«Sonata a la luz de la luna»: Alexander Woollcott; relato y análisis.


«Sonata a la luz de la luna»: Alexander Woollcott; relato y análisis.




«Vieron algo que no olvidarán mientras vivan.
Era el cuerpo de la cocinera.
Sólo el cuerpo. La cabeza había desaparecido.»



Sonata a la luz de la luna (Moonlight Sonata) es un relato de terror del escritor norteamericano Alexander Woollcott (1887-1943), publicado originalmente en la edición del 3 de octubre de 1931 del periódico The New Yorker.

Sonata a la luz de la luna, uno de los cuentos de Alexander Woolcott más celebrados, nos sitúa en el condado de Kent, Inglaterra. En una antigua casa en ruinas, un jóven médico es testigo de la aparición de un fantasma encorvado en una silla, aparentemente bordando algo en su regazo.

El narrador abre diciento que esta historia le fue contada por personas serias. De todos modos, es cauteloso y no menciona los nombres reales. «Gran Bretaña tiene leyes estrictas sobre la difamación», informa.

Alvan Barach —siendo médico se supone que su reporte es confiable— se aloja en la vieja mansión en ruinas de un amigo, llamado Ellery Cazalet. En mitad de la noche, Alvan advierte que no está solo en su habitación. Hay una figura oscura en un rincón. Su primera impresión es la de estar ante un fantasma, sin embargo, la actitud de la aparición es desconcertante. Parece estar cosiendo pacíficamente.

De todos modos, el médico sale corriendo de la habitación. Afuera se encuentra con su amigo y el miedo a lo sobrenatural se diluye. Deciden ir a saquear la cocina. En la oscuridad tropiezan «con un bulto en el suelo»:


«Con una alegre maldición, se inclinó para ver qué era y soltó un silbido de sorpresa. Junto a dos velas encendidas, él y el doctor vieron algo que no olvidarán mientras vivan. Era el cuerpo de la cocinera. Sólo el cuerpo. La cabeza había desaparecido.»


Ahora bien, al principio se nos informó que Cazalet puede permitirse unos pocos empleados para trabajar en la destartalada mansión: una pareja de ancianos y un jardinero, llamado John Scripture, quien cuenta con la ayuda de su padre «lunático». Evidentemente, concluye Cazalet, la decapitación fue obra del viejo loco.

En el último párrafo se revela que el fantasma en la habitación del médico es en realidad el «lunático». No está cosiendo, como se pensaba:


«El viejo lunático no había abandonado su asiento junto a la puerta. Entre sus rodillas todavía sostenía la cabeza de la mujer que había asesinado. Escrupulosamente, felizmente, canturreando en su trabajo, estaba arrancando los pelos grises uno a uno.»


Sonata a la luz de la luna de Alexander Woollcott ofrece poco en cuanto a terror psicológico para el lector experimentado, pero mucho en materia visual. Es una muestra sucinta que nos deja una imagen memorable: este viejo lunático sentado en la oscuridad, arrancándole uno a uno los pelos a la cabeza decapitada de la cocinera. Es destacable que este retrato macabro encuentre un contexto en una historia que sólo tiene un par de páginas.

Recomendación: olvídense del estilo florido. Entorpece y aburre. Sonata a la luz de la luna es una pintura que deleita por lo grotesca.




Sonata a la luz de la luna.
Moonlight Sonata, Alexander Woollcott (1887-1943)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Si este informe se publicara en Inglaterra, tendría que cruzar los dedos para escribir un pequeño prólogo que explicara que todos los personajes son ficticios, requisito estricto de la ley británica sobre difamación. Sin embargo, ninguno de los personajes es ficticio, y la historia (contada a Katharine Cornell por Clemence Dane, y luego por Katherine a mí) narra lo que, según mi leal saber y entender, le ocurrió a un joven médico inglés al que llamaré Alvan Barach.

