La leyenda del Hombre de Arena.


La leyenda del Hombre de Arena.




El lector aficionado al relato de terror seguramente conoce al Hombre de Arena [Sandman] a través del magnífico cuento del escritor alemán E.T.A. Hoffmann (1776–1822), titulado: El hombre de arena (Der Sandmann).

E.T.A. Hoffmann nos introduce en una leyenda tan siniestra que, eventualmente, serviría de base para uno de los ensayos más notables de Sigmund Freud, titulado: Lo siniestro (Das Unheimliche), donde analiza esta historia como uno de los mejores ejemplos del horror psicológico [ver: Lo Siniestro en la ficción]

Ahora bien, el Hombre de Arena de E.T.A. Hoffmann es una critaura que opera de forma inversa a la del mito popular. En esta versión, el Hombre de Arena se acerca por las noches a la cama de los pequeños que se resisten a dormir, y les arroja un puñado de arena en los ojos como castigo. El resultado de estas operaciones es devastador: los ojos alcanzados por aquellos granos de arena se «caen» después de algunos días, cegando para siempre al trasnochador [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]

La única prueba de la presencia del Hombre de Arena, sostiene E.T.A. Hoffmann, es la presencia de lagañas al despertar, nada menos que aquellos granos de arena cuya función es derretir al ojo en su cuenca.

E.T.A. Hoffmann comenta que el Hombre de Arena baja todas las noches a la Tierra para recolectar ojos, con los que alimenta a sus hijos en la luna. En el relato, esta leyenda obsesiona profundamente al protagonista, al punto de trastornarlo irremediablemente.

Dicho esto, conviene resaltar que la leyenda del Hombre de Arena es anterior a E.T.A. Hoffmann. De hecho, proviene de la mitología nórdica, y se conservó, con algunas omisiones y alteraciones, en el folclore popular del norte.

Contrariamente a lo que ocurre en el relato de E.T.A. Hoffmann, el Hombre de Arena de la leyenda no aparece como castigo ante una falta [negarse a ir a dormir], sino como un ente siniestro y benévolo a la vez. A veces es capaz de ofrecer buenos sueños a quienes creen en él, pero también reprendiendo a los incrédulos arrojándoles arena en los ojos mientras duermen.

El Hombre de Arena protagoniza numerosas leyendas del norte, casi todas macabras; pero no fue hasta la intervención de Hans Christian Andersen que adquirió relevancia mundial. En el cuento de 1841: Ole Lukøje, el nombre real del Hombre de Arena, nos enteramos del trágico pasado de esta criatura, cuya naturaleza obsesiva con respecto a los ojos es analizada con gran maestría. Algo de esa naturaleza se expresa en el nombre danés del Hombre de Arena, lukøje, que en español significa «ojos cerrados».

Al parecer, el Hombre de Arena es una criatura ciega, incapaz de ver [o de dejarse ver] cuando alguien tiene los ojos abiertos. De allí su necesidad de cegar a sus víctimas, en definitiva, la única forma de ser advertido.

Algunos sospechan que el Hombre de Arena está relacionado con Billy Blind, un personaje del folclore nórdico, que a su vez deriva del dios Odín, célebremente conocido por haber «dado un ojo de la cara» para adquirir sabiduría.

¿Acaso los dioses paganos no fueron abandonados por los hombres, sino que fueron los dioses quienes abandonaron a la humanidad cuando ésta decidió afirmar su fe en un dios único y celoso? Si esto es cierto, tal vez algunas divinidades piadosas, como Odín, continúan visitando a sus verdaderos fieles: los niños, capaces de admitir toda clase de maravillas [ver: La derrota de los dioses paganos]

En este sentido, las lagañas son un registro de aquellos encuentros nocturnos con los viejos dioses del pasado, cuyo verdadero reino se extiende por el orbe fugitivo de los sueños.




Mitología. I Psicología.


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