«La casa fantasma»: Robert Frost; poema y análisis.
La casa fantasma (Ghost House) es un poema gótico del escritor Robert Frost (1974-1936), publicado originalmente en la antología de: La voluntad de un muchacho (A Boy's Will).
La casa fantasma, uno de los mejores poemas de Robert Frost, aborda lo sobrenatural desde una perspectiva filosófica, casi metafísica. En apariencia, el poema nos sitúa en una vieja casa abandonada, donde el narrador parece ver fantasmas, sin embargo, debajo de la superficie hay mucho más [el poema completo puede leerse más abajo].
Vivo en una casa solitaria
que sé que desapareció hace muchos veranos.
El narrador se encuentra en una especie de casa embrujada en este momento [ver: Psicología de las Casas Embrujadas]. El hecho de que la casa desapareciera «hace muchos veranos» sugiere que nadie vivió allí durante mucho tiempo. Más adelante, en la primera estrofa, Robert Frost menciona el sótano de la casa, donde llega la luz del sol y crecen las fresas. Todo esto, en cierto modo, también señala que la casa ha estado deshabitada durante mucho tiempo [ver: Casas como metáfora de la psique]
La casa fantasma de Robert Frost es uno de esos poemas donde el lector infiere un significado profundo, pero en una segunda lectura uno advirte que esa profundidad, aunque cierta, es auxiliar. En la segunda estrofa, el narrador habla sobre la naturaleza alrededor de la Casa Fantasma: un árbol de huerta que ha crecido como un bosquecillo, cercas arruinadas, vides que crecen descontroladamente, y un sendero. Todos estos ejemplos sugieren que el estilo de vida en la casa era cosa del pasado. Independientemente, Robert Frost añade:
Vivo con un corazón extrañamente dolorido
en esa morada desaparecida allá lejos.
en esa morada desaparecida allá lejos.
Es decir que la Casa Fantasma está abandonada, y desde hace mucho tiempo [ver: La Casa Embrujada como representación del cuerpo de la mujer]. El camino está «en desuso y olvidado» y los murciélagos revolotean libremente. Sin embargo, el narrador afirma que tiene compañía. Hay dos «personas mudas» que «comparten conmigo el lugar oscuro».
No sé quiénes son estos mudos
que comparten conmigo el lugar oscuro;
esas piedras debajo del árbol de ramas bajas
sin duda llevan nombres que los musgos ocultan.
que comparten conmigo el lugar oscuro;
esas piedras debajo del árbol de ramas bajas
sin duda llevan nombres que los musgos ocultan.
Las «piedras debajo del árbol» son lápidas, de modo que las dos personas mudas son muertos. ¿Acaso son los padres del narrador? Tal vez, aunque él mismo señala que son «una muchacha y un muchacho»; es decir, niños. Robert Frost los describe como «gente incansable, pero lenta y triste», y aunque los dos fantasmas en la casa parece tristen [porque no cantan como el chotacabras], «son los compañeros más dulces que se puede tener».
La casa fantasma de Robert Frost plantea muchas preguntas: ¿quiénes son las dos personas mudas? ¿Quién es el narrador? Lo primero que se nos viene a la mente es que el narrador es una persona mayor que regresa a su vieja casa y recuerda su infancia. Sin embargo, esta interpretación se derrumba al final del poema. La casa abandonada es un motivo común en la poesía de Robert Frost, pero desde una perspectiva más metafísica que sobrenatural, es decir, como ejemplo físico del paso del tiempo. [ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico]
Todo esto parece demasiado abstracto, quiero decir, aquella idea de que la toda casa en la ficción [abandonada o embrujada] generalmente es una metáfora de la infancia; y en este caso ciertamente parece que Robert Frost está de luto por su pasado [es decir, su infancia], y que luego abraza el presente al aceptar a los fantasmas y encontrar el lado positivo en ellos. En este sentido, podríamos preguntarnos cuál es nuestra casa fantasma.
No podemos saber si la muchacha y el muchacho realmente tuvieron esa infancia idílica, pero, en retrospectiva, ciertamente parece ser así, sobre todo desde la perspectiva de una persona mayor que recuerda. La nostalgia modifica el pasado, lo hace ver más luminoso y feliz de lo que realmente fue. Nuestro sesgo de retrospectiva siempre querrá llevarnos a un tiempo mejor, o mejor dicho, a un tiempo que pensamos que fue mejor. Porque cuando ajustamos esa mirada retrospectiva empezamos a ver los detalles del pasado con mayor nitidez. Esa purificación de la mirada despoja al pasado de su caracter idílico. Después de todo, tal vez el pasado no fue tan bueno. Tal vez el presente no sea tan malo.
La casa fantasma de Robert Frost es un poema muy visual. Uno puede insertarse fácilmente en la escena y sentir la atmósfera. Repasando un poco la biografía del autor, uno tiende a imaginar que el muchacho y la muchacha son en realidad los hijos de Robert Frost: Elliot y Elinor. Ambos murieron en la infancia. Elliot tenía unos ocho años cuando murió [de cólera] y Elinor murió a los pocos días de nacer. Sin embargo, el poema fue escrito en 1901, y sus hijos fallecieron en 1904 y 1907.
