«Trolldómr» y los Libros Negros de Cyprianus.


Trolldómr y los Libros Negros de Cyprianus.




En la tradición escandinava existen los Svarteboken [«libros negros»], similares en algunos aspectos a los Libros de las Sombras de las brujas, particularmente de la religión Wicca. Los Svarteboken, en esencia, son pequeños grimorios atribuidos en parte a un sujeto misterioso: Cyprianus [Cipriano]

Los Libros Negros no solo proporcionan las típicas instrucciones para invocar demonios, lanzar hechizos y adquirir poderes mágicos; en algunos casos, la posesión del Libro Negro en sí otorga poderes sobrenaturales a su propietario. Sin embargo, y a pesar de esta ventaja, gracias a la cual no es necesario practicar las artes ocultas para obtener sus beneficios, bastando ser solamente el propietario, el uso inadecuado de un Libro Negro, incluso su posesión, puede traer graves consecuencias.

Algunos Libros Negros están escritos con sangre, otros simplemente están firmados de este modo, y esa es la raíz de su peligrosidad, ya que estos pequeños grimorios suelen quedar dentro de una familia y en cierto modo funcionan como un pacto. Cuando un Libro Negro sale de esa familia, por descuido o falta de herederos, y termina en manos imprudentes, este se libera del pacto con su propietario original y puede causar toda clase de desgracias.

Hay una leyenda alemana sobre un Libro Negro que, por circunstancias desconocidas, llegó a manos de unos campesinos. Sus poderes se liberaron cuando estos intentaron leerlo, no al revés, como debe hacerse, sino como si se tratara de un libro corriente. Una vez activado, causó grandes calamidades a la familia de campesinos. De hecho, cuenta la historia que intentaron repetidamente deshacerse del libro, pero no pudieron hacerlo, porque el Svarteboken estaba ligado a su propietario. Se decía que los Libros Negros no podían ser quemados, pues resistían a las llamas, ni tampoco destruidos por el agua. Si se los desechaba, siempre encontraban la forma de regresar.

Finalmente, los campesinos consiguieron la ayuda de un ministro, quien clavó con éxito el Libro Negro en un ataúd. Este final, quizás apócrifo, vindica el poder cristianismo sobre el paganismo.

Los Libros Negros tenían un fuerte arraigo popular. Muchas familias poseían uno, funcionando como una especie de guía para las generaciones venideras donde también se incluían recetas de cocina y métodos curativos, ritos estacionales y agrícolas, además de encantamientos, conjuros y hechizos. Los Libros Negros de Cyprianus [Cipriano], a pesar de contener elementos inocuos, tenían una pésima reputación entre las autoridades de la iglesia, quienes creían que la única forma de obtener el libro por sucesión familiar era renunciando al bautismo y entregándose a Satanás. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los Libros Negros estaban relacionados con párrocos rurales, más precisamente con sus esposas, quienes a menudo oficiaban de curanderas en las comunidades aisladas.

Aunque los Libros Negros, en gran parte, eran un compendio del saber tradicional recopilado por una familia durante generaciones, los aspectos mágicos siempre estaban atribuidos a un tal Cyprianus. Se cuenta una variedad de historias sobre la identidad de este individuo. Algunos dicen que sería Cipriano de Antioquía [San Cipriano], que vivió en el siglo IV d.C. en Turquía; quien logró invocar y dominar a una variedad de demonios, y que finalmente se convirtió al cristianismo y terminó su vida como mártir. En la Edad Media circulaban muchas leyendas unidas al nombre de Cyprianus, incluida la tradición de que practicaba la magia negra antes de su conversión al cristianismo. En otra tradición medieval, Cipriano era un hechicero que trató de seducir a Santa Justina, pero fue convertido cuando ella hizo la señal de la cruz, liberándolo del poder del diablo.

Los Svarteboken escandinavos casi nunca hacen referencia a San Cipriano, sino más bien a un hechicero, una figura fáustica llamada Cyprianus, que a menudo es descrito como un malvado noruego [o danés] que aprendió la magia negra a través de sus tratos con el Diablo. De hecho, una versión de la leyenda comenta que Cyprianus era tan malvado que el Diablo lo expulsó del infierno. Para vengarse, Cyprianus escribió el primer Libro Negro con fórmulas e invocaciones que permitirían controlar a los demonios.

