Historia del amor a primera vista


Historia del amor a primera vista.




El amor a primera vista es un elemento bastante común en la literatura occidental. Básicamente podemos definirlo como un tipo de atracción súbita por alguien que hasta entonces era un perfecto extraño.

El fenómeno del amor a primera vista nace en Grecia, conceptualizado como una especie de locura momentánea o rapto de pasión que no necesariamente está vinculado con lo el amor romántico.

Esta sensación era considerada como una Manía, esto es, un tipo de locura patrocinada por los dioses, puntualmente por Eros, el Cupido romano, cuyas flechas encendían la pasión sin que el sujeto pudiese hacer nada para reprimirla, a menudo llevándolo a cometer verdaderas atrocidades en su nombre.

En este sentido, el amor a primera vista siempre es representado como un ataque divino. Nunca ocurre espontáneamente, sino como consecuencia de una emoción violenta que es «insertada» a través de una flecha o un dardo que perforan el corazón de la víctima. No es caprichoso que este tipo de amores fulminantes comiencen con una herida.

Los mitos griegos proponen que el amor a primera vista no es un amor natural, es decir, no procede del deseo natural del ser humano, sino de los juegos y estratagemas divinas. No es extraño entonces que todos los casos (míticos) de amores a primera vista terminen de forma trágica.

Curiosamente, el que ama a primera vista se convierte en la primera víctima de su pasión. Todos aquellos que han sido alcanzados por las flechas de Eros se convierten en esclavos de un deseo angustioso, que tiene pocas similitudes con el amor y mucho con la necesidad de poseer aquello que no se tiene.

Pero el amor a primera vista no solo fue abordado por el mito, sino también por la filosofía. Platón lo explica como consecuencia de la separación original del hombre y la mujer, que al reencontrarse se sienten súbitamente atraídos, dando comienzo a la creencia en las almas gemelas.

Pero en la hipótesis de Platón, el amor a primera vista es algo que le sucede a dos personas simultáneamente, mientras que el mito a menudo se lo asigna a uno solo de los protagonistas, haciendo del otro un ser más o menos insensible a la pasión.

La concepción mítica del amor a primera vista fue recogida, casi sin alteraciones, por los trovadores medievales. Los dardos divinos fueron reemplazados por los ojos de la mujer, cuyo brillo estimulaba al caballero a realizar toda clase de proezas para hacerse digno de ellos. Aquí surge la idea de que el amor puede nacer en el instante en que dos personas se miran a los ojos. Y no solo eso. Esta clase de amores era considerada como algo puro y noble, que encuentra poca relación con la manía griega.

Con el tiempo incluso esta forma de concebir el amor a primera vista fue mutando, haciéndose más refinada. El caballero solo se permitía un amor puro por la mujer, hasta que ella lo estimulaba a dar un paso más a través de la mirada. Recién cuando al caballero percibía la aprobación en los ojos de su amada, se permitía alguna promesa, alguna declaración perentoria, algún vértigo.

Por cierto, no todos los amores a primera vista eran venturosos, algunos incluso eran tomados como algo diabólico, el producto de infernales maquinaciones promovidas por Satán y sus esbirros terrenales. Así como la mirada de la mujer virtuosa es capaz de encantar el alma del caballero, el brillo admonitorio de los ojos de las brujas causaba estragos entre los hombres.

No podemos hablar aquí de amor a primera vista, sino más bien de un encantamiento ocular, de hipnosis, por la cual la mujer embriaga al hombre a través de la mirada, llevándolo a cometer toda suerte de impericias sociales. No es extraño que la «mirada mágica» de la mujer sea descrita prácticamente con las mismas palabras y atributos que se le asignan a las criaturas fantásticas.

Giovanni Boccaccio no elude la tentación de asociar la mirada femenina a las flechas azarosas de Cupido. Incluso Shakespeare, que ya nos había hablado del tema en Romeo y Julieta, paga un triburo póstumo a la filosofía de Marlowe, diciendo que:


¿Quién ha amado sin haber amado a primera vista?
(Who ever lov'd that lov'd not at first sight?)


Ahora bien, frente a la idea del amor a primera vista se presenta una duda razonable, que fue explorada minuciosamente durante el Renacimiento: ¿El amor proviene de la mirada del otro o bien es algo que ya está implícito en el amante, y que se despierta al ser reconocido?




El lado oscuro del amor. I Egosofía.


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1 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante lo que se ha expresado, pero yo tengo otra teoría, los ojos no son lo que nos hechizan sino un olor que no podemos percibir conscientemente llamados feromonas. Ese olor al llegar a la nariz inconscientemente nos hace girar hacia la persona que emite ese olor y al momento de asociarlos, como no nos basamos en el olfato sino en la vista creemos ver al ser mas bello del mundo



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