El verdadero significado de los fantasmas


El verdadero significado de los fantasmas.




La palabra "fantasma" proviene del verbo griego phanein (brillar, mostrarse); y phantasma, al menos en sus comienzos, aludía en cierta forma a las imágenes que se crean en la mente, es decir, a la imaginación que nos muestra algo allí donde aparentemente no hay nada.

Tal vez por eso fantasma y fantasía comparten la misma raíz etimológica.

La fantasía es el acto de mostrar, de hacer visible algo: una apariencia, quizás, o una emoción, que luego se empleó para describir a los espectáculos artísticos. Fantasía no es aquello que no existe, sino lo que existe solo en condiciones donde gobiernan las leyes del arte.

Este concepto tan antiguo resulta mucho más rico que nuestra actual capacidad para explicar a los fantasmas. Phantasma define tanto el aspecto que ofrece un objeto, su imagen, como el reflejo que captan y procesan nuestros sentidos.

En otras palabras: fantasma es la forma visible de las cosas pero también su reflejo invisible, que solo se manifiesta en nuestra mente.

Esta sutil forma de entender que todas las cosas se nos muestran incompletas resultó bastante compleja para las culturas del norte. En inglés, la palabra ghost procede de una raíz completamente distinta: gast, en Inglés Antiguo, y gaistaz, en protogermánico; que a su vez provienen de la raíz indoeuropea gheis, con un marcado significado negativo.

De hecho, casi todas las palabras formadas a partir de gheis reflejan estados de miedo, amenaza e excitación. En Inglés Antiguo, por ejemplo, la idea de fantasma terminó forjando un verbo propio que definía el sentirse asustado: gæstan.

Fue así que los fantasmas se establecieron en el norte, no ya como dobles o reflejos mentales del universo invisible, sino como seres sobrenaturales independientes de la imaginación.

Por eso no asombra que para traducir el sentido de Espíritu Santo los pueblos del norte eligieran la palabra ghost (Holy Ghost) y no spirit, más adecuado al latín spiritus.

En cualquier caso, la capacidad de producir miedo de los fantasmas se redujo dramáticamente con el correr de los años.

En definitiva, los fantasmas griegos requerían la participación activa de sus testigos para terminar de manifestarse. Sin ellos serían apenas formas fugitivas que transitaban al margen de nuestros sentidos.

Resulta mucho más horroroso saber que el fantasma que nos acecha es también un producto de nuestra imaginación, un derivado de nuestros pensamientos, deseos y temores, que de repente se unen para mostrarnos lo ineficaces que son nuestros ojos para percibir lo imperceptible.




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