«Himno a la belleza intelectual»: Percy Bysshe Shelley; poema y análisis.
Himno a la belleza intelectual (Hymn to Intellectual Beauty) es un poema del romanticismo del escritor inglés Percy Byshee Shelley (1792-1822), publicado en la edición del 19 de enero de 1817 del periódico Examiner, y posteriormente en la antología de 1819: Rosalind y Helen (Rosalind and Helen). Más adelante volvería a aparecer en la colección de 1866: Poemas escogidos de Percy Bysshe Shelley (Selected Poems of Percy Bysshe Shelley).
Himno a la belleza intelectual, uno de los más notables poemas de amor de Percy Shelley, cuenta con una presencia misteriosa, una sombra: el Espíritu de la Belleza, quien aparece y desaparece del mundo dejando al ser humano sumido en la desesperación.
Es entonces cuando el poeta advierte que ninguna voz universal le responderá; solo la luz y la presencia del Espíritu de la Belleza poseen la gracia para aliviar el sufrimiento de la vida, volviendo al hombre inmortal en su sabiduría o eterno esclavo de sus ilusiones.
Himno a la belleza intelectual.
Hymn to Intellectual Beauty, Percy Bysshe Shelley (1792-1822)
La terrible sombra de algún poder oculto
Flota velada entre nosotros, —pasa por
Este mundo con alas inconstantes,
Como el viento del estío arrastrándose de flor en flor—
Como la luna demorándose en las montañas,
Que visita con su mirada impaciente
Cada rostro y corazón humano;
Como los tonos y las melodías del ocaso,
Como las amplias nubes bajo las estrellas,
Como el recuerdo de una música perdida;
Como la nada que por su gracia nos es querida,
Y sin embargo, más querida aún por su misterio.
Espíritu de Belleza, que consagras con tu sutileza,
Brillando sobre el pensamiento y la forma humana
¿Hacia dónde te has ido?
¿Por qué pasas de largo y nos dejas atrás
En este vasto valle de lágrimas, solos y desolados?
Pregunta por qué el sol no teje para siempre
Al arcoiris sobre el río joven de la montaña,
Por qué la nada debe desvanecerse y caer en lo que una vez fue,
Por qué el miedo y el sueño, la muerte y el nacimiento
Derraman sobre el día de esta tierra su oscuridad,
Por qué el hombre siente con pasión el odio y el amor,
La esperanza y la desazón.
Ninguna voz de algún mundo sublime, ni sabio
Ni poeta jamás ha elevado sus respuestas.
Por lo tanto, los nombres del Demonio, Fantasmas y Cielos
Permanecen en el recuerdo de su vano empeño,
Frágiles hechizos —cuyo encanto pronunciado no lastima—
De todo lo que vemos y oímos,
Duda, azar, cambio.
Tu luz por sí sola, como la niebla cayendo por la montaña,
O la música enviada por el viento nocturno
Que tiembla en las cuerdas de un instrumento inmóvil,
O el brillo lunar sobre el estanque en la medianoche,
Nos brinda gracia y verdad en este inquieto sueño de vida.
Amor, esperanza y autoestima, son como nubes
Que se apartan y retornan en un momento incierto.
El hombre fue inmortal, y omnipotente,
Hasta que tú, desconocida y horrible como eres,
Encerraste tu gloriosa marcha dentro de su corazón.
Tú, mensajero de simpatías,
Que resbalas y disminuyes en los ojos de los amantes,
Tú, que del pensamiento humano eres alimento,
Como la oscuridad a una llama moribunda,
No huyas como tu sombra vino,
No huyas, evitando la tumba que será,
Como la vida y el horror, una oscura realidad.
Si bien de niño he tratado con fantasmas, corriendo
A través de muchas y ansiosas cámaras, cuevas, ruinas,
Y estrellas de madera, persiguiendo con pasos temerosos
La esperanza de un diálogo con los queridos muertos.
