¿Qué es el «Weird» [Ficción Extraña]?


¿Qué es el «Weird» [Ficción Extraña]?




El Weird, o Ficción Extraña, es uno de esos subgéneros que, vaya uno a saber por qué, está sujeto a una constante discusión; como si de hecho pudiese resumirse en una definición simple y concreta. Tamaño absurdo podría representar la empresa de sintetizar qué es el Romanticismo, o el Decadentismo. Buena suerte con eso.

Parte de mí quiere pensar que sabe qué es el Weird, pero bastaría sumar un lector más [que también cree saberlo] para que probablemente no nos pongamos de acuerdo. No hay una definición exacta sobre lo que constituye el Weird, y este artículo no es una llamada a la claridad.

En efecto, el Weird es una etiqueta particularmente difícil. Sin embargo, también es apropiada para determinado tipo de obras que oscilan entre lo fantástico y el terror, pero que no pertenecen exactamente a ninguno de estos dos géneros, o a los dos. Sí, el Weird nos absuelve del compromiso de la precisión. De hecho, solo podemos coincidir en la falta de consenso existente para definir sus límites.

La palabra Weird es pertinente. Captura algo, quizás una idea o una sensación, algo intrínseco en las obras de este tipo. Quizás todo se reduzca a una cuestión de actitud, algo fundamental en el núcleo de lo Extraño, un paradigma, una sensibilidad, que el autor y el lector dan por sentado, sin nombre, sin clasificaciones, pero fácilmente reconocible. Curiosamente, los que se aproximan al Weird tangencialmente son los que parecen más preocupados por el problema de su definición, a veces exigiendo a viva voz que se les den respuestas. El lector acostumbrado a frecuentar el Weird simplemente menea la cabeza, tal vez porque intuye que la definición de un género no puede permanecer estática durante mucho tiempo. Se necesita excavar los escombros de épocas literarias pasadas; y lo que queda, después de pasar uno de esos pincelitos que usan los arqueólogos, es exactamente el tipo de paradigmas y sensibilidades que mencionamos antes.

La actitud del Weird, y por tal caso la de cualquier género literario, equivale a un espíritu, a veces tácito, a veces oculto, un alma que vincula obras aparentemente dispares en un continuo.

Si bien la Ficción Extraña tiene una larga historia de ser definida como esto o aquello, el principal problema para llegar a un consenso es la incertidumbre sobre qué constituye exactamente «lo extraño» como tal. El relato de fantasmas, por ejemplo, prescinde de tales dificultades. ¿En qué consiste? En una historia donde hay fantasmas, no necesariamente terror. Además, todos entendemos más o menos lo mismo ante la noción de un «fantasma» [ver: El ABC de las historias de fantasmas]. ¿Qué es el Weird? Bueno, eso depende de una definición aproximada de «lo extraño». Y no todos coincidimos aquí.

La renuencia compartida a definir «lo extraño» puede explicarse, en parte, por el hecho de que el término Weird Fiction, «ficción extraña», proviene de los años '20 del siglo pasado [Weird Tales es el buque insignia aquí], donde la ciencia ficción, incluso el horror, todavía no habían adquirido una claridad heurística; es decir, no eran distinguibles en términos de géneros comercializables. Se podría decir que la fuente de esta renuencia se debe a la naturaleza laberíntica del Weird, en contraste con la ciencia ficción, donde los parámetros suelen ser bastante rigurosos [ver: Borges vs. Lovecraft: dos miradas desde el Laberinto]

Entonces, el Weird es indefinible porque se trata de una anomalía. Posee una cualidad aberrante, inasimilable a las categorías y denominaciones. Por lo tanto, presenta un impedimento insoslayable para discutir un consenso sobre qué es exactamente. Sin embargo, la discusión continúa, y hasta con mayor fervor e indignación en algunos casos, a pesar a esta aporía.

Uno solo puede acercarse al Weird mediante adjetivos vagos [laberíntico, mencionamos anteriormente] que aluden a algo innombrable; pero esto tal vez sea una mala calibración del enfoque [ver: El adverbio que cayó del espacio: Lovecraft y «lo innombrable»]. No podemos definir a la Ficción Extraña sin antes consensuar en qué constituye su rareza. Solo de esa forma podríamos acercarnos a una explicación del atractivo y la longevidad del nombre, pero de ningún modo revelar el misterio final, que por su propia naturaleza es inaccesible.

