El libro de los afrodisíacos


El libro de los afrodisíacos.




El libro de los afrodisíacos es una muestra clara de que los errores de los alquimistas a menudo traían mayores beneficios que sus aciertos.

El enigmático Libro de los afrodisíacos al que hacemos mención no es exactamente un libro, sino más bien una serie de pergaminos llevados a Europa por Gerberto de Aurillac, quien más adelante se convertiría en el papa Silvestre II. Fue él, según se dice, quien halló en España a un misterioso alquimista árabe cuyo nombre, por desgracia, no se ha conservado.

Este sabio, como casi todos los alquimistas, buscaba afanosamente el modo de trasmutar metales, operación en la que había fracasado una y otra vez, obteniendo en cambio otros beneficios acaso más interesantes que la vulgar acumulación de oro: un afrodisíaco extraordinario, que eventualmente llegaría a manos del marqués de Sade (ver: El peligroso afrodisíaco del Marqués de Sade).

Mucho antes de eso, el anciano alquimisma declaró que su receta se basaba en un antiguo brebaje (ver: Las pociones de amor más extrañas de la Edad Media), y que solo había utilizado el afrodisíaco para corroborar su poder. Debido a su edad avanzada, había abandonado el proyecto ya que le resultaba imposible saciar los apetitos que el afrodisíaco despertaba en las mujeres.

Lo curioso, en todo caso, no es que este alquimista haya descubierto la fórmula del afrodisíaco perfecto, sino la naturaleza personalizada del producto, el cual, se cree, se adapta perfectamente al olor particular de la persona que lo usaba; algo muy distante de la receta de los afrodisíacos tradicionales, en general, empleados en una copa de vino (ver: Hechizo para preparar un vino afrodisíaco).

Aurillac tomó nota de los comentarios del sabio, y posteriormente los olvidó. El hombre, después de todo, estaba enamorado de Meridiana —según algunos, un demonio femenino, otros, un súcubo—, razón por la cual no estaba interesado en las aplicaciones prácticas de un afrodisíaco, por más eficaz que haya demostrado ser.

Ya en el siglo XII, estas notas, que llegarían a convertirse en El libro de los afrodisíacos, cayeron en manos de Abelardo de Bath, duro alquimista, matemático e investigador, quien decidió someter a prueba la eficacia del afrodisíaco del anciano alquimista.

Su experiencia no sólo confirma la eficacia del afrodisíaco mágico, sino que logra explicarla en términos sencillos, aunque asombrosos.

Bath afirma que todos poseemos un hedor personal, un tufo escencialmente nuestro, que sobre la superficie se parece a todos los demás, pero que posee en realidad una sutileza, una huella odorífera, una marca singular que nos distingue de sudores ajenos. El afrodisíaco del alquimista, especula Bath, funciona porque se adapta a esta esencia individual, se funde con nuestra huella odorífera, y prospera a partir de allí como una emanación de nuestro aroma personal.

Poco y nada se sabe de los ingredientes del afrodisíaco. Robert Grosseteste menciona por allí una base de nidos de golondrina, filtrados y reducidos a cenizas, como fundamento para su elaboración, pero se abstiene de mencionar el ingrediente más importante, y probablemente el más siniestro, en la historia de los afrodisíacos.

Fue el gigantesco Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim —más conocido como Paracelso—, quien descubrió los secretos del afrodisíaco, curiosamente, mientras desarrollaba una fórmula para crear un homúnculo (ver: Paracelso y un manual para crear homúnculos).

A los dieciséis años, cuando todavía cursaba sus estudios en la Universidad de Basilea, Paracelso entró en contacto con un nigromante llamado Cynolus (probablemente un seudónimo), quien le ofreció una demostración práctica del poder asombroso de aquel afrodisíaco. Colocó entonces unas pocas gotas del filtro en las axilas y en el torso de un mendicante, un hombre pobre y exiliado que vagaba por las callejuelas de Basilea. En pocos minutos varias mujeres que pasaban cerca repararon de repente en el hombre; algunas le ofrecieron dinero y comida; pero luego de una hora el pobre mendigo se encontró acosado por una verdadera horda de mujeres, que fueron oportunamente dispersadas por las autoridades.

Cynolus y Paracelso siguieron al mendigo, que aprovechó la ocasión para huir; pero muchas mujeres también siguieron el rastro odorífero del hombre. Una de ellas, anotó Paracelso con cierto horror juvenil, se acercó al hombre dando gritos y ofreciéndole un pecho para que se alimente. A la mañana siguiente hallaron el cuerpo del hombre, horriblemente mutilado. Al parecer, los efectos del afrodisíaco se evaporaban apenas su portador dejaba de exudar sus propios hedores.

Años después Paracelso dio cuenta del secreto de este afrodisíaco, pero ocultó todos los demás, acaso para dejar una enseñanza a los intrépidos cazadores de aventuras. El ingrediente esencial del elixir era una sustancia que las brujas cosechaban tras las ejecuciones públicas. Según cuenta la leyenda —la cual seguramente inspiró a Patrick Süskind para la novela: El perfume (Das Parfüm)—, algunos ahorcados emitían una suerte de polución póstuma cuando la soga se cerraba sobre sus cuellos. Esta simiente desagradable para fabricar distintos filtros amorosos, entre ellos, el afrodisíaco confeccionado por el alquimista.

Tiempo después, un estudiante de Paracelso elaboró una interesante teoría sobre los afrodisíacos, en la cual razona que éstos no desencadenan otro efecto que el de despertar en los demás aquello que ya ansían secretamente.

En este contexto, el afrodisíaco descrito por Paracelso sólo facilitó la expresión de un deseo secreto. En todo caso, el verdadero afrodisíaco no añade atractivo a quien no lo tiene, sino que despoja al receptor del velo invisible que recubre sus deseos más recónditos.




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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantísimo artículo. Me hizo recordar varias escenas de la novela del alemán Patrick Süskind "El Perfume".

Vor-Mel dijo...

¡Qué interesante!
Gracias y un saludo!

Dark-Silent dijo...

Suena coherente :3 me encanto...

Racksis dijo...

INTERESANTE
Me recordo al libro titulado El perfume suena en verdad muy interesante.........

arqueologo dijo...

todo bien pero donde se baja el libro, ojala sea gratis

Anónimo dijo...

Como se descarga?



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