«El Strigoi»: Vasile Alecsandri; poema y análisis.


«El Strigoi»: Vasile Alecsandri; poema y análisis.




El Strigoi (Strigoiul) es un poema de vampiros del escritor rumano Vasile Alecsandri (1821-1890) —escrito en colaboración con Costache Negri (1812-1876)—, publicado en 1886. Si bien aquí en El Espejo Gótico compartiremos la versión original, nuestra traducción al español fue hecha sobre una traducción al inglés.

El Strigoi, uno de los mejores poemas de Vasile Alecsandri, regresa sobre una de las especies de Vampiros del folclore rumano: los Strigoi, a quienes ya hemos analizado brevemente en el poema de George Bacovia: Strigoii (Strigoii) [ver: Strigoi: los vampiros que inspiraron la leyenda de Drácula]

Los Strigoi son una raza de Vampiros muy particular. Según las leyendas rumanas, los Strigoi son espíritus perturbados que poseen la habilidad de transformarse en animales, volverse invisibles, manifstarse como chispas o pequeños orbes luminosos, y que en ocasiones llegan a beber la sangre de sus víctimas. La palabra strigoi proviene del verbo rumano striga, que significa «gritar».

El Strigoi de Vasile Alecsandri se inspira en la leyenda de estos Vampiros, muy distintos a los chupasangres occidentales, aunque afines al concepto de Ghouls [ver: Ghouls: historia de los Necrófagos en la ficción]. Se dice que los Strigoi comienzan a salir de sus tumbas unas seis semanas después de su muerte [algunas historias hablan de nueve días bajo tierra]. Al salir, vagan alrededor de sus tumbas durante la noche y regresan con el canto del gallo. Si bien la luz del día no los mata, los vuelve letárgicos. Afortunadamente, esta actividad no ocurre todas las noches. Los Strigoi tienen fechas específicas para sus merodeos nocturnos, donde incluso pueden reunirse y aventurarse a las poblaciones. En algunas noches de luna llena, aseguran las leyendas rumanas, las personas nacidas un sábado tienen el don de ver a los Strigoi.

Ahora bien, en la mitología popular rumana suele haber dos tipos de Strigoi: los Strigoi muertos [Strigoiul mort] y los Strigoi vivos [Strigoiul viu]. Los Strigoi muertos, por supuesto, son personas fallecidas cuyos cuerpos no se descomponen. Esto se debe a que algunos individuos [según las leyendas rumanas] poseen dos almas: una buena, que deja el cuerpo después de la muerte, y una malévola, que se queda allí. A veces los Strigoi muertos pueden ser personas con mala suerte, por ejemplo, aquellas que no hayan recibido un funeral adecuado [para que una persona muerta no se convierta en Strigoi el cuerpo está sujeto a ciertas prácticas rituales] o que se hayan extraviado en la transición hacia la existencia espiritual. Esta clase de Strigoi puede aparecer con su forma física humana, a menudo regresando a sus hogares, o bien transformarse en perros, cerdos, gatos, e incluso insectos, y luego desaparecer con la salida del sol [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]

Por otro lado, los Strigoi vivos son personas que no han fallecido, pero que han sido concebidas en días festivos, o bien nacidos con la placenta en la cabeza [un signo de buena fortuna en muchos países de occidente]. Pueden volverse invisibles, propagar enfermedades [como los Nosferatu] y desatar tormentas. La protección más extendida contra todos los tipos de Strigoi parece ser el ajo, que debe colocarse sobre puertas y ventanas, tal como lo hace Van Helsing para proteger a Lucy Westenra en el Drácula de Bram Stoker, aunque no con muy buenos resultados [ver: Bloofer Lady: la transformación de Lucy Westenra]

El Strigoi de Vasile Alecsandri hace referencia a algunas de estas leyendas de un modo muy ingenioso.




El Strigoi.
Strigoiul, Vasile Alecsandri (1821-1890)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Cerca del borde del acantilado,
recortado contra el cielo,
¿ves una cruz en ruinas,
desgastada, cubierta de musgo,
lúgubre, desolada, abandonada,
sacudida por innumerables tempestades?

Ni una hebra de pasto crece ahí,
ni un campesino ronda por el lugar.
Aún la sombría ave nocturna
la evita al elevarse,
temiendo el fúnebre gruñido
que proviene del interior.

Alrededor, en noches sin estrellas,
destellan infinitas luces vívidas,
revelando a sus pies un espectro arrodillado,
mientras balbucea en terroríficos lamentos,
Maldiciendo a Dios y a todos los Santos.

Viajero nocturno, cuidado
con el espectro que ahí balbucea.
Cierra tus ojos, y apura tu corcel
a su máxima velocidad,
pues bajo esa cruz yace el obsceno cuerpo de un Strigoi.