Ahora bien, esta tradición de Cyprianus como expulsado por el diablo relaciona [con hilos delicados] a los Libros Negros con el Drácula de Bram Stoker. Según esta variante de la leyenda, el «infierno» del cual fue expulsado Cyprianus era en realidad la Scholomance, aquella legendaria escuela de magia negra situada en Transilvania y dirigida por el Diablo. En este contexto, Cyprianus habría sido uno de los diez solomonari [tal como lo fue Drácula], quien después de haber sido expulsado regresó a escandinavia y comenzó a difundir los secretos de esta institución [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Otras historias, en cambio, comentan que Cyprianus no estaba al tanto de las oscuras actividades de Scholomance hasta que ingresó en ella. Escapó y escribió el primer Svarteboken como método de defensa contra las actividades del Diablo y sus solomonari.

Rastrear los verdaderos orígenes del Cyprianus de los Libros Negros es prácticamente imposible. Hay demasiadas variantes extravagantes, como aquella mencionada en el Oldtidens Sortebog [«el antiguo libro mágico»], donde se afirma que Cyprianus fue una hermosa monja mexicana del siglo XIV, arrojada a una mazmorra en 1351. Mientras estuvo encerrada, escribió con sangre todos sus conocimientos mágicos en sus hábitos. Tiempo después, sus ropas fueron encontradas en un antiguo castillo y volcadas en el primer Libro Negro.

Uno de los principales intereses de los Libros Negros era la adivinación. Una de las prácticas más comunes era el støyping, y consistía en vertir plomo fundido a través de un agujero sobre un trozo de pan sumergido en agua fría. Luego se procedía a interpretar la causa de varias enfermedades, que a menudo eran atribuídas a la presencia de un changeling, es decir, la prole de los maliciosos huldra-folk dejada en el lugar de un niño humano sano. Este rito de adivinación a menudo era realizado por una signekjerring [«anciana bendita»].

Las leyendas más interesantes en torno a los Libros Negros son aquellas que narran su uso inadecuado, un motivo recurrente del folclore escandinavo. En tales historias, un sirviente o una criada encuentra y lee el Libro Negro de la familia, invocando así al diablo mientras el propietario [casi siempre un clérigo] está ausente. La única manera de salvarse es darle al diablo una tarea imposible, como desatar los nudos de una red de pesca o vaciar un fiordo. De este modo, el diablo, obligado por el Libro Negro a cumplir las órdenes del invocador, se mantiene ocupado hasta que el propietario del libro regresa y lo envía de vuelta al infierno.

En los años '70 del siglo pasado, una mujer noruega llamada Mary Rustad empezó a revisar la casa de campo a la que se había mudado recientemente. La casa había pertenecido a su familia durante siglos y estaba llena de objetos en desuso. En el ático encontró una caja, y dentro de la caja encontró dos libros que datan de principios del siglo XVIII, conocidos como Los Libros Negros de Elverum.

La familia Rustad siempre estuvo asociada a la brujería. De hecho, en 1625 se llevó a cabo un proceso judicial contra Ingeborg Økset, antepasado de Mary Rustad; de modo que la presencia de estos libros en la finca familiar no es sorprendente. Sin embargo, los hechizos y conjuros de los Libros Negros de Elverum no son gran cosa. Algunos apelan a Cristo, otros a Lucifer, pero también hay recetas medicinales que no tienen ningún elemento espiritual, por ejemplo, para tratar la impotencia [ver: Cómo las brujas causaban impotencia]. Lo sorprendente es la especificidad de estos hechizos. Hay uno que puede usarse para enviar al diablo tras el sinvergüenza que cometió un robo, no para matarlo, sino para que devuelva las pertenencias robadas.

En los Libros Negros de Elverum también hay instrucciones para encontrar brujas. Si usted sospecha que hay una bruja en su comunidad, se recomienda merodear en los alrededores de la iglesia local en ciertas noches y esperar cerca del campanario. Al parecer, a las brujas les encanta mordisquear las campanas y aprovecharán cualquier oportunidad para hacerlo. Los Libros Negros simplifican un poco esta tradición. No es que las brujas realmente mordisquearan las campanas, sino que raspaban el metal para utilizarlo en sus pociones.

