El cuartito de Julia Stone: análisis de «La Habitación en la Torre» de E.F. Benson.


El cuartito de Julia Stone: análisis de «La Habitación en la Torre» de E.F. Benson.




En El Espejo Gótico hoy analizaremos el relato de E.F. Benson: La Habitación en la Torre (The Room in the Tower), publicado en la antología de 1912: La Habitación en la Torre y otros relatos (The Room in the Tower and Other Stories).


[«Jack te mostrará tu habitación: te he dado la habitación en la torre.»]


El Narrador es un hombre acostumbrado a tener sueños lúcidos, de modo que no se sorprende cuando ciertos elementos de sus viajes oníricos realmente suceden en la vigilia. Después de todo, los sueños se relacionan con las personas y lugares que conocemos en «el mundo despierto y a la luz del día». Sin embargo, para la historia que está a punto de contar, no puede encontrar una explicación natural.


[«Salió de la oscuridad, y a la oscuridad se fue de nuevo.»]


El sueño en cuestión se produjo por primera vez cuando el Narrador tiene dieciséis años. En el sueño, llega a una casa de ladrillo rojo, lo conducen a través de un pasillo con paneles oscuros hasta un jardín donde se ha reunido un grupo de personas para tomar el té. Solo conoce a Jack Stone, un compañero de escuela que no le agrada. La tarde es calurosa, nadie habla. En un extremo de la casa se levanta una Torre mucho más antigua que el resto del edificio. En cierto momento, la señora Stone, la madre de Jack, dice: «Jack te mostrará tu habitación: te he dado la habitación en la torre».

Sin razón aparente, el Narrador se estremece. De algún modo sabe que la Torre alberga algo espantoso. Sin embargo, sigue a Jack por una escalera de roble, y es encerrado en una habitación con algo horrible. En este punto despierta con un espasmo de terror.

Durante quince años el Narrador tiene este sueño recurrente, a veces dos o tres noches seguidas, aunque normalmente una vez al mes. La familiaridad no mitiga su terror; por el contrario, aumenta con cada repetición. El sueño tiene pequeñas variaciones, pero en general se mantiene en una siniestra consistencia. Los personajes envejecen, como si el tiempo también pasara para ellos. Una hermana de Jack se casa. El cabello negro de Julia Stone se vuelve gris.

Después de un respiro de seis meses, el Narrador vuelve a tener su sueño recurrente, pero en esta ocasión falta la señora Stone. Por un momento tiene la esperanza de que esa ausencia cambie el curso del sueño. Pero el resto de los personajes permanecen en silencio, mirándose. Cuando cae el crepúsculo, suena la conocida voz de la Julia Stone [«Jack te mostrará tu habitación: te he dado la habitación en la torre»]. Su voz proviene del otro lado de la puerta de hierro, donde la hierba ahora está sembrada de lápidas. El narrador lee la inscripción en la lápida más cercana:


[«En maldita memoria de Julia Stone.»]


Jack lleva al narrador a la Habitación de la Torre, más oscura que nunca y con un insoportable olor a descomposición.

Por supuesto, el Narrador se despierta gritando.

Después de esto, nunca más vuelve a soñar con la señora Stone viva, pero su voz incorpórea sigue asignándole la Habitación de la Torre. Tampoco vuelve a ver a su antiguo compañero, Jack Stone, ni en la vigilia ni en el sueño... hasta que viaja a Sussex para quedarse con su amigo, John Clinton. Mientras conducen hacia la casa que los Clinton han alquilado, el clima se vuelve tormentoso, y el narrador se queda dormido. Se despierta en la puerta de la casa de sus sueños.

Siente un escalofrío de miedo pero también curiosidad. Todo es exactamente igual que en el sueño: la fachada de ladrillo rojo, el vestíbulo, el jardín y el césped, con el muro y la puerta de hierro; y, por supuesto, la Torre. Sin embargo, en lugar de una familia silenciosa, el lugar está lleno de personas que conversan y ríen y lo saludan. El té continúa alegremente, hasta que la señora Clinton dice:


[«Jack te mostrará tu habitación: te he dado la habitación en la torre.»]