Es el relato de una aventura que hasta ahora no se ha contado. Ocurrió hace dos años cuando fue a Kent a visitar a un viejo amigo (llamémosle Ellery Cazalet), que pasaba la mayor parte de los días en el campo de golf y la mayor parte de las noches preguntándose cómo haría para pagar los impuestos de sucesión de la mansión familiar en ruinas que había heredado.

Esta casa era una prima destartalada de Compton Wynyates, con tejas de color rojo Tudor que la hacían acogedora bajo el sol del mediodía y una campana ronca que, desde la torre del reloj, había estado esparciendo despectivamente las horas desde que Enrique VIII era un jovenzuelo. En su interior, Cazalet sólo podía permitirse el lujo de una pareja de ancianos que se ocuparan de él, y los jardines, antaño suntuosos, hacían lo que querían bajo el cuidado de un solo jardinero. Creo que debo arriesgarme a dar el verdadero nombre del jardinero, porque no se me ocurre ninguno que tuviera un sabor tan apropiado. Era John Scripture, y lo ayudaba, de vez en cuando, un padre anciano y lunático que, en sus intervalos lúcidos, salía de su cautiverio bajo los aleros de la cabaña para ocuparse de la lujuriosa extravagancia de los setos.

El doctor bajaría cuando pudiera, con la promesa de jugar al golf, largas noches de exquisito silencio y uno o dos fantasmas si así lo deseaba. Era característico de su humor un tanto pesado que, al escribir para fijar un día, se dirigiera a «The Creeps, Sevenoaks, Kent». Cuando llegó, se encontró con que su anfitrión estaba fuera de casa y no volvería hasta altas horas de la noche. Barach cenaría solo con un acomodador despectivo como compañero, y no lo esperaría levantado. Su dormitorio en la planta baja estaba bellamente revestido de paneles desde el pie de cama hasta el techo, pero alguna ama de llaves despistada, bajo el cuarto George, había dado a la hermosa carpintería con una lata de barniz negro. La dote que había traído una novia de Cazalet de la década malva se había invertido en unos cuantos cuartos de baño antiguos, y uno de ellos había sustituido a un armario de oración que antaño daba a este dormitorio. Sólo había una vela para leer, pero la luz de la luna llena se filtraba a través de las enredaderas que cubrían a medias las ventanas con parteluces.

En este museo, Barach se quedó dormido. No sabía cuánto tiempo había dormido cuando se encontró despierto de nuevo y consciente de que algo se movía en la habitación. Le llevó un momento localizar el movimiento, pero al final, en un retazo de luz de luna, distinguió una figura encorvada que parecía estar sentada con la cabeza inclinada y absorta en la silla junto a la puerta. Era la mano, o más bien el brazo entero, lo que se movía, trazando un recorrido recurrente aunque irregular en el aire. Al principio, el gesto le resultó burlonamente familiar, pero luego Barach lo reconoció como el que hace una mujer al bordar. Había una vacilación como si la aguja estuviera siendo introducida a través de un material tenso y resistente, y luego, cada vez, el tirón largo, rápido y seguro del hilo.

Al sorprendido huésped, aquella le pareció la actividad menos amenazante que jamás había oído atribuir a un fantasma, pero de todos modos sólo tenía una idea, y era salir de la habitación lo antes posible.

Su mente hizo un rápido reconocimiento. La puerta que daba al vestíbulo estaba descartada, pues la locura estaba por allí. Al menos tendría que pasar justo por delante de aquel brazo que tejía. Tampoco le apetecía lanzarse a ciegas entre los arbustos espinosos que había bajo su ventana y correr descalzo por el césped helado. Por supuesto, estaba el baño, pero eso no le serviría de mucho si no podía salir por otra puerta. En un espasmo de concentración, recordó que había visto otra puerta. Justo en el momento de darse cuenta de esto, oyó el reconfortante sonido de un coche que subía por el camino de entrada y adivinó que era su anfitrión que regresaba. Con un movimiento magnífico, saltó al suelo, entró en el baño y cerró la puerta tras de sí. El suelo de la habitación de al lado estaba cubierto de luz de luna. Avanzando entre ella, llegó sin aliento, pero sin ser molestado, al pasillo. Más adelante pudo ver la lámpara encendida en el vestíbulo de entrada y oír el ruido de su anfitrión al cerrar la puerta principal.

