Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula»


Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula».




La mayoría de los críticos discuten el vampirismo en Drácula como una forma de seducción enfocada en la corrupción simbólica de la feminidad victoriana. Si este es el tema central de la novela, la seducción de Mina y Lucy son fundamentales para entender ese mensaje (ver: ¡Este hombre me pertenece!)

Mina Harker y Lucy Westenra son dos personajes esenciales de la novela de Bram Stoker: Drácula (Dracula). Ambas son diametralmente opuestas: mientras Mina parece representar, al menos en la superficie, la estatura moral esperable de la mujer victoriana, Lucy, en cambio, se pregunta por qué una chica no puede casarse con tres hombres. En definitiva, Mina y Lucy son la clave para entender por qué las mujeres son tan vulnerables a los poderes de Drácula (ver: Por qué Drácula nunca pudo enamorarse de Mina)

La afirmación de Drácula que más enfurece a los hombres es aquella en la que enfatiza su creciente control de las acciones y deseos de las mujeres británicas (ver: Drácula y las mujeres)


Tus mujeres, que todos aman, ya son mías; y a través de ellas, tú y los demás seréis míos, mis criaturas, para cumplir mis órdenes y ser mis chacales cuando quiera alimentarme.


La repetición de términos posesivos sugiere que la amenaza que representa Drácula está indisolublemente ligada al deseo de poseer. Drácula socava el control de los hombres sobre sus mujeres, pero también vaticina que controlará el resto de Gran Bretaña, con la implicación de que incluso los hombres finalmente serán víctimas de la misma «infección», de ese modo, feminizándose (ver: La identidad de género en el Horror)

Aunque las mujeres de Drácula traicionan algunos deseos cuestionables, es importante enfatizar que ni Mina ni Lucy son ejemplos de lo que en la era victoriana se conocía como la Nueva Mujer, es decir, un perfil de mujer más independiente, capaz de ejercer una profesión universitaria y de abrirse paso en el ámbito laboral. Es cierto, Mina trabaja como maestra antes de su boda con Harker, aprende taquigrafía y mecanografía, y tiene algunas aspiraciones periodísticas, pero principalmente adquiere conocimientos prácticos para ser útil a Jonathan (ver: Las fantasías privadas de Bram Stoker)

En cualquier caso, la brújula moral de Mina se aproxima bastante al ideal victoriano. Se preocupa excesivamente por la reputación de Lucy cuando la descubre como sonámbula, en camisón, vagando por los jardines. Y en más de una ocasión es portavoz de la ideología victoriana de la virilidad incondicional y la feminidad admiradora:


Oh, me hizo bien ver la forma en que estos los hombres valientes trabajan. ¿Cómo pueden las mujeres no amar a los hombres cuando son tan serios, tan veraces y tan valientes?


Lucy, por otro lado, se caracteriza por encarnar el ideal de feminidad de las clases altas: es bella e inocente, al menos hacia el exterior. Sin embargo, incluso estas mujeres aparentemente conformistas, cada una dentro de su rol, parecen estar cambiando, y aquí es donde reside el horror principal de Drácula para los lectores victorianos (ver: El Drácula de Coppola y las cloacas de Stoker)

Mina y Lucy están desarrollando ciertos deseos... inmoderados (ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra).

Lucy, además de desear muchos más hombres de los que el matrimonio heterosexual tradicional puede proporcionarle, es incapaz de resistir los encantos de Drácula, mientras que Mina está completamente fascinada por las innovaciones tecnológicas de finales del siglo XIX (ver: Las nuevas tecnologías en la mecánica del Horror)

Además de estar familiarizada con la máquina de escribir, Mina está deslumbrada con fonógrafo del doctor Seward (El profesor Lugano probablemente diría: «con el aparato del doctor Seward»). Su primer encuentro con este dispositivo es extraño, muy extraño: en medio de la desolación y la tristeza general por el estado de Lucy —en este punto, ya «infectada» por Drácula—, Mina está lejos de mostrarse apesadumbrada por la salud de su mejor amiga; en cambio, siente vértigo al descubrir las estupendas propiedades del fonógrafo.


¡Qué extraordinario! ¡Esto supera incluso a la taquigrafía! ¿Puedo oírlo decir algo?