El horror del Narrador se convierte en curiosidad. Sigue a Jack por la misma vieja escalera hasta la familiar sala de la Torre. Es tal como la recuerda, excepto que, colgado sobre la cama, hay un óleo de tamaño natural: un retrato de Julia Stone, pintado por Julia Stone.

El miedo vuelve a apoderarse del narrador. Si bien la pintura representa a una Julia Stone anciana y débil...


[«Una exuberancia y una vitalidad espantosas brillaban a través de la envoltura de la carne, una exuberancia totalmente maligna, una vitalidad que echaba espuma con una maldad inimaginable.»]


Clinton está de acuerdo en que el retrato no es un cómodo compañero de habitación. Con la ayuda de un sirviente lo bajan de la pared. Es extrañamente pesado, y después de que lo depositan en el rellano, los tres notan que tienen sangre en las manos, a pesar de que no encuentran heridas en ellas.

Más tarde esa noche, Clinton señala otro misterio. El terrier irlandés de la casa ha desarrollado una fobia a algo que está del otro lado de la puerta de hierro. Lo observa acercándose a la puerta, con el pelo erizado y gruñendo, solo para retirarse aullando a la casa. El Narrador ve a un gato persa ronroneando y caminando en círculos. ¿Por eso el perro está tan agitado?

Pero Darius y Toby son amigos, dice Clinton. Toby nunca estaría tan alborotado por la presencia de Darius. Esta explicación no resuelve una segunda pregunta: ¿por qué el gato está tan emocionado con el mismo lugar que aterroriza al perro?

Un repentino aguacero lleva a los hombres y al gato al interior, pero Darius continúa mirando ansiosamente en la oscuridad. El Narrador va a la Habitación de la Torre. Con el retrato ya retirado, pronto se queda dormido. Un relámpago lo despierta con una sensación de miedo más allá de cualquier cosa que haya experimentado en su sueño. En la oscuridad, está seguro de que algo está cerca. Extendiendo la mano, toca el marco de un cuadro.

El Narrador salta de la cama, justo a tiempo para que un segundo relámpago le muestre el retrato de Julia Stone de vuelta en su lugar, y una figura a los pies de su cama vestida de blanco, manchada de moho, con el rostro familiar de Julia.

Cuando el estruendo del trueno se desvanece, escucha un movimiento susurrante, huele la corrupción. Una mano acaricia su cuello y escucha una respiración rápida y ansiosa. Con la temida voz familiar, su visitante dice:


[«Sabía que vendrías a la habitación de la torre… Esta noche me daré un festín; dentro de poco festejaremos juntos.»]


Una respiración rápida, agitada, se acerca al cuello del Narrador. El terror por fin rompe su parálisis, y el hombre arremete salvajemente. Hay un chillido, un golpe. De repente, está en el rellano, con Clinton corriendo hacia él. Más tarde, Clinton le dice al narrador que lo encontró, pálido y tambaleándose, con una marca en el hombro como la huella de una mano ensangrentada.

Dentro de la Habitación de la Torre, Clinton olió la descomposición, vio el retrato de Julia Stone en su lugar, encontró algo manchado con tierra; luego hizo todo lo que pudo para que él y el Narrador bajaran las escaleras, conmocionados como estaban. Algunos pueden recordar la historia de una mujer enterrada en el cementerio de West Fawley... tres veces. Poco después de cada entierro, se encontró que el ataúd sobresalía del suelo. Finalmente fue enterrado en un terreno no consagrado fuera del jardín de la casa de la mujer. Se había suicidado en la Habitación de la Torre allí. Su nombre era Julia Stone.

Cuando el cuerpo es exhumado, el ataúd está lleno de sangre.


