El «Upside Down» de «Stranger Things» y la Cuarta Dimensión en la literatura.
Aquellos que hayan visto la serie Stranger Things seguramente conocen algo acerca del «Upside Down» —El Otro Lado—: básicamente una dimensión que existe de forma paralela a la nuestra, con los mismos espacios físicos e infraestructura que nuestro mundo aunque bajo un halo mucho más tenebroso; y donde habitan criaturas espeluznantes, como el Monstruo (The Monster), o Demogorgon.
Ahora bien, si el Upside Down de Stranger Things es una especie de réplica distorsionada de nuestro mundo, es lógico pensar que sus habitantes también lo son.
Esto nos facilita la excusa perfecta para repasar brevemente la historia de la Cuarta Dimensión en la literatura, y particularmente en la ciencia ficción. Al final intentaremos atar cabos para explicar por qué el Upside Down de Stranger Things se encuentra alineado con esta larga tradición.
En adición a las tres dimensiones en las que el espacio es percibido, la Cuarta Dimensión, es decir, el Tiempo, tiene una historia realmente significativa en la ficción.
Pero la hipótesis de que el Tiempo podría ser representado como una Cuarta Dimensión suele ser confundida con la idea de que tal vez exista una Cuarta Dimensión espacial; y el primero en introducir estos conceptos en la literatura de forma directa fue H.G. Wells en La máquina del tiempo (The Time Machine). Antes de él hubo otras máquinas del tiempo literarias, pero ninguna con las mismas características.
El siglo XIX estuvo repleto de especulaciones acerca de la Cuarta Dimensión, a menudo combinadas con extrañas deducciones, cómputos y cálculos; en los cuales se observan los residuos teóricos del ocultismo y el esoterismo. En este sentido, la Cuarta Dimensión fue aprovechada como una forma lógica de explicar lo inexplicable: lo paranormal y lo sobrenatural.
El razonamiento era el siguiente:
Si la ciencia puede probar la existencia de una Cuarta Dimensión, entonces los fantasmas, los vampiros, los licántropos, las hadas, y una larga lista de seres fantásticos, pueden ser explicados de manera racional.
El primer teórico de la Cuarta Dimensión en el siglo XIX, y acaso el más ambicioso, fue Johann Zollner, cuya obra: Física trascendental (Transcendental Physics), de 1865, alimentó poderosamente la imaginación de las ciencias ocultas; ya de por sí exaltada. Su estudio fue utilizado para probar que nuestra realidad o plano de existencia está atravesado por una cifra incalculable pero finita de dimensiones.
Uno de los herederos intelectuales de esta hipótesis, Piotr Ouspenski, publicaría una obra fascinante y confusa acerca de la Cuarta Dimensión: Tertium Organum; en la cual explica que el Tiempo se mueve en una espiral ascendente, como una serpiente, dando forma a seis dimensiones espaciales distintas, siendo nuestra realidad la tercera.
Estas conjeturas cautivaron al público, olvidando que muchas de ellas ya habían sido concebidas por la ficción. Incluso en obras como Los hermanos Karamazov (Brat’ya Karamazovy), de Fedor Dostoyevsky; y El fantasma de Canterville (The Canterville Ghost), de Oscar Wilde, se refieren específicamente a las Altas Dimensiones —o esferas—, donde lo imposible es la regla general.
Mucho antes de que Albert Einstein comenzara a perfilar su concepción acerca del Tiempo y la posibilidad de otras dimensiones, la novela cooperativa de Joseph Conrad y Ford Madox: Los herederos (The Inheritors), incluso acuña el término «dimensionistas» (Dimensionists) para describir a aquellos que logran atravesar los distintos planos de existencia.
Ya en el siglo XX, la Cuarta Dimensión se volvió un tema recurrente en la literatura: La conversión del profesor (The Conversion of the Professor), de George Griffith; Espacio (Space), de John Buchan; Una víctima del espacio superior (A Victim of Higher Space), de Algernon Blackwood; y Múltiples dimensiones (Many Dimensions), de Charles Williams, son ejemplos fundamentales al respecto.
Pero cuando la ciencia ficción comenzó a habituarse a este modelo, Albert Einstein estableció que el Tiempo, nada menos, es esa Cuarta Dimensión que tanta fascinación había despertado. Afortunadamente, también propuso la existencia de una Quinta Dimensión, la cual explicaría fenómenos tales como la gravedad. A su vez, la literatura y las ciencias ocultas debieron correr detrás de estas propuestas, y no siempre con la elegancia decimonónica de sus predecesores.
Las teorías de Einstein llegaron en medio del auge de las revistas pulp, dentro de las cuales Weird Tales fue un referente inevitable. El relato pulp perpetuó la tradición de la Cuarta Dimensión hasta exprimirla por completo. Por ahí andan obras casi olvidadas como Fingida era la arboleda (Mimsy Were the Borogoves), de Henry Kuttner y C.L. Moore; donde los mundos paralelos y las puertas interdimensionales pueden servir de vínculo entre civilizaciones increíblemente avanzadas y nosotros, en este caso, con un simple juguete que llega desde el futuro, siendo en nuestra realidad un artefacto descomunalmente complejo.