Si bien los Libros Negros poseen toda clase de conjuros y encantamientos, así como instrucciones sobre cómo fabricar objetos mágicos, amuletos y talismanes, también conservan fórmulas personales anotadas por el propietario, es decir, variantes propias de fórmulas conocidas. La mayoría de los Libros Negros [conocidos] son pequeños cuadernos escritos a mano que datan de mediados del siglo XVIII. Por aquel entonces solo tenían valor para su propietario, pero a fines del siglo XIX surgió un renovado interés por ellos como depositarios de antiguas tradiciones y costumbres populares escandinavas, incluso precristianas. Algunos Libros Negros se imprimieron como curiosidades de una época que realmente creía en la magia.

Además del aspecto mágico, la proliferación de Libros Negros dependía de dos cuestiones fundamentales: el acceso a los libros [que era muy limitado para la gente común] y la creencia generalizada en el poder de la palabra escrita. Tener acceso a un libro era tener acceso a cierto grado de poder. El clero pertenecía a este grupo privilegiado, y cuando a mediados del siglo XVII se instruyó a todas las iglesias a que mantuvieran un registro, los párrocos [sobre todo] comenzaron a llevar pequeños cuadernos de anotaciones donde se enumeraban los nombres de los feligreses en relación con los eventos importantes de sus vidas. Uno se pregunta si los Libros Negros podrían estar relacionados con el establecimiento de estos registros eclesiásticos.

En un principio, estos registros no se diferenciaban demasiado de un cuaderno de almacenero de pueblo, con anotaciones cronológicas de los quehaceres diarios, pero evolucionaron gradualmente hasta convertirse en verdaderos registros con columnas para bautizos, confirmaciones, bodas y entierros. El acceso a tales libros estaba estrictamente regulado, pero cualquiera podía ver al sacerdote escribir los nombres y las fechas de quienes iban a participar en los rituales de la iglesia. Este acceso privilegiado a la información a través de un libro manuscrito podría haber dado lugar a especulaciones sobre su significado.

No me refiero aquí a que el clero estaba involucrado en la magia [y lo estaba], sino que la idea de mantener un registro de actividades e información rodeado del mayor secretismo bien pudo haber sido imitado.

Lo cierto es que uno puede encontrar recetas contra prácticamente todo en los Libros Negros, desde curar un dolor de muelas [kalamaris, katalibus, ratalibus] hasta protegerse de ladrones [auratebul], desde volverse invisible a enamorar a una chica o fabricar amuletos para protegerse del mal. Estos amuletos solían ser palabras escritas en un papel que envolvía una pequeña piedra y se llevaba alrededor del cuello. Las palabras a veces derivaban de la liturgia católica. Se escribían en un tosco latín, mal escritas o, mejor dicho, escritas como las personas sencillan las escuchaban de un sacerdote rural que no tenía muchos más conocimientos del latín que sus fieles.

Los Libros Negros, en general, eran bastante respetuosos. Un hechizo para hacer daño podía estar escrito en este latín rudimentario, pero nunca haría alusión a la tradición cristiana. Los Svarteboken menos familiares y dedicados a la medicina rural, ingresaban en el tenebroso territorio del trolldom [«hechicería»].

Los escandinavos medievales estaban preocupados por la eficacia de la magia, que funcionaba como una herramienta en la vida cotidiana tanto de los campesinos como de la nobleza. Era un lugar común. Muchas formas de magia, ya sean relacionadas con creencias paganas o clericales, se consideraban beneficiosas y eran aceptadas. Las formas oscuras de la magia, sin embargo, eran inaceptables y se consolidaron en la noción de trolldómr [de trolle, «conjurar»; y dom, sufijo utilizado para formar sustantivos a partir de adjetivos]. Este término puede traducirse aproximativamente como «hechicería», aunque sin la relación necesaria con los trolls, de la cual hablaremos más adelante.

