El orgasmo en la literatura.
El orgasmo ha sido ampliamente difundido a través de la literatura a lo largo de los siglos, no siempre con eficacia, y mucho menos con objetividad.
Ya en el Libro III de las Metamorfosis de Ovidio se marca una clara diferencia entre el orgasmo masculino y femenino a través de una discusión entre Júpiter y Juno:
[«El sentido del placer es mayor en el hombre que el de ustedes (las mujeres)»]
[maior vestra profecto est, quam quae contingit maribus]
Juno, insatisfecha, rechaza esta sentencia, y accede a consultar la opinión de Tiresias, erudito y adivino que «conocía las dos caras de Venus», es decir, que había vivido en la tierra como hombre y como mujer. Pero el hermafrodita coincide con la opinión de Jove, lo cual será letal para la visión del sabio, ya que Juno, ofendida, lo vuelve ciego.
Algunos afirman que el pobre Tiresias decide suscribir la opinión del dios a causa de que previamente había recibido de Jove el don de la videncia y una larga vida. Pero Ovidio se desapega de estas polémicas divinas en su obra El arte de amar (Ars Amatoria), en la cual aborrece toda práctica sexual que no llegue a satisfacer el deseo de ambos amantes.
Durante siglos el orgasmo fue olvidado. La Edad Media lo evitó, salvo en alusiones veladas, y recién reapareció en el Romanticismo de una forma que nunca antes se había visto.
Percy Bysshe Shelley (1792–1822), poeta y esposo de Mary Shelley, fue el primero en comparar al orgasmo con la muerte:
Ninguna vida se iguala a esa muerte.
[No life can equal such a death]
[No life can equal such a death]
No deja de ser curioso que algunos críticos desvinculen estos versos de Percy Shelley del orgasmo y los ubiquen como un mera urgencia rítmica, cuando un par de versos atrás podemos leer una loa a la mecanicidad del sexo oral como vehículo para alcanzar el éxtasis:
¡Chúpala, chúpala, Yo resplandezco, resplandezco!
[Suck on, suck on, I glow, I glow!]
[Suck on, suck on, I glow, I glow!]
Ya fuera del ámbito poético, Percy Shelley declaró que el orgasmo es «la consecuencia casi involuntaria de un estado de abandono».
El último vínculo de Percy Shelley con el éxtasis [narrativo] proviene del poema El bote de Sergio (The Boat of Serchio), dedicado a Edward Ellerker Williams, acaso el mejor retrato del orgasmo en la literatura del romanticismo:
El Sergio, torciendo hacia adelante
Entre las barreras de mármol que hendió en Ripafratta,
Conduce por el abismo hórrido las olas
Que mueren la muerte que los amantes aman,
Viviendo en la búsqueda, como si este espasmo
No hubiese pasado, de las cimas montañosas,
Pero la corriente clara del entusiasmo absoluto Se vierte sobre el llano.
Entre las barreras de mármol que hendió en Ripafratta,
Conduce por el abismo hórrido las olas
Que mueren la muerte que los amantes aman,
Viviendo en la búsqueda, como si este espasmo
No hubiese pasado, de las cimas montañosas,
Pero la corriente clara del entusiasmo absoluto Se vierte sobre el llano.
(The Serchio, twisting forth
Between the marble barriers which it clove
At Ripafratta, leads through the dread chasm
The wave that died the death which lovers love,
Living in what it sought; as if this spasm
Had not yet passed, the toppling mountains cling,
But the clear stream in full enthusiasm
Pours itself on the plain)
Between the marble barriers which it clove
At Ripafratta, leads through the dread chasm
The wave that died the death which lovers love,
Living in what it sought; as if this spasm
Had not yet passed, the toppling mountains cling,
But the clear stream in full enthusiasm
Pours itself on the plain)
La frase: «La muerte que los amantes aman» ofrece un paralelo con el eufemismo francés: La petit mort, «la pequeña muerte», que representa el abandono de si mismo durante el orgasmo.
El escritor argentino Jorge Luis Borges ofrece un concepto análogo en una nota al pie de página en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en donde se lee una sentencia lacónica, y acaso platónica, en uno de los muros de una iglesia de Tlön:
[«Todos los hombres, en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre»]
El inicio de esta sentencia, «todos los hombres», recuerda a un William Shakespeare solemne; y de hecho fue Shakespeare una eminencia en referencias orgásmicas; como queda claro en estos versos recitados por Benedict en Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing), en donde se observa una relación metafórica entre el regazo de la mujer y su sexo:
Viviré en tu corazón,
Moriré en tu regazo,
Y seré enterrado en tus ojos.
Moriré en tu regazo,
Y seré enterrado en tus ojos.
(I will live in thy heart,
die in thy lap,
and be buried in thy eyes)
die in thy lap,
and be buried in thy eyes)
William Shakespeare fue aún más osado en Rey Lear (King Lear), donde especula con la satisfacción sexual de un novio:
Moriré valientemente.
como un novio satisfecho.
como un novio satisfecho.
(I will die bravely,
like a smug bridegroom)
like a smug bridegroom)
Con el tiempo, el orgasmo fue perdiendo sus necesidades metafóricas, se fue haciendo algo menos «sucio», y, por lo tanto, más accesible mediante un lenguaje adulto y directo. Ya despojado de su simbolismo, fue utilizado por innumerables autores, de los cuales elegiremos sólo uno para dar cierre a este artículo precipitado, y acaso precoz.
La frase pertenece a la novela El amante de Lady Chatterley (Lady Chatterley's Lover), de D.H.Lawrence, donde lo explícito sepulta inexorablemente aquel viejo decoro romántico:
[«Cuando él comenzó a moverse, en el indefenso orgasmo repentino, advirtió los extraños estremecimientos que ondulaban dentro de ella.»]
El lado oscuro del amor. I Poemas de amor.
El artículo: El orgasmo en la literatura fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
1 comentarios:
Gran post, da para una tesis muy larga.
Publicar un comentario