La aterradora experiencia de Carl Jung en una casa embrujada


La aterradora experiencia de Carl Jung en una casa embrujada.




En el verano de 1920, Carl Gustav Jung recibió una invitación para visitar Inglaterra. Su anfitrión y colega [se refiere a él como Señor X.] había reservado la última casa de campo que todavía estaba disponible durante las vacaciones de verano a un precio llamativamente económico. Estaba situada en Buckinghamshire. Ambos planeaban pasar los fines de semana allí [ver: Libros, cuadros y portarretratos que se caen solos.]

Carl Jung tomó la habitación en el primer piso. En la primera noche se sentia agotado y se durmió de inmediato. A partir de la segunda noche, sin embargo, no durmió nada bien [ver: Sobre las apariciones demoníacas]

El aire se sentía sofocante y había un olor extraño en la habitación, pero no pudo identificar qué era exactamente, de dónde venía o a qué le recordaba, excepto que había algo enfermizo en él [ver: El olor de los ángeles, demonios, espíritus y fantasmas]. Se fue a la cama con las ventanas abiertas, pero el hedor permaneció, a pesar del aire fresco. 

A lo largo de su estadía allí, una sensación de malestar general le impidió descansar bien por la noche. El Señor X. [en una decisión que suscribimos] le recomendó beber una botella de cerveza antes de acostarse, lo cual le produjo un efecto relajante, pero solo temporalmente. Carl Jung, insomne, trató de identificar a qué le recordaba el olor, hasta que por fin le vino a la mente la imagen de una anciana con un carcinoma abierto, a quien había tratado en el hospital.

El olor le recordaba a su habitación [ver: Entidades que se manifiestan a través del olor]

Durante las siguientes semanas sucedieron cosas más extrañas: se oía el sonido del agua goteando, aunque no había ninguna filtración o gotera; «algo rozó las paredes, los muebles crujieron aquí y allí, hubo susurros en los rincones. Una extraña inquietud flotaba en el aire» [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]. Carl Jung notó que las sirvientas nunca se quedaban en la casa después del atardecer. Cuando les preguntó si algo andaba mal, le dijeron que la casa estaba embrujada.

Eventualmente los fenómenos aumentaron en intensidad; se volvieron «insoportables». Carl Jung escribió:


[Fue una hermosa noche de luna llena, sin viento; en la habitación se oían susurros, crujidos y golpes; desde afuera llovieron golpes en las paredes. Tuve la sensación de que había algo cerca de mí y abrí los ojos. Allí, a mi lado en la almohada, vi la cabeza de una anciana, y el ojo derecho, bien abierto, me fulminó con la mirada. Faltaba la mitad izquierda de la cara debajo del ojo. La visión fue tan repentina e inesperada que salté de la cama de un salto, encendí una vela y pasé el resto de la noche en un sillón. Al día siguiente me mudé a la habitación contigua, donde dormí espléndidamente y no me molestaron más durante ese fin de semana ni el siguiente.]


Esta historia fue publicada en 1950, en un libro sobre fantasmas de la parapsicóloga Fanny Moser titulado: Apariciones: falsas creencias o realidad (Spuk: ¿Irrglaube oder Wahrglaube?), para el cual Carl Jung también escribió el prefacio. La narración concluye con el intento de Carl Jung de explicar la experiencia desde un punto de vista psicológico [ver: Sentir «presencias» cuando estás solo]. Si bien no puede encontrar una explicación para el ruido del goteo, está dispuesto a admitir que los otros sonidos probablemente no fueron percepciones objetivas, y que su estado hipnoide los había hecho parecer exageradamente fuertes. En cuanto a la visión de la anciana, la interpreta como «una alucinación hipnagógica, probablemente una reconstrucción de la memoria de la anciana con carcinoma».

Cuando llega a la alucinación olfativa, presume otra función cognitiva importante que el ser humano tendría en común con los animales:


[Tuve la impresión de que mi presencia en la habitación activó algo que de alguna manera estaba conectado con las paredes. Si el órgano olfativo del hombre no estuviera tan degenerado, sino desarrollado como el de un perro, sin duda habría tenido una idea más clara de las personas que habían vivido antes en la habitación. Los curanderos primitivos no solo pueden oler a un ladrón, también «oler» espíritus y fantasmas.]


El olor puede haber «encarnado» una situación psíquica y haberla transmitido al perceptor. De ninguna manera es imposible si consideramos la extraordinaria importancia del sentido del olfato en los animales.