Imaginemos a un personaje actual ante una situación igualmente dramática, asombrándose por un nuevo modelo de teléfono celular, e incluso solicitándole una demostración a su propietario. Absurdo, ¿verdad?

Pero esa escena de Drácula no es caprichosa. Bram Stoker quiere decirnos algo aquí. El comentario inoportuno de Mina sugiere una creciente falta de moderación y educación, atributos esenciales de la feminidad victoriana (ver: Drácula visita Salem's Lot)

Mina está cambiando (ver: El cuerpo de la mujer en el Horror)

Dado que las habilidades de Mina como secretaría, y el conocimiento de lo último en tecnología resultan fundamentales durante la búsqueda de Drácula, se puede afirmar Bram Stoker argumenta contra el impulso patriarcal por el cual los hombres intentan excluir a Mina de la investigación y relegarla al papel de «estrella» y «esperanza». En definitiva, los hombres quieren que Mina se quede en casa, como una niña, hasta que ellos resuelvan este asunto (ver: El cuerpo de la mujer en el Gótico).


Y ahora, señora Mina, esta noche será la última hasta que todo esté bien. Es demasiado valiosa para nosotros para correr ese riesgo. Cuando nos separemos esta noche, no debe cuestionar nuestra decisión. Le informaremos todo a su debido tiempo. Somos hombres y podemos soportar el peso de esta misión.


Curiosamente, es en este momento de la historia, cuando los hombres deciden quitarle a Mina su trabajo como escriba oficial de la cacería de Drácula, cuando ella se vuelve vulnerable a las atenciones del vampiro. ¿Casualidad? (ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes)

Más aún, cuando Mina es despojada de su rol, y en cierto modo separada de la toma de decisiones, Drácula puede penetrar en la casa que los hombres más se esfuerzan por proteger y seducirla (ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche)

¿Por qué los hombres no quieren que Mina siga participando activamente en la misión de detener a Drácula? Después de todo, Mina posee una memoria excelente, tiene experiencia con la taquigrafía y con el uso de distintos dispositivos. Su formación le permite reunir y organizar mecánicamente todo el material disponible por el grupo, proporcionándole a Van Helsing un conocimiento crucial sobre las actividades de Drácula, las cuales son esenciales para derrotarlo en última instancia (ver: ¿Drácula era menos inteligente de lo que creíamos?)

Por momentos, Drácula presenta varios argumentos en favor de la interacción activa de las mujeres con la tecnología, al menos en el papel de ayudantes de los hombres, y solo en momentos de extrema necesidad. Sin embargo, la última parte de la novela se vuelve cada vez más poblada por artificiosas declaraciones de caballerosidad y reafirmaciones de la ideología de género victoriana. De hecho, Drácula termina con la valiente y activa Mina convertida en una perfecta esposa y madre victoriana.

Parece que la participación de Mina en la cacería del vampiro, y su uso autorizado de las novedades tecnológicas, es solo temporal y debe contrarrestarse cuidadosamente con fuertes dosis de discurso patriarcal. Su participación, por muy instrumental que sea, está permitida solo porque se ha demostrado que es el menor de dos males: dejar a una mujer en la oscuridad, lejos de la supervisión masculina, es dejarla abierta a las influencias de Drácula, mientras que tenerla cerca permite controlarla.

Al final, cuando Van Helsing y su grupo han logrado purgar el mundo moderno de monstruosidades medievales, el apetito de Mina por los dispositivos tecnológicos parece algo olvidado, probablemente porque sus manos están ocupadas sosteniendo a su hijo recién nacido.

