la tierra era sólo un pensamiento, y ese era la muerte».

Si bien no hay manera posible de que el Orador sepa lo que está pensando todo el mundo, la hipérbole enfatiza el tono desolado de la última sección de Oscuridad: ahora que la vida vegetal y la animal han sido destruidas, el siguiente escalón en este apocalipsis es la muerte de la humanidad.

Lord Byron comienza esta parte con una personificación del Hambre «comiendo» a los hambrientos, en el sentido que el Hambre, lo que causa la hambruna, tiene la capacidad de «alimentarse» de los cuerpos cada vez más decrépitos. Todos los lazos que el ser humano ha tejido con otras formas de vida colapsan, incluso los perros, símbolos de máxima lealtad, traicionan a sus amos y devoran sus cadáveres. Sin embargo, aquí encontramos otro destello de esperanza: el Orador es testigo de un perro que se queda junto al cadáver de su amo, manteniendo alejados «a los pájaros, las bestias y los hombres hambrientos». Es una imagen conmovedora que concluye de manera brillante. El perro, que ya no puede procurarse comida, lame la mano de su amo, y «al no responder con una caricia», muere a su lado.

Los últimos seres humanos que logran sobrevivir son dos enemigos que se encuentran junto a «las brasas agonizantes de un altar». Lo que arde allí son «cosas sagradas» para un «uso impío». Los dos hombres «rasparon con sus frías manos esqueléticas las débiles cenizas». Con «débil aliento» consiguen alimentar una pequeña llama, gracias a la cual pueden verse las caras y aullar y morir por «su mutua fealdad». Evidentemente, estos sobrevivientes retrocedieron a un estado de existencia tan primitivo y grotesco que no lograron soportar su contemplación. Este es un marcado contraste con lo ocurrido anteriormente en el poema, cuando ver otro rostro humano brindaba consuelo.

En el movimiento final, el Orador pasa de la destrucción de la Luz, de los árboles, de los animales, de los hombres, al fin del mundo:


El mundo estaba vacío,
los pobladores y los poderosos eran una masa,
sin estaciones, sin árboles, sin hierbas,
sin hombres, sin vida:
una masa de muerte, un caos de dura arcilla.


Acto seguido, el Orador observa cómo el agua del planeta parece detener sus corrientes y cursos, revelando a los marineros que yacen «pudriéndose» en el fondo del mar. Los barcos se desmoronan y duermen «en el abismo sin oleaje». En este punto, el Orador personifica todo como algo vivo, como las olas y mareas que «duermen» en sus tumbas. Al personificarlas, Lord Byron les atribuye mortalidad, haciendo que la destrucción adquiera una dimensión aún más conmovedora. La luna está muerta y los vientos quedan «estancados» en el aire inmóvil. En las líneas finales leemos:

Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
de su ayuda: Ella era el universo.


Este final parece abrupto. El Orador nunca eegresa al presente, es decir, al momento en que despertó de aquel «sueño» [«que no fue del todo un sueño»]; en cambio, Lord Byron prefiere terminar con esta imagen de la Oscuridad consumiendo al universo.

Oscuridad admite múltiples interpretaciones. Todos los buenos poemas lo hacen. Puede interpretarse como una visión alegórica del fin de los tiempos o como una mirada crítica sobre la degradación de la humanidad en el contexto del «año sin verano». Ni siquiera podemos estar seguros del punto de partida: un sueño, más bien, una pesadilla, pero con rastros de verdad. Quizás estamos ante un sueño pero con un significado real sobre la degradación de la humanidad y su consecuente colapso [ver: Los sueños como subrutinas del subconsciente en la ficción]

De hecho, la idea de la degradación humana, llegando al límite de la bestialidad, queda opacada por la imagen más amplia de destrucción total. Pero lo cierto es que todo se va apagando lentamente en Oscuridad, sobre todo la humanidad, que se degrada y corrompe al punto de regresar a la irracionalidad.

