"El retrato oval": Edgar Allan Poe: relato y análisis


"El retrato oval": Edgar Allan Poe; relato y análisis.




El retrato oval (The Oval Portrait) es un relato de terror del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), publicado en 1842 en una versión extendida titulada: Vida en muerte (Life in Death), que apareció en la revista Graham's Magazine.

El retrato oval propiamente dicho es una versión más corta de Vida en muerte. Fue publicado en la edición del 26 de abril de 1845 del periódico Broadway Journal.

El retrato oval es un cuento de terror que puede enmarcarse dentro del tópico de las Musas Muertas, tema que siempre obsesionó a Edgar Allan Poe. De hecho, el retrato oval que aparece en el cuento tal vez sea un retrato de la propia madre de E.A. Poe, Elizabeth, que el poeta siempre llevó consigo.

El relato narra la historia de un hombre herido que busca refugio en una mansión abandonada en los Apeninos. Edgar Allan Poe no detalla cuál es la naturaleza de esta herida, ni siquiera si es física o emocional. Solo sabemos que el protagonista, que también es el narrador del cuento, pasa el tiempo admirando el decorado de su extraña habitación y especialmente sus pinturas.

Entre todas ellas hay una que lo impacta por su extremo realismo: el retrato de una mujer.

A partir de aquí Edgar Allan Poe suspende la continuidad del tiempo. El narrador pasa, según él, alrededor de una hora ("for an hour, perhaps") contemplando el misterioso rostro de la mujer. Obsesionado, busca entre los libros prohibidos de la habitación alguna pista sobre la identidad de la mujer del retrato oval.

La historia del retrato de la mujer es un pequeño relato dentro del relato principal. Fue pintado por un excéntrico artista obsesionado con su joven esposa. El ensimismamiento de su concepción fue tan profundo, tan honda su obsesión, que ni siquiera mira a su esposa para componer los trazos del retrato. Al finalizarlo advierte que la imagen está más viva que su propia esposa. Cuando gira para comentarle este prodigio nota que la mujer real está muerta.

Un análisis estético de El retrato oval propone que la idea principal de la historia intenta examinar la frontera confusa entre el arte y la vida, y sobre todo cómo la belleza puede convertirse en un vehículo de la muerte.

El retrato oval es uno de los mejores relatos de Edgar Allan Poe. A tal punto que sirvió de inspiración a otros clásicos del género, entre ellos, la novela de Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray (The Picture of Dorian Gray by Oscar Wilde), publicada en 1891; aunque aquí el mal no procede del artista en sí mismo, sino del objeto de su composición.

Casi al mismo tiempo otro autor notable abrevó en las mismas fuentes que E.A. Poe. Hablamos de Nathaniel Hawthorne y su excelente relato: La marca de nacimiento (The Birth-Mark), similar, en muchos sentidos, a El retrato oval.



El retrato oval.
The Oval Portrait, Edgar Allan Poe (1809-1849)

El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de Mistress Radcliffe.

Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco.

Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho.

Lo quise así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban. Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.

Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas candelas dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.

No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.

El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco.

Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante.

Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:

"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba.

Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible:

"¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada:

¡Estaba muerta!"

E.A. Poe (1809-1849)




Más relatos de Edgar Allan Poe. I Relatos góticos.


Más literatura gótica:
El análisis y resumen del cuento de E.A. Poe: El retrato oval (The Oval Portrait) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Wao, es como si, toda la vida de su esposa la hubiese capturado en ese retrato, o sea que cada vez que continuaba con su pintura, poco a poco le iba quitando vida a ella, y encerrándola de algún modo en el lienzo, hasta que al terminar la pintura nota que su esposa yace sin vida, y en la pintura luce tan viva...! Algo así no? Es lo que capte...!

Anónimo dijo...

para captar a edgar allan poe... debes entender la vida misma... la escencia d los fantasmas q llenaban su alma, q vagaban en su mente... leelo mas =) y lo captaras... saludos

Anónimo dijo...

Entonces que era? Eso también es lo que yo entendí.

Anónimo dijo...

bueno el hecho de que ella muriera no solo se basa en el que captara la vida misma de su esposa en la pintura o lienzo sino que su obsecion de captar la luz misma de su esposa no dejo que ella se levantara por un vaso de agua o por comida por dias y esto ocasiono que su esposa muriera siendo objetivos a mi humilde opinion

Antran112 dijo...

En el momento de terminar la pintura su esposa estuvo muerta y ala vez viva
ya que en verdad murio pero al terminar la pintura vivio en el lienzo como una obra inmmortal

Aldana dijo...

Cual es el hecho sobrenatural?



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