El demonio que solo posee a las mujeres casadas (para vengarse de los hombres)


El demonio que solo posee a las mujeres casadas (para vengarse a los hombres)




¿Existe alguna mitología capaz de albergar semejante criatura?

Desde luego que sí. Su nombre es Zar, y habita en los antiquísimos mitos de Medio Oriente. Así lo anota el investigador Martin Ebon en su obra: La esposa del diablo: exorcismo, pasado y presente (The Devil’s Bride, Exorcism: Past and Present).

Zar es un espíritu o demonio que solo posee a las mujeres casadas. ¿Por qué? Porque odia a los hombres en general, y en particular a los maridos desatentos, indiferentes, y en ocasiones completamente ineficaces para el amor.

Este odio visceral de Zar por los hombres se traduce en un tipo de posesión inaudito. Rara vez se la detecta como una personalidad foránea en la mujer poseída, lo cual le brinda una excelente oportunidad para todas las esposas oprimidas de vengarse de sus maridos.

Antes de que cualquiera de nuestras lectoras casadas se sienta tentada a invocar a Zar, hay que decir que se trata de un espíritu maligno, una subespecie de Djinn, seres que odian a los hombres por haberlos desplazado de la preferencia de Dios.

Naturalmente se trata de una leyenda tendenciosa y muy machista, aún para los parámetros de Medio Oriente.

Apenas la Zar se apodera de la personalidad de la mujer comienza a manifestar un carácter caprichoso, inestable, demandando ricos vestidos, joyas, perfumes, y un tipo de atención sexual que pocos maridos son capaces de proveer.

En otras palabras, la venganza de Zar tiene que ver con la manipulación del hombre.

Lo curioso es que los maridos que sospechan la presencia de la Zar en los cuerpos y almas de sus esposas se apresuran a satisfacer todas sus demandas. Incumplirlas significaría una verdadera sucesión de castigos aún peores.

Desde luego que este tipo de posesión tiene una clase de exorcismo particular. El procedimiento es el siguiente:

El diagnóstico solo puede ser realizado por otras mujeres casadas que conozcan a la víctima. Solo entonces se la conduce en presencia de una bruja o hechicera, conocida como Shechah, cuya única especialidad es tratar a esta vengativa criatura sobrenatural.

Una vez identificado el origen diabólico de aquellas constantes demandas, la Shechah interroga a Zar, a menudo en un lenguaje desconocido, balbuceante, que solo se transfiere de hechicera en hechicera a través de incontables generaciones.

Tras estas negociaciones, la Zar suele acordar el abandono inmediato del cuerpo de la mujer poseída si su esposo se compromete a mejorar las condiciones de la pareja, suavizar el trato, y conceder, siquiera de vez en cuando, al placer compartido.

Se realiza entonces una ceremonia en honor a la Zar en la que participan todas las mujeres de la familia, mientras la Shechah y sus asistentes cantan los últimos ritos del exorcismo y sacrifican un cordero. La sangre del animal es empleada para colorear el rostro de la posesa, quien a menudo entra en una especie de trance, hasta que la Zar finalmente abandona el cuerpo.

Este tipo de exorcismos aún se practica de forma pública incluso en las grandes ciudades, como El Cairo, donde cientos de mujeres se integran a una especie de frenesí comunitario donde el baile está permitido, así como otras formas de expresión normalmente veladas.

Quizás ahí, en el núcleo de esa prohibición expresiva, se halle la razón de que Zar continúe siendo extraordinariamente prolífica.




Más Demonología. I Diccionario de demonios femeninos.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonitas leyendas de corredor de pueblo para contar por las noches



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