Como en muchos relatos victorianos, los personajes parecen esforzarse por no entender los mensajes que les envían sus mascotas, al parecer, muy sensibles a las intrusiones sobrenaturales. Darius es un observador extasiado de tumbas no consagradas. Toby es un confiable sistema de alerta temprana en cuatro patas. Si el narrador y Clinton hubieran prestado atención, el misterio de La Habitación en la Torre habría sido resuelto mucho antes.

Más allá de este detalle trivial, E.F. Benson hace un trabajo sobresaliente en la descripción de la pesadilla recurrente del Narrador, en especial porque resulta plausible en su progresión y en sus imágenes psicosexuales. Por otro lado, la voz de la señora Stone pronunciando su inevitable frase, antes y después de su muerte, es brillante.

El primer enigma del relato es el título. Perfecto, tenemos una habitación en una torre. ¿Dónde hemos visto eso? Ligeia tiene una torre con una habitación memorable gracias al esfuerzo de Edgar Allan Poe en la descripción de su decoración gótica [ver: Mi esposa nigromante: análisis de «Ligeia»]. Sin embargo, la Habitación en la Torre de E.F. Benson es un alojamiento típico de una casa de campo eduardiana, excepto por el autorretrato de Julia Stone. Las habitaciones de invitados deben ser agradables, cómodas, pero no ostentosas. Las pinturas extrañas ciertamente no tienen lugar, tampoco las manifestaciones vampíricas de una reviniente. En el cuento de E.A. Poe, la reviniente es Ligeia; quien, además, ha pintado a Lady Rowena [ver: Ligeia y Lady Rowena: dos arquetipos femeninos]. Uno puede pensar que las torres tienen algo que ver con esto.

E.F. Benson nos proporciona una Torre creíble: el último remanente de un edificio más antiguo, incorporado a una casa moderna como símbolo de estatus. Por lo general, las reliquias arquitectónicas vienen con sus propias leyendas fantasmales. No la Torre de los Stone. Su embrujo es moderno, lo cual es un giro interesante.

El Narrador de La Habitación en la Torre empieza a tener este sueño recurrente en su adolescencia, a los dieciséis años, la misma edad en la que E.F. Benson [según sus diarios] se enamoró de un compañero de estudios. Me pregunto si el Narrador, justo antes de que comenzaran sus pesadillas, pudo haberse enamorado de Jack Stone, quien juega un papel extrañamente fundamental para alguien a quien el narrador «apenas conocía» y que además le resulaba «desagradable». Por supuesto, en la casa de Jack hay una Torre, un obvio símbolo fálico; además; la madre de Jack le da al Narrador una habitación en la parte superior de la torre [la punta, vamos] y le dice a Jack que lo lleve allí. Esa es una madre con una mente muy abierta para el período.

Todo eso está muy bien, y el psicoanalista inexperto puede dejarse llevar por el mensaje obvio, pero no olvidemos que el Narrador se queda solo en la Habitación en la Torre... bueno, no completamente solo. Algo horrible lo acompaña. ¿Qué puede ser?

En el exterior, la Torre puede ser fálica; pero, ¿qué hay en su interior? Un pasillo oscuro y una escalera estrecha, con muchas vueltas, que da a una habitación de terror. Pocas veces la anatomía femenina ha tenido una traducción metafórica más cercana: vulva [pasillo oscuro], vagina [escalera estrecha], y útero [la habitación]. ¡Ah, Jack es un traidor que lleva al Narrador a la punta [perdón, a la parte superior] de la Torre haciéndole creer que será su amante, pero, en cambio, es un proxeneta de su propia madre! [ver: La Casa Embrujada como representación del cuerpo de la mujer]

Es tentador buscar un patrón entre La Habitación en la Torre y la sexualidad de E.F. Benson [homosexual en una época poco amigable], particularmente en la incapacidad del Narrador para articular el trauma que le produce lo que encuentra en la Torre durante sus sueños, así como en el tono onírico de la narración. Sabemos que, durante su época de estudiante, visitó a la familia Stone, y ciertamente conoció a la tiránica figura matriarcal de la casa, Julia Stone. También sabemos que, en sus sueños recurrentes, lo envían a dormir a la Habitación en la Torre, donde contempla algo tan terrible que no puede describírselo al lector. ¿Qué podría ser «algo tan terrible» como para resultar indescriptible?

