De hominibus post mortem sanguisugis, vulgo sic dictis Vampyren.


De hominibus post mortem sanguisugis, vulgo sic dictis Vampyren.




Dissertationem de hominibus post mortem sanguisugis, vulgo sic dictis Vampyren («Disertación sobre humanos que beben sangre después de la muerte, comúnmente llamados Vampiros») es un libro prohibido de los médicos alemanes Johann Christoph Pohl y Johann Gottlob Hertel, publicado en 1732.

El libro aborda el tema del vampirismo desde una perspectiva científica, crítica, pero admite su posible realidad a pesar de estar oculta bajo el «vicio de la superstición». En esencia, el libro propone que los vampiros, si es que realmente existen, son individuos que padecen morbi post mortem, «enfermedades posteriores a la muerte» [ver: Porque la sangre es la vida: análisis del «Caso Renfield»]

El primer caso que expone es el de Arnold Paul, un hombre en Serbia que untó su cuerpo con la sangre de un cadáver [de quien se sospechaba era un vampiro], y luego ingirió tierra de su tumba. Transcurridos unos días, varias personas de una aldea cercana «se quejaron de haber sido torturados por él», de hecho, se le atribuyó la muerte de cuatro personas. El cuerpo de Arnold Paul fue exhumado por orden judicial y se encontró sangre fresca saliendo de sus ojos, nariz, boca y oídos, «hasta tal punto que su ropa interior y las cubiertas del ataúd estaban manchadas». Las autoridades procedieron a clavarle una estaca en el pecho:


«No sin un suspiro murió apreciablemente, traspasado.»


De hominibus post mortem sanguisugis aclara que el cuerpo de los vampiros, al ser exhumado, se encuentra «libre de los estragos de la putrefacción». Las uñas de las manos y de los pies se caen, y en su lugar crecen otras, más duras y largas. Esto basta para concluir que la persona desenterrada es un vampiro, también sus víctimas, o lo serán en pocos días, de modo que los procedimientos de exhumación y perforación con estacas recién comienzan para las autoridades. Cuando se descubre a un vampiro, se debe proceder a desenterrar a todas sus presuntas víctimas.

Los métodos profilácticos, en el caso de los vampiros, requerían de la participación activa de toda la aldea. El libro vuelve a la historia de Arnold Paul, que no sólo atacaba a seres humanos, sino también a animales de granja, cuya carne luego era aprovechada por sus propietarios. Estas personas, se creía, podían convertirse en vampiros en el curso de algunos días.

Las personas atacadas por un vampiro mueren al segundo o tercer día, «sin enfermedades previas», pero habiendo tenido espantosas pesadillas, «gritando que los muertos los estaban estrangulando», y acusando un agudo dolor en el pecho. Después de la disección de algunos de estos cadáveres, se notó que «los estómagos y corazones se llenaron de sangre que escapaba de los vasos». En los casos más repugantes, los méditos observaron que «el cerebro se convertía en pus» [ver: «No-Muertos» en el folklore y la psicología]

De hominibus post mortem sanguisugis no vacila en brindar testimonios sobre vampiros que regresan a sus hogares para mantener relaciones con sus esposas [ver: Liber Incubis et Succubis]. Al parecer, estas actividades se efectuaban a la manera de los vivos, «con la única diferencia de que el semen emitido era frío». Después, «al expirar el período habitual de 40 semanas», nacía un niño con características físicas anormales, «sin miembros»; fundamentalmente «una masa de carne» indistinta que el autor, no sabemos si en un lapsus de macabro humor, define como «arrugado como una salchicha».

Esto último remite al Malleus Maleficarum, así como a varios tratados demonológicos medievales, donde se emite la opinión unánime de que el fluido seminal de los demonios era frío como el hielo [ver: Los Demonios, el amor, y el placer]. Sin embargo, los demonólogos sostenían que los demonios no podían engendrar vida, algo que aparentemente sí era posible entre los vampiros.