Cuando Barach salió corriendo de la oscuridad para saludarlo, Cazalet vociferó su alegría por tal afabilidad y, hambriento por el largo y frío viaje, propuso una redada inmediata en la despensa. El doctor, ya avergonzado por su reciente pánico, no dijo nada al respecto y se puso a comer. Con velas encendidas, el grupo de búsqueda descendió a las oficinas, y el anfitrión estaba describiendo los méritos de la carne asada fría, el queso y la leche como un refrigerio ligero de medianoche, cuando tropezó con un bulto en el suelo. Con una alegre maldición a la vieja cocinera que siempre dejaba algo por ahí, se inclinó para ver qué era y soltó un silbido de sorpresa. Entonces, junto a dos velas encendidas, él y el doctor vieron algo que no olvidarán mientras vivan. Era el cuerpo de la cocinera. Sólo el cuerpo. La cabeza había desaparecido. En el suelo, a su lado, yacía un cuchillo ensangrentado de carnicero.

—¡Viejo Scripture, por Dios! —gritó Cazalet.

Todavía agarrando una vela en una mano, arrastró a su compañero a través de la interminable casa hasta la habitación de la que había huido, indicándole que guardara silencio y dando los últimos pasos de puntillas. Esa precaución fue en vano, porque un regimiento no podría haber perturbado la extática satisfacción de la ceremonia que todavía se estaba desarrollando en el interior. El viejo lunático no había abandonado su asiento junto a la puerta. Entre sus rodillas todavía sostenía la cabeza de la mujer que había asesinado. Escrupulosamente, felizmente, canturreando en su trabajo, estaba arrancando los pelos grises uno a uno.

Alexander Woollcott (1887-1943)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Relatos góticos. I Relatos de terror.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Alexander Woollcott: Sonata a la luz de la luna (Moonlight Sonata), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Las raíces mitológicas y literarias del Conde Orlok.


Las raíces mitológicas y literarias del Conde Orlok.




«De la semilla de Belial surgió el vampiro Nosferatu»



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos las fuentes mitológicas y literarias del Conde Orlok, protagonista de la película de vampiros de 1922: Nosferatu; Una sinfonía del horror (Nosferatu, Nosferatu, eine Symphonie des Grauens), dirigida por F. W. Murnau. En este artículo no examinaremos la versión de Robert Eggers de este mismo personaje, que amplifica algunos elementos del original y disimula otros.

Si bien el Conde Orlok está basado en el Drácula de Bram Stoker, su pasado, en el lore de la película, posee matices propios. Por ejemplo, se lo describe como descendiente de Belial [volveremos sobre esto más adelante], es decir, se le atribuye un linaje demoníaco. Tal vez por eso la apariencia de Orlok se acerca más a las leyendas de vampiros de Europa del Este que a las representaciones tradicionales de Drácula.

El nombre Orlok podría estar relacionado el Vârcolaco rumano, una especie de vampiro-licántropo que integra la familia de los Vrykolakas. Vârcolaco deriva del eslovaco vlk [«lobo»]; y dlaka [«pelo»], y hace referencia a una criatura legendaria con el pelaje de un lobo; es decir, un hombre lobo, aunque en las leyendas de Europa del Este «vampiro» y «hombre lobo» a menudo son la misma criatura. Físicamente no tienen ninguna similitud con el Conde Orlok, son esencialmente cadáveres hinchados de tez rojiza.

