«El único fantasma que he visto»: Emily Dickinson; poema y análisis.


«El único fantasma que he visto»: Emily Dickinson; poema y análisis.




«El único fantasma que he visto
iba vestido de encaje,
su pie desprovisto de sandalias
y andaba como copos de nieve».



El único fantasma que he visto (The only Ghost I ever saw) es un poema gótico de la escritora norteamericana Emily Dickinson (1830-1886), escrito en algún momento de 1862 y publicado de manera póstuma en la colección de 1891: Poemas: segunda serie (Poems: Second Series).

El único fantasma que he visto, uno de los poemas de Emily Dickinson menos conocidos, presenta un encuentro singular con lo sobrenatural. El poema introduce a un fantasma que se caracteriza por su apariencia delicada y sus cualidades efímeras. No viste andrajos sino costosos ropajes, sus movimientos son casi élficos [sus pasos son como «copos de nieve»], y su risa se asemeja a una suave brisa.

Emily Dickinson no es ajena al género gótico, pero a menudo se acerca a lo sobrenatural de manera lúdica, juguetona, y ese parece ser el caso de El único fantasma que he visto.

Se trata de un poema sencillo, aunque con algunos detalles desconcertantes. La Narradora [presumiblemente la propia Emily Dickinson] dice que ha visto un fantasma una vez. Describe el encuentro de forma periférica, con detalles secundarios, y luego cierra con una línea abrupta. Dado que la descripción parcial del Fantasma ocupa la mayor parte del poema, conviene empezar el análisis por aquí:

Primero se nos informa que el Fantasma está vestido de mechlin, un tipo de encaje fino y transparente que se utilizaba en algunos vestidos y trajes de verano, de modo «que no llevaba sandalias» [este espíritu debe haber sido tremendamente rico en vida, si estaba vestido completamente de mechlin]. Estos detalles sugieren que no es un fantasma particularmente antiguo. Es silencioso [como un «pájaro»] pero rápido [como un «ciervo»]. Evidentemente, está lejos de ser el típico esperpento gótico.

El poema cierra con la Narradora diciendo que no quiere mirar atrás y llama appalling al día en que vio a su fantasma. Es una palabra que ha caído en desuso, pero en el siglo XIX aludía a algo que producía una fuerte impresión, un shock [de apall, «empalidecer»]. Con el tiempo, la palabra terminó siendo utilizada para algo aterrador o repugnante. Teniendo en cuenta que es un poema de Emily Dickinson, es lícito preguntarnos si todo esto no será una metáfora de algo más que la Narradora está observando.

Rápido, etéreo, de aspecto delicado, todo induce a pensar que el Fantasma es una personificación. Pero, ¿de qué? ¿De la nieve? Demasiado obvio; después de todo, el Fantasma camina como «copos de nieve». ¿Del viento? Si bien las ráfagas invernales podrían ser percibidas como algo fantasmal, Emily Dickinson aclaera que la entidad se mueve como una «brisa». Nieve como nieve, viento como viento, no son metáforas, son tautologías [repetir lo que ya se ha dicho sin aportar nueva información]. Si es un acertijo, el Fantasma podría ser un árbol; en definitiva, la autora dice que no tiene sandalias en el pie [singular], no pies como en un fantasma humano. Además, lleva muérdago.

La pista principal es el muérdago, una planta parasitaria que sólo crece incrustando sus raíces en los árboles. Emily Dickinson sabía de botánica, y ha escrito otros acertijos versificados con plantas como respuestas. Así que no es descabellado que la Narradora estuviera mirando un árbol. Sin embargo, un árbol entre «árboles pensativos» es otra repetición innecesaria.

Un fantasma que viste volantes de encaje que se mueven en la brisa, que no lleva calzado, es perfectamente admisible, pero en ningún momento queda claro por qué este encuentreo es desagradable para la Narradora. Su descripción es la de un espíritu encantador y para nada amenazante; de hecho, el Fantasma es «tímido» con ella.

El único fantasma que he visto comienza en forma de balada, como muchos de los poemas de Dickinson, pero después de la sexta línea utiliza exclusivamente el trímetro, una métrica asociada con versos más bien desenfadados, y el final es un corte abrupto. En sus formas iniciales está contando una historia de fantasmas [por eso disfruta de los detalles] pero termina con una nota disonante, apalling, que no encaja con el tono alegre del poema. ¿Qué es lo que horroriza a la Narradora? Nada en el aspecto del Fantasma, eso es seguro. Quizás ese horror tenga que ver con el hecho de que el espectro se muestre tímido «con ella».

Mi primera impresión al leer este poema, que casi nunca es acertada, apunta a un árbol, mejor dicho, a una presencia que, como la brisa, deja impresiones al pasar suavemente entre los árboles, solo para desaparecer en un instante, dejando de nuevo sola a la Narradora. ¿Será que ella está en un bosque? ¿La mención del muérdago refiere a los druidas? ¿Acaso ella tiene miedo de mirar hacia atrás porque eso la obligaría a recordar algo que ocurrió en el bosque? El Fantasma, en ese caso, debería ser antiguo, incluso pagano, pero sus ropas no son las de un druida.

El único fantasma que he visto tiene el aire de un acertijo, pero nadie ha propuesto una solución convincente. Se ha sugerido un árbol cubierto de nieve en un bosque, un pájaro, el viento, pero Emily Dickinson nombra todo eso en el poema, algo extraño en un acertijo. En resumen, sólo podemos decir con cierto grado de certeza que estamos ante el retrato de un momento existencial.