Respuesta: un trauma, algo tan bien reprimido por la mente consciente que solo puede aflorar subconscientemente, a través de sueños [ver: Los sueños como subrutinas del subconsciente en la ficción]

Es cierto que una Torre es «más larga que ancha»; sin embargo, si aquí tiene algún significado simbólico es que está junto a la casa, pero no en la casa. El Narrador está contenido dentro de la Torre, pero aislado de los demás.

Personalmente puedo identificarme con los sueños recurrentes, tal vez incluso con pesadillas de este tipo, tal vez incluso con pesadillas recurrentes sobre alojamientos inquietantes; por desgracia, E.F. Benson invierte mucho tiempo construyendo la anticipación del lector por la Torre, pero cuando finalmente estamos allí, el Narrador solo se desconcierta brevemente antes de sentir una «intensa curiosidad». Uno creería que encontrarse en el mismo sitio de nuestras pesadillas nos dejaría en estado de shock, pero no es el caso; de hecho, el Narrador experimenta una calma inexplicable frente a eventos perturbadores que reflejan, y hasta amplifican, el material de sus sueños.

La actitud de La Habitación en la Torre en relación a las enfermedades mentales está un poco desactualizada, pero esto no es culpa de E.F. Benson. En su época, el suicidio se trataba como un signo de pecado en lugar de lo que realmente es: la desgraciada consecuencia de un desequilibrio mental y emocional, generalmente relacionada con la depresión. De hecho, existe una larga tradición en el relato de terror sobre monstruos creados a partir de un suicidio, por ejemplo, los Vampiros. Más allá de esto, hay algunos elementos inexplicables en La Habitación en la Torre. ¿Por qué Julia Stone está esperando a Narrador en particular? Claramente no hay antecedentes de asesinatos relacionados con la pintura. ¿Por qué él? ¿Por qué ahora?

Simplemente no hay una razón real para que Julia Stone se haya obsesionado con el Narrador. Por lo tanto, debemos buscar en otra parte. Tal vez el Narrador posee algún tipo de clarividencia, que manifiesta en sueños recurrentes, pero esto tampoco parece ser el caso. Si las pesadillas son el fruto del subconsciente del Narrador tratando desesperadamente de advertirle que no suba a la Habitación de la Torre, este no está prestando atención al mensaje. Además, la progresión de los sueños, con sus personajes envejeciendo a lo largo de los años, apuntan a una comunicación telepática. Pero, si este es el caso, ¿por qué la señora Stone instiga estas pesadillas si lo que busca es atraer al Narrador a la Torre? ¿No sería más efectivo presentarle un sueño agradable y seductor?

El retrato parece ser una especie de depósito del alma de Julia Stone, o un dispositivo para su regreso. No hay heridas las manos de los que mueven la pintura [a pesar de que sangran], lo que sugiere, junto con su peso, que es un sustituto del cuerpo humano de Julia Stone, y un símbolo de sus apetitos vampíricos. Es, después de todo, un retrato pintado por la propia Julia Stone.

También es lícito preguntarse si el retrato es vampírico en sí mismo. ¿Ha chupado sangre de las manos de los sirvientes? Pero, si es así, ¿por qué estos no tienen marcas? Más adelante en la historia se nos informa que el ataúd de Julia Stone está vacío, por lo tanto, me inclino a pensar que el retrato es un dispositivo que le permite a Julia Stone manifestarse en la Habitación en la Torre y cazar.