Invoqué los nombres venenosos de los que nuestra juventud se alimenta;
No fui escuchado —Yo no los ví—
Cuando sonaba profundo en el espacio vital,
En aquel dulce momento
donde el viento confiesa todos los secretos;
De repente, tu sombra cayó sobre mí,
Me encogí, y froté mis manos en éxtasis.
Prometí que dedicaría mis facultades
A tí y sólo a tí —¿No he honrado mi voto?—
Con el corazón palpitante y los ojos luctuosos, aún ahora
Convoco a los fantasmas de un millar de horas,
Cada uno desde su tumba silenciosa: En soñadas alcobas
De celosos estudios o placenteras ternuras,
Han contemplado conmigo la envidiosa noche.
Saben que ninguna alegría iluminó mi frente,
Desencadenada con la esperanza de que habrás de liberar
Este mundo de su oscura esclavitud,
Que tú, horrible encantadora,
Nos darás todo lo que estas palabras no pueden expresar.
El día se hace más solemne y sereno
Cuando pasa el mediodía —hay una armonía
En el otoño que resplandece en el cielo,
Y que durante el verano no es vista ni oída,
Como si no pudiese ser, como si no fuese—
Así pues, deja que tu poder, que desciende
Igual a la naturaleza de mi pasiva juventud,
Inunde mi propia vida con su calma;
A este que te adora en cada forma que te contiene,
Y a quien. Espíritu Justo, tus conjuros obligan
A temerse a sí mismo, y a amar a toda la humanidad.
The awful shadow of some unseen Power
Floats though unseen among us,—visiting
This various world with as inconstant wing
As summer winds that creep from flower to flower,—
Like moonbeams that behind some piny mountain shower,
It visits with inconstant glance
Each human heart and countenance;
Like hues and harmonies of evening,—
Like clouds in starlight widely spread,—
Like memory of music fled,—
Like aught that for its grace may be
Dear, and yet dearer for its mystery.
Spirit of BEAUTY, that dost consecrate
With thine own hues all thou dost shine upon
Of human thought or form,—where art thou gone?
Why dost thou pass away and leave our state,
This dim vast vale of tears, vacant and desolate?
Ask why the sunlight not for ever
Weaves rainbows o’er yon mountain-river,
Why aught should fail and fade that once is shown,
Why fear and dream and death and birth
Cast on the daylight of this earth
Such gloom,—why man has such a scope
For love and hate, despondency and hope?
No voice from some sublimer world hath ever
To sage or poet these responses given—
Therefore the names of Demon, Ghost, and Heaven,
Remain the records of their vain endeavour,
Frail spells—whose uttered charm might not avail to sever,
From all we hear and all we see,
Doubt, chance, and mutability.
Thy light alone—like mist o’er mountains driven,
Or music by the night-wind sent
Through strings of some still instrument,
Or moonlight on a midnight stream,
Gives grace and truth to life’s unquiet dream.
Love, Hope, and Self-esteem, like clouds depart
And come, for some uncertain moments lent.
Man were immortal, and omnipotent,
Didst thou, unknown and awful as thou art,
Keep with thy glorious train firm state within his heart.
Thou messenger of sympathies,
That wax and wane in lovers’ eyes—
Thou—that to human thought art nourishment,
Like darkness to a dying flame!
Depart not as thy shadow came,
Depart not—lest the grave should be,
Like life and fear, a dark reality.
While yet a boy I sought for ghosts, and sped
Through many a listening chamber, cave and ruin,
And starlight wood, with fearful steps pursuing
Hopes of high talk with the departed dead.
I called on poisonous names with which our youth is fed;
I was not heard—I saw them not—
When musing deeply on the lot
Of life, at that sweet time when winds are wooing
All vital things that wake to bring
News of birds and blossoming,—
Sudden, thy shadow fell on me;
I shrieked, and clasped my hands in ecstasy!
I vowed that I would dedicate my powers
To thee and thine—have I not kept the vow?
With beating heart and streaming eyes, even now
I call the phantoms of a thousand hours
Each from his voiceless grave: they have in visioned bowers
Of studious zeal or love’s delight
Outwatched with me the envious night—
They know that never joy illumed my brow
Unlinked with hope that thou wouldst free
This world from its dark slavery,
That thou—O awful LOVELINESS,
Wouldst give whate’er these words cannot express.