Debemos ser cautelosos en este punto. Un afán demasiado celoso por diseccionar el Weird podría despojarlo de su enigma, y lo que es peor, reducir lo extraño, lo raro, a una ecuación o catálogo de virtudes y características que, por sí mismas, pueden resultar prosaicas. Definir un género o, más bien, los aspectos que forman parte de un género, es lícito para el crítico pero carece de integridad ética para el autor. El crítico exige que se le entregue el resultado de la autopsia, pero es el autor quien manipula el cadáver; y ambas experiencias son notablemente distintas [ver: Autopsias lovecraftianas: el arte de diseccionar lo innombrable]

El Weird, por suerte, siempre ha obstaculizado el debate crítico, lo cual equivale a desafiar el negocio. Los géneros literarios no son otra cosa que una forma de etiquetar determinado capital intelectual para su comercialización. Y la lucha por definir un género tiene como objetivo poseerlo, procesarlo, y comercializarlo lo más adecuadamente posible. Por su propia naturaleza, el Weird desafía las etiquetas, repele las terminologías existentes y evade las tendencias imperantes. En cierto modo, la Ficción Extraña se niega a participar formalmente de esa transacción. Se comercializa, naturalmente, y con gran éxito debería añadir, pero dificulta ostensiblemente la profesión del librero si este quiere organizar una sección dedicada exclusivamente al Weird.

De nuevo, buena suerte con eso, camarada.

Uno de los efectos primarios de la Ficción Extraña es un movimiento aparentemente paradójico en el lenguaje, un acto que ejemplifica su propio estado anómalo: nombrar [o tantear, sería mejor] lo innombrable [ver: Lovecraft y las lenguas prehumanas]. Si el lenguaje es una herramienta que nos ayuda a comprender el mundo, el Weird lo utiliza para deconstruir la realidad, a pesar de las paradojas; sugiere algo prohibido, transgresor, una metonimia para la ruptura de reglas y significados, para revelar el caos que subsiste, no solo detrás de las definiciones de género, sino de la realidad misma. El Weird parte de la premisa de que no podemos dar nada por sentado, ni siquiera el lenguaje [ver: Lovecraft y las lenguas extraterrestres]

Lo que surge de esta metonimia es una especie de horror, o de extrañeza, a través del lenguaje. Cuando uno aborda cualquier género, existe un acuerdo implícito con el autor, al menos en términos de lenguaje; pero el Weird constantemente pone en juego la integridad del lenguaje. No hablo aquí de narradores poco confiables; no es eso, sino de la sensación de que la palabra puede traicionarnos, puede abandonarnos al caos en lugar de protegernos de él [ver: Horror Cósmico: qué es, cómo funciona, y por qué el tamaño sí importa]

Esto puede verse claramente en algunos motivos típicos del Weird, como el uso reiterativo de bibliotecas monstruosas, libros prohibidos y grimorios. De este modo, la Ficción Extraña demuestra un interés casi obsesivo en la forma en que el lenguaje contraviene sus propias reglas mientras en el proceso genera otras. En este contexto, el Weird con frecuencia se involucra en un proceso de autodescubrimiento, teoriza sobre sí mismo con respecto a su uso del lenguaje, probando los límites de los sistemas y reglas al introducir los suyos. Una biblioteca, símbolo del conocimiento y la razón, en la Ficción Extraña se transforma en una puerta al infierno [ver: Freud, el Hombre de Arena, y una teoría sobre el Horror]

En consecuencia, la Ficción Extraña actúa como un espejo que distorsiona todo lo que damos por sentado del lenguaje [y de la realidad que este representa], entre otras cosas, su legitimidad. Aquello que, en la realidad, es simplemente una cuestión de nombres propios y taxonomías, dentro del Weird se convierte en un código de lo arcano, un ritual a través del cual se explora lo innombrable. En este sentido, hay que admitirlo, la Ficción Extraña es una especie de horror autorreflexivo. No sólo se preocupa por cómo nombrar lo innombrable, sino también en cómo tales fallas en la función descriptiva del lenguaje pueden generar una sensación de pavor y reflejarlo nuevamente en el nivel del lenguaje mismo [ver: «Menos es Más», salvo en el Horror]

Pero la Ficción Extraña va aún más allá. No solo está interesada en la forma en que lo extraño explora las brechas dentro del lenguaje, sino que encuentra que en esa fisura solo puede existir el silencio. Es decir que detrás de toda esa teorización sobre los límites del lenguaje, existe un punto en el que las palabras no logran significar, donde el lenguaje se inmiscuye en el territorio indecible de la sensación. En estos casos, lo indecible en sí mismo se convierte, paradójicamente, en el eje de la narración.