La Habitación en la Torre de E.F. Benson es un ejemplo de manual del concepto de lo Siniestro [Unheimliche] de Sigmund Freud [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]. Lo más aterrador del relato es la intrusión de la pesadilla en la realidad; es decir, el encuentro con algo extraño, que, al mismo tiempo, es familiar. El efecto Siniestro requiere contexto, por eso el autor nos brinda largas descripciones de sus escenarios: la Casa y la Torre del sueño recurrente, y sus análogos en la vigilia. Sin esta información, la historia misma sería confusa. Lo Siniestro necesita un marco apropiado para que sus dos elementos [lo familiar y lo extraño] puedan resonar en el lector.

Siempre que te encuentres en un lugar que, a la vez, te resulta desconocido pero familiar, puedes contar con dos cosas: la sensación de lo Siniestro y el choque de la identificación sin reconocimiento; es decir, la relación con el cuerpo de la madre que ha sido representada pero reprimida. En el cuento de E.F. Benson tenemos a una tal Julia Stone que envía un sueño que atrae al soñador a su habitación o cripta, y en la cripta, en ese lugar interno, encontramos un retrato. No es solo un retrato sino una imagen especular, un autorretrato: «Julia Stone por Julia Stone». El autorretrato, como descubre el Narrador, despide sangre. Es una relación de espejo que también es el lazo de sangre al que vuelve nuestro Narrador cuando logra entrar en la habitación o cripta dentro de la serie onírica que lo perturba desde hace quince años.

E.F. Benson parece jugar con las creencias folclóricas asociadas con la figura del Vampiro. Por ejemplo, Julia Stone tiene todas las características del vampiro eslavo: no solo ha cometido suicidio, algo que se consideraba un requisito indispensable para el surgimiento de un vampiro, sino que, después de su muerte, se presenta vestida con sus ropas funerarias, cubierta de moho, y despidiendo un olor «corrupción y descomposición», básicamente como alguien que recientemente ha salido de su tumba [ver: Ghouls: la historia de los Necrófagos en la ficción]. ¿Por qué hablamos de vampiros eslavos? Porque estos no eran precisamente inteligentes, como lo demuestra su costumbre de merodear por la antigua casa familiar y vestido con las ropas con las que ha sido enterrado. Julia Stone tampoco parece brillante. Al final de la historia se nos informa que fue enterrada tres veces sin éxito en un cementerio local, antes de ser colocada en un «terreno no consagrado» cerca de su casa [ver: Razas de vampiros]

Si Julia Stone hubiese nacido en un país eslavo, en el mismo período, su cabeza probablemente habría sido cortada y su boca rellenada con ajo la primera vez que escapó de su tumba. Afortunadamente para ella, nació en Inglaterra, en el seno de una familia acomodada, donde las autoridades son más indulgentes. En cualquier caso, no demuestra ser una Vampiresa particularmente sagaz, ya que siempre ha sido atrapada; pero al mismo tiempo posee ciertas habilidades, tal vez naturales en los vampiros, como proyectar sueños y tal vez atraer a ciertas víctimas sensitivas.

E.F. Benson profundiza en las creencias folclóricas apoyándose en los reportes de las epidemias de vampiros en Europa del Este a principios del siglo XVIII, y deja de lado la representación aristocrática y byroniana del vampiro, favorecida tanto por Bram Stoker en Drácula (Dracula) como por John William Polidori en El vampiro (The Vampyre) [ver: La marca de Lord Ruthven: análisis de «El Vampiro» de Polidori]. Julia Stone es una vampiresa mucho más rudimentaria. Posee una Torre, es cierto, pero su aspecto es el de un cadáver andante, no el de una elegante y sofisticada aristócrata.

