«El hombre que no estaba ahí»: William Hughes Mearns; poema y análisis.


«El hombre que no estaba ahí»: William Hughes Mearns; poema y análisis.




«Ayer, en la escalera,
me encontré con un hombre que no estaba ahí.
Hoy tampoco estaba.
Ojalá se fuera, cómo deseo que se vaya.»



Antigonish (Antigonish) —también conocido como El hombrecito que no estaba ahí (The Little Man Who Wasn't There) y El hombre que no estaba ahí (The Man Who Wasn't There)— es un poema de fantasmas del escritor norteamericano William Hughes Mearns (1875-1965), escrito en 1899.

El hombre que no estaba ahí, uno de los grandes poemas de Huges Mearns, se apoya en descripciones minimalistas para referirse a una presencia que se manifiesta a través de su ausencia.


Ayer, en la escalera,
me encontré con un hombre que no estaba ahí.
Hoy tampoco estaba.
Ojalá se fuera, cómo deseo que se vaya.

Cuando anoche llegué a casa a las tres,
el hombre me estaba esperando,
pero cuando miré alrededor del salón,
no pude verlo ahí.
¡Vete, vete, no vuelvas más!
¡Vete, vete, y, por favor, no des un portazo!
(¡Slam!)

Anoche, en la escalera,
vi a un hombrecito que no estaba ahí.
Hoy tampoco estaba.
¡Como desearía que se marchara!


La primera estrofa de El hombre que no estaba ahí es magnética. Lo primero que uno piensa es en el vacío dejado por un ser querido que ha muerto, alguien que no está, pero cuya presencia no desaparece de la memoria. Si somos un poco más superficiales podríamos pensar que se trata de un fantasma [ver: Sentir «presencias» cuando estás solo]. De hecho, el poema decididamente evoca esa inquietante sensación que uno puede experimentar cuando está solo, pero siente una presencia a su lado, conocida como Experiencia Aparicional.

La idea de encontrarse con alguien «que no está ahí» admite múltiples interpretaciones. Podría tratarse de una Sombra, en el sentido jungiano [los aspectos inconscientes del Orador], la ausencia de un difunto, un espíritu, un recuerdo, un remordimiento. El hombre que no estaba ahí puede significar cualquiera de esas cosas, o ninguna. Hughes Mearns, sin embargo, tenía en mente una historia de fantasmas que circuló por la prensa. Varios reportes hablaban de una antigua casa embrujada en Antigonish [de ahí el título original del poema], Nueva Escocia, Canadá, donde testigos sostuvieron haber visto al fantasma de un hombre que merodeaba por las escaleras. Fue un caso poltergeist bien documentado: orbes de luz flotaban en el aire, se oían golpes extraños, las puertas se abrían y cerraban solas, una mano misteriosa fue vista saludando desde una ventana del primer piso cuando no había nadie en casa; y hasta se dice que la gente tenía dificultad para respirar en su interior. Finalmente empezaron a producirse incendios inexplicables: muebles, sábanas, el papel tapiz, las cosas simplemente ardían de repente [ver: 8 fases de la Actividad Poltergeist]

Hughes Mearns se inspiró en esta serie de notas sensacionalistas para escribir El hombre que no estaba ahí, sin embargo, como ocurre con los buenos poemas, este no se limita a un solo motivo. La [buena] poesía es mas que transferir una experiencia o una perspectiva; se trata de desplegar imágenes, símbolos cuyo significado no está especificado; lo que permite al lector convertirse en coautor; es decir, completar los espacios en blanco con material de su propia cosecha. En este contexto, Hughes Mearns sugiere un marco. Es nuestro trabajo crear significados. Este proceso se desarrolla involuntariamente, como una reacción. Leemos un poema, un libro, escuchamos una canción, y las imágenes que vamos cociendo en nuestra mente son exclusivamente nuestras. Por eso, a veces leemos algo de un completo desconocido y sentimos como si hubiera sido escrito expresamente para nosotros y, quizás, sobre nosotros.