El único fantasma que he visto.
The only Ghost I ever saw, Emily Dickinson (1830-1886)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


El único fantasma que he visto
iba vestido de encaje,
su pie desprovisto de sandalias
y andaba como copos de nieve.

Su semblante era silencioso, como el de un pájaro,
pero rápido, como el de un ciervo,
su porte, como un mosaico pintoresco,
tal vez de muérdago.

Su conversación, rara,
Su risa, como la brisa
que se desvanece en hoyuelos
entre los árboles pensativos

Nuestra entrevista fue fugaz,
se mostró tímido conmigo;
y Dios no permita que mire hacia atrás,
¡desde aquel día fatídico!


The only Ghost I ever saw
Was dressed in Mechlin—so—
He wore no sandal on his foot—
And stepped like flakes of snow—

His mien, was soundless, like the Bird—
But rapid—like the Roe—
His fashions, quaint, Mosaic—
Or haply, Mistletoe—

His conversation—seldom—
His laughter, like the Breeze—
That dies away in Dimples
Among the pensive Trees—

Our interview—was transient—
Of me, himself was shy—
And God forbid I look behind—
Since that appalling Day!


Emily Dickinson (1830-1886)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de Emily Dickinson.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Emily Dickinson: El único fantasma que he visto (The only Ghost I ever saw), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«Cuando estaba muerto»: Vincent O'Sullivan; relato y análisis.


«Cuando estaba muerto»: Vincent O'Sullivan; relato y análisis.




«Pensando que era una vergüenza
que un ataúd tan hermoso estuviera vacío,
me acosté en él y dormí sin soñar.»



Cuando estaba muerto (When I was Dead) es un relato de fantasmas del escritor norteamericano Vincent O'Sullivan (1868-1940), publicado en la antología de 1896: Un libro de baratijas (A Book of Bargains).

Cuando estaba muerto, uno de los mejores cuentos de Vincent O'Sullivan, abre con una cita de Bien está lo que bien acaba —a veces traducido como A buen fin no hay mal principio (All's Well That Ends Well)— de William Shakespeare; y relata la historia de un hombre que poco a poco se da cuenta de que ha muerto. A partir de allí comienza a experimentar una especie de pesadilla post-mortem.

Cuando estaba muerto es una historia extraña, hecha a partir de retazos y detalles incompletos. El Narrador, Alistair, comienza describiendo su mansión, Ravenel Hall, que chorrea todos los tropos del castillo gótico tradicional:


«Eso era lo peor de Ravenel Hall.
Los pasillos eran largos y oscuros, las habitaciones eran monónotas,
llenas de humedad, hasta los cuadros eran sombríos y sus temas funestos.»



Alistair es un aficionado al esoterismo y el ocultismo. Tiene una curiosa teoría acerca de las propiedades mágicas de la sangre [similares a las de Eliphas Levi]. Según esta teoría, si te concentras lo suficiente en una simple gota de sangre, aparecerá un fantasma [ver: Porque la sangre es la vida]. Su último huésped, Wilvern, escucha pacientemente a Alistair antes de irse para siempre de Ravenel Hall:


«La noche antes de que se fuera le estaba explicando mi teoría de que si colocas algunas gotas de sangre humana cerca de ti, y luego concentras tus pensamientos, al cabo de un rato verás a un hombre o una mujer que se quedará contigo durante largas horas de la noche e incluso te encontrará en lugares inesperados durante el día.»


Cierto día, mientras lleva a cabo este ejercicio, se manifiesta la aparición de una anciana sin ojos. El esfuerzo de voluntad necesario para completar el espectro resulta demasiado costoso para Alistair:


«La figura que tenía ante mí era la de una anciana con el pelo partido en el medio que le caía hasta los hombros, blanco de un lado y negro del otro. Era una anciana casi normal, pero, ¡ay!, no tenía ojos, y cuando intentaba reconstruirlos, se arrugaban y se pudrían ante mi presencia.»


Esa noche, Alistair se concentra al máximo, «pensando como nunca antes había pensado», a tal punto que «los ojos se me estaban saliendo de las órbitas» cuando escucha «un estruendo terrible». El procedimiento de recomposición de los ojos de la vieja se interrumpe con el ruido. Suena «como si se hubiera caído algo pesado».

La puerta de la biblioteca se abre. Entran dos sirvientas. Las mujeres empalidecen, claman a Dios, y se retiran entre gritos y sollozos. Alistair está indignado por esa irrupción. Sale de la biblioteca hecho una furia y confronta a sus empleadas, pero nadie lo escucha, nadie puede verlo, ni siquiera el viejo Soames, el mayordomo, quien lo ha criado desde que Alistair era un bebé.

La actividad en Ravenel Hall es clara para Alistair. Todo está siendo preparado para organizar su funeral: la presencia del doctor del pueblo, los lamentos de Soames y señora Pebble, el ataúd. En este punto, Vincent O'Sullivan aporta un detalle tan atractivo como novedoso en el género: así como nadie puede ver al espíritu o fantasma de Alistair, él mismo es incapaz de ver su propio cadáver. Por ejemplo, observa a los empleados maniobrando «como si estuvieran levantando un cuerpo indefenso, tambaleándose con su carga imaginaria hasta un sofá». Allí donde esta su difunto cuerpo físico, Alistair sólo ve un espacio vacío.


«Por la mañana llegaron los hombres y, aunque les ordené que salieran, se pusieron a atender algo que yo no podía ver. Por la noche trajeron un ataúd. Entonces, en mi estado de ánimo, pensando que era una vergüenza que un ataúd tan hermoso estuviera vacío, me acosté en él y dormí sin soñar, fue el descanso más suave que he tenido en mi vida.»