Junto con esta representación folclórica, E.F. Benson recurre a los clásicos del relato de vampiros. Julia Stone no solo es similar a Drácula en el sentido de que puede influir en los animales [como se ve en la conexión de la señora Stone con el gato], sino que también invierte dos escenas famosas: una de Carmilla de Sheridan Le Fanu, y la infame escena de «¡Este hombre me pertenece!» de Drácula. Aquí, cuando Julia Stone invade la habitación del Narrador, la escena no se presenta como erótica, sino grotesca. El olor a podredumbre lo asfixia cuando la vampiresa entra en la habitación y se para a su lado. Si bien no se dice explícitamente, la señora Stone parece haber sido despertada por primera vez en quince años por la llegada del Narrador a la casa, o bien por su reciente interacción con su retrato.

Por lo tanto, Julia Stone aparece como una representación del vampiro folclórico, pero también como un ejemplo que absorbe algunos rasgos de sus predecesores literarios. ¿Podría ser que E.F. Benson deseaba alejarse de las representaciones estereotipadas del vampirismo? El folclore subyacente ciertamente enriquece La Habitación en la Torre, agregándole autenticidad, y quizás esto tenga alguna relación con los sueños recurrentes del Narrador, básicamente expresiones subconscientes de un recuerdo reprimido.

Si traducimos estos recuerdos a la historia real, la creencia en vampiros es un buen ejemplo de recuerdos reprimidos. Así como los sueños del Narrador expresan [de manera simbólica] algo oscuro en su pasado, algo tan terrible que solo puede abordarse lateralmente, todo el relato es el renacimiento de un pasado olvidado durante mucho tiempo, un pasado histórico donde la creencia en vampiros era algo muy real.

En este sentido, el folclore es lo reprimido, lo que ha sido enterrado, como la propia señora Stone.

La Habitación en la Torre apoya otra noción freudiana: la omnipotencia de los pensamientos de muerte, es decir, la idea supersticiosa de que si piensas en algo terrible, esto de algún modo puede atraerlo. Si hablamos de sueños, la probabilidad de que algo, previamente soñado, ocurra en la realidad, no es baja. Lejos de ser algo extraño, es una cuestión estadística. Extraño sería si este cumplimiento no ocurriera ocasionalmente, ya que nuestros sueños, por regla general, están relacionados con las personas que conocemos. Por el mero cálculo de las posibilidades, no parece en absoluto improbable que un sueño acerca de alguien que conocemos, sobre todo recurrente, se haga realidad de vez en cuando. Esa, en todo caso, es la lógica que introduce el Narrador para sustentar la posibilidad de lo que describe en La Habitación en la Torre:


[«Es probable que todo aquel que sea un soñador constante haya tenido al menos una experiencia de un evento o una secuencia de circunstancias que le hayan venido a la mente mientras duerme.»]


Sería interesante que, después de la muerte, nos llegue la comprensión de que los sueños que hemos tenido en la vida completan nuestras experiencias en el mundo material. Pero, ¿qué ocurre con los sueños recurrentes del Narrador? Ciertamente hay algo telepático en ellos: la gente envejece y, al final, los que quedan están vestidos de luto. Julia Stone ya no está ahí, pero su voz [ahora incorpórea] sigue pronunciando la invitación de subir a la Habitación de la Torre. Esta voz no proviene de ningún cuerpo en particular, sino de algún lugar al lado de la Torre, afuera, en el jardín: el mismo lugar donde está la lápida de Julia Stone. Además, a favor de la idea de que los sueños del Narrador son telepáticos está el hecho de que estos parecen adecuarse la progresión del tiempo en el exterior.