La idea de algo que no está, pero que se rehúsa a irse, es la metáfora perfecta para el 99% de las catástrofes imaginarias que a menudo nos agobian. En este sentido, es lícito afirmar que El hombre que no estaba ahí es un poema sobre el miedo al miedo mismo.

Esto se aproxima bastante a un concepto filosófico llamado Barba de Platón, una especie de acertijo sobre el no-ser. En pocas palabras, la Barba de Platón propone que no podemos hablar de algo que no existe. Si de hecho podemos referirnos a ella, significa que existe en algún sentido, aunque sea en el plano especulativo. Por lo tanto, existe. El nombre de esta paradoja es un divertido juego de palabras: la barba desafila a la navaja; más precisamente a la Navaja de Occam, que postula que la explicación con menos suposiciones a menudo es la correcta. Por el contrario, Platón sostiene [de forma muy convincente] que el no-ser en realidad tiene ser. Entonces, los argumentos de Platón [su «barba»] desafían a la «navaja» de Occam.




Antigonish.
Antigonish, William Hughes Mearns (1875-1965)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Ayer, en la escalera,
me encontré con un hombre que no estaba ahí.
Hoy tampoco estaba.
Ojalá se fuera, cómo deseo que se vaya.

Cuando anoche llegué a casa a las tres,
el hombre me estaba esperando,
pero cuando miré alrededor del salón,
no pude verlo ahí.
¡Vete, vete, no vuelvas más!
¡Vete, vete, y, por favor, no des un portazo!
(¡Slam!)

Anoche, en la escalera,
vi a un hombrecito que no estaba ahí.
Hoy tampoco estaba.
¡Como desearía que se marchara!


Yesterday, upon the stair,
I met a man who wasn't there
He wasn't there again today
I wish, I wish he'd go away...

When I came home last night at three
The man was waiting there for me
But when I looked around the hall
I couldn't see him there at all!
Go away, go away, don't you come back any more!
Go away, go away, and please don't slam the door...
(slam!)

Last night I saw upon the stair
A little man who wasn't there
He wasn't there again today
Oh, how I wish he'd go away...


Hughes Mearns (1875-1965)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de fantasmas.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de William Hughes Mearns: Antigonish (Antigonish), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«La alegoría del muchacho lobo»: Thom Gunn; poema y análisis.


«La alegoría del muchacho lobo»: Thom Gunn; poema y análisis.




«Entonces, clara excepción a las leyes naturales,
solo al instinto y a la luna, se deja caer sobre sus pies.
Sin embargo, tiene las patas sangrantes.»



La alegoría del muchacho lobo (The Allegory of the Wolf Boy) es un poema del escritor inglés Thom Gunn (1929-2004), publicado en la antología de 1957: El sentido del movimiento (The Sense of Movement).


Las causas están en el Tiempo; solo su resultado
se materializa en la carne, en los poderes finitos.
¿Y cómo adivinar que en ese firme tejido esconde
las semillas de la división? Jugando al tenis y tomando el té
en el suave césped, no es nuestro,
sino que juega con nosotros con una triste duplicidad.


La primera estrofa de La alegoría del niño lobo, uno de los grandes poemas de Thom Gunn, comienza describiendo a un muchacho sociable, común, que comparte el «tenis» y el «té» con los demás [entre los que se incluye el orador]; sin embargo, alberga el germen de lo diferente, una especie de alienación secreta [«semillas de división»]. El orador afirma: «él no es nuestro, sino que juega con nosotros en una triste duplicidad». Esta condición alienante no proviene del entorno, es decir, de presiones externas: es intrínseca [«encarnada»] y de origen incognoscible [«las causas están en el tiempo»]


Esta noche, el muchacho, todavía un muchacho abierto y rubio,
sale de la casa, mete su ropa entre
dos urnas de jardín y va más allá
de su comprensión, a través de la oscuridad y el polvo:
campos de rastrojos afilados, abandonados por la máquina
a la enemistad zumbante de la lujuria de los insectos.