El desenlace de Cuando estaba muerto plantea muchos interrogantes y pocas respuestas. La hermana de Alistair, con quien aprentemente tuvo un conflicto que los mantuvo separados durante años, llega a Ravenel Hall. Aunque conmovida por la muerte de su hermano, también es «insensble» a su presencia espiritual. Alistair tiembla «de rabia al verla arrodillarse junto al ataúd», y cuando ella se inclina para besarlo [desde la perspectiva incompleta del muerto, ella sólo está besando la almohada], pierde el control. De alguna manera él parece interactuar con el mundo físico: toma un cuchillo y lo clava en el cuello de su hermana.

La mujer sale a los gritos de la habitación, aunque no está herida en el cuello; de hecho, no tiene un rasguño, pero el cadáver está sangrando por la nariz. Evidentemente, el cuchillo especral ha atravesado a la mujer sin hacerle daño pero sí se clavó en la nariz del cuerpo en el cajón.


«La tarde del tercer día cayó una fuerte nevada. A eso de las once observé que la casa estaba llena de brutos y gente del condado que acudían a las exequias. Entré en la biblioteca y me quedé sentado, esperando. Pronto llegaron los hombres, cerraron la tapa del ataúd y lo sacaron sobre sus hombros. Y aun así me quedé sentado, sintiendo con tristeza que me habían quitado algo; no podía recordar exactamente qué.»


Al salir al vestíbulo, Alistair nota que «no quedaba ni rastro del funeral»; pero después de un rato ve «un hilo negro que se enroscaba lentamente sobre la llanura blanca».


«—¡No estoy muerto! —gemí, y me froté la cara con la nieve pura, y la arrojé sobre mi cuello y cabello—. Dios mío, no estoy muerto.»


Más que no entender que ha muerto, el Narrador no acepta el hecho de su muerte [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]. Tampoco es un personaje simpático, como podríamos esperar de alguien que ha muerto. Es un sujeto amargado y odioso que reprende a sus sirvientes incluso cuando observa que están visiblemente dolidos por su fallecimiento. Esto establece un conflicto de voces, y hace que la historia sea mucho más agresiva de lo que es normalmente en el género.

Robert Aickman, que recopiló este cuento en la antología de 1967: El cuarto libro de Fontana sobre grandes historias de fantasmas (The Fourth Fontana Book of Great Ghost Stories), define atinadamente esta historia como «un espasmo de culpa». Debido a que el Narrador, por su condición de difunto, no puede percibir la totalidad de lo que está ocurriendo, se nos presenta una versión incompleta y muy poco confiable de los hechos, habida cuenta que Alistair está, al principio, en un estado de negación, y posteriormente de furia ciega. En este contexto, al menos para mí, el final de Cuando estaba muerto es un misterio.

Vincent O'Sullivan fue un escritor desafortunado, sombrío, y muy original; a tal punto que se ganó la amistad y admiración de Oscar Wilde. En 1909, a causa de un desastre financiero, su hermano hundió a la familia O'Sullivan en la pobreza. Desde entonces Vincent vivió en la miseria, sin hogar, hasta que murió en Francia durante la ocupación nazi. Su cuerpo fue enterrado anónimamente en una fosa común.




Cuando estaba muerto.
When I was Dead, Vincent O'Sullivan (1868-1940)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)



«Y, sin embargo, mi corazón no se humilla
ante el mal que amenaza mi existencia.»

(William Shakespeare)



Eso era lo peor de Ravenel Hall. Los pasillos eran largos y oscuros, las habitaciones eran monótonas, llenas de humedad, hasta los cuadros eran sombríos y sus temas funestos.

En una tarde de otoño, cuando el viento aullaba entre los árboles del parque y las hojas muertas silbaban y parloteaban, mientras la lluvia clamaba en las ventanas, no era de extrañar que la gente de nervios suaves perdiera el control. Un sistema nervioso agudo es una carga pesada en la cubierta de un barco bajo un cielo soleado: en Ravenel, la cadena de nervios era propensa a hacer sonar una marcha fúnebre.

En una comunidad de bebedores de té hay que mimar los nervios; y el fantasma al que tu abuelo, con un trago de oporto, podía enfrentarse sin temblar, te hace, en tu sobriedad, sudar y temblar; o, asustándose (¡pobre fantasma!) de tus ojos saltones y tu mandíbula caída, calma la expectativa no apareciendo en absoluto. Así que me quedo con la conclusión de que fue el té lo que hizo que mi conocido tuviera miedo de quedarse en Ravenel.

Incluso Wilvern se rindió; y como está en la Guardia y es jugador de polo, sus nervios debían ser lo suficientemente fuertes. La noche antes de que se fuera le estaba explicando mi teoría de que si colocas algunas gotas de sangre humana cerca de ti, y luego concentras tus pensamientos, al cabo de un rato verás a un hombre o una mujer que se quedará contigo durante largas horas de la noche e incluso te encontrará en lugares inesperados durante el día. Estaba explicando esta teoría, repito, cuando me interrumpió con palabras bastante insensatas.

—Creo, Alistair, querido amigo —comenzó—, que deberías salir de este lugar e ir a la ciudad, dar una vuelta por ahí; realmente deberías, ¿sabes?.

—Sí —respondí—, y supongo que me envenenarán en los hoteles con mala comida y en los clubes con malas palabras. No, gracias; y permíteme decirle que tu preocupación por mi salud me debilita.

—Bueno, puedes hacer lo que quieras —dijo él, dando golpecitos con los pies en el suelo—. ¡Me ahorcarán si me quedo aquí después de mañana! ¡Me volveré loco si lo hago!

Fue mi último visitante.