A mediados del siglo XVI, los obispos comenzaron a viajar a las comunidades rurales escandinavas con el objetivo de proporcionarles a los clérigos locales algunas herramientas para comenzar a aislar a los practicantes de la magia. La estrategia, muy exitosa, fue etiquetar todas las formas de magia como trolldómr, término que implicaba malicia en las operaciones mágicas. Fue en este momento en que comenzaron a prosperar los Libros Negros bajo un manto de secretismo. Esto significaba que no podían salir del seno de una familia ya que constituían una prueba de delito.

Los trolls ya estaban asociados con la magia en los mitos nórdicos, pero en el folclore moderno, desde alrededor del siglo XIX en adelante, se han transformado en criaturas grandes y brutas, o incluso en seres pequeños que pueden poseer algún rasgo mágico, pero ya no peligrosos. Sin embargo, los trolls fueron vistos como muy peligrosos en el pasado [ver: Grendel y la misteriosa raza de los «Eotens»]

Es importante entender que los trolls escandinavos no son solo una cosa, sino todo un abanico de seres diferentes pero al mismo tiempo similares en algunos aspectos. Están los trolls de la montaña, que no parecen demasiado interesados en los seres humanos; y los trolls del bosque, que están aterrorizados por el cristianismo y se convierten en piedra cuando les da el sol. El troll promedio es similar a un ser humano de gran estatura, y generalmente se distingue de nosotros por el hecho de tener cola, que esconde entre sus ropas. A propósito, el clero tuvo una excelente idea para que la gente no se vaya de la iglesia antes de que termine el servicio religioso al difundir la idea de que los trolls no soportan escuchar misa, y huyen precipitadamente si oyen las sagradas escrituras. Si uno no quería ser acusado de ser un troll [y podía ser una acusación seria], era aconsejable quedarse hasta el final del servicio.

Los trolls, salvo excepciones, eran expertos en todos los aspectos mágicos de los Libros Negros: eran capaces de volverse invisibles, de cambiar de forma, y de lanzar maldiciones devastadoras. Sin embargo, la magia de los trolls no era considerada realmente «magia» por los antiguos escandinavos, sino más bien habilidades extraordinarias, si es que podemos captar la sutil distinción. La magia [seiðr] en la cultura nórdica era algo sagrado, algo que practicaba el propio Odín, mientras que los trolls solo utilizaban una forma degradada y con fines viles. Ahora bien, desde la mirada cristiana, las habilidades de los trolls se ajustaban a lo que incluso hoy consideraríamos magia, de modo que el término trolldómr era lógico [para esa mirada cristiana], aunque no para la percepción escandinava.

En la actualidad se habla mucho de magia nórdica, de seiðr, pero estas interpretaciones [wiccanas y neopaganas en su mayoría] son muy licuadas, una especie de chamanismo burgües para gente blanca que quiere «conectar con la naturaleza». No puede haber «expertos» en magia nórdica porque el seidr no tiene fuentes históricas. Hay menciones en los Eddas y Sagas, pero no hay descripciones rigurosas de sus rituales. De hecho, por las pocas referencias que han sobrevivido, sabemos que el seiðr era originalmente una magia basada en el tejido [seithr], algo así como un tejido ritual. Los hombres no la practicaban porque se consideraba una forma cobarde y retorcida de lograr objetivos. Tal vez por eso los aesir se sorprendieron enormemente cuando Odin decidió practicarla.

Las leyes medievales prohibían la magia dañina [maleficium, en latín] mientras que se toleraba la magia beneficiosa [sanación, suerte en la caza, protección del ganado y las cosechas]; sin embargo, a finales de la Edad Media los teólogos desarrollaron una nueva visión, donde toda la magia, incluso al servicio del bien, estaba vinculada a los poderes del mal [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]

En Noruega, las leyes medievales se aplicaron hasta 1697, pero la pena de muerte por practicar la hechicería fue adoptada por decreto real recién en 1584. Para el centenario de la Reforma, el 12 de octubre de 1617, el castigo ya era menos riguroso: el destierro en lugar de la pena de muerte.

En este contexto, cuando las autoridades de la fe etiquetaron toda forma de magia como trolldómr, la gente sencillamente no dejó de practicar sus ritos y costumbres, solo se vio forzada a realizarlos de manera privada, discreta, cobijadas por sus personas de confianza: sus familias. Así, probablemente, nacieron los Libros Negros.




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