Aunque la noche es negra y fría,
una historia de amor, siempre contada,
flota en murmullos por el aire.
El joven vigoroso y la dama majestuosa
sellan con sus labios dulces votos
de ardiente pasión.

Inquieta, pálida, vislumbro una silueta suspendida;
¿qué podrá ser? Es un potro, blanco como la nieve,
trotando lento, adelante y atrás,
como un vigía. Mientras gira,
orgulloso, pisotea el prado.

«¡No me dejes, amada, esta noche!
Quédate conmigo hasta la luz de la mañana!»
Llorando, la dama rogó:
«Amor, mi alma se encuentra triste y temerosa.
¡No desafíes el terrible poder del Strigoi,
más fuerte en esta hora mística!»

Ni una palabra pronunció, pero acercó
a la dama que lloraba contra su pecho.
Besó sus labios, mejillas y ojos,
sin poner atención a sus lágrimas y sollozos;
agitó su mano, con un gesto alegre
montó, sonrió y cabalgó lejos.

¿Quién monta por el páramo al atardecer,
furioso como algún espíritu de la tormenta,
nutrido por el seno de ébano de la noche?
Es él, quien la abandonó en su miseria;
su amante, en su caballo blanco como la leche.

El viento con toda su fuerza salvaje
se esfuerza por derribar al gallardo corcel,
que resopla desafiando a su enemigo
y pelea por avanzar. ¡Mira! ¡Abajo!
¡A lo largo de la orilla del río
tintinean mil luces brillantes!

Se acercan, se alejan,
perseguidas por el jadeante potro.
¡Se aproxima a la cruz en ruinas! Un estruendo,
un chillido lastimero, una fuerte zambullida,
y en la cama rocosa del río
jinete y caballo yacen sin vida.

De aquellas infames profundidades se levanta,
blasfemando gritos y alaridos estridentes,
resonando a través del tétrico aire.
Y, como una serpiente desde su guarida,
empuñando en alto una espada manchada de sangre,
el Strigoi se eleva de su sepulcro.


În prăpastia cea mare,
Unde vântul cu turbare
Suflă trist, înfricoşat,
Vezi o cruce dărâmată
Ce de vânt e clătinată,
Clătinată ne-ncetat?

Împrejur iarba nu creşte
Şi pe dânsa nu-şi opreşte
Nici o pasăre-al ei zbor;
Că sub dânsa-n orice vreme
Cu durere jalnic geme,
Geme-un glas îngrozitor.

Când e noapte fără stele,
Mii de flăcări albăstrele
Se văd tainic fluturând,
Şi prin ele crunt deodată
O fantasmă se arată,
Se arată blestemând.

Călător nenorocite,
Fugi de-acele căi pocite
De ţi-e calul de bun soi,
Că-n mormântul fără pace
Şi sub cruce-acolo zace,
Zace singur un strigoi!


Într-o noapte-ntunecată
Dulce şoaptă-namorată
Prin văzduh încet zbura.
Două umbre sta în vale,
Ce, cuprinse-n dulce jale,
Amor vecinic îşi jura.

Iar pe-o culme-n depărtare
Se vedea mişcând la zare
Un cal alb, copil de vânt;
Coamele-i erau zburlite,
Ş-a lui sprintene copite
Săpau urme pe pământ.

Nu te duce, nu, bădiţă!
(Zicea blânda copiliţă

Cu ochi plânşi, cu glas pătruns)
Ah! te jur pe sfânta cruce!
Stai cu mine, nu te duce…
Dar voinicul n-a răspuns;

Ci, strângând-o cu-nfocare,
După-o dulce sărutare,
Repede s-a depărtat
Şi, sărind cu veselie
Pe-al său cal de voinicie,
În văzduh s-a afundat.


Cine-aleargă pe câmpie
Ca un duh de vijelie
Într-al nopţii negru sân?
Cine fuge, cine trece
Pe la ceasul doisprezece?…
Un cal alb, cu-al său stăpân!

Vântul bate, vâjâieşte,
Falnic calul se izbeşte,
De se-ntrec ca doi voinici.
Dar prin neguri iată, iată
Că lucesc pe câmp deodată
Mii de focurele mici.

Ele zbor, se depărtează.
Zboară calul, le urmează,
Păşind iute către mal.
Stai, opreşte!… de pe stâncă,
În prăpastia adâncă
Au picat stăpân şi cal!

Şi-de-atunci în fund s-aude
Gemete, blăstemuri crude
Care trec pe-al nopţii vânt.
Şi de-atunci ades s-arată
O fantasmă-nfricoşată
Care iese din mormânt!


Vasile Alecsandri
(1821-1890)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de vampiros.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Vasile Alecsandri: El Strigoi (Strigoiul), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

0 comentarios:



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Poema de Hannah Cowley.
Relato de Thomas Mann.
Apertura [y cierre] de Hill House.

Los finales de Lovecraft.
Poema de Wallace Stevens.
Relato de Algernon Blackwood.