Algunas semanas después de su partida, yo estaba sentado en la biblioteca con mis gotas de sangre a mi lado. Para entonces, mi teoría estaba casi probada, pero había una dificultad. La figura que tenía ante mí era la de una anciana con el pelo partido en el medio que le caía hasta los hombros, blanco de un lado y negro del otro. Era una anciana casi normal, pero, ¡ay!, no tenía ojos, y cuando intentaba reconstruirlos, se arrugaban y se pudrían ante mi presencia.

Esa noche estaba pensando, pensando, como nunca antes había pensado, y los ojos se me estaban saliendo de las órbitas cuando oí un estruendo terrible afuera, como si se hubiera caído algo pesado. De repente, la puerta se abrió de golpe y entraron dos sirvientas. Miraron la alfombra debajo de mi silla. Se pusieron pálidas, clamaron a Dios y se acurrucaron afuera.

—¿Cómo se atreven a entrar en la biblioteca de esta manera? —pregunté con severidad.

No recibí respuesta de ellas, así que comencé a perseguirlas. Encontré a todas las sirvientas de la casa reunidas en un grupo al final del pasillo.

—Señora Pebble —dije con agudeza al ama de llaves—, quiero que despidan a esas dos mujeres. ¡Es un ultraje!

Pero ella no me estaba prestando atención. Su rostro estaba distorsionado por el terror.

—¡Ay, ay, ay! —dijo—. Será mejor que vayamos todos juntos a la biblioteca —añadió a las demás.

—¿Soy yo el dueño de mi propia casa, señora Pebble? —pregunté, dando un golpe con los nudillos sobre la mesa.

Ninguna parecía verme ni oírme: bien podría haber estado gritando en un desierto. Las seguí por el pasillo y les prohibí entrar en la biblioteca.

Pero pasaron a mi lado y se quedaron alrededor de la alfombra de la chimenea. Entonces tres o cuatro de ellas empezaron a arrastrar y levantar, como si estuvieran levantando un cuerpo indefenso, y se tambalearon con su carga imaginaria hasta un sofá. El viejo Soames, el mayordomo, estaba cerca.

—¡Pobre caballero! —dijo con un sollozo—. Lo conozco desde que era un bebé. ¡Y pensar que está muerto así, tan joven, además!

Crucé la habitación.

—¡Qué es todo esto, Soames! —grité, sacudiéndolo bruscamente por los hombros—. No estoy muerto. ¡Estoy aquí... aquí!

Como no se movió me asusté un poco.

—¡Soames, viejo amigo! ¿No me conoces? ¿No conoces al niño con el que jugabas? Dime que no estoy muerto, Soames, por favor, Soames.

Se inclinó y besó el sofá.

—Creo que uno de los hombres debería ir al pueblo a buscar al doctor, señor Soames —dijo la señora Pebble, y salió arrastrando los pies para dar la orden.

Ahora bien, este doctor era un perro ignorante al que me había visto obligado a excluir de la casa porque iba por ahí proclamando su creencia en un Dios salvador, al mismo tiempo que se consideraba a sí mismo un hombre de ciencia. Estaba resuelto a que él nunca cruzara mi umbral, de modo que seguí a por la casa a la señora Pebble gritando aquella prohibición. Pero no escuché ni un gemido de ella, ni un movimiento de cabeza, ni un gesto que indicara que me había oído.

Me encontré con el doctor en la puerta de la biblioteca.

—Bueno —dije con desdén, lanzándole un golpe a la cara—, ¿has venido a enseñarme algunas oraciones nuevas?

Pasó a mi lado como si no hubiera sentido el golpe y se arrodilló junto al sofá.

—Creo que se ha roto un vaso en el cerebro —les dijo a Soames y a la señora Pebble al cabo de un momento—. Lleva muerto varias horas. ¡Pobre hombre! Será mejor que telegrafíen a su hermana. Yo enviaré al funerario para que se encargue del cadáver.

—¡Mentiroso! —grité—. ¡Mentiroso! ¿Cómo tienes la insolencia de decirles a mis sirvientes que estoy muerto cuando me ves aquí cara a cara?

Ya había avanzado mucho en el pasillo, con Soames y la señora Pebble pisándole los talones, antes de que yo terminara de hablar. Ninguno de los tres se dio la vuelta.

Toda esa noche estuve sentado en la biblioteca. Curiosamente, no tenía deseos de dormir ni, durante el tiempo que siguió, deseos de comer. Por la mañana llegaron los hombres y, aunque les ordené que salieran, se pusieron a atender algo que yo no podía ver. Así que me quedé todo el día en la biblioteca o deambulé por la casa. Por la noche, los hombres volvieron trayendo un ataúd. Entonces, en mi estado de ánimo, pensando que era una vergüenza que un ataúd tan hermoso estuviera vacío, me acosté en él y dormí sin sueños, el descanso más suave que he tenido en mi vida.

Cuando los hombres llegaron al día siguiente continué descansando en total tranquilidad. El encargado de la funeraria me afeitó. ¡Qué ayuda de cámara extraño!

La noche siguiente, cuando bajaba las escaleras, noté que había un equipaje en el vestíbulo y me enteré de que había llegado mi hermana. No había visto a esa mujer desde que se casó y la detestaba más que a cualquier criatura de este mundo mal organizado. Era muy hermosa, creo, alta, morena y recta como una vara, y tenía una pasión desenfrenada por el escándalo y la moda. Supongo que la razón por la que me disgustaba tanto era que tenía la costumbre de hacer que uno se diera cuenta de su presencia cuando estaba a varios metros de distancia.