A medida que la literatura iba agotando las posibilidades de la Cuarta Dimensión, las ciencias ocultas siguieron intentando penetrar en sus misterios de acuerdo a los más abominables ritos, como aquel realizado por Aleister Crowley, quien realmente intentó abrir un portal interdimensional que, según sus seguidores, realmente funcionó, y que de hecho se ha ido ensanchando con el transcurso de los años.
Por su parte, Lord Dunsany, H.P. Lovecraft, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, entre otros colaboradores de los Mitos de Cthulhu, intentaron mantener abierta la puerta hacia la Cuarta Dimensión a través de sus historias. En general, estos autores propusieron la idea de que los universos paralelos pueden ser accesibles al ser humano que logre expandir su percepción, a menudo a través de la magia, los libros prohibidos y las geometrías imposibles.
Ahora sí, regresemos a Stranger Things.
Al inicio de la primera temporada presenciamos la misteriosa desaparición de Will en el Upside Down. Desde allí, el muchacho puede deambular por las réplicas tenebrosas de nuestra realidad, siendo acechado por una vegetación diabólica y, por supuesto, por el Monstruo. Por suerte, los amigos de Will están obsesionados con Dungeons-and-Dragons; un juego que, al parecer, tiene mucho que ver con esa otra dimensión; y que de hecho es utilizado en la serie para tratar de explicar sus reglas.
Incapaces de encontrar la forma de rescatar a Will, los muchachos interrogan a un profesor, el señor Clarke, quien les presenta una solución teórica para acceder a los planos de otra dimensión a través de una analogía.
El profesor les pide que imaginen una cuerda. En este sentido, la humanidad se representa bajo la figura de un acróbata que, desde su perspectiva, percibe a la cuerda como una línea plana; es decir, sobre la cual solo podemos movernos hacia adelante o hacia atrás. No obstante, la misma cuerda se desnaturaliza frente a la perspectiva de otra criatura, en el caso de la analogía del profesor, una mosca, que no posee las limitaciones del acróbata y que, además de avanzar y retroceder, puede aprovechar la circunferencia de la cuerda y, en cierta forma, trasladarse a otra dimensión.
En este sentido, la Cuarta Dimensión es simplemente una cuestión de perspectiva.
Otro ejemplo:
Supongamos que usted se encuentra en la calle, y que desde ahí oye el estrépito de un accidente automovilístico a varias cuadras de distancia. Supongamos también que yo estoy ubicado en el balcón de un sexto piso, y que desde allí puedo ver claramente lo que ha ocurrido. Naturalmente, esto no me vuelve más perspicaz que el lector. El hecho es el mismo: un accidente, pero la perspectiva de ambos es distinta. Desde mi posición yo puedo referir detalles específicos del hecho mientras que usted solo puede brindar referencias secundarias.
Algo similar ocurre en la teoría de la cuerda y el acróbata. Por su tamaño, el acróbata es incapaz de rodear, o siquiera de percibir, la circunferencia de la cuerda; mientras que la mosca, por su tamaño pero además por su perspectiva del universo, puede rodearla y desplazarse cabeza abajo.
Los amigos de Will, al igual que el acróbata, viven en una dimensión lineal del espacio-tiempo, que solo existe para ellos, es decir, para seres que posean un nivel de perspectiva acorde. Para pasar a la Cuarta Dimensión es necesario romper las leyes físicas que atan al acróbata. Y eso se logra únicamente reuniendo un volumen inconcebible de energía; la misma que Eleven (Once) utiliza para desgarrar la tela del tiempo-espacio para que el comisario del pueblo (Hopper), y la madre de Will, accedan al Upside Down para rescatar al muchacho.
Ahora bien, si Upside Down es una réplica degradada de nuestro mundo, podemos pensar que los seres que lo pueblan también son copias desmejoradas de nosotros mismos.
Pero hablar de réplicas quizá no sea del todo exacto. Es decir, las cosas son más oscuras y siniestras en el Upside Down, pero no necesariamente copias de nuestro mundo. En todo caso, si esto fuese así, ¿a quién estaría replicando el Demogorgon? ¿Cuál es su espejo en nuestra realidad?
Cuando el Demogorgon e Eleven se cruzan por primera vez, lo hacen en un espacio neutral, que no es nuestro mundo y definitivamente no es el Upside Down; sino más bien la propia consciencia de la niña, desde la cual expulsó a la monstruosidad creada por ella misma como consecuencia de las insoportables torturas a las cuales fue sometida.
Por otro lado, durante el último encuentro, ambos personajes, Eleven y el Monstruo alzan la mano al mismo tiempo como si fuesen reflejos. Y cuando el Demogorgon finalmente desaparece, Eleven también; sin mencionar que la chica se refiere a sí misma como un monstruo en varias ocasiones.
Ya sea el Upside Down —el Otro Lado de Stranger Things—, una ilusión materializada por una joven con poderes excepcionales, o bien una Cuarta Dimensión objetiva e independiente de sus proyecciones, la clave para perfilar el futuro de la serie se encuentra, una vez más, en la literatura; y aquellos que ya hayan leído It, de Stephen King, llevan una ventaja interdimensional considerable sobre el resto.
Fenómenos paranormales. I Misterios miserables.
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