De hominibus post mortem sanguisugis presenta estos reportes asombrosos pero también es reacio a aceptarlos. La mayor sospecha recae sobre los testigos y personas involucradas en la investigación, y afirma que es necesaria la presencia de médicos bien formados para determinar «el estado natural o sobrenatural» de estos presuntos cadáveres ambulantes. Sin la opinión fundada de anatomistas, no se puede «investigar en profundidad cosas o incluso enfermedades posteriores a la muerte que, con ciertas cualidades únicas, parecen a primera vista trascender los límites de la naturaleza».


«En la práctica de la medicina a menudo nos encontramos con fenómenos sorprendentes de enfermedades que, en la antigüedad, se consideraban milagros y trucos del diablo, y que aún hoy los incautos y los menos experimentados se refieren a ellas como milagros.»


De hominibus post mortem sanguisugis plantea algunas «contradicciones y absurdos» en los reportes sobre actividad vampírica. Por ejemplo, muchos testimonios alegan que la ausencia de putrefacción es un signo evidente de que el cuerpo exhumado es un vampiro, cuando otras historias afirman la presencia de vampiros prácticamente consumidos por la putrefacción. Esto, afirma Johann Christoph Pohl, se debe a la impericia de los testigos, cuando no a la matriz de superstición cultural que los rodea:


«Cuando los cuerpos fueron encontrados inmunes a los estragos de la corrupción, guiados por alguna ley de superstición, les infligieron la pena capital, y también a los putrefactos, de manera tal que ningún cuerpo debía eximirse de la pena.»


Los «hechos» expuestos en los reportes de vampirismo, opina el De hominibus post mortem sanguisugis, son «dudosos, oscuros y llenos de superstición». El libro admite la posiblidad de las «enfermedades post-mortem» como fundamento detrás de las leyendas de vampiros, pero desconfía de aquellos que, «movidos por una convicción engañosa, parecen intentar perturbar a los mismos muertos prolongando los mandamientos de la tierra».

Antes de que la novela gótica instalara la idea del vampirismo como enfermedad infecciosa transmitida por una mordida, De hominibus post mortem sanguisugis se pregunta si realmente son los dientes del vampiro los que «llevan la maldición a los vivos»; incluso se pregunta si lo que estas criaturas ansían es beber sangre. Para responder estas preguntas el libro resume los reportes judiciales sobre actividad vampírica de la siguiente manera:


«De lo dicho anteriormente queda bastante claro que un VAMPIRO es una persona fallecida que, después de la muerte, regresa de la tumba, drena la sangre de otras personas y animales que aún viven.»


Esto coincide en gran medida con las leyendas y tradiciones populares, y ese es el problema de credibilidad que encuentra el De hominibus post mortem sanguisugis. Toma como ejemplo las historias griegas sobre el Vrykolaka, que «acecha de manera similar» a los vivos que el vampiro alemán. Esto podría tomarse como otra mirada sobre el mismo fenómeno, sin embargo, Johann Christoph Pohl opina que no se puede elegir qué leyendas aceptar como potencialmente verídicas, y cuáles descartar como absurdas. «Si hemos de creer a Aristóteles, algunas aves extraen en secreto leche de las cabras y de las nodrizas».

Acto seguido reproduce un caso de vampirismo perfectamente contrario al comportamiento civilizado de los vampiros del romanticismo:


«Las tres hijas de un pastor, que dormían en la habitación habitual, se vieron perturbadas por un llanto inusual e inquietud durante algún tiempo, porque sentían que algo las estaba ordeñando. Las sospechas se vieron confirmadas por los pezones, que sobresalían como los de una mujer lactante. Para romper el hechizo, había que untar los pezones con ciertas hierbas. A partir de ahí, sus ombligos fueron aplastados por una succión tan fuerte que no sólo se destacó claramente, sino que también mostró el tamaño de la boca de la ventosa en forma de huella.»


Este caso, sostiene el De hominibus post mortem sanguisugis, seguramente tiene una explicación natural, aunque desconocida, que nada tiene que ver con los Ephialtes, «elementales» griegos que muestran un gran apetito por la leche y la sangre. Esta «ficción» demuestra «la convicción de algunas naciones sobre almas que se deleitan en la sangre». Esto podría estar relacionado con los mitos griegos, donde las almas que no eran admitidas en el Hades «vagaban por las costas del Leteo» alimentándose de vino y leche.