A las nueve y media mi hermana bajó a la biblioteca con un abrigo muy encantador, y pronto descubrí que era tan insensible a mi presencia como los demás. Temblé de rabia al verla arrodillarse junto al ataúd, mi ataúd; pero cuando se inclinó para besar la almohada perdí el control.

Un cuchillo que había sido usado para cortar cuerda estaba sobre una mesa: lo agarré y se lo clavé en el cuello. Ella huyó de la habitación gritando.

—¡Ven! ¡Ven! —gritó, con la voz temblorosa de angustia—. El cadáver sangra por la nariz.

Entonces la maldije.

La tarde del tercer día cayó una fuerte nevada. A eso de las once observé que la casa estaba llena de negros y brutos y gente del condado que acudían a las exequias. Entré en la biblioteca y me quedé sentado, esperando. Pronto llegaron los hombres, cerraron la tapa del ataúd y lo sacaron sobre sus hombros. Y aun así me quedé sentado, sintiendo con tristeza que me habían quitado algo; no podía recordar exactamente qué.

Tal vez durante media hora, soñé; y luego me deslicé hasta la puerta del vestíbulo. No quedaba ni rastro del funeral; pero al cabo de un rato vi un hilo negro que se enroscaba lentamente sobre la llanura blanca.

—¡No estoy muerto! —gemí, y me froté la cara con la nieve pura, y la arrojé sobre mi cuello y cabello—. Dios mío, no estoy muerto.


Vincent O'Sullivan (1868-1940)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Relatos góticos. I Relatos de fantasmas.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Vincent O'Sullivan: Cuando estaba muerto (When I was Dead), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

El extraño plan de Kurt Barlow.


El extraño plan de Kurt Barlow.




«¡Yo no soy la serpiente,
soy el padre de las serpientes!»

(Kurt Barlow)



La gran mayoría de los personajes de la novela de vampiros de Stephen King: Salem's Lot, son memorables. Dicho esto, la muerte del antagonista principal, Kurt Barlow, parece anticlimática. Es cierto, Matt Burke sostiene que su arrogancia terminará siendo su perdición, pero el vampiro simplemente se acuesta en su ataúd esperando que todo salga bien. Podemos deducir que Kurt tuvo muchos enemigos en el curso de su existencia [antinaturalmente larga], razón por la cual su escasa planificación resulta difícil de digerir.

Siendo Salem's Lot un homenaje a Drácula, el final podría ser una versión aproximada del final del novela de Bram Stoker, donde los perseguidores llegan al castillo del Conde y lo matan fácilmente [en un párrafo]; sin embargo, para llegar hasta ese punto los protagonistas han viajado durante días por barco y tren desde Londres a Transilvania, siguiendo y descartando una serie de pistas falsas hasta que se separan en dos grupos [Van Helsing y Mina llegan primero]. En resumen: todos viven una gran aventura para matar a Drácula, y esto sólo fue posible porque el vampiro fue interceptado justo antes de entrar al castillo [ver: Drácula visita Salem's Lot]

Al final de Salem's Lot, Barlow es destruido en el sótano de la pensión de Eva Miller, donde Ben Mears tiene una habitación. Es como si Drácula se escondiera en la casa de Jonathan Harker: una jugada audaz, tal vez demasiado. Esconderse a plena vista es un plan elegante, pero en términos prácticos no funciona ni siquiera en La carta robada de E. A. Poe.

Otro punto debatible: ¿cómo pudo Kurt Barlow entrar en la casa de los Petrie sin ser invitado?

El tema de la invitación es un motivo importante en la novela: ningún vampiro puede entrar en una casa sin invitación; y ésta incluso puede ser retirada, como sucede con Matt Burke, quien invita y expulsa a Mike Ryerson. Kurt Barlow simplemente irrumpe por la ventana de la casa de los Petrie y mata a los padres de Mark.

Podría argumentarse que Barlow es más que un vampiro «común» [si es que existe tal cosa]. Él mismo le dice al padre Callahan: «Yo era viejo cuando tu iglesia era joven», y habla de «tradiciones» [como el crucifijo] como cosas que la humanidad simplemente inventó. En su batalla dialéctica con Callahan, Barlow sugiere que, en teoría, el sacerdote podría haber luchado contra él sin el crucifijo. Sin embargo, su fe falla y el crucifijo se vuelve inútil. Podemos asumir que la idea de seguridad dentro de la propia casa es en sí misma otra «tradición», es decir, algo que no funciona sin el poder de la fe [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]

También vale señalar que, anteriormente, Mark le da permiso a un vampiro para entrar a su casa. ¿Es posible que este permiso se extienda hacia arriba en la jerarquía?

Aunque se desconoce su verdadera edad, Barlow afirma ser muy viejo En la serie La Torre Oscura se revela que Barlow es un vampiro Tipo Uno, capaz de hibernar durante siglos y poseedor de una inteligencia superior, pero esa adición posterior no debería eximirlo de las reglas que, aparentemente, rigen sobre los demás vampiros de la novela [ver: 4 tipos de vampiros en el Multiverso de Stephen King]

Por momentos, Barlow parece parecer más humano que los otros vampiros. Su apariencia física incluso cambia, hacia el final de la novela, en una versión de aspecto más joven; y en varios pasajes es capaz de contenerse y jugar psicológicamente con sus víctimas antes de atacarlas. En otras ocasiones se comporta como cualquier otro vampiro. Después de que Mark Petrie hiere a Straker durante su huida de la Casa Marsten, Barlow no puede resistirse y se alimenta de la sangre de su sirviente. Se muestra furioso por este giro en los acontecimientos, ya que considera a Straker el mejor «familiar» que jamás ha tenido. A pesar de toda su sofisticación y experiencia, Barlow sigue estando bajo el dominio de sus impulsos.

