«Las campanas»: Edgar Allan Poe; poema y análisis.
Las campanas (The Bells) es un poema gótico del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), compuesto en mayo de 1848 y publicado de manera póstuma en la edición de noviembre de 1849 de la revista Sartain's Union Magazine.
La inspiración detrás de Las campanas fue Marie Louise Shew, una mujer que ayudó a Edgar Allan Poe en el cuidado de su esposa, Virginia Clemm, durante su agonía. Tras la muerte de Virginia, E.A. Poe se sumió en un oscuro período de depresión y de vacío creativo. Shew le sugirió que compusiera unos pocos versos acerca del llamado de unas campanas, y posiblemente colaboró con los primeros versos.
Sea cual sea su origen, lo cierto es que Las campanas se parece mucho más a un mantra, a un conjuro, a un encantamiento, que a un poema tradicional.
Edgar Allan Poe insiste una y otra vez en la palabra bells, tanto para generar el efecto del tañido de las campanas como para producir en el lector una sensación de irrealidad. El poema también agrupa términos desconcertantes, como tintinnabulation, que podría estar vinculado a un instrumento medieval llamado tintinabula; y ghouls, aquellas criaturas necrófagas de los cementerios que luego serían consideradas como una inusual raza de vampiros por la literatura gótica.
A medida que los versos de Las campanas de Edgar Allan Poe van transcurriendo, la trama se oscurece, se llena de siluetas nocturnas y sugerentes. En cierta forma, funciona como una especie de letargo, de sueño inducido, que en el ocaso de sus visiones se transforma en una pesadilla: el dulce tañido de las campanas, sonoro y hasta colorido al principio, se convierte en sinfonía espantosa y lúgubre, como el martilleo mecánico de una tormenta artificial.
Las campanas.
The Bells, Edgar Allan Poe (1809-1849)
Escuchad a los trineos con las campanas,
¡Plateadas campanas!
¡Qué mundo de alegrías predicen sus melodías!
¡Cómo cantan, cantan, cantan,
En el aire helado de la noche!
Mientras las estrellas que centellean,
A través del cielo, parecen parpadear
Con un placer cristalino;
Manteniendo el tiempo, tiempo, tiempo,
En una especie de rúnico tempo
En aquella esa sinfonía de musical tonada,
De aquellas campanas, campanas, campanas,
Campanas, campanas, campanas,
Del vibrar y repicar de las campanas.
Escuchad las suaves campanas nupciales,
¡Doradas campanas!
¡Qué mundo de felicidad predice su armonía
En el aire fragante de la noche!
¡Cómo comparten por el mundo su delicia!
Desde el dorado fundido de sus notas,
Y todo en sintonía,
El líquido poema flota,
Para la novia que escucha, mientras se regocija
Sobre la luna.
¡Oh, desde las sonoras celdas
Qué fuente de voluminosa fascinación suena!
¡Cómo se dilata!
¡Cómo reposa
En el futuro! Cómo lo hace
El arrebato que excita
El balanceo y el repiqueteo
De las campanas, campanas, campanas,
Campanas, Campanas, Campanas;
Del ritmo y el estremecimiento de las campanas.
Escuchad las sonoras campanas,
¡Broncíneas campanas!
¡Qué historia de terror cuenta ahora su turbulencia!
En el alarmado oído de la noche
¡Cómo gritan su espanto!
Demasiado asustadas para hablar,
Sólo pueden chillar, chillar
Fuera de tono,
Invocando clamorosamente por la piedad del fuego,
En una demente discusión con el sordo y frenético fuego,
Que asciende alto, alto, alto,
Con un desesperado deseo,
Y con ánimo resuelto
Ahora, ubicarse ahora, o nunca,
Junto al pálido rostro de la luna.
¡Oh, las campanas, campanas, campanas!
¡Qué historia nos cuenta
Su Desesperado Terror!
¡Cómo rechinan, chocan y rugen!
¡Qué horror derraman
Sobre el pecho del aire palpitante!