Algunos relacionan fonéticamente el nombre Orlok con la palabra húngara Ördög; que de hecho aparece dos veces en Drácula [ver: Nosferatu no existe]. En la primera ocasión, Jonathan Harker escucha repetidamente las palabras «ordog» y «pokol» en Bistritz:


«Debo decir que [sus palabras] no me alegraban, porque entre ellas estaban Ordog (Satanás), Pokol (infierno), stregoica (bruja), vrolok y vlkoslak (ambas significan lo mismo, una es eslovaca y la otra serbia, algo que es hombre lobo o vampiro. Nota: debo preguntarle al Conde sobre estas supersticiones.»


La anotación: «debo preguntarle al Conde sobre estas supersticiones» está teñida de ironía, porque los aldeanos de Bistriz de hecho están hablando de Drácula.

Harker traduce Ördög como «Satanás» apoyándose en su diccionario de viaje. No es una mala traducción en términos de aludir al Enemigo de Dios, pero «Satanás» pero refiere a los mitos bíblicos, y Ördög es una entidad pagana. Es interesante notar que Harker utiliza la palabra Vrolok [similar a Orlok], en relación a «algo que es hombre lobo o vampiro», evidentemente un Vârcolaco.

La segunda mención de Ördög en la novela de Bram Stoker se produce en una larga exposición de Van Helsing sobre el pasado de Drácula; donde repite la misma información proporcionada por el diccionario de Harker:


«En los registros hay palabras como stregoica (bruja), ordog y pokol (Satanás e infierno), y en un manuscrito se habla de este mismo Drácula como wampyr, lo que todos entendemos muy bien. De las entrañas de este mismo Drácula han surgido grandes hombres y buenas mujeres, y sus tumbas hacen sagrada la tierra donde sólo puede morar esta inmundicia.»


Ördög es una criatura demoníaca de la mitología húngara. A menudo se lo retrata con el aspecto de un fauno o un sátiro: torso de humano, patas de cabra y cuernos de carnero, aunque entre sus habilidades está la de cambiar de forma a voluntad. Ördög habita en el Pokol, especie de inframundo con algunas asociaciones con el concepto cristiano de infierno. Cuando visita nuestro mundo es bastante furtivo. A veces se contenta con hacer ruidos extraños en las casas, a veces adopta la forma de un perro negro de ojos brillantes. Su única motivación es conseguir almas humanas. Quizás por eso el término sobrevivió en el Alemán Medio como orloch, que significa «guerra». Esta acepción probablente resonó en la audiencia germanoparlante de la película; de hecho, Orlok lleva la guerra a Alemania con sus ratas esparciendo la plaga como un ejército invasor..

Ahora bien, Harker simplemente escucha la palabra Ördög y busca la traducción en su diccionario, pero no hace ninguna asociación posterior con Drácula. Van Helsing sí asocia el término Ördög a Drácula, pero no insinúa que este sea uno de sus nombres. Más bien, la mención de Ördög tiene que ver con los orígenes de Drácula como no-muerto [ver: No-Muertos en el folklore y la psicología]

Van Helsing asocia todos estos términos [stregoica (bruja), ordog y pokol (Satanás e infierno), y wampyr (vampiro)] con el sitio donde el Conde habría adquirido sus poderes y conocimientos, donde básicamente se transformó en vampiro: Scholomance, una especie de post-grado en artes oscuras donde un puñado de jóvenes eran aceptados e instruidos por Ördög [ver: ¿Quién convirtió a Drácula en vampiro?]

Quizás esto tenga que ver con la afirmación de que Orlok es un descendiente del demonio Belial.

En Nosferatu se cambian todos los nombres de la novela de Bram Stoker, incluido el del vampiro, por lo que no sería descabellado que el tutor demoníaco del Conde haya sido cambiado por Belial.