El problema con el «plan» de Barlow es que comienza siendo demasiado meticuloso como para terminar durmiendo en el sótano de Eva Miller sin ninguna protección adicional, excepto la de otros vampiros menores, y por lo tanto más vulnerables que él. Según los registros gubernamentales obtenidos por el comisario de Jerusalem's Lot [Parkins Gillespie], Barlow utilizó anteriormente el nombre de Kurt Breichen bajo la fachada de un noble austríaco. Con este nombre mantuvo una correspondencia de doce años con Hubert Marsten, quien asesinó a su esposa y se suicidó [después de quemar sus cartas con Breichen]. La novela de Stephen King implica fuertemente que Hubie Marsten consolidó una especie de acuerdo [¿invitación?] con Breichen, la cual le permitiría al vampiro entrar en Jerusalem's Lot unas décadas después [ver: «The Bad Place»: análisis de la Casa Marsten]. En 1938, Breichen huye de Alemania y se establece en Londres, donde adopta el apellido Barlow.

La logística de Drácula es desconocida. Bram Stoker sólo habla de sus fieles «gitanos», quienes preparan todo para el viaje del vampiro a bordo del Deméter, incluídas sus cajas llenas de tierra del castillo [ver: El misterio del «Deméter»: análisis de un capítulo de «Drácula»]. Realmente no se sabe si Drácula posee «familiares», pero ciertamente cuenta con colaboradores humanos. Sus asuntos inmobiliarios en Londres dependen de R. M. Renfield y, luego, de Jonathan Harker [ver: el caso Renfield]. Kurt Barlow sí posee un «familiar» declarado: Richard Throckett Straker, quien funciona como debería haber funcionado Renfield de no haber perdido la cordura. Todos los asuntos comerciales de Barlow son representados por Straker: compra la Casa Marsten y organiza los ritos necesarios para preparar el arribo de su amo [ver: Los «espíritus familiares»]

En otras palabras, el «plan» de Kurt Barlow comienza a diseñarse [al menos] en 1938, demasiado tiempo como para no contemplar la posibilidad de encontrar resistencia en Jerusalem's Lot. El sótano de Eva Miller evidentemente no es parte del plan original, sino más bien una improvisación, algo inaceptable en un sujeto que ya era viejo cuando los primeros cristianos «se escondían en las catacumbas de Roma y se pintaban peces en el pecho para poder reconocerse».

Stephen King se inspiró para escribir Salem’s Lot después de su experiencia como profesor en una escuela secundaria donde dio varias clases sobre Drácula. Descubrió que, a pesar de que la novela de Bram Stoker es un producto de su época [en el vampirismo confluye la sexualidad victoriana reprimida, la xenofobia y el homoerotismo], la trama aún resonaba en los estudiantes. Salem’s Lot es una historia bastante diferente de Drácula. Podría decirse que, en esencia, es la historia de un escritor que regresa a su ciudad natal y descubre que sus pesadillas de la infancia son demasiado reales. Sin embargo, el modelo de Bram Stoker está presente. Incluso los residentes de Jerusalem’s Lot lo han leído.

De hecho, es la fama del Drácula de Bram Stoker lo que le da cierta ventaja a los protagonistas de Salem's Lot. Mark Petrie, aficionado al género, conoce las «reglas», y es el primero en darse cuenta de la amenaza sobrenatural que ha llegado a la Casa Marsten. En cierto modo, Mark es una especie de Van Helsing. Proporciona una visión general de las costumbres de los vampiros, así como de sus puntos fuertes y debilidades. Van Helsing, en cambio, primero estudia y descarta cuestiones médicas conocidas antes de resolver que está enfrentando a un ser sobrenatural. Stephen King no tuvo que molestarse en llevar de la mano al público. Mark sabe lo que Van Helsing comprende más adelante. En la década de 1970, la erudición en materia de vampirismo se ha devaluado lo suficiente como para formar parte de la cultura popular.

En otros aspectos, Salem’s Lot invierte algunos puntos centrales de Dracula. En la novela de Bram Stoker, la tecnología, sobre todo los avances en las comunicaciones, son herramientas contra las que Drácula no puede luchar. Los telegramas viajan de un lado a otro a través de Europa, dándoles a los «buenos» una ventaja que quizás no ha sido debidamente contemplada por el Conde. Sin embargo, casi un siglo después, los personajes de Salem’s Lot parecen varados, aislados en un pequeño pueblo. Después de todo, Ben Mears es un escritor bastante reconocido. ¿Por qué nunca se evalúa la posibilidad de obtener ayuda externa? No es necesario denunciar la presencia de vampiros; bastaría mencionar las desapariciones, asesinatos y muertes inexplicables para despertar la atención de las autoridades.

Todo esto devalúa un poco el plan de Kurt Barlow. La estratégica adquisición de propiedades de Drácula sugiere que el Conde deseaba, como mínimo, conquistar Londres [el ombligo del mundo en el pensamiento victoriano]; y a partir de allí quizás extenderse. ¿Cuál era el plan de Kurt Barlow? Convertir en vampiros a todos los habitantes de Jerusalem´s Lot y esperar que ningún agente externo metiera las narices?

Digamos, por afán de teorizar, que Kurt Barlow sí tiene un plan maestro. Hay evidencias en la novela que respaldan esto, como el contacto con Hubie Marsten cuatro décadas antes, la profanación de la Casa Marsten [haciéndola habitable para el mal], entre otras cosas. Cómo este plan maestro fue desbaratado por un chico de doce años, un escritor traumatizado [por su infancia y la reciente muerte de su esposa], un sacerdote alcohólico [en medio de una crisis de fe] y un profesor de secundaria con una afección cardíaca, sin hacer otra cosa que apelar a la lógica, es una pregunta difícil de responder.