El dormir es un estado de vulnerabilidad física: el cuerpo está inconsciente y la mente es visitada por una secuencia de imágenes, más o menos distorsionadas, llamadas sueños. Para un depredador, cazar a una presa dormida es garantizarse una buena comida; y el Vampiro, posiblemente el principal depredador de la ficción victoriana, a menudo victimiza a su presa en un estado de ensueño; a tal punto que cualquier sospecha de su presencia puede confundirse con un extraña pesadilla. Una vez que el Vampiro establece este enlace con su víctima, puede comunicarse telepáticamente con ella, como sucede con Mina Harker y Lucy Westenra en Drácula [ver: El enlace entre el Vampiro y su víctima]

En Carmilla, así como en La Habitación en la Torre de E.F. Benson, la victimización en un sueño se produce a través de dos métodos. Ambas vampiresas [Carmilla y Julia Stone] visitan a sus presas en sueños durante años, incluso décadas [ver: Cómo funciona el Vampirismo Psíquico]. Carmilla victimiza a Laura por primera vez cuando esta tiene seis años, acudiendo a ella en un estado de ensueño; y pasa más de una década antes de que pueda volver a visitar a su víctima. Julia Stone también tarda años en atraer a su presa, aunque no sabemos si atacó al Narrador durante su visita a la casa en su época de estudiante, generándole un trauma [y también un enlace con su victimizadora] que luego se tradujo en espantosos sueños recurrentes.

Tanto Carmilla como Julia Stone tardan años en capturar a sus preciadas presas, quizás porque estas deben estar desarrolladas hasta cierto punto. La lujuria del Vampiro por la sangre de su víctima, la misma sangre que luego correrá por sus venas, sugiere que el placer de cazar es pariente del placer de matar. La seducción de Laura por parte de Carmilla no es un proceso rápido, sino un esfuerzo a largo plazo [Sheridan Le Fanu sugiere la idea de que drenar suficiente sangre requiere un gran esfuerzo por parte del Vampiro]. Por otra parte, la amistad de Carmilla y Laura es romántica y, ciertamente, hay matices lésbicos. En La Habitación en la Torre ocurre algo diferente: Julia Stone invierte años en atraer al Narrador, pero su ataque final no tiene nada de sensual: es decididamente grotesco, al menos desde la perspectiva del Narrador, cuyas inclinaciones bien podrían inducirlo a sentir el mismo rechazo por cualquier mujer viva [ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico]

Ahora bien, Carmilla siente un claro deseo por Laura, con el que la propia Laura se siente un tanto incómoda. Después de una de las extrañas manifestaciones de afecto de Carmilla, Laura describe su miedo y su vergüenza ante la intensidad de esos avances. Después de todo, Carmilla posee un amor por Laura que no es humano; va más allá de los límites terrenales. No solo quiere alimentarse de la sangre de Laura sino tenerla como compañera en el más allá. Del mismo modo, Julia Stone ha estado esperando durante mucho tiempo al Narrador; y lo hace explícito cuando se encuentran en la Habitación de la Torre:


[«Sabía que vendrías a la habitación de la torre. He estado esperando por ti durante mucho tiempo. Por fin has venido. Esta noche tendré un festín; dentro de poco lo tendremos juntos.»]


Quizás el Narrador es la primera presa de Julia Stone. El uso de la palabra «festín» insinúa que Julia no se alimentado desde hace mucho tiempo, quizás nunca desde que se convirtió en Vampiresa. La confesión de esta larga espera es una respuesta a la causa de los sueños recurrentes del Narrador, pero no explica por qué lo eligió a él en particular. Tampoco hay una respuesta en la novela de Sheridan Le Fanu. Nunca sabemos porqué Carmilla ha estado persiguiendo a Laura durante tanto tiempo y porqué la quiere como compañera.

Otro punto interesante, aunque opuesto, es que Carmilla irrumpe en la vida de Laura, mientras que el Narrador de La Habitación en la Torre parece destinado a acudir al llamado telepático de Julia Stone.

Julia Stone es una Vampiresa cuyas necesidades no quedan del todo claras. Por ejemplo, no sabemos si se ha alimentado telepáticamente del Narrador o simplemente ha estado atrayéndolo para drenarlo de sangre. El hecho de que el Narrador despierte de sus sueños recurrentes sin marcas en el cuello es significativo; y quizás una señal de que no fue visitado por un Vampiro durante la noche, pero el lector no puede descartar que Julia Stone pueda tener otros métodos, como alimentarse del miedo que infunden sus sueños telepáticos. Sin embargo, debido a que el Narrador no experimenta fatiga por estos sueños, es más probable que Julia Stone haya esperado la oportunidad de victimizar físicamente a su víctima.

