¿Gordon Freeman (Half-Life) es en realidad el Nyarlathotep de H.P. Lovecraft?


¿Gordon Freeman (Half-Life) es en realidad el Nyarlathotep de H.P. Lovecraft?




Este artículo no pretende ser un análisis exhaustivo de la relación entre Half-Life y los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft. La idea es ir un poco más lejos, o mejor dicho, más cerca; es decir, evitar los grandes murales y centrarnos en un pequeño azulejo del gran mosaico que suponen esos dos universos.

Después de todo, la relación entre Half-Life y H.P. Lovecraft existe, al menos en términos generales, y se basa en el concepto del Horror Cósmico, un subgénero del relato fantástico que promueve la idea de que el ser humano es, en contraste con la vastedad del universo, algo insignificante; y más aún, que nuestro planeta, el único refugio que conocemos capaz de soportar la vida orgánica, es apenas un destello en el descomunal vacío del infinito.

En todo caso, los próximos párrafos son apenas un conjunto de referencias cruzadas entre Half-Life y los Mitos de Cthulhu que, probablemente, no conduzcan a ninguna parte. No obstante, el recorrido vale la pena.

Basta revisar cualquier viejo foro dedicado a Half-Life para observar la enorme cifra de teorías que vinculan al juego con los relatos de H.P. Lovecraft. Estas teorías se apoyan sobre superficies más bien resbaladizas, sin una conexión clara entre sí, excepto por ciertas afinidades genéricas entre los dos universos, ciertas sincronías, y no mucho más. Pero lo cierto es que en Half-Life hay una referencia directa a los Mitos de Cthulhu, la cual nos permite avanzar a tientas en la oscuridad, pero avanzar al fin.

Esta referencia es sutil. Acaso demasiado. Podemos encontrarla en Half-Life 2, en la escena en la que el villano principal de la secuela, el doctor Wallace Breen, transmite el siguiente mensaje a la mansa población de Nueva Prospekt:


Y, sin embargo, mentes poco sofisticadas continúan otorgándole un poder romántico, dándole peligrosos apodos poéticos como el único hombre libre, el que abre el camino.

(And yet, unsophisticated minds continue to imbue him with romantic power, giving him such dangerous poetic labels as the one free man, the opener of the way)


El «único hombre libre» (the one free man) es, naturalmente, Gordon Freeman, protagonista de la saga. Pero a este apodo, o mejor dicho, a esta deformación de su apellido, se le añade un epíteto: «el que abre el camino» (the opener of the way). Esta es la referencia más clara y directa a los Mitos de Cthulhu.

El que abre el camino (The Opener of the Way) es también un relato que pertenece a los Mitos de Cthulhu. No fue escrito por H.P. Lovecraft, sino por uno de los miembros del Círculo de Lovecraft: Robert Bloch. Fue publicado originalmente en la edición de octubre de 1936 de la revista Weird Tales.

El cuento narra la historia de Sir Ronald Barton y sus increíbles investigaciones en Egipto. Allí descubre el antiguo culto a una entidad con varios nombres: el Demonio Mensajero (Demon Messenger), el Dios sin Rostro (The Faceless God), también conocido simplemente El que Abre el Camino (The Opener of the Way); es decir, Nyarlathotep.

En 1920, tras una pesadilla especialmente aterradora, H.P. Lovecraft escribió el relato: Nyarlathotep (Nyarlathotep), donde esta criatura aparece por primera vez. Se trata del Lucifer a los Mitos. Por lo general se le refiere como el Hombre Oscuro, un personaje delgado, alto, siniestro, que rara vez muestra sus verdaderas intenciones. De hecho, el primer Nyarlathotep está basado en Nicola Tesla, también científico, a su vez, como Gordon Freeman.

Este Nyarlathotep se caracteriza por realizar espantosos experimentos públicos, exhibiciones grotescas y demostraciones científicas con aparatos eléctricos. Según los Mitos, Nyarlathotep solo reencarna entre los hombres durante períodos de gran agitación política y social, con el objetivo de liderar a los pocos capaces de rebelarse contra el sistema. De nuevo, las mismas características del Gordon Freeman de Half-Life.

No obstante, detrás de esa fachada de líder, Nyarlathotep esconde oscuros designios, de los cuales ni siquiera él mismo está del todo consciente. Su verdadera agenda es acelerar el fin de los tiempos y abrir un portal interdimensional para que las criaturas que habitan en los confines del universo puedan llegar a la Tierra.

Lo curioso es que los avatares de Nyarlathotep no siempre son conscientes de ser una encarnación de la deidad, es decir, creen actuar con absoluta autonomía; lo cual no evita que sus acciones, en origen, bienintencionadas, finalmente conduzcan a acelerar aquel proceso de irrupción cósmica. De más está decir que esto se ajusta a la perfección a lo que le sucede a Gordon Freeman en Half-Life.

Por otro lado, en todos los relatos donde aparece Nyarlathotep —Las ratas en las paredes (The Rats in the Walls), La búsqueda onírica de la desconocida Kadath (The Dream-Quest of Unknown Kadath), Los sueños en la casa de la bruja (The Dreams in the Witch House), El morador de las tinieblas (The Haunter of the Dark), La sombra fuera del tiempo (The Shadow out of Time), El montículo (The Mound), y Nyarlathotep (Nyarlathotep)— se llega a la misma conclusión: todos los avances científicos conducen, en última instancia, a la destrucción de la humanidad.

En este sentido, las encarnaciones de Nyarlathotep, o por tal caso el propio Gordon Freeman, no son los verdaderos causantes del desastre, sino más bien guías carismáticos, rebeldes, guerreros, cuyos actos terminan por acelerar el proceso de destrucción que intentan evitar. En última instancia, es el propio ser humano, su deseo por trascender los misterios del universo a través de la ciencia, quien se revela como el verdadero arquitecto de su destino.

Después de todo, tanto Nyarlathotep como Gordon Freeman, son apenas la chispa que enciende la hoguera, los que abren el camino, o el portal, para que los voraces dioses cósmicos regresen a nuestro mundo.




Mitos de Cthulhu. I Más sobre H.P. Lovecraft.


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