Tal vez estas diferencias en el planeamiento residen en el punto de comparación más interesante entre Drácula y Salem’s Lot: el estatus social de los vampiros. El Conde es un aristócrata que planea atacar en el seno de la alta sociedad londinense, y en parte lo logra al convertir a Lucy Westenra. Barlow y su familiar se presentan como dos anticuarios europeos que buscan retirarse [Straker encanta a los habitantes con sus aires sofisticados]. De ningún modo parecen interesados en las clases sociales de sus víctimas; de hecho, una de las primeras víctimas de Barlow es Dud Rogers, el encargado del basurero local, un hombre de pocas luces.

Los vampiros de Salem's Lot tienen puntos en común con las tradiciones medievales. Por ejemplo, los vampiros convertidos por Barlow parecen ir primero en busca de sus familiares y amigos, como el pequeño Ralphie Glick, que primero bebe la sangre de su hermano, Danny, y este, una vez convertido, bebe la de su madre, Marjorie, y así sucesivamente [ver: Danny Glick y los niños-vampiro de Stephen King]. En Drácula no ocurre lo mismo. Lucy Westenra, por ejemplo, sale de la bóveda familiar y comienza a llevarse niños pequeños con los que no tiene ninguna relación previa [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]. Sin embargo, en la novela de Stephen King se alude a Drácula específicamente, siempre en ocasión de describir el comportamiento de los vampiros. Una de ellas es cuando Matt y Ben sospechan que Mike Ryerson, el encargado del cementerio, se ha convertido en un no-muerto. Mike tenía dos marcas en el cuello que han desaparecido al día siguiente. Matt y Ben discuten el tema:


»—De acuerdo con el folclore, las marcas desaparecen —dijo Matt de repente—. Cuando las víctimas muere, las marcas desaparecen.

»—Lo sé —dijo Ben. Recordó que tanto al Drácula de Stoker como a las películas de Hammer protagonizada por Christopher Lee.


Hay otra mención a Drácula cuando Ben debe matar a Susan:


«De pronto le vino a la mente un fragmento de Drácula, esa divertida ficción que ya no le hacía ninguna gracia. Era el discurso de Van Helsing a Arthur Holmwood cuando este último se enfrentó a esa misma terrible tarea: Debemos atravesar aguas amargas antes de llegar a las dulces


Barlow es diferente de Drácula en un aspeto fundamental: su psicología. El Conde no tiene demasiado interés en los humanos, pero cuida a sus vampiros, sobre todo a sus tres «novias», a quienes provee sustento [ver: La verdad sobre las tres Vampiresas de Drácula]. Barlow, por el contrario, muestra un vivo interés por las personas, le gusta conocer a la gente, hablar con ellas, y observa detalladamente a sus víctimas. Ambos comparten el orgullo y la arrogancia alimentadas a través de siglos de existencia, pero sus actitudes hacia sus víctimas son diferentes. Drácula es más distante, pero posee un mayor grado de control sobre sus impulsos. Cuando Harker se corta al afeitarse, el rostro del Conde se contorsiona en un gesto de avidez, pero no lo ataca. Cuando Barlow percibe la sangre de Straker, después de ser atacado por Mark, no puede resistir el impulso de beber.

El «plan» de Barlow, cualquiera haya sido, se deshilacha por completo en la carta que deja a los cazadores en la Casa Marsten [una improvisación y, por lo tanto, no planeada] cuando estos intentan rescatar a Susan:



***

4 de octubre.
Queridos jóvenes amigos:


¡Qué amable de su parte haber pasado por aquí!

Nunca me disgusta la compañía; ha sido una de mis grandes alegrías en una vida larga y a menudo solitaria. Si hubieran venido por la tarde, los habría recibido en persona con el mayor placer. Sin embargo, como sospechaba que elegirían llegar durante el día, pensé que sería mejor estar fuera.

Les he dejado una pequeña muestra de mi agradecimiento: alguien muy cercano y querido para uno de ustedes se encuentra ahora en el lugar donde yo ocupaba mis días hasta que decidí que otro podría ser más agradable. Ella es muy encantadora, señor Mears, muy sabrosa, si me permite una pequeña broma. Ya no la necesito, así que la he dejado para que usted... ¿cómo se dice su idioma?, se prepare para el evento principal. Para abrir su apetito, si lo desea. Veamos qué tanto disfruta el aperitivo del plato principal que está considerando, ¿de acuerdo?

Maestro Petrie, me ha robado al sirviente más fiel y hábil que he conocido. Me ha hecho participar, de manera indirecta, en su ruina; ha hecho que mis propios apetitos me traicionen. Se ha acercado sigilosamente, sin duda. Voy a disfrutar tratando con usted. Con sus padres primero, creo. Esta noche... o mañana por la noche... o la siguiente. Y luego usted. Pero entrará en mi iglesia como castratum.

Y, padre Callahan, ¿lo han convencido para que se una? Eso pensé. Lo he observado durante algún tiempo desde que llegué a Jerusalem’s Lot… de la misma manera que un buen jugador de ajedrez estudia las partidas de su oponente, ¿no es así? ¡Pero la Iglesia Católica no es el más antiguo de mis oponentes! Yo era viejo cuando ella era joven, cuando sus miembros se escondían en las catacumbas de Roma y se pintaban peces en el pecho para reconocerse. Yo era fuerte cuando este club de comedores de pan y bebedores de vino que veneran al salvador de las ovejas era débil. Mis ritos eran viejos cuando los de su iglesia eran desconocidos. Sin embargo, no subestimo. Soy sabio en los caminos del bien así como en los del mal. No estoy hastiado.