De hominibus post mortem sanguisugis afirma que todas estas historias se apoyan en la creencia antigua de que es la sangre la que le aporta vida al cuerpo. «No hay lugar para la reanudación de la vida» debido a la inexorable «decadencia de los órganos» en la tumba. Además, «si la muerte rompe el vínculo entre el alma y el cuerpo, el alma no continuará en el cadáver».


«¿Quién puede creer que la vida y la muerte puedan albergarse juntas en un mismo cadáver?»


El libro comenta astutamente que «los atributos de los Vampiros surgen del uso de funciones que les han sido negadas» por la muerte. «De hecho, la succión no se puede realizar sin la función de los pulmones y la respiración, ni la deglución sin el movimiento de los diversos músculos de la lengua y la mandíbula». En este contexto, el De hominibus post mortem sanguisugis se pregunta cómo los vampiros consiguen digerir la sangre «sin la fuerza del estómago, de los intestinos y del calor procedente de la circulación». Y ni hablar «del deseo y apetito de comer y beber, que sólo absurdamente se atribuye a los muertos».

Son interrogantes interesantes, sin duda, sobre los que las leyendas populares no proporcionan respuestas. «¿Con qué fin tiene lugar esta succión de sangre?». ¿Por qué una criatura «privada de todo aire» en la tumba necesitaría la sangre de los vivos, si ni siquiera posee funciones biológcas que requieran algún tipo de alimento?


«¿Cómo estos muertos poseen el poder de salir de las tumbas, de caminar y de ejercitar el movimiento voluntario, de secretar el esperma de los testículos?»


Estas «funciones que se alegan aquí» sólo pueden existir en un cuerpo vivo; por lo tanto, o los llamados vampiros no existen, «y sus historias deben considerarse como relatos supersticiosos», o bien están vivos de alguna manera; por lo tanto, no serían criaturas sobrenaturales sino individuos que padecen algún tipo de enfermedad desconocida.

De hominibus post mortem sanguisugis apunta sobre todo a los testigos que afirman haber sido «atormentados por vampiros con diversas dolencias». Padecimientos reales y bien documentados, como la fiebre, pueden producir un «desbordamiento copioso y rápido» de la imaginación.

En cuanto a las exhumaciones, el libro sostiene que «la sangre puede fluir después de la muerte por causas naturales», particularmente «por los ojos, las fosas nasales, la boca y los oídos, en tal abundancia que la mortaja y el ataúd pueden estar manchados». Esto podría confundir a los profanadores, haciéndoles creer que el cuerpo es en realidad un vampiro, y que la sangre no es suya. Sobre la ausencia de signos de putrefacción, el libro presenta algunas ideas bastante originales:


«Los cadáveres de VAMPIROS no contaminados por la descomposición, podrían tal vez denotar la condición especial y milagrosa de estos muertos, si no fuera porque otras circunstancias, también naturales, causan el mismo efecto (...) En los hombres de hábito corporal más seco y tenso, o en las personas privadas de sangre por hemorragias anteriores, o por heridas más graves, se observa que sus cuerpos no contienen más que huesos, cartílagos, ligamentos, piel, y nada más.»


De hominibus post mortem sanguisugis también propone una explicación natural para los movimientos observados en el cuerpo de los supuestos vampiros cuando se les perfora el tórax con una estaca:


«Sobre el sonido y el suspiro que los presentes percibieron de ARNOLD PAOLE, cuando la estaca le atravesó el pecho y el corazón de la manera habitual, espero encontrar menos dificultades en la explicación de este fenómeno. Por supuesto, la constitución de los pulmones después de la exhalación es tal que, aunque se colapsaban notablemente, retenían sin embargo una gran cantidad de aire en sus células y vesículas que, al ser comprimidas violentamente contra el pecho, no podían dejar de estallar con fuerza.»


El libro concluye concluye que la verdadera causa del vampirismo podría ser algún tipo de enfermedad epidémica., y recomienda a los jueces no aprobar «la ejecución supersticiosa de los muertos», es decir, la exhumación y profanación, bajo pretextos irracionales.

El texto original puede encontrarse aquí.




Libros prohibidos. I Libros de vampiros.


Más literatura gótica:
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1 comentarios:

nito dijo...

Un verdadero científico, un adelantado a su tiempo!!!!



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