[Todos hemos tenido experiencias en las que los «olores psíquicos», o alucinaciones olfativas, resultaron ser intuiciones subliminales. Esta hipótesis, naturalmente, no pretende explicar todos los fenómenos paranormales, sino a lo sumo una determinada categoría. He escuchado y leído muchas historias de fantasmas, y entre ellas hay algunas que muy bien podrían explicarse de esta manera. Por ejemplo, están todas esas historias de fantasmas que rondan las habitaciones donde se cometió un asesinato. En un caso, las manchas de sangre aún eran visibles debajo de la alfombra. Un perro seguramente habría olido la sangre y tal vez la habría reconocido como humana, y si poseyera una imaginación humana también habría podido reconstruir las características esenciales del crimen. Nuestro inconsciente, que posee poderes de percepción y reconstrucción mucho más sutiles que nuestras mentes conscientes, podría hacer lo mismo y proyectar una imagen visionaria de la situación psíquica que la excitó.]


Mientras que Carl Jung encuentra una explicación racional para las alucinaciones acústicas y visuales, viéndolas como productos de su propia psique, especula sobre una razón física para el olor, aunque parece implicar aquí que una situación psíquica podría registrarse en el olfato, y que un olor puede transmitir información del pasado al presente [ver: ¿Energía Residual o entidades inteligentes?]

De hecho, la idea de oler algo y recibir información del inconsciente ejercía una fascinación particular en Carl Jung. En su autobiografía: Recuerdos, sueños y reflexiones (Erinnerungen, Träume, Gedanken), evoca un incidente en el que relató la vida de un hombre en una cena, sin conocerlo. Sin saberlo, dio un relato ejemplar de un criminal imaginario, que resultó ser la descripción exacta de la vida del hombre sentado frente a él. Carl Jung se refiere a esta forma de cognición, hasta ahora no clasificada, como «arcaica», y nuevamente, como algo comparable a los sentidos animales:


[Yo también tengo esta naturaleza arcaica, y en mí está ligada al don, no siempre agradable, de ver a las personas y las cosas como son. Puedo dejarme engañar cuando no quiero reconocer algo y, sin embargo, en el fondo sé muy bien cómo son las cosas realmente. En esto soy como un perro: se le puede engañar, pero al final siempre lo huele. Esta «percepción» se basa en el instinto o en una mística de participación con los demás.]


En todas estas experiencias, es crucial un tipo especial de sensibilidad, de la que Carl Jung era muy consciente [ver: Sentir que hay un espíritu en casa]. En 1960, un año antes de su muerte, escribió lo siguiente:


[Los fenómenos psíquicos paranormales me han interesado toda mi vida. Habitualmente se presentan en estados psicológicos agudos (emocionalidad, depresión, shock, etc.), o, más frecuentemente, en individuos caracterizados por una estructura de personalidad peculiar o patológica, donde habitualmente se baja el umbral al inconsciente colectivo. Las personas con un genio creativo también pertenecen a este tipo.]


La sensibilidad es crucial para las experiencias paranormales, pero esto no era lo único que le interesaba a Carl Jung, especialmente cuando se trataba de pacientes. Durante la primera mitad de su carrera, la pregunta más importante que se hacía no era si existían realmente los fantasmas, sino: ¿exactamente quién es el que ve un fantasma? ¿En qué condiciones psíquicas lo ve? ¿Qué significa un fantasma cuando se examina su contenido, es decir, como símbolo? [ver: El verdadero significado de los fantasmas]

Para Carl Jung lo que importaba era la realidad de la experiencia y, en esto, se tomaba muy en serio a sus pacientes. Si bien el enfoque psicológico lo hizo centrarse más en las exteriorizaciones [por ejemplo, proyecciones], llegó a tener dudas sobre esto en la segunda mitad de su vida. En 1947 escribió:


[Para ser honesto, ahora dudo que un método y un enfoque exclusivamente psicológicos hagan justicia a los fenómenos en cuestión. No sólo los descubrimientos de la parapsicología, sino también mis propias consideraciones teóricas, me han llevado a ciertas conclusiones que rozan el ámbito de la física, más precisamente, el continuo del espacio-tiempo. En esto nos enfrentamos a la cuestión de una realidad transpsíquica, que es la base inmediata de la psique.]


La referencia a la física es una alusión a su concepto de Sincronicidad, que desarrolló tras su encuentro con el físico nuclear Wolfgang Pauli [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?] La Sincronicidad implica que hay coincidencias significativas y que los eventos pueden estar relacionados de una manera no causal, cuestionando así los conceptos establecidos de espacio y tiempo, una visión que resuena con los descubrimientos de la física cuántica [ver: Sincronicidades Negativas]

Después de fracasar en explicar las experiencias paranormales desde un punto de vista estrictamente psicológico, Carl Jung se inclinó cada vez más a proponer una perspectiva completamente nueva sobre la naturaleza de la realidad introduciendo un nuevo concepto para complementar las categorías de espacio, tiempo y causalidad. Incluso si la Sincronicidad es difícil representar en el lenguaje debido a su naturaleza abstracta, «no es una visión filosófica, sino un concepto empírico que postula un principio intelectualmente necesario».