Si uno acepta la noción de que las monstruosidades de Drácula son una reacción conservadora a la decadencia de fin de siècle, y orientada hacia las mujeres, entonces es obvio que el texto identifica el erotismo con la transgresión de las normas de género victorianas. [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]

Las mujeres a las que Drácula «infectó» con el vampirismo son propensas a exhibiciones de «coquetería obscena», como las tres vampiresas en el castillo transilvano, entusiasmadas con la perspectiva de ser besadas, quienes inmediatamente (antes de que el lector sepa que son vampiros) se acercan a Jonathan Harker mucho más de lo que las damas victorianas deberían (ver: Las tres novias de Drácula: la verdadera identidad de las vampiresas más famosas)

El estado vampírico en desarrollo de Lucy, por otro lado, es reveado por su seducción, como cuando le pide un beso a Arthur con una «voz suave y voluptuosa» antes de su muerte. Más tarde, cuando intenta atraer a Arthur hacia ella en la cripta, se expresa de una manera sexualmente agresiva y sugiere una necesidad poseer físicamente el objeto de su deseo:


Ven a mí, Arthur. Mis brazos están hambrientos de ti.


Estas vampiresas no solo son sensuales, sino que su sensualidad es una táctica de caza mediante la cual intentan satisfacer sus deseos. El pináculo victoriano de su monstruosidad, sin embargo, es el rehazo que sienten estas mujeres por el papel de madres. Las novias de Drácula devoran a un niño recién nacido, proporcionado por el conde; mientras que Lucy se dedica a robar bebés de sus cunas para alimentarse de ellos en lo profundo de su cripta.

Uno de los síntomas de la «infección» de Drácula parece insinuar que las mujeres terminan tan obsesionadas con su deseo (de sangre, en apariencia) que olvidan el sagrado papel femenino sobre el cual se construye todo el edificio de la moral victoriana. Dejan de ser esposas atentas y madres cuidadosas.

Frente a estos tropos e incidentes de transgresión e inmoralidad, la «dulce pureza» de Lucy Westenra se transforma en «voluptuoso desenfreno». Y a medida que crece el riesgo de perder por completo el control de las mujeres, la novela ofrece declaraciones cada vez más vociferantes y exageradas de la ideología tradicional de género (ver: El Machismo en el Horror)

El doctor Van Helsing, símbolo de la autoridad patriarcal —el científico que diagnosticará la «enfermedad» y la curará metódicamente— ofrece insoportables dosis de conservadurismo para contrarrestar los efectos subversivos de la lascivia vampírica, tal es así que constantemente idealiza la virtud y las supuestas cualidades maternales de Mina (ver: La maternidad fallida en «Drácula»):

Créame, entonces, que vengo aquí lleno de respeto por usted, y usted me ha dado la esperanza de que aún quedan mujeres buenas para hacer la vida más feliz, mujeres buenas, cuyas vidas pueden ser una buena lección para sus hijos.


En última instancia, el principal objetivo de Van Helsing es solidificar la masculinidad de los hombres, hacer que Jonathan Harker, a quien le gusta compararse con una bella dama ruborizada, sea «fuerte y varonil», y borrar la mancha de impureza de las frentes de las mujeres (ver: Virgen o Bruja: la mujer según la literatura gótica)

Al final de la novela, Van Helsing logra su cometido: Harker se convierte en el héroe épico mientras Mina está ocupada alimentando el incondicional futuro de la masculinidad victoriana en la forma de su pequeño hijo. Un final feliz, sin dudas, al menos desde la perspectiva de los vencedores.




Taller gótico. I Vampiros.


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El artículo: Mina y Lucy: la ideología de género en «Drácula» fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Será que es el verdadero terror para los personajes conservadores, que las mujeres se vuelvan independientes, que expresen sus deseos? Que incluso el mismo autor no esté libre de ese terror.
De ser así, parece que terminar con una estaca en el corazón parece el destino que les esperaba a las mujeres que no se resignan a ser buenas, según los parámetros de Van Hellsing.

Ariel dijo...

Esto es lo fascinante de Drácula: está abierta a tantos significados. Es curioso que Drácula, en tanto síntoma de corrupción moral, provenga de una nación atrasada o aún medieval en el siglo XIX. Lo medieval se vuelve sinónimo de desenfreno y amoralidad. Es interesantísimo como el deseo sexual se identifica con un momento histórico anterior a la racionalidad y moderación del mundo moderno, como si se tratara de un vestigio que aún acosa y pone en peligro el orden victoriano.

Rem dijo...

No, las hacían quedarse en sus casas porque había un vampiro suelto, no porque fueran machistas opresores odiadores seriales. Y nunca las amenazaron con clavarle ninguna estaca. Deje de decir tonterías.



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