Lovecraft y el veganismo en el Horror Cósmico


Lovecraft y el veganismo en el Horror Cósmico.




Para muchos, la imposibilidad de consumir proteína animal constituye un aspecto particularmente inquietante del Horror Cósmico (ver: Cosmicismo: la filosofía del Horror Cósmico). De hecho, el Veganismo tiene mucho que ver con el Horror Cósmico, por extraño que parezca (ver: Horror Botánico: ¡el brócoli dominará el mundo!).

En los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft, la Tierra no es más que un planeta insignificante entre innumerables mundos y dimensiones habitadas (ver: seres interdimensionales en los Mitos de Cthuhu), un lugar miserable que ni siquiera nos pertenece enteramente, ya que aquí —siempre dentro del canon de los Mitos— se libraron guerras entre criaturas extraterrestres mucho antes del nacimiento de la humanidad.

En consecuencia, Lovecraft le niega a nuestro planeta un sitio de importancia en el orden del universo. Más aún, el maestro de Providence revoca el supuesto provilegio humano de haber sido la primera especie inteligente en poblarlo.

¿Qué tiene que ver el Veganismo con todo esto?

Bueno, quizás nada; pero sigamos razonando juntos.

No somos nada, es la premisa de los Mitos en relación a los seres humanos. No somos especiales. Ni siquiera somos particularmente inteligentes en comparación con otras razas. Esto se evidencia en la percepción de muchos personajes humanos en los relatos de Lovecraft, quienes simplemente ven dioses en aquellas razas alienígenas, o extradimensionales (ver: La tecnología de los Antiguos). A la inversa, estas razas ni siquiera sienten un particular desprecio por nosotros. No son malvadas, simplemente no constituimos demasiado interés.

El único rasgo distintivo de la humanidad, dentro de los Mitos, es haber sido el subproducto accidental de un experimento biológico, tal como se revela en la historia: En las montañas de la locura (At the Mountains of Madness). Es decir que fue el azar, y no la gracia divina, lo que nos proporcionó la existencia.

Y del mismo modo en que el antepasado de Arthur Jermyn fue percibido como un dios para los simios blancos del Congo, estos formidables seres extraterrestres son percibidos como deidades por los humanos contemporáneos, lo cual, como mínimo, es una crítica abierta a nuestra cultura, aparentemente sofisticada.


Como herederos de un pasado simiesco —comenta uno de los personajes de Arthur Jermyn, somos miembros del mismo mundo animal al que los seres humanos hemos negado cualquier vestigio de libre albedrío.


Cuando estos seres extraterrestres intervienen en los asuntos humanos, esa intrusión está motivada por un interés científico, frío y calculador, el mismo que mostramos los humanos en nuestra interacción con las formas de vida animal de la Tierra.

Lovecraft parece afirmar que, en el mejor de los escenarios, interactuamos con los animales para comerlos; sin embargo, a menudo los destruimos por el mero placer de matar. En este contexto, el Horror Cósmico no solo destrona los supuestos privilegios del sujeto humano en el universo, sino que además cuestiona la ética de la cultura y la sociedad occidental que imaginó esos privilegios en primer lugar.

En cierto modo, nos parecemos a esos seres extraterrestres en el trato que dispensamos a las especies menores de nuestro planeta. Hay una distancia, una indiferencia, que nos permite matar animales, comerlos, o bien asumir que estos no poseen libre albedrío, y que por lo tanto no son sujetos de derecho, en cuyo caso su sufrimiento, en aras de la ciencia, está completamente justificado.

La propia ética humana es puesta en tela de juicio en los Mitos de Cthulhu. Muchos relatos de Lovecraft hacen referencia a un marco ético, sobre todo aquellos que incluyen a la brujería y el ocultismo como productos limitados de la mente humana para comprender y contextualizar fenómenos que están por encima de su comprensión. En estas historias, Lovecraft elabora una crítica directa, aunque entre líneas, de los valores éticos y morales de la cultura occidental que sustentan el sentido común, indispensable para el sometimiento de formas de vida menores.

Relatos como El caso de Charles Dexter Ward (The Case of Charles Dexter Ward), Las ratas en las paredes (The Rats in the Walls), El ceremonial (The Festival), La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), El morador de las tinieblas (The Haunter of the Dark), por mencionar algunos, evidencian algún tipo de ritual religioso como herramienta para acercarse a esos fenómenos que, por nuestra propia constitución azarosa, nos está vedado comprender.

Hay que regresar a la creación de los seres humanos en el contexto de los Mitos —recordemos, como producto de un accidentado experimento biológico— para entender que el trato que le dispensamos a los animales, y otras formas de vida no inteligente de nuestro planeta, es tal vez uno de los pocos aspectos que heredamos de nuestros creadores. Ellos, al igual que nosotros, son indiferentes ante el sufrimiento de las formas de vida no inteligente (evidentemente, nuestra inteligencia ni siquiera es considerada como tal para sus parámetros).

Es decir que, en última instancia, al exponer la naturaleza de estos extraterrestres, y la forma en la cual intentamos acercarnos a ellos, Lovecraft realiza una aguda crítica sobre los valores éticos de nuestra sociedad en relación a trato con otras formas de vida. Y lo hace sin jactancia, sin una posición de superioridad respecto del tema.

El propio Lovecraft era prácticamente un asceta. Comía poco, bebía nada, y hasta se podría decir que atravesó períodos de su vida en los cuales se forzó a pasar hambre. Ciertamente no era lo que hoy se conoce como Vegano, ni siquiera Vegetariano, pero sí poseía una particular sensibilidad con los animales, sobre todo con los gatos (ver: Dos poemas de Navidad para un gato), lo cual le permitió tomar distancia de esta sensación de superioridad humana sobre otras especies y cuestionarla dentro de su propio esquema de razonamiento.

Aquellos que siguen El Espejo Gótico saben que no es mi intención hacer proselitismo por tal o cual estilo de vida. No soy vegano, ni creo que pueda serlo, pero recojo la afrenta que plantea esta filosofía, el desafío que supone desplazarnos del lugar de privilegio que creemos tener ante otras formas de vida, como una cuestión de sumo interés.

Lovecraft parece sostener una idea materialista, pero en realidad es profundamente naturalista. Rechaza aquello de que los seres humanos somos especiales, al menos en el esquema de su Multiverso, y que por lo tanto estamos habilitados ética y moralmente para someter a cualquier forma de vida menor.

Por el contrario, el maestro de Providence afirma que no tenemos nada de especial, y que precisamente por ello estamos obligados a comprometernos con otras especies de nuestro planeta; no por amor, o empatía por su sufrimiento, sino como forma de liberación. En última instancia, esa sería la única manera de rebelarnos contra nuestros hacedores.




Lovecraft. I Mitos de Cthulhu.


Más literatura gótica:
El artículo: Lovecraft y el veganismo en el Horror Cósmico fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Interesante lo que contás, en este artículo.

Warlord dijo...

Apoyo esto



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Poema de Emily Dickinson.
Relato de Edith Nesbit.
Paranormal.


Poema de Charlotte Mew.
Relato de Walter de la Mare.
Demonología.