Carmilla parece ser un poco más exitosa [y menos tediosa] en la caza que Julia Stone. Carmilla comienza a victimizar a Laura con frecuencia en el transcurso de muchas noches. Durante el estado onírico, tanto Carmilla como Julia Stone se manifiestan a sus víctimas en formas alternas. Los secretos, el engaño y el sigilo son la clave para mantener oculta la verdadera identidad de Carmilla, mientras que el Narrador de La Habitación en la Torre experimenta sueños proféticos que son bastante oscuros en sí mismos. El cuento de E.F. Benson, en particular, se inscribe en la creencia común de que los sueños pueden conectar la mente con entidades sobrenaturales y divinas. Posiblemente el Narrador esté experimentando estos sueños como una visión profética que inevitablemente lo conducirá a la Habitación de la Torre.

Julia Stone aparece en los sueños recurrentes del Narrador simplemente como la madre de un compañero de escuela, y el miedo que experimenta el soñador inicialmente está conectado con la Torre, no con Julia. Sin embargo, es obvio para el lector que la villana de la historia es Julia Stone; y el hecho de que el Narrador no advierta esto hasta el final es un poco decepcionante.

Carmilla se manifiesta de una forma que nunca se explica. Laura describe un sueño que comienza con «una agonía muy extraña», y luego describe la aparición de «un animal negro como el hollín, parecido a un gato monstruoso de cuatro o cinco pies de largo». Después, Laura siente «un dolor punzante, como si dos agujas grandes se clavaran, a una o dos pulgadas de distancia, profundamente en su pecho». Finalmente se despierta con un grito, lo que implica que todo ha sido un sueño. Sin embargo, como no conocemos todo el potencial de los poderes de Carmilla, no podemos descartar que haya puesto a Laura en un estado de trance, similar al sueño, lo cual explica porqué cuando despierta ve «una figura femenina a los pies de la cama».

El Narrador de E.F. Benson, al igual que Laura, hace un gran esfuerzo por justificar sus terribles experiencias. Considera que [«en el mero cálculo de probabilidades»] existe la posibilidad de que nos encontremos en la vigilia con algo que hemos soñado; y lo compara con la experiencia de esperar una carta, soñar con esa espera y recibir la carta al día siguiente. Es una teoría defectuosa, porque no tiene en cuenta que el Narrador nunca ha tenido una experiencia de vampirización para crear estos sueños. ¿Acaso es un indicio de que efectivamente fue vampirizado por Julia Stone cuando era apenas un muchacho?

Mientras tanto, Laura cree que los «malos espíritus» pueden producir estos sueños, y que la visita de estas entidades es una posibilidad real. Sin embargo, no admite que es una víctima, ni siquiera que está cerca de la muerte. Así describe las extrañas sensaciones que experimenta al despertar:


[«La (sensación) que prevalecía era de ese agradable y peculiar escalofrío que sentimos al bañarnos, cuando nos movemos contra la corriente de un río. Pero me dejó una impresión terrible y una sensación de agotamiento, como si hubiera pasado por un largo período de gran esfuerzo mental y peligro.»]


Lo que Laura está describiendo es probablemente la sensación de la succión de sangre de su cuello; y el agotamiento es la falta de sangre en su sistema. En definitiva, Laura y el Narrador de La Habitación en la Torre no quieren creer que hay algo real en los extraños sueños que han estado teniendo, lo cual mantiene el control de las Vampiresas sobre las protagonistas. De este modo, Sheridan Le Fanu y E.F. Benson juegan de manera similar con la idea de que, para los Vampiros, la caza es un acto prolongado e ingeniosamente construido, reservado solo para las presas más valiosas.




E.F. Benson. I Vampiros.


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