Por supuesto, todo esto es especulativo, porque la asociación de Orlok con Belial es más bien poética en la película de Murnau. Ahí simplemente se dice:


Aus dem Samen Belials erstundt der Vampyr Nosferatu.


Esto puede traducirse como: «de la semilla de Belial surgió el vampiro Nosferatu». La sentencia es figurativa; no afirma directamente que Orlok haya sido creado por Belial, pero sugiere que el Conde pertenece a la misma «semilla», es decir, a la estirpe demoníaca. Ahora bien, no creo que Orlok sea un demonio propiamente dicho. Murnau simplemente está diciendo que es un agente del mal, quizás un hechicero que pactó con las fuerzas del infierno, un Solomonari, como el Drácula de Stoker [ver: El código secreto en el «Drácula» de Bram Stoker]

La palabra solomonari [los elegidos para cursar las artes negras en Scholomance] hace clara referencia al rey Salomón, quien en los mitos hebreos era un poderoso mago capaz de controlar a los demonios. Curiosamente, Belial es uno de los demonios mencionados en la Clave Menor de Salomón.

Personalmente creo que Murnau introdujo a Belial debido al trasfondo hebreo de la personificación del Conde Orlok. La frase beni beliyaal [«hijo/descendiente de Belial»] aparece 27 veces en el Anrtiguo Testamento, y es un insulto que significa «hijo de la inutilidad», aludiendo a personas sin valor. Con el tiempo se ha interpretado la frase como descendientes de un ser [demoníaco] llamado Belial, algo que no tiene nada que ver con el origen de la palabra beliyya, que significa «inútil» [ver: El «accidente» que convirtió a los Dioses en Demonios]. De más está decir que muchos demonios han surgido mediante este tipo de personificaciones. La «semilla de Belial», en la película de Murnau, aparece en un libro genérico sobre los vampiros leído por Hutter [Harker], y tampoco refiere específicamente a Orlok, sino a los vampiros en general.

Este Buch der Vampyre [«libro de los vampiros»] es clave en Nosferatu. Thomas Hutter lo lleva consigo en su viaje, pero no le presta demasiada atención. Al escapar del Castillo, Thomas se lleva el libro. De regreso en Wisborg, Ellen [Mina] lee en sus páginas la forma de matar a Orlok. Al parecer, sólo una «mujer de corazón puro» puede detener al vampiro dándole a beber su sangre voluntariamente, haciéndole «olvidar el canto del gallo». El Buch der Vampyre también explica que los vampiros habitan en cuevas, tumbas y sótanos. Descansan en ataúdes llenos de tierra recolectada de cementerios que contienen a las víctimas de la Peste Negra.

Ellen sacrifica su vida sin dudar: simula un desmayo, envía a Hutter a buscar a un médico, e invita Orlok a su habitación [en el folklore medieval, una virgen puede salvar a una ciudad de la plaga]. Todo el plan, que eventualmente sale bien, está basado en la información propocionada por el libro. Sin embargo, el Buch der Vampyre no sostiene que Orlok sea un vampiro; de hecho, no habla de Orlok en absoluto. Simplemente menciona que los vampiros tienen un linaje demoníaco. Realmente no sabemos si Orlok es o fue alguna vez humano, un vampiro o un mago negro que logró dilatar su existencia antinaturalmente. Drácula se jacta de su pasado aristocrático; Orlok no menciona nada sobre su pasado. No tiene un harem de «novias», ni secuaces gitanos que se ocupen de sus asuntos mundanos; él mismo carga sus ataúdes a bordo del Empusa [ver: El misterio del «Deméter»].

Algunos consideran que el nombre Orlok tiene su origen en los humanoides representados en la novela de H. G. Wells: La máquina del tiempo (The Time Machine): los Morlocks, que viven bajo tierra y no toleran la luz del sol. Hay similitudes fonéticas entre Orlok y Morlock, pero no tiene demasiado sentido en términos más amplios. Drácula era el material base de Nosferatu, y resulta extraño que justamente el villano de la novela estuviese inspirado en otra historia. Lo más probable es que Orlok sea una contracción de aquellas dos palabras mencionadas en el diario de Harker: Ordog y Vrolok.