The day becomes more solemn and serene
When noon is past—there is a harmony
In autumn, and a lustre in its sky,
Which through the summer is not heard or seen,
As if it could not be, as if it had not been!
Thus let thy power, which like the truth
Of nature on my passive youth
Descended, to my onward life supply
Its calm—to one who worships thee,
And every form containing thee,
Whom, SPIRIT fair, thy spells did bind
To fear himself, and love all human kind.
Percy Bysshe Shelley (1792-1822)
Floats though unseen among us,—visiting
This various world with as inconstant wing
As summer winds that creep from flower to flower,—
Like moonbeams that behind some piny mountain shower,
It visits with inconstant glance
Each human heart and countenance;
Like hues and harmonies of evening,—
Like clouds in starlight widely spread,—
Like memory of music fled,—
Like aught that for its grace may be
Dear, and yet dearer for its mystery.
Spirit of BEAUTY, that dost consecrate
With thine own hues all thou dost shine upon
Of human thought or form,—where art thou gone?
Why dost thou pass away and leave our state,
This dim vast vale of tears, vacant and desolate?
Ask why the sunlight not for ever
Weaves rainbows o’er yon mountain-river,
Why aught should fail and fade that once is shown,
Why fear and dream and death and birth
Cast on the daylight of this earth
Such gloom,—why man has such a scope
For love and hate, despondency and hope?
No voice from some sublimer world hath ever
To sage or poet these responses given—
Therefore the names of Demon, Ghost, and Heaven,
Remain the records of their vain endeavour,
Frail spells—whose uttered charm might not avail to sever,
From all we hear and all we see,
Doubt, chance, and mutability.
Thy light alone—like mist o’er mountains driven,
Or music by the night-wind sent
Through strings of some still instrument,
Or moonlight on a midnight stream,
Gives grace and truth to life’s unquiet dream.
Love, Hope, and Self-esteem, like clouds depart
And come, for some uncertain moments lent.
Man were immortal, and omnipotent,
Didst thou, unknown and awful as thou art,
Keep with thy glorious train firm state within his heart.
Thou messenger of sympathies,
That wax and wane in lovers’ eyes—
Thou—that to human thought art nourishment,
Like darkness to a dying flame!
Depart not as thy shadow came,
Depart not—lest the grave should be,
Like life and fear, a dark reality.
While yet a boy I sought for ghosts, and sped
Through many a listening chamber, cave and ruin,
And starlight wood, with fearful steps pursuing
Hopes of high talk with the departed dead.
I called on poisonous names with which our youth is fed;
I was not heard—I saw them not—
When musing deeply on the lot
Of life, at that sweet time when winds are wooing
All vital things that wake to bring
News of birds and blossoming,—
Sudden, thy shadow fell on me;
I shrieked, and clasped my hands in ecstasy!
I vowed that I would dedicate my powers
To thee and thine—have I not kept the vow?
With beating heart and streaming eyes, even now
I call the phantoms of a thousand hours
Each from his voiceless grave: they have in visioned bowers
Of studious zeal or love’s delight
Outwatched with me the envious night—
They know that never joy illumed my brow
Unlinked with hope that thou wouldst free
This world from its dark slavery,
That thou—O awful LOVELINESS,
Wouldst give whate’er these words cannot express.
The day becomes more solemn and serene
When noon is past—there is a harmony
In autumn, and a lustre in its sky,
Which through the summer is not heard or seen,
As if it could not be, as if it had not been!
Thus let thy power, which like the truth
Of nature on my passive youth
Descended, to my onward life supply
Its calm—to one who worships thee,
And every form containing thee,
Whom, SPIRIT fair, thy spells did bind
To fear himself, and love all human kind.
Percy Bysshe Shelley (1792-1822)
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El análisis, traducción al español y resumen del poema de Percy Shelley: Himno a la belleza intelectual (Hymn to Intellectual Beauty), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
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