Método infalible para que tus sueños se hagan realidad.

La botella estaba vacía. Alrededor de la mesa, tumbados, con la cabeza llena de vagas ensoñaciones, los hombres esperaban la decisión del profesor Lugano.

En un vaso de vidrio grueso, resquebrajado por incontables libaciones, dormía el último trago de un excelente whisky irlandés.

—¿Lo compartimos? —moduló dificultosamente un acólito.

El profesor lo detuvo con un gesto de la mano.

—El último trago de la última botella nunca es para los hombres —sentenció.

Ejecutando dramáticos pasos el profesor se arrimó a una maceta estéril.

—¡Camaradas! —exclamó, pletórico—. ¡Vertamos el último trago en honor a los espíritus elementales de la tierra!

Alguien objetó ese sacrificio con un murmullo intraducible. Otro le arrojó ineficazmente un plato hondo.

—No se alarmen, camaradas —prosiguió el profesor—; este tributo etílico a las deidades telúricas tiene contraprestaciones interesantes. A cambio de él podemos pedir un deseo.

La mayoría de los acólitos se encontraba en un estado tan lamentable que lo único que deseaban era acabar por fin con ese último trago. Sin embargo, uno logró reunir la saliva necesaria para formular su deseo.

—Deseo... que todos mis sueños se hagan realidad...

El profesor detuvo el sacrificio. Se acercó sigilosamente al acólito y le arrojó el último trago en la cara.

—¿Qué hace, profesor? ¿Está loco? —preguntó el hombre, simulando cierta indignación.

—Probablemente, pero eso no viene al caso. Solo estoy cumpliendo su deseo.

—¿Pero qué diablos tienen que ver mis sueños con esta canallada?

—¿No quería usted que sus sueños se hagan realidad? —dijo, postergando la retórica y el recato— Este es el único método infalible: ¡DESPERTANDO!




La filosofía del profesor Lugano. I Egosofía.


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