Físicamente repulsivo, Orlok se asemeja más a los vampiros de la leyenda que a Drácula. Incluso sus colmillos, en lugar de ser caninos alargados, están situados en la parte frontal de su boca, como los de una rata. Sus movimientos no son fluidos, tiene un andar trabajoso, contrariamente al Conde de Bram Stoker, que es capaz de reptar por las paredes del castillo y luchar, si es necesario, contra varios hombres a la vez. En general, Orlok carece de las maneras civilizadas de Drácula, actúa de un modo extraño, mecánico, como lo haría un cadáver animado por una voluntad implacable. Al carecer de rasgos humanos, tanto en su aspecto como en su comportamiento, resulta difícil identificarse con él.

Muchos críticos han notado que la apariencia general de Orlok se asemeja a las caricaturas estereotipadas de los judíos en la época en que se filmó Nosferatu. Creo que es un poco más complejo que eso. El estereotipo antisemita está ahí, indudablemente [el cambio de aspecto en la versión de Orlok de Robert Eggers evita este elemento incómodo para las audiencias modernas], pero no creo que haya sido una decisión consciente. F. W. Murnau fue reconocido por haber protegido a los miembros judíos del reparto en varias ocasiones durante y después del rodaje.

Albin Grau, artista [y ocultista], fue en gran parte responsable del aspecto de Orlok. Según él mismo, una ilustración de la novela de Gustav Meyrink: El Golem (Der Golem), influyó en el diseño del personaje. Pero creo que esta influencia va más allá.

El Golem es una manifestación física de la psique colectiva de los habitantes del gueto [ver: IA y el Golem de Dios]. No se lo describe con gran detalle en la novela, pero definitivamente no es el legendario homúnculo de arcilla de la leyenda. No es simplemente un autómata, sino una especie de epidemia psíquica. En la novela de Gustav Meyrink leemos:


«Tal vez esté aquí mismo, entre nosotros, a todas horas del día, sólo que no podemos percibirlo. No se puede oír el ruido de un diapasón hasta que toca madera y la hace resonar. Tal vez sea simplemente un crecimiento espiritual sin ninguna conciencia inherente, una estructura que se desarrolla como un cristal a partir del caos informe de acuerdo con una ley constante.»


Orlok opera en gran medida como el Golem, pero de manera inversa. El Golem, generado por los miedos del gueto, protege implacablemente a su pueblo de amenazas externas. Los automatismos de Orlok responden al mismo principio, sólo que conocemos su historia desde otra perspectiva. El Golem es narrado por uno de los habitantes del gueto, es decir, un judío. Nosferatu es interpretado desde la perspectiva del otro bando: el alemán. Para unos, el Golem es un protector; para otros, un monstruo.

Más allá de la apertura mental de Murnau, estaba haciendo una película para un público alemán. La apariencia física de Orlok proporciona una fuerte indicación a la audiencia de que el personaje debe ser interpretado como judío. Cuando nos encontramos por primera vez con él, se arrastra lentamente hacia la cámara, con su cabeza calva, pálido y de grandes orejas puntiagudas. Su perfil enfatiza su nariz ganchuda. Todos estos rasgos eran considerados marcadores raciales. Nadie que haya visto la película en su tiempo habría tenido dudas sobre la identidad del Conde. Además de su apariencia, es extranjero, está metido con la magia negra, y es un depredador de mujeres blancas.

Ahora bien, algo parecido podría decirse de Drácula, excepto que Bram Stoker proporciona una historia de fondo de nobleza y aristocracia para su vampiro, excluyendo la posibilidad de que fuera judío [ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes]. Es significativo que el pasado de Drácula haya sido evitado en Nosferatu. El director no tuvo escrúpulos en introducir elementos de la novela como para mostrar reservas en un detalle como este. Sin pasado, Orlok puede ser cualquier cosa, entre otras, una caricatura antisemita.