El tono de Oscuridad es menos negativo que deprimente, menos pesimista que triste. Esto puede deberse a la depresión que sufría Lord Byron en ese momento, abandonado por su esposa luego de dar a luz a su hija. En este período también fue acusado de sodomita [homosexualidad], e incluso de actividades incestuosas con su hermana. Las dudas públicas sobre su cordura lo llevaron a una gran depresión, incluso a considerar el suicidio.

En este contexto personal podemos entender un poco mejor la forma que asume este apocalipsis. La Oscuridad [¿de la locura?] va devorando la Luz [¿de la cordura?], y exponiendo lo que subyace: la barbarie. Los seres humanos aúllan desesperadamente, los mares se detienen, los pájaros chillan aterrorizados [con «alas inútiles»] en el aire inmóvil. Todo lo que puede quemarse arde para preservar algo de Luz, pero una vez que la Oscuridad está en marcha es imparable.

Todo ocurre muy rápido en el poema. Si a la humanidad le tomó miles y miles de años construir y establecer sus pactos, normas y acuerdos sociales, la inversión de criatura racional y social a bestias salvajes necesita mucho menos tiempo.

Sin embargo, no es este retorno a la irracionalidad lo que facilita la destrucción del mundo, sino la racionalidad. Después de todo, las personas en el poema de Lord Byron hacen lo que haría cualquiera en ese contexto: recurrir al fuego para obtener luz y calor. Esto hace que los recursos naturales se agoten mucho más rápido que si hubieran sido dejados a la Oscuridad:


Las ciudades fueron consumidas
y los hombres se reunieron alrededor de sus casas en llamas
para mirarse una vez más a la cara;
felices los que habitaban en el ojo
de los volcanes y en su antorcha de montaña:
una terrible esperanza contenía al mundo entero;
los bosques fueron incendiados, pero hora tras hora
cayeron y se apagaron, y los troncos crepitantes
se extinguieron con estrépito, y todo quedó negro.


Lo único en Oscuridad que parece conservar sentimientos nobles ante el desastre es aquel perro «fiel al cadáver» que mantiene a las aves, animales e incluso a los hombres hambrientos lejos del cuerpo de su amo. Es cierto, el perro sufre el mismo destino que todos los demás, pero se la describe como una criatura más civilizada que las personas, quienes sencillamente se vuelven salvajes luchando por sobrevivir:


Las cejas de los hombres a la luz desesperada
adquirieron un aspecto sobrenatural
mientras los destellos caían sobre ellos.


Oscuridad es un poema aterrador, no sólo por su sombría visión del fin del mundo, sino por su mirada cínica del final poco heroico de los últimos seres humanos en un planeta moribundo. Personalmente creo Lord Byron no escribió este poema para aliviar su depresión. Más bien, Oscuridad se desarrolla bajo la sombra de la depresión, pero el contenido regresa sobre una de las emociones recurrentes en su obra: el desprecio por la humanidad. A medida que se acerca el fin del mundo el ser humano revela su verdadera naturaleza, brutaly egoísta, y muere sin gloria.

Oscuridad puede dividirse en cinco secciones o movimientos. Primero, el sol deja de brillar y presenciamos la reacción inicial de las personas: queman casas, ciudades y bosques para proporcionar calor y luz. Segundo, el ser humano es reducido al nivel de los animales. En la tercera sección vemos el único acto altruista del poema: el perro que protege el cadáver de su amo. En la cuarta sección, Lord Byron describe la reunión final de dos sujetos en las ruinas de una ciudad muerta. En la sección final somos testigos de la muerte del universo. Sólo queda la Oscuridad.

El primer movimiento del poema describe un evento cataclísmico: el sol deja de brillar. Lord Byron afirma: «el sol se apagó», pero nunca proporciona información adicional. El poeta no da indicios de un castigo divino, tampoco de un dios irresponsable y una humanidad victimizada. Lord Byron tiene cuidado en eliminar cualquier atisbo de presencia divina: sólo tenemos un cataclismo y la reacción del ser humano. Supongo que si el sol se apagara, desencadenando ventos inimaginables en el mundo, los pocos sobrevivientes que llegaran a presenciar las horas posteriores nunca sabrían que pasó con el sol; de modo que la omisión o la ignorancia del Orador está justificada.

