Una técnica de seducción infalible


Una técnica de seducción infalible.




La Técnica de Seducción Infalible fue diseñada por Eusebio Flores, hombre pausado, incluso felino en sus procedimientos, quien ya cansado de recibir negativas tajantes de las mujeres, cuando no directamente crueles, decidió tomar la vaca por las astas.

Leyó oscuros libros de psicología femenina y comparó antiguos tratados de seducción con volúmenes de estrategias militares. Finalmente reunió todos esos conocimientos y los ordenó, despejando la maleza, de manera tal que le sea posible realizar una serie de movimientos de aproximación, nudo y conquista. De esa fusión se desprende la Técnica, similar, en teoría, a los fundamentos del ajedrez.

Pero el objetivo de Flores no era conquistar a todas las mujeres. ¿De qué serviría eso? Después de todo, la mayoría de las veces uno no está a la altura de una sola. Tampoco quería volverse repentinamente deseable. Toda la TSI (Técnica de Seducción Infalible) estaba pensada para una mujer en particular: Esther Pedraza.

Durante años, sistemáticamente, Pedraza había rechazado los lances amorosos de Flores. El hombre, hay que decirlo, lo había intentado todo: cartas, poemas, canciones, ring-raje, pasacalles, declaraciones radiales, llamadas telefónicas a las cuatro de la madrugada, solicitadas, acrósticos situados sutilmente entre obituarios. Nada funcionó.

La Técnica de Seducción Infalible estuvo lista el 22 de noviembre de 1996. Llovía.

Confiado en los procedimientos que él mismo había diseñado al calor de un deseo retenido, que a esa altura ya ardía como un cálculo renal, Flores caminó junto al paredón del cementerio de la Chacarita, mano a Warnes. Cruzó las vías del ferrocarril, observado por un gato famélico que perseguía roedores entre los durmientes, y llegó a su destino. Ella atendió a la puerta después de unos minutos, despeinada, con los brazos cruzados.

—¿Se puede saber qué querés a esta hora?

—Decirte algo.

—Decilo y andate.

—Cerrá los ojos, Esther.

—¿Qué?

—Que cierres los ojos. Prometo que si lo hacés nunca más vuelvo a molestarte.

Esther cerró los ojos.

Eusebio se aproximó, metió la mano en el saco, como buscando algo, y luego apoyó los labios sobre una oreja de la joven. Murmuró unas palabras misteriosas que se perdieron en la noche.

Ella abrió los ojos.

Lloraba.

Lo besó temblorosamente y dio media vuelta. Su silueta se perdió por el oscuro pasillo.

Muchos, aun hoy, se preguntan qué palabras utilizó Flores para revertir una situación que parecía irreversible. Solo el profesor Lugano, y algunos acólitos de confianza, las conocen. El riesgo de pronunciarlas es demasiado alto, aseguran, y al día de hoy la frase descansa en los sótanos del Teufel, junto al revólver que Flores siempre llevaba debajo del saco.




Crónicas del Profesor Lugano. I Egosofía.


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12 comentarios:

Additalinda dijo...

que final mas trucho...¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Ja ja ja...
Que escabrosamente gracioso

Anónimo dijo...

En resumidas cuentas, no existen técnicas de seducción xp

Anónimo dijo...

jaaja que bueno esta esto! seducción instantanea! jaaaa esto es un humor negro azabache, que genial! buena tecnica de seducción! jajaaa

H. West dijo...

jajajaja simplemente notable el final jajaja

H. West dijo...

jajaja gran final

Twing Mel dijo...

Jajajajajaa estaba leyendo muy seria y cuando lei eso me dio mucha gracia! Buen final, me sorprendio! Jajaja

Twing Mel dijo...

Jajajajajajajaa me dio mucha gracia! Estaba leyendo muy seria y ese final me sorprendio, me gusto!

Nelson dijo...

Wow jajajaj me ha gustado mucho el final.

Anónimo dijo...

jajajaja carajooo! Que fue eso ?

Anónimo dijo...

oww quisiera saber que susurro??

cesar perez dijo...

jajajajaja cargare uno



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