La segunda estrofa muestra al muchacho escapando de su entorno social, por la noche, desnudo, adentrándose en la naturaleza.


Aún sin dorarse en la densa y calurosa noche,
los tallos se clavan en sus pies: busca la luna,
que, con el roce de su luz infértil,
liberará los deseos atesorados contra su voluntad
por el largo apremio de la tarde.
Lentamente, el duro borde se desplaza sobre la colina.


En la tercera estrofa, el muchacho entra en un campo que fue recientemente cosechado, siente los «tallos» clavándose en sus pies [nótese que todavía tiene pies]. Persigue la luna, anticipa la transformación, que ha sentido como impulsos reprimidos [«deseos atesorados contra su voluntad»].


Pálido bajo el haz de luz, se detiene, lo enfrenta directamente,
y en el mismo instante, al saltar del suelo,
siente la familiar picazón del pelo oscuro y denso;
entonces, clara excepción a las leyes naturales,
solo al instinto y a la luna, se deja caer sobre sus pies.
Sin embargo, tiene las patas sangrantes.


La última estrofa describe la transformación en hombre lobo. La luz de la luna cae sobre su cuerpo desnudo, empieza a sentir «la familiar picazón del cabello oscuro y denso». Después de esta experiencia marcada por el dolor, y un toque de erotismo, el muchacho se deja caer en el suelo, pero en vez de pies tiene «patas sangrantes».

En la década de 1960, el movimiento gay se apropió de La alegoría del muchacho lobo, y con dos buenas razones: Thom Gunn era homosexual, y el título del poema declara ser una alegoría. Por lo tanto, la transformación del muchacho en lobo es una metáfora. ¿Sobre qué? Sobre deseos reprimidos, impulsos que no pueden expresarse libremente. Sin embargo, esto no significa que el poema sólo posea un subtexto gay. Thom Gunn se refiere a todos los impulsos sexuales. Si el poema es una alegoría, es una alegoría sobre la sexualidad, no únicamente sobre la homosexualidad [ver: Atrapado en el cuerpo equivocado: la identidad de género en el Horror]

El propio Thom Gunn sostuvo que La alegoría del muchacho lobo fue inspirado en un cuento de Saki [H. H. Munro], titulado: Gabriel Ernesto (Gabriel-Ernest), que tiene la misma trama, aunque con un tinte más oscuro: un lobo acecha en el bosque y ataca a la gente de una aldea cercana. El lobo, por supuesto, es un muchacho llamado Gabriel Ernesto, quien al final se lleva a un niño de la escuela dominical y lo convierte en licántropo porque lo que ansía, además de sangre, es compañía. Gabriel Ernesto y La alegoría del muchacho lobo coinciden en describir a alguien que termina cediendo, o aceptando, sus impulsos reprimidos.

Es una simplificación decir que La alegoría del muchacho lobo es la historia de un hombre joven que sale del closet. El material reprimido [y, por lo tanto, no reconocido] se ha ido acumulando tanto a lo largo de su vida, que su expresión final, en la forma de un lobo, no es una revelación feliz [ver: Cuando lo que sale del closet es un Monstruo]. Cuando el lobo se apodera de la persona que se resiste a reconocerlo, actúa como una bestia. Más bien, diría que La alegoría del muchacho lobo es un poema sobre los peligros de no reconocer y aceptar nuestros impulsos [no solo de índole sexual]. Esto no significa abrazar esos impulsos o llevarlos a cabo. Significa saber que están ahí, que existen, y que son una parte de quienes somos.

