El Código Houdini


El Código Houdini.




Harry HoudinI (1874-1926) fue el ilusionista y escapista más impresionante de su tiempo. Curiosamente poseía una peculiar aversión por todo lo paranormal, en especial por los canallas que hacen dinero a causa de la credulidad y desesperación de sus víctimas.

En el ring victoriano de antagonías de fe e incredulidad se enfrentaron dos luchadores de peso pesado. En un rincón estaba Harry Houdini, desenmascarador de prodigios, sesiones espiritistas, médiums, fantasmas, y todo lo sobrenatural que se cruzase por su camino. En el otro, Arthur Conan Doyle, creador de uno de los personajes más racionalistas del relato de detectives, Sherlock Holmes, aunque él mismo creía absolutamente en todos los fenómenos paranormales que llegaban a sus oídos.

El enfrentamiento fue despiadado, aunque con los atenuantes. Ya en la última etapa de su carrera Harry Houdini se dedicó a desenmascarar espiritistas fraudulentos. El gran público estaba fascinado con estos prodigios, y leía con voracidad las historias espeluznantes de sesiones y apariciones asombrosas. Los médiums incluso actuaban en teatros para una gran audiencia, cuestión que resultó ser demasiado para nuestro ilusionista.

Harry Houdini nunca creyó en el espiritismo. Su aversión natural se potenció cuando una médium intentó contactarse públicamente con el espíritu de su madre. Cuando la médium declaró abiertamente el «mensaje del más allá» que había recibido Harry Houdini publicó una respuesta irónica por la cual se asombraba de la capacidad de los muertos por aprender nuevas lenguas y adoptar nuevas creencias religiosas, ya que el mensaje era precedido por una cruz católica y estaba escrito en inglés, mientras que su madre, Cecilia Steiner, era una severa judía que solo hablaba una combinación volátil de húngaro, yidis y alemáns.

Este asalto contra la memoria de su madre arrojó a Harry Houdini a la caza de espiritistas. No se trató en modo alguno de una caza de brujas. Sus armas fueron la lógica, la razón, y la capacidad de demostrar prácticamente que todos los fenómenos paranormales eran en definitiva un fraude.

El escrutinio de un mago de semejante calibre fue implacable con los espiritistas. En ocasiones Harry Houdini incluso debía disfrazarse para asistir a reuniones espiritistas y así denunciar a sus organizadores. Sus conocimientos técnicos sobre ilusionismo lo volvieron una verdadera pesadilla para quienes lucraban con este medio. Su guerra fue incluso más allá de la mera exposición de fraudes. Harry Houdini escribió artículos incendiarios en la revista Scientific American, donde denostaba al espiritismo y sus practicantes, dejando en ridículo a muchas personas poderosas que creían en estos asuntos.

Finalmente, Harry Houdini ofreció un premio a cualquiera que pudiese demostrar científicamente sus proezas sobrenaturales. El premio jamás se entregó, pues nadie logró sobrepasar el ojo clínico del ilusionista.

Uno de los enemigos más feroces de Harry Houdini fue un antiguo y entrañable amigo, Arthur Conan Doyle. Sus creencias los enfrentaron de un modo irreversible. Doyle creía fervientemente en el mundo espiritual y su manifestación en el mundo material, mientras que Harry Houdini ni siquiera le permitía ese lujo a los amigos. Arthur Conan Doyle, lejos de sentirse ofendido, al menos al principio, creía secretamente que esto era un acto de soberbia del mago, y que éste realmente poseía poderes paranormales, y no técnicas y trucos propios del ilusionismo. Entre otras cosas, estaba convencido que Harry Houdini era capaz de desmaterializarse a placer, uno de sus trucos más aclamados, y que sus «poderes» eran genuinos y no producto del arte.

A pesar de las numerosas pruebas en contra del espiritismo Harry Houdini nunca logró convertir a los crédulos. En definitiva -creyó- la única forma de confirmar o refutar el mundo espiritual es probarlo con la muerte de un escéptico.

Antes de morir Harry Houdini temía que su fallecimiento se vuelva un campo fértil para los espiritistas, o peor aún, que estos mancillasen su figura asegurando apariciones fantasmales y presencias en sesiones espiritistas de distinta índole. De modo que diseñó su último golpe, un golpe definitivo. Creó un código secreto, el Código Houdini, que solo compartió con su esposa y que consistía en apenas diez palabras secretas. Si luego de morir algún médium aseguraba que se había contactado con su espíritu la única forma de confirmarlo sería que conociese aquellas diez palabras. De esta forma, Bess, su esposa, podría tener la certeza de que la comunicación era genuina, y al mismo tiempo confirmar la realidad del mundo espiritual.

De más está decir que este experimento ya era conocido antes de la muerte de Harry Houdini, y que muchos esperaban su deceso para arriesgar la combinación precisa.

Tras la muerte de Harry Houdini en 1926 muchos espiritistas aseguraron haberse contactado con su espíritu. Uno de ellos, Arthur Ford, un reconocido médium, publicó conversaciones enteras con el alma hipotética de Harry Houdini aunque jamás pronunció las diez palabras secretas, y si otras producto del espionaje que efectuó sobre Bess.

Bess, por su parte, continuó el experimento durante una década. Durante diez años organizó sesiones regulares con distintos médiums para contactarse con su esposo y recibir la confirmación del Código, siempre sin éxito. En 1936 Bess apagó la última vela que mantenía encendida junto a una fotografía de Harry Houdini y, según algunos testigos, dijo:


[«Diez años son suficientes para esperar por cualquier hombre.»]


Desde aquella última sesión organizada por Bess, la antorcha pasó a manos de Sidney Hollir Radner y luego a muchos otros, convirtiéndose en una sesión espiritista que se realiza todas las noche del 31 de octubre, noche de Halloween, incluso hasta nuestros días, llamada The Official Houdini Séance [«sesión oficial de Houdini»], por la cual año tras año se espera la demorada aparición del ilusionista.

Para algunos el Código Houdini consta de diez palabras extraídas de una carta de Arthur Conan Doyle, casi a modo de homenaje. Sin embargo, el Código resultó ser mucho más sencillo: apenas dos palabras que evocan el momento en el que se enamoró de su esposa mientras ella cantaba una canción para él, aunque otros señalan que se trata de una línea de diálogo de una obra de teatro en la que Bess actuaba. Sea cual sea el origen de la frase del Código Houdini siempre estuvo inscripto en un anillo que el ilusionista le regaló a su esposa:


[«Rosabelle cree...»]




Fenómenos paranormales. I Parapsicología.


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