Aufhocker: ¿alguna vez sentiste que había alguien detrás tuyo?
¿Alguna vez sentiste que había alguien detrás tuyo? Probablemente sí, y hasta podría ser que esa sensación luego sea verificada por testigos confiables.
—Disculpe.
—Si, ¿qué desea?
—Hay alguien detrás suyo.
En efecto, son muchas las ocasiones en las que hay alguien detrás nuestro. Podemos pensar en una ordenada fila en el banco, en el transporte público, en un ascensor, en la cama. A veces, esa presencia es intencional y, sobre todo, verosímil; pero otras resulta tan improbable que nos obliga a recurrir a la mitología para poder explicarla.
Algunos signos de la actividad de este espíritu son notorios: sentirse observado, sentir «presencias» cuando estás solo, y otros resultan más bien imprecisos: escalofríos, sombras que aparecen y desaparecen súbitamente por el rabillo del ojo, algo invisible te respira en la cara justo antes de quedarte dormido.
Ninguno de esos signos es terminante, al menos dentro de nuestra sociedad y de nuestra forma de concebir el universo, pero si viviésemos en la era de los vikingos podríamos concluir que todas esas sensaciones responden a la presencia del Aufhocker.
El Aufhocker, contrariamente a lo que ocurre con otras criaturas de los mitos nórdicos que acechan inadvertidamente a sus presas, como el Hidebehind, no tiene una forma identificable. Puede asumir distintas siluetas, dependiendo de la ocasión; por ejemplo, la de un perro o un gato que nos sigue en la calle.
Folcloristas audaces deducen que el Aufhocker bien pudo adaptarse a los tiempos que corren, y que actualmente podría asumir la forma de un sujeto desagradable en el subterráneo, de una pareja que se sienta detrás nuestro en el cine, de un amante de conductas caninas, o de alguien que simplemente camina detrás nuestro en la vía pública.
Todos esos acercamientos, en apariencia, fortuitos, acaso son indicaciones de que el Aufhocker nos sigue de cerca.
En la Edad Media el Aufhocker pasó a engrosar los diccionarios demonológicos como un vampiro. Se lo consideraba un ser muy poderoso, que acechaba a sus presas por detrás para desgarrarles el cuello en un descuido. De hecho, Aufhocker significa literalmente «saltar sobre», y refiere a la detestable práctica de saltar sobre la espalda de sus víctimas. Los métodos tradicionales para matar a un vampiro eran insuficientes con él, aunque algunas leyendas sostienen que el sonido de las campanas, y la luz del sol, podían tener alguna eficacia.
En cualquier caso, las leyendas más antiguas explican que el Aufhocker se sitúa detrás nuestro, nos sigue, nos acecha, en ocasiones durante años. Las sensaciones evidentes que produce esta criatura execrable a menudo son precedidas por otras mucho más sutiles.
Puede manifestarse como un hombre vestido de negro que camina detrás nuestro, al principio, a una distancia prudente. Cada vez que el sujeto se da vuelta, nota que el Aufhocker está un poco más cerca. En tales circunstancias es lógico pensar que uno apuraría el paso, pero esto no es recomendable. Acelerar la marcha solo conseguirá que el Aufhocker acorte aun más la distancia con su presa.
Llegar a casa sin que el Aufhocker nos haya saltado por la espalda tampoco es un signo venturoso. Puede asumir una forma etérea, casi invisible, y seguir detrás nuestro mientras realizamos cualquier tarea doméstica.
La aproximación de esta criatura se evidencia en aquellas sensaciones que mencionamos anteriormente, que nuestros familiares y allegados pueden asumir como un brote de paranoia, pero esto no es lo peor. Cuando la proximidad es mínima, este espíritu se «pega» a la persona, y la induce a comportarse de acuerdo a su propia naturaleza.
Es decir que sus víctimas, que durante semanas, meses, y hasta años, han experimentado la incómoda sensación de que había alguien detrás, ahora acechan descaradamente a los demás.
—Disculpe.
—Si, ¿qué desea?
—Está usted detrás de alguien.
Podemos pensar que cuando el Aufhocker accede al sistema motriz de su víctima ésta pierde la noción del espacio personal, en especial el de los otros. Con desvergonzado atrevimiento, se acerca bruscamente, produce sobresaltos, incomodidades, embosca a los demás. La ligereza casi felina de su andar encubre sus propósitos, sus intrigas, sus secretas maquinaciones.
Siendo que no hay forma de matar al Aufhocker es justo suponer que su presencia sigilosa, furtiva, se ha esparcido por toda la humanidad, y que acaso todos los individuos del orbe están siendo manipulados, de forma sutil o grosera, por este pertinaz acechador. Prueba de esto es un razonamiento simple: a muy pocos metros, quizás detrás de una pared, o a miles de kilómetros de distancia, hay alguien que nos está dando la espalda.
Mitología. I Seres fantásticos de la mitología.
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