No es unicamente la apariencia física de Orlok lo que contribuye al potencial antisemita de Nosferatu. La relación entre Conde y Knock [el agente inmobiliario de Wisborg] es representada como dos judíos que conspiran para llevar la peste a alemania. El «judaísmo» queda claro en las similitudes de sus aspextos físicos, pero también a través de las cartas que intercambian. Estas epístolas consisten en una variedad de símbolos mágicos, incluida la cruz de Malta, la esvástica, símbolos astrológicos, letras del alfabeto hebreo y la estrella de David.

Despejada esta cuestión, creo que un análisis justo de la apariencia de Orlok debe reconocer necesariamente su parecido con las ratas. La primera escena en la que vemos al vampiro [que algunos examinan como una presentación racial] nos lo muestra escabulléndose lentamente hacia adelante desde un arco oscuro. Es, en toda regla, como una rata que emerge desde su submundo para propagar la enfermedad. La comparación con la rata se ve claramente en las orejas puntiagudas de Orlok, en su espalda encorvada, sus dientes, y la posición de sus brazos y manos. La primera imprensión es la de estar ante una encarnación física de la peste.




Vampiros. I Taller gótico.


Más literatura gótica:
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«Las apariciones»: William Butler Yeats; poema y análisis.


«Las apariciones»: William Butler Yeats; poema y análisis.




«Quince apariciones he visto;
la peor, un abrigo colgado en una percha.»



Las apariciones (The Apparitions) es un poema del escritor irlandés William Butler Yeats (1865-1939), publicado de manera póstuma en la antología de 1940: Últimos poemas (Last Poems).

Las Apariciones, uno de los poemas de W. B. Yeats menos conocidos, fue escrito entre marzo y abril de 1938. Con 73 años, el poeta sentía que estaba acercándose al final de su vida. En este contexto, abordó el tema de su muerte con una imagen muy curiosa: «un abrigo colgado en una percha».

Los poemas de Yeats a menudo emplean recursos místicos [era aficionado al ocultismo] que no son sencillos de seguir para el lector, pero en ocasiones también apelan a una sencillez cruda. En estas piezas encontramos una voz coloquial y directa. Las Apariciones es una combinación de estas dos tendencias: es un poema sobre la realidad de la muerte, que todos deberemos enfrentar, a través de la imagen desconcertante de «un abrigo colgado en una percha», el cual podría interpretarse como una alusión a la ausencia física, incluso al cadáver que dejamos atrás: su abrigo está allí, pero él no.

Anticipándose a la recomendación de Dylan Thomas [No entres dócil en esa buena noche], que nos invita a sentir «rabia», no resignación, ante la inminencia de la muerte, W.B. Yeats estaba indignado con el progresivo deterioro físico de la vejez; y ese enojo fue el combustible para los poemas de sus últimos años. Curiosamente, esto comenzó bastante temprano en su vida. Para los estándares modernos, W.B. Yeats no era «viejo» cuando empezó a considerarse un anciano [ver: Y la Muerte no tendrá dominio]

A medida que Yeats sentía que estaba acercándose al final, se obsesionó con su escritura. Creía que el poeta debe trabajar sin cesar especialmente en la vejez, cuando puede ofrecer el fruto de toda una vida de experiencia acumulada. En este sentido, la proximidad de la muerte debe ser el momento de mayor actividad creativa; no como forma de evasión de los miedos lógicos de encontrarse cerca de partir del plano físico, sino de concentración en esa proximidad.

Una característica de los poemas de Yeats es su afición por los estribillos al final de cada estrofa. En Las Apariciones, las estrofas terminan con:


«Quince apariciones he visto;
la peor, un abrigo colgado en una percha.»