La disociación entre el cuerpo humano y sus impulsos animales no es un motivo aislado en la poesía de Thom Gunn. Debajo del subtexto personal del autor, que en 1957 todavía luchaba por aceptar su identidad sexual, La alegoría del muchacho lobo explora la dualidad [«semillas de división»] entre el ser humano y la naturaleza, y utiliza el tema de la metamorfosis en lobo para expresarla. Recordemos que, en las leyendas medievales de hombres lobo, el proceso de transformación no se realiza plenamente; siempre queda algo humano en el lobo, y viceversa. De tal modo que no pertenece a ninguno de los dos mundos. Del mismo modo, en el refinado mundo social [del tenis y el té), el muchacho «juega con nosotros con una triste duplicidad». «Juega», aquí, se refiere a la forma en que interpreta un papel y engaña a los demás [ver: Análisis psicológico del Hombre Lobo en la ficción]

Al caer la noche, el muchacho escapa, deja atrás a la sociedad, y se adentra en los campos. No comprende su agitación interior, esta energía incontenible de los deseos acumulados contra su voluntad, pero percibe que la «picazón» le resulta familiar. La luz de la luna es «infértil», dice Thom Gunn, porque los actos que ansía cometer el muchacho son con los de su mismo sexo. Entonces se convierte en animal, en bestia. En términos de la sociedad que reprimía a Thom Gunn, el muchacho se convierte en una clara excepción a las leyes naturales.

A pesar de esto, el muchacho nunca podrá ser lobo, y es aquí donde el poema se vuelve brillante. El muchacho tiene las «patas sangrantes», es decir, algo permanece humano, o incompleto desde la perspectiva del lobo. La transición no se ha completado.

Creo que Thom Gunn trataba de decir que la tensión entre el hombre y la bestia nunca se resuelve. Nunca podemos pertenecer enteramente a ninguno de esos dos estados.




La alegoría del muchacho lobo.
The Allegory of the Wolf Boy, Thom Gunn (1929-2004)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Las causas están en el Tiempo; solo su resultado
se materializa en la carne, en los poderes finitos.
¿Y cómo adivinar que en ese firme tejido esconde
las semillas de la división? Jugando al tenis y tomando el té
en el suave césped, no es nuestro,
sino que juega con nosotros con una triste duplicidad.

Esta noche, el muchacho, todavía un muchacho abierto y rubio,
sale de la casa, mete su ropa entre
dos urnas de jardín y va más allá
de su comprensión, a través de la oscuridad y el polvo:
campos de rastrojos afilados, abandonados por la máquina
a la enemistad zumbante de la lujuria de los insectos.

Aún sin dorarse en la densa y calurosa noche,
los tallos se clavan en sus pies: busca la luna,
que, con el roce de su luz infértil,
liberará los deseos atesorados contra su voluntad
por el largo apremio de la tarde.
Lentamente, el duro borde se desplaza sobre la colina.

Pálido bajo el haz de luz, se detiene, lo enfrenta directamente,
y en el mismo instante, al saltar del suelo,
siente la familiar picazón del pelo oscuro y denso;
entonces, clara excepción a las leyes naturales,
solo al instinto y a la luna, se deja caer sobre sus pies.
Sin embargo, tiene las patas sangrantes.


The causes are in Time; only their issue
Is bodied in the flesh, the finite powers.
And how to guess he hides in that firm tissue
Seeds of division? At tennis and at tea
Upon the gentle lawn, he is not ours,
But plays us in a sad duplicity.

Tonight the boy, still boy open and blond,
Breaks from the house, wedges his clothes between
Two moulded garden urns, and goes beyond
His understanding, through the dark and dust:
Fields of sharp stubble, abandoned by machine
To the whirring enmity of insect lust.

As yet ungolden in the dense, hot night
The spikes enter his feet: he seeks the moon,
Which, with the touch of its infertile light,
Shall loose desires hoarded against his will
By the long urging of the afternoon.
Slowly the hard rim shifts above the hill.

White in the beam he stops, faces it square,
And the same instant leaping from the ground
Feels the familiar itch of close dark hair;
Then, clean exception to the natural laws,
Only to instinct and the moon being bound,
Drops on four feet. Yet he has bleeding paws.