Sin embargo el oído, comprende cabalmente,
Por su tañido,
Por su resonar,
Cómo se abate y eleva el peligro;
Claramente lo distingue el oído,
En el torcer,
En el balancear,
Cómo se hunde y asciende el peligro
Por el cansancio o la ira de las campanas,
De las campanas,
De las campanas, campanas, campanas,
Campanas, campanas, campanas.
¡En el estrépito y el clamor de las campanas!
Escuchad el tañido de las campanas.
¡Campanas de hierro!
¡Qué mundo de solemnes pensamientos nos sugiere su monotonía
En el silencio de la noche!
¡Cómo temblamos de miedo
Con la melancólica promesa de su tono!
Pues cada sonido que flota
Del óxido de sus gargantas,
Es un gemido.
Y la gente -ah, la gente-
Que habita sobre el campanario,
Sola,
Y que gira, gira, gira
En ese ahogado y monótono sonido,
Sienten la gloria al lanzar
Una roca en el corazón humano.
Ellos no son hombre ni mujer,
Ellos no son salvajes ni humanos,
Ellos son Ghouls;
Y su rey es quién balancea,
Y golpea, golpea, golpea
Su himno sobre las campanas.
Y él baila y grita,
Marcando el tiempo, tiempo, tiempo;
En una especie de rúnico tempo
Del palpitar de las campanas;
De las campanas, campanas, campanas;
Del lamento de las campanas,
Guardando el tiempo, tiempo, tiempo,
Tocando súbito, súbito, súbito;
En un feliz ritmo rúnico,
Al estrépito de las campanas.
De las campanas, campanas, campanas;
Al balanceo de las campanas;
De las campanas, campanas, campanas,
Campanas, campanas, campanas.
Al quejido y lamento de las campanas.
Hear the sledges with the bells—
Silver bells!
What a world of merriment their melody foretells!
How they tinkle, tinkle, tinkle,
In the icy air of night!
While the stars that oversprinkle
All the heavens, seem to twinkle
With a crystalline delight;
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the tintinabulation that so musically wells
From the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
From the jingling and the tinkling of the bells.
Hear the mellow wedding bells,
Golden bells!
What a world of happiness their harmony foretells?
Through the balmy air of night
How they ring out their delight!
From the molten-golden notes,
And all in tune,
What a liquid ditty floats
To the turtle-dove that listens, while she gloats
On the moon!
Oh, from out the sounding cells,
What a gush of euphony voluminously wells!
How it swells!
How it dwells
On the Future! how it tells
Of the rapture that impels
To the swinging and the ringing
Of the bells, bells, bells,
Of the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
To the rhyming and the chiming of the bells!
Hear the loud alarum bells—
Brazen bells!
What a tale of terror, now, their turbulency tells!
In the startled ear of night
How they scream out their affright!
Too much horrified to speak,
They can only shriek, shriek,
Out of tune,
In a clamorous appealing to the mercy of the fire,
In a mad expostulation with the deaf and frantic fire,
Leaping higher, higher, higher,
With a desperate desire,
And a resolute endeavor
Now—now to sit or never,
By the side of the pale-faced moon.
Oh, the bells, bells, bells!
What a tale their terror tells
Of Despair!
How they clang, and clash, and roar!
What a horror they outpour
On the bosom of the palpitating air!
Yet the ear it fully knows,
By the twanging,
And the clanging,
How the danger ebbs and flows;
Yet the ear distinctly tells,
In the jangling,
And the wrangling,
How the danger sinks and swells,
By the sinking or the swelling in the anger of the bells—
Of the bells—
Of the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
In the clamor and the clangor of the bells!
Hear the tolling of the bells—
Iron bells!
What a world of solemn thought their monody compels!
In the silence of the night,
How we shiver with affright
At the melancholy menace of their tone!
For every sound that floats
From the rust within their throats
Is a groan.