Podemos encontrar un patrón en la reacción humana ante este cataclismo. En primer lugar, las personas intentan sobrevivir creando enormes hogueras para combatir la oscuridad y el frío [ver: El león, la bruja y el Fimbulvetr]. Lord Byron incluye hábilmente a toda la humanidad en estos esfuerzos, mientras describe las fuentes de combustible. Los ricos son mencionados primero, quienes queman tronos y palacios; y luego las chozas más humildes. Por primera vez en la historia, todas las personas son iguales, pero el resultado es el caos, no la utopía. La gente no une esfuerzos ante la catástrofe. En vez de despertar hermandad y compasión, cada persona tiene «una oración egoísta por la luz». Esto contrasta con la mayoría de los héroes de Lord Byron, quienes inspiran orgullo y desafío. Las personas en Oscuridad terminan de forma egoísta, solitaria.

Todo en Oscuridad es la inversión de un ideal. En la segunda sección, el hombre finalmente abandona la civilización y se acerca a la naturaleza, pero en un estado animalesco y solitario, donde cada comida es «pagada con sangre». Lord Byron incluso insinúa actos de canibalismo en la segunda sección [«los pobres por los pobres fueron devorados»], y luejo deja a nuestra imaginación si los hombres o los animales se devoran entre sí, o a sí mismos.

Es posible que Lord Byron haya tenido en mente a un perro en particular al escribir el episodio del perro fiel. Su amor por los animales, especialmente por los perros, ha sido extensamente documentado. Cuando era adolescente, Lord Byron fue dueño de un gran sabueso [Terranova, según algunos] llamado Boatswain [contramaestre]. Al parecer, Boatswain murió ante su amo después de un episodio convulsivo. El epitafio que Lord Byron escribió para su perro [Epitafio para un perro (Epitaph to a Dog)] resume las cualidades que el poeta imagina para el perro fiel de Oscuridad:


Cerca de aquí
descansan los restos de alguien
que fue Bello sin Vanidad,
Fuerte sin Insolencia,
Valiente sin Ferocidad,
que poseyó todas las virtudes del hombre
y ninguno de sus defectos.


Indirectamente, este episodio refuerza el desprecio de Lord Byron por la humanidad. Al darle a un animal la única cualidad noble y digna de elogio en Oscuridad, establece claramente cuán bajo e inútil imagina al ser humano.

En la quinta sección de Oscuridad no queda ninguna actividad ni vida en el planeta. La tierra está «sin hombres, sin vida»; es un «caos de dura arcilla». No hay esperanza ni redención al final. La horrible y brutal extinción de la vida no tiene sentido. No hay cielo. Ningún infierno se abre para los culpables. La existencia de la humanidad simplemente llega a su fin como el último destello de una vela moribunda [ver: Horror Cósmico: la vida no tiene sentido, la muerte tampoco]

Para finalizar diremos que este «sueño» [«que no fue del todo un sueño»] quizás está relacionado con el poema del mismo año: El Sueño (The Dream), donde Lord Byron desarrolla la idea de que los sueños pueden contener universos enteros y, aparentemente, sus correspondientes apocalipsis:


Me gustaría recordar una visión que soñé,
tal vez, mientras dormía, porque sólo un pensamiento,
un pensamiento adormecido, es capaz
de durar años y vivir una larga vida en una hora.




Lord Byron. I Taller gótico.


Más literatura gótica:
El artículo: «Tuve un sueño que no fue del todo un sueño»: análisis de «Oscuridad» [Lord Byron] fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

felipe dijo...

hola sebastian! hace años que te vengo leyendo, y la verdad que ultimamente vengo al blog mas por tu forma de escribir, que por el texto al que presentas. un placer la verdad, saludos desde montevideo

Sebastian Beringheli dijo...

Hola Felipe. ¡Gracias por la compañía de tantos años!



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Relatos de Edith Nesbit.
Paranormal.
Poema de Charlotte Mew.


Relato de Walter de la Mare.
Demonología.
Poema de Emily Dickinson.