[La Sincronicidad atribuye al cuerpo en movimiento una cierta propiedad psicoide que, como el espacio, el tiempo y la causalidad, forma un criterio de su comportamiento. Debemos abandonar por completo la idea de que la psique está conectada de alguna manera con el cerebro y, en cambio, recordar el comportamiento «significativo» o «inteligente» de los organismos inferiores, que no tienen cerebro. Aquí nos encontramos mucho más cerca del factor formal que, como he dicho, nada tiene que ver con la actividad cerebral.]


Al parece, Carl Jung habría cuestionado el enfoque actual de la neurología para explicar las realidades psicofísicas. A diferencia de Sigmund Freud, no creía solo en un inconsciente singular, sino en al menos dos aspectos diferentes del inconsciente: distinguía entre el inconsciente personal, que es único en cada individuo, y el inconsciente impersonal, más conocido como inconsciente colectivo; que es compartido por un grupo, una nación o, de hecho, por todos los seres sintientes, no solo por los humanos.

Aunque siempre insistió en ser un científico y empirista, Carl Jung parece haber contemplado la posibilidad de un mundo invisible de sustancias y energías sutiles que la psique prerracional puede percibir y, a su vez, que también pueden ser afectadas por la psique, como sugiere el concepto de Sincronicidad [ver: Experiencia aparicional: cuando sentimos que no estamos solos]

Las ideas de Carl Jung sobre los fantasmas no están claramente delineadas. Sin embargo, lo mismo podría decirse de muchas otras de sus ideas, lo cual puede ser frustrante para el científico acostumbrado a trabajar con definiciones y axiomas. Más allá de esto, Carl Jung estuvo interesado en el ocultismo a lo largo de toda su vida y abordó el tema desde muchas perspectivas diferentes. Sus propias experiencias con lo oculto comenzaron a una edad muy temprana. De hecho, había varios psíquicos en su familia; entre ellos, su madre, Emilie Preiswerk, que dejó un diario en el que registró sus experiencias paranormales [ver: Espíritus que no abandonan su antigua casa]

De niño, Carl Jung experimentó visiones y apariciones. Especialmente durante la crisis después de su ruptura con Sigmund Freud, se vio abrumado por visiones [registradas en El Libro Rojo] de una Europa ensangrentada, aunque no supo que hacer con ellas hasta que estalló la guerra. Hacia el final de su vida, tuvo una inquietante visión de los últimos cincuenta años de la humanidad, que nunca se publicó y solo existe en las notas de su hija. Por otro lado, su asistente, Marie Louise von Franz, cuenta que Carl Jung tuvo otra visión en la que vio enormes extensiones del planeta devastadas.

El espiritismo había estado de moda en el siglo XIX y Carl Jung estaba muy interesado en él. Sin embargo, también ridiculizó la «epidemia de mesas parlantes» que se había extendido desde los Estados Unidos a Europa. Para su doctorado, titulado: Acerca de la psicología de los llamados fenómenos ocultos (Zur Psychologie und Pathologie sogenannter okkulter Phänomene) realizó sus propias sesiones con su prima, Helly Preiswerk, quien se desempeñó como médium [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]

A lo largo de toda su obra hay comentarios muy ácidos contra la arrogancia cartesiana, racionalista y materialista, y estaba particularmente molesto por el hecho de que los científicos descartaran los fenómenos paranormales simplemente porque no podían explicarlos, aunque era plenamente consciente del hecho de que la escena espiritualista estaba poblada de charlatanes. No obstante, habiendo considerado el fenómeno de los fantasmas desde tantas perspectivas diferentes, Carl Jung no llegó a una resolución de su análisis del tema. Hacia el final de su vida, supuso:


[Yo mismo no puedo presumir de ninguna investigación original en este campo, pero declaro sin dudarlo que pude presenciar lo suficiente de estos fenómenos como para estar completamente convencido de que son reales. Sin embargo, no puedo explicarlos y, por lo tanto, no puedo decidir sobre ninguna de las interpretaciones habituales.]


Sin embargo, las declaraciones e incidentes esparcidos a lo largo de su obra muestran que lo sobrenatural estaba profundamente arraigado en sus ideas. Para Carl Jung, las cosas eran complejas porque permanecía abierto a ideas que desafiaban la cosmovisión cartesiana de la ciencia. Para ella, la cuestión estaba resuelta; para Carl Jung, no, y trabajó continuamente formular preguntas cada vez más interesantes sobre el tema. El sistema de pensamiento de Carl Jung es, en toda regla, un proyecto abierto, y su fascinación por lo paranormal atestigua la sinceridad con la que trató el tema mientras intentaba mantener su credibilidad en la comunidad científica.




Fenómenos paranormales. I Consultorio paranormal.


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