And the people—ah, the people—
They that dwell up in the steeple,
All alone,
And who tolling, tolling, tolling,
In that muffled monotone,
Feel a glory in so rolling
On the human heart a stone—
They are neither man nor woman—
They are neither brute nor human—
They are Ghouls:
And their king it is who tolls;
And he rolls, rolls, rolls,
Rolls
A pæan from the bells!
And his merry bosom swells
With the pæan of the bells!
And he dances, and he yells;
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the pæan of the bells—
Of the bells:
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the throbbing of the bells—
Of the bells, bells, bells—
To the sobbing of the bells;
Keeping time, time, time,
As he knells, knells, knells,
In a happy Runic rhyme,
To the rolling of the bells—
Of the bells, bells, bells—
To the tolling of the bells,
Of the bells, bells, bells, bells—
Bells, bells, bells—
To the moaning and the groaning of the bells.
Edgar Allan Poe (1809-1849)
Silver bells!
What a world of merriment their melody foretells!
How they tinkle, tinkle, tinkle,
In the icy air of night!
While the stars that oversprinkle
All the heavens, seem to twinkle
With a crystalline delight;
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the tintinabulation that so musically wells
From the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
From the jingling and the tinkling of the bells.
Hear the mellow wedding bells,
Golden bells!
What a world of happiness their harmony foretells?
Through the balmy air of night
How they ring out their delight!
From the molten-golden notes,
And all in tune,
What a liquid ditty floats
To the turtle-dove that listens, while she gloats
On the moon!
Oh, from out the sounding cells,
What a gush of euphony voluminously wells!
How it swells!
How it dwells
On the Future! how it tells
Of the rapture that impels
To the swinging and the ringing
Of the bells, bells, bells,
Of the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
To the rhyming and the chiming of the bells!
Hear the loud alarum bells—
Brazen bells!
What a tale of terror, now, their turbulency tells!
In the startled ear of night
How they scream out their affright!
Too much horrified to speak,
They can only shriek, shriek,
Out of tune,
In a clamorous appealing to the mercy of the fire,
In a mad expostulation with the deaf and frantic fire,
Leaping higher, higher, higher,
With a desperate desire,
And a resolute endeavor
Now—now to sit or never,
By the side of the pale-faced moon.
Oh, the bells, bells, bells!
What a tale their terror tells
Of Despair!
How they clang, and clash, and roar!
What a horror they outpour
On the bosom of the palpitating air!
Yet the ear it fully knows,
By the twanging,
And the clanging,
How the danger ebbs and flows;
Yet the ear distinctly tells,
In the jangling,
And the wrangling,
How the danger sinks and swells,
By the sinking or the swelling in the anger of the bells—
Of the bells—
Of the bells, bells, bells, bells,
Bells, bells, bells—
In the clamor and the clangor of the bells!
Hear the tolling of the bells—
Iron bells!
What a world of solemn thought their monody compels!
In the silence of the night,
How we shiver with affright
At the melancholy menace of their tone!
For every sound that floats
From the rust within their throats
Is a groan.
And the people—ah, the people—
They that dwell up in the steeple,
All alone,
And who tolling, tolling, tolling,
In that muffled monotone,
Feel a glory in so rolling
On the human heart a stone—
They are neither man nor woman—
They are neither brute nor human—
They are Ghouls:
And their king it is who tolls;
And he rolls, rolls, rolls,
Rolls
A pæan from the bells!
And his merry bosom swells
With the pæan of the bells!
And he dances, and he yells;
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the pæan of the bells—
Of the bells:
Keeping time, time, time,
In a sort of Runic rhyme,
To the throbbing of the bells—
Of the bells, bells, bells—
To the sobbing of the bells;
Keeping time, time, time,
As he knells, knells, knells,
In a happy Runic rhyme,
To the rolling of the bells—
Of the bells, bells, bells—
To the tolling of the bells,
Of the bells, bells, bells, bells—
Bells, bells, bells—
To the moaning and the groaning of the bells.
Edgar Allan Poe (1809-1849)
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1 comentarios:
proba decir el poema en voz alta y vas a conseguir que suene como el tañido de las campanas¡yo hice la prueba!ludmila sanzo
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