Esta afinidad podría tener su origen en el amor de Yeats por las baladas medievales. Al final de cada estrofa se nos recuerdan los hechos, como un tambor que repite el mismo patrón. Es la frase clave del poema, el mensaje principal que el poeta quiere transmitir. Yeats ha visto «quince apariciones», y la «peor» es solo «un abrigo colgado en una percha». ¿Cuál es el significado de esta imagen? ¿Por qué es la «peor» de las apariciones?

Creo que el abrigo tiene que ver con la propia muerte de Yeats. En su vida seguramente experimentó cosas bastante horribles, como todos: tristezas, desengaños, duelos por el fallecimiento de seres queridos, pero esta es la primera vez que su propia existencia está amenazada. El abrigo es su cuerpo, que su alma pronto dejará de vestir.

En Las Apariciones, el poeta habla de cómo en la vejez hay una mayor profundidad y una respuesta más aguda a las imágenes. ¿Cómo la ropa colgada puede ser una imagen tan poderosa? La respuesta radica en el compromiso del miedo. Cuando no reconocemos nuestros miedos, no podemos acceder a los sentimientos análogos inscritos en una imagen. Pero conocer nuestros miedos nos permite ser lo suficientemente vulnerables como para recibir una imagen poética [u onírica]. Este no es un proceso racional: no analizamos las imágenes, no las convertimos en símbolos, no las interpretamos como si fueran piezas de un rompecabezas. Debemos involucrarnos, aportar nuestros propios sentimientos para que la imagen poética nos transmita su carga emocional.

En cierto modo podría decirse que el abrigo colgado en la percha es una imagen onírica, una representación que sólo adquire significado cuando somos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. Un abrigo colgado en una percha no significa nada, pero si es el abrigo de un ser querido que ha muerto, asume una carga simbólica. En la poesía, como en los sueños, debemos aportar algo de nosotros mismos para activar sus imágenes. Este es el compromiso de W. B. Yeats con su imagen: es una representación de su temor a la muerte.




Las apariciones.
The Apparitions, William Butler Yeats (1865-1939)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Porque hay seguridad en la incertidumbre,
hablé sobre una aparición,
no me tomé la molestia de convencer
ni de parecer plausible a un hombre sensato.
Desconfiaba de la mirada popular,
ya fuera atrevida o astuta.
Quince apariciones he visto;
la peor, un abrigo colgado en una percha.

No he encontrado nada mejor
que mi planeada soledad,
donde puedo pasar la mitad de la noche
con algún amigo con el ingenio suficiente
para evitar que su mirada delate
cuando soy ininteligible.
Quince apariciones he visto;
la peor, un abrigo colgado en una percha.

Cuando un hombre envejece, su alegría
se hace más profunda día tras día,
su corazón vacío por fin se llena,
pero tiene necesidad de toda esa fuerza
a causa de la creciente Noche
que abre su misterio y su espanto.
Quince apariciones he visto;
la peor, un abrigo colgado en una percha.


Because there is safety in derision
I talked about an apparition,
I took no trouble to convince,
Or seem plausible to a man of sense.
Distrustful of thar popular eye
Whether it be bold or sly.
Fifteen apparitions have I seen;
The worst a coat upon a coat-hanger.

I have found nothing half so good
As my long-planned half solitude,
Where I can sit up half the night
With some friend that has the wit
Not to allow his looks to tell
When I am unintelligible.
Fifteen apparitions have I seen;
The worst a coat upon a coat-hanger.

When a man grows old his joy
Grows more deep day after day,
His empty heart is full at length,
But he has need of all that strength
Because of the increasing Night
That opens her mystery and fright.
Fifteen apparitions have I seen;
The worst a coat upon a coat-hanger.


William Butler Yeats (1865-1939)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de William Butler Yeats.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de William Butler Yeats: Las apariciones (The Apparitions), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com



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