Y yo venceré. ¿Cómo?, dicen. ¿No lleva Callahan el símbolo de la Blancura? ¿No se mueve tanto de día como de noche? ¿No hay hechizos y pociones, tanto cristianas como paganas, que mi buen amigo Matthew Burke piensa utilizar tanto en mí como en mis compatriotas? Sí, sí y sí. Pero yo he vivido más que ustedes. Soy astuto. No soy la serpiente, soy el padre de las serpientes.

Pero, dicen, esto no es suficiente. Y no lo es. Al final, “Padre” Callahan, terminará destruyéndose. Su fe en la Blancura es débil y blanda. Sus palabras de amor son presunción. Sólo cuando habla de la botella está bien informado.

Mis buenos amigos, señor Mears, señor Cody, maestro Petrie y padre Callahan, disfruten de su estancia. El Médoc es excelente, me lo consiguió especialmente el difunto propietario de esta casa, de cuya compañía personal nunca pude disfrutar. Les ruego que sean mis invitados si aún tienen gusto por el vino después de haber terminado el trabajo que tienen entre manos. Nos volveremos a encontrar en persona y les transmitiré mis felicitaciones a cada uno de ustedes de una manera más personal.

Hasta entonces, adieu.


BARLOW.

***



El tono de la carta de Barlow dista mucho de ser solemne; de hecho, es más humoristica que otra cosa. Uno a uno amenaza a los cazadores, revelando sus debilidades personales; excepto a Mark, a quien llama master [del lat. magister, alguien que posee control o autoridad sobre determinado tema], aunque luego sostiene que formará parte de su «iglesia» como castratum, un niño cantor sometido a una castración para conservar su voz aguda.

La carta de Barlow, además, revela algunos detalles de lo que podría ser su «plan». Habla de «mi iglesia», lo cual podría inferir que forma parte de un culto a una entidad superior. De hecho, Stephen King [a través de Matt] menciona de pasada que Barlow tiene, o tuvo, un Amo, pero nunca vuelve a hablar de ello:


«Bueno, creo que he juntado algunas piezas. Straker debe ser el perro guardián, el guardaespaldas humano de esta cosa... una especie de familiar. Debe haber estado en la ciudad mucho antes de que apareciera Barlow. Había ciertos ritos que realizar, en propiciación del Padre Oscuro. Incluso Barlow tiene su Amo, ¿sabes?»


Cuando Matt hace referencia a que Barlow tiene un «Amo», creo que no está hablando de un personaje específico, sino más bien de una abstracción: el Mal absoluto, con mayúsculas, quizás Satanás o, posteriormente, el Rey Carmesí en la mitología de Stephen King. Quizás el «Amo» es el Gusano [del cuento Jerusalem's Lot] No está muy claro, pero si Boon está vinculado con Barlow, entonces su plan podría ser traer a su «Amo» [el Gusano] de vuelta al mundo.

En el capítulo XII, Mark y Susan encuentran en la Casa Marsten un libro escrito en latín. Mark lo abre al azar y ve «un hombre desnudo sosteniendo el cuerpo destripado de un niño ante algo que no se podía ver». Mark se alegra de cerrar el libro. La encuadernación le resulta incómoda y familiar en sus manos. ¿Stephen King está sugiriendo que la encuadernación del libro está hecha de piel humana? En Jerusalem's Lot, Charles y Calvin también encuentran un libro escrito en latín en el púlpito de la iglesia abandonada. Su título es De Vermis Mysteriis [«Los misterios del gusano»]. Cuando Charles toca el libro, la iglesia tiembla y algo gigantesco mueve bajo el suelo [ver: Reconstruyendo el «De Vermis Mysteriis»]

Los Misterios del Gusano [apócrifo] de Ludwig Prinn apareció por primera vez en el cuento de Robert Bloch de 1935: El secreto en la tumba (The Secret in the Tomb); y luego con mayor fuerza en El vampiro estelar (The Shambler from the Stars). H. P. Lovecraft acuñó el título en latín [De Vermis Mysteriis], que el propio Bloch nunca utilizó. Prinn fue un alquimista que «se jactaba de haber alcanzado una edad milagrosa» hasta que fue capturado «en las ruinas de una tumba prerromana» y quemado en la hoguera a finales del siglo XV. Si bien Stephen King cita directamente al De Vermis Mysteriis en Jerusalem's Lot, el libro que encuentra Mark en la Casa Marsten nunca es nombrado [ver: De Vermis Misteriis y la biología extradimensional de los Mitos de Cthulhu].

En términos prácticos, el propio Barlow es el centro de la adoración de los vampiros. Si esto es así, su «plan» podría estar relacionado con establecer su culto en Jerusalem's Lot. No es una posibilidad completamente descabellada. A la luz de las acciones que va tomando en el curso de la novela, Barlow no es selectivo con sus víctimas, de hecho, su único objetivo parece ser transformar a todo pueblo en vampiros, que le servirán de esclavos y/o adoradores. El único que podría conservar cierta autonomía es Straker [después de todo, uno siempre necesita que alguien lo cuide mientras duerme].

Entonces, la «iglesia» de la que habla Barlow podría ser simplemente el resultado de convertir a las personas en vampiros. Seguir y adorar al lider, aún cuando este no haya planificado demasiado las cosas, es quizás un impulso natural en los no-muertos [ver: «No-Muertos» en el folclore y la psicología]




Vampiros. I Taller gótico.


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El artículo: El extraño plan de Kurt Barlow fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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