Thom Gunn (1929-2004)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Hombres lobo.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Thom Gunn: La alegoría del muchacho lobo (The Allegory of the Wolf Boy), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

«La bruja»: Adelaide Crapsey; poema y análisis.


«La bruja»: Adelaide Crapsey; poema y análisis.




«¿Habéis oído (y yo he oído)
de hombres perplejos que juzgaron
y la colgaron en el prado de Salem?»



La bruja (The Witch) es un poema de la escritora norteamericana Adelaide Crapsey (1878-1914), publicado en la antología de 1922: Verso (Verse).

La bruja, uno de los poemas de Adelaide Crapsey más reconocidos, explora diferentes concepciones de la feminidad a lo largo del tiempo: de sacerdotisa y oráculo en tiempos antiguos a ser quemada en la hoguera. Esta idea de la mujer como vínculo con lo sagrado que, eventualmente, se transforma en una asociación con las fuerzas del mal, puede no ser tan novedosa hoy en día, pero fue disruptiva en ti época:


Cuando era una chica junto a la corriente del Nilo
vi surgir las estrellas del desierto;
mi amante, que soñó con la Esfinge,
inspiró todos sus sueños de mis ojos.

En Grecia llevé un nombre ardiente,
y en Italia fui
la Madonna de un joven pintor
y la amante de un Medici.

¿Y habéis oído (y yo he oído)
de hombres perplejos de semblante decoroso,
que juzgaron —el potro sabe demasiado—
y la colgaron en el prado de Salem?


Los poemas de Adelaide Crapsey tienen menor impacto en su lectura que en la forma en la que prosperan en la imaginación. Al principio parecen, bueno, aceptables: pero luego uno empieza a pensar en ellos. Perduran en la memoria. Parecen haber sido escritos para ser recordados más que para ser leídos.

La carrera de Adelaide Crapsey pudo haber sido más auspiciosa. Problemas económicos, familiares y, posteriormente, de salud, le impidieron dedicarse a su obra. Fue diagnosticada con tuberculosis, que a fines del siglo XIX y comienzos del XX se consideraba una enfermedad sedentaria. Pero Adelaide Crapsey estaba lejos de encajar en el estereotipo del poeta lánguido, enfermizo, mórbido. Era sociable, cordial, robusta y con afición por el pensamiento científico.

La bruja explora cómo podría haber sido la vida de cualquier mujer moderna en tiempos antiguos. En Egipto, Grecia y Roma podría haber sido adorada, ocupado cargos espirituales, y después, bajo la influencia de otros vientos ideológicos, colgada en «el prado de Salem».

No creo que se trate de un poema sobre la tolerancia, como se ha postulado, sino sobre cómo algo tan bien establecido como la idea de que la mujer posee un vínculo con la espiritualidad puede convertirse en motivo de persecución.




La bruja.
The Witch, Adelaide Crapsey (1878-1914)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Cuando era una chica junto a la corriente del Nilo
vi surgir las estrellas del desierto;
mi amante, que soñó con la Esfinge,
inspiró todos sus sueños de mis ojos.

En Grecia llevé un nombre ardiente,
y en Italia fui
la Madonna de un joven pintor
y la amante de un Medici.

¿Y habéis oído (y yo he oído)
de hombres perplejos de semblante decoroso,
que juzgaron —el potro sabe demasiado—
y la colgaron en el prado de Salem?


When I was a girl by Nilus stream
I watched the desert stars arise;
My lover, he who dreamed the Sphinx,
Learned all his dreaming from my eyes

I bore in Greece a burning name,
And I have been in Italy
Madonna to a painter-lad,
And mistress to a Medici.

And have you heard ( and I have heard)
Of puzzled men with decorous mien,
Who judged - The wrench knows far too much-
And hanged her on the Salem green?


NOMBRE (1793-1864)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de Adelaide Crapsey.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Adelaide Crapsey: La bruja (The Witch), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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Poema de Thom Gunn.
Poema de Adelaide Crapsey.


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Poema de Gerard Manley Hopkins.
Relato de Mary E. Penn.