La ubicación física de la Casa Fantasma del poema podría ser la granja de Robert Frost en New Hampshire, la cual se quemó hasta los cimientos en un incendio. Cuando Robert Frost la visitó, años después, no quedaba nada más que el sótano y una chimenea. Por lo tanto, La casa fantasma es literal en cuando al escenario. Está describiendo las ruinas de esa casa de campo con el pequeño cementerio familiar debajo de un árbol. En este contexto, el poema nos invita a pensar que, aunque lo físico [la casa y sus alrededores] puede deteriorarse hasta quedar en ruinas, todavía nos quedan los recuerdos.
Pero, ¿quiénes son los fantasmas del muchacho y la muchacha? Parecen tan apegados a la Casa que se han quedado cerca de ella. Es probable [no seguro] que los dos fantasmas sean los padres de Robert Frost. Su padre murió [de tuberculosis] cuando él tenía solo 11 años, dejándolo con su madre, después de lo cual se mudaron a Nueva Inglaterra. Su madre temía perderlo también a causa de la enfermedad y, por lo tanto, lo sobreprotegió. Cuando ella murió [de cáncer] en 1900, Robert Frost quedó destrozado. Un año después escribió La casa fantasma.
La casa fantasma es un poema triste, pero a la vez esperanzador. Es cierto que todas las cosas se deterioran, que uno no puede dar media vuelta y retroceder por el camino recorrido, que los pájaros [un chotacabras en el poema] siguen cantando cuando nuestras personas favoritas están «mudas»; sin embargo, todavía hay algo de consuelo en ese panorama desolador. Porque cuando el narrador dice: «no sé quiénes son estos mudos que comparten conmigo este lugar sin luz» también está diciendo que no está solo.
La casa fantasma.
Ghost House, Robert Frost (1874-1963)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Vivo en una casa solitaria
que sé que desapareció hace muchos veranos
y no dejó más rastro que las paredes del sótano,
un sótano en el que cae la luz del día
y crecen las fresas silvestres de tallo púrpura.
Sobre vallas arruinadas, las vides protegen
los bosques que vuelven al campo de siega;
el árbol de la huerta ha crecido en un bosquecillo
de madera nueva y vieja donde pica el pájaro carpintero;
el sendero que baja al pozo está curado.
Vivo con un corazón extrañamente dolorido
en esa morada desaparecida allá lejos,
en ese camino en desuso y olvidado
que junta lodo para el baño del sapo.
Llega la noche; los murciélagos dan volteretas y se precipitan.
El chotacabras viene a gritar
y callar y cloquear y revolotear:
lo oigo comenzar lo suficientemente lejos,
muchas veces, para decir lo que dice
antes de que llegue para decirlo.
Está bajo la pequeña y tenue estrella de verano.
No sé quiénes son estos mudos
que comparten conmigo este lugar sin luz;
esas piedras debajo del árbol de ramas bajas
sin duda llevan nombres que los musgos ocultan.
Son gente incansable, pero lenta y triste,
aunque los dos son muy unidos, la muchacha y el muchacho,
sin ninguno entre ellos que cante nunca,
y sin embargo, en vista de tantas cosas,
son los compañeros más dulces que se puede tener.
I dwell in a lonely house I know
That vanished many a summer ago,
And left no trace but the cellar walls,
And a cellar in which the daylight falls,
And the purple-stemmed wild raspberries grow.
O’er ruined fences the grape-vines shield
The woods come back to the mowing field;
The orchard tree has grown one copse
Of new wood and old where the woodpecker chops;
The footpath down to the well is healed.
I dwell with a strangely aching heart
In that vanished abode there far apart
On that disused and forgotten road
That has no dust-bath now for the toad.
Night comes; the black bats tumble and dart.
The whippoorwill is coming to shout
And hush and cluck and flutter about:
I hear him begin far enough away
Full many a time to say his say
Before he arrives to say it out.
It is under the small, dim, summer star.
I know not who these mute folk are
Who share the unlit place with me—
Those stones out under the low-limbed tree
Doubtless bear names that the mosses mar.
They are tireless folk, but slow and sad,
Though two, close-keeping, are lass and lad,—
With none among them that ever sings,
And yet, in view of how many things,
As sweet companions as might be had.
Robert Frost (1874-1936)
That vanished many a summer ago,
And left no trace but the cellar walls,
And a cellar in which the daylight falls,
And the purple-stemmed wild raspberries grow.
O’er ruined fences the grape-vines shield
The woods come back to the mowing field;
The orchard tree has grown one copse
Of new wood and old where the woodpecker chops;
The footpath down to the well is healed.
I dwell with a strangely aching heart
In that vanished abode there far apart
On that disused and forgotten road
That has no dust-bath now for the toad.
Night comes; the black bats tumble and dart.
The whippoorwill is coming to shout
And hush and cluck and flutter about:
I hear him begin far enough away
Full many a time to say his say
Before he arrives to say it out.
It is under the small, dim, summer star.
I know not who these mute folk are
Who share the unlit place with me—
Those stones out under the low-limbed tree
Doubtless bear names that the mosses mar.
They are tireless folk, but slow and sad,
Though two, close-keeping, are lass and lad,—
With none among them that ever sings,
And yet, in view of how many things,
As sweet companions as might be had.
Robert Frost (1874-1936)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Poemas góticos. I Poemas de Robert Frost.
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