Si bien el Weird parece desafiar los confines de la erudición crítica, la definición de H.P. Lovecraft de lo extraño, en su ensayo de 1927: El horror sobrenatural en la literatura (Supernatural Horror in Literature), permanece entre las más persuasivas, sobre todo porque se apoya en la sensibilidad. En total, el flaco de Providence usa la palabra «sensible» once veces en el ensayo, correlacionándola con lo que él llama «una actitud sutil de escucha asombrada» que debe inducirse en el lector como «la única prueba de lo realmente extraño». Para obtener esta respuesta de sus lectores, la Ficción Extraña misma escucha, escucha el lenguaje y sus tonos casi inaudibles para proyectarlos en algo infinitamente desconcertante.

Sin embargo, queda por ver si esta sensibilidad convierte al Weird en un género; de hecho, podemos preguntarnos si es lícito seguir discutiendo la Ficción Extraña dentro de los confines de la teoría de género, y no de acuerdo con un paradigma teórico más abierto. Si bien aquí en El Espejo Gótico simpatizamos con la idea de que el Weird denota un estilo, una atmósfera, en lugar de significar algo genéricamente comercializable, también somos escépticos con nuestras propias simpatías. Es la discusión, el intento de nombrar aquellos aspectos genéricos, lo que parece vincular textos a lo largo del tiempo.

En mi opinión, sería igualmente lícito eludir la discusión sobre el posible estatus de género de la Ficción Extraña poniendo en primer plano la figura del autor. Después de todo, la intención del autor forma el núcleo principal del Weird. Contrariamente a esta actitud está la idea de que el Weird se relaciona con la visión de un mundo desprovisto de códigos de significación; es decir, lo innombrable. Tal es así que los narradores en este tipo de historias suelen enfrentarse a algo que desafía toda descripción [«no puedo describir lo que estaba frente a mí», etc.], pero sin embargo lo hacen, estirando los límites del lenguaje más allá de la descripción unidimensional. Este tipo de descripciones suelen ser elaboradas, y a veces muy rebuscadas, pero dejan la sensación de que las palabras sencillamente no se adhieren a la cosa descrita.

Lo ominoso, lo inefable, son conceptos tan inasibles como prolíficos en el Weird, tal vez porque exceden la cognición humana, pero que, sin embargo, se apoyan en un lenguaje de sustitución que tiene sus raíces en lo cognitivo.

El mejor espacio para introducirse en el Weird es la Biblioteca.

Desde la Edad Media, la Biblioteca ha sido concebida como un simulacro del mundo, un lugar de representación que refleja un esquema del conocimiento total. El interés del Weird en la desestabilización de estos esquemas hace que la Biblioteca asuma un conjunto de valores y funciones completamente diferente. Los personajes que se encuentran con bibliotecas en la Ficción Extraña inicialmente están fascinados por este aparente umbral hacia la iluminación. Sin embargo, esta confianza en la Biblioteca como pilar de la autoridad termina siendo infundada. En el Weird, las Bibliotecas contienen sus propios órdenes ocultos, que siempre son inaccesibles e incluso hostiles a la búsqueda humana de significado.

De esta manera, la Biblioteca invierte la metáfora que los humanos típicamente proyectan en ella, haciendo que represente, en cambio, el fracaso de tales mundos representacionales. La acumulación de conocimientos, al menos en teoría [nos dice el Weird] es noble en términos de idealismo, pero también está condenada a un inevitable y catastrófico fracaso, cuando no a un bucle absurdo donde el conocimiento, incluso el prohibido, no tiene ningún significado, como podemos ver en La biblioteca de Babel, de Jorge Luis Borges [ver: El relato de Borges que se anticipó a la física cuántica]

¿Qué es el Weird entonces?

La pesadilla de la semiótica.

Al teorizar su propia relación con el lenguaje, el texto y el discurso, la Ficción Extraña usa su género, y los tropos de su género, para interrogar cómo se usan tales estructuras de significado al servicio de la construcción de narrativas. En otras palabras, al anular la pretensión de encontrar un marco narrativo humano para la realidad, la Ficción Extraña hace de lo innombrable el principio y el fin de toda experiencia.




Taller gótico. I Universo Pulp.


Más literatura gótica:
El artículo: ¿Qué es el «Weird» [Ficción Extraña]? fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Poky999 dijo...

Hay algo que dificulta la lectura y es la conclusión, quizás, ejemplificar con un fragmento de algún texto podría amplificar la visión respectiva.



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Poema de Hannah Cowley.
Relato de Thomas Mann.
Apertura [y cierre] de Hill House.

Los finales de Lovecraft.
Poema de Wallace Stevens.
Relato de Algernon Blackwood.