¿El Horror se está volviendo obsoleto?
—¡NO!— Es lo primero que uno tiende a pensar cuando se plantea este tipo de pregunta. Es importante superar esa instancia, esa reacción visceral, para abordar el fenómeno desde una perspectiva más amplia.
¿El Horror se está volviendo obsoleto? (ver: Horror: 300 años de un género que agoniza exquisitamente)
Tal vez la pregunta no está calibrada con precisión, pero entremos un poco en tema para ver si juntos podemos ir ajustándola.
El Horror en el siglo XXI —siempre en términos de género literario—, plantea una serie de desafíos interesantes. El contexto es diferente, digamos, al de hace medio siglo. Buena parte del espectro de inquietudes y preocupaciones sobre los cuales el Horror se ocupaba casi de forma exclusiva, en comparación con otros géneros, ahora es un terreno en disputa.
En otras palabras: el cine, las plataformas de streaming, la televisión, los videojuegos, han ido avanzando progresivamente sobre el territorio de la ficción de terror, que en una época creíamos inexpugnable. El avance ha sido lento, pero también irreversible debido a la fuerza de lo visual y a la inmediatez que proporcionan este tipo de formatos (ver: Las nuevas tecnologías en la mecánica del Horror).
Es decir que aquellas ansiedades que alguna vez fueron el terreno de caza del Horror, ahora se encuentran disputadas por otras formas de expresión, además de la narrativa. Claro que la influencia entre formatos es mutua, lo visual saquea a la narrativa, pero esta también ha sufrido alteraciones.
De hecho, y quizás debido al creciente énfasis general en la acción y los detalles gráficos, gran parte de la literatura de terror actual parece haber sido creada para una rápida y fácil conversión al formato visual; como si el propósito final de estas obras, o su secreta ambición, fuera servir simplemente de boceto para una película o una serie.
Este proceso es algo natural, y hasta esperable en cierta medida. Se asemeja a lo que sucedió cuando la escritura y la alfabetización redujeron la dependencia del público a la trasmisión oral de una historia, de un mito, de un drama.
El Horror contemporáneo cuenta con una ventaja que, en última instancia, puede ser también el último clavo de su ataúd. Hoy contamos con la capacidad tecnológica para archivar y recuperar en un segundo prácticamente todo el trabajo anterior en el género. Al simple vista, parece algo positivo; pero esto tal vez termine afectando significativamente el futuro del Horror.
Al tener acceso al trabajo de nuestros predecesores a través de internet, sin dudas puede mejorarse enormemente la calidad de la literatura producida; sin embargo, el Horror es un género sumamente conservador, y para cumplir con las expectativas de sus consumidores a menudo este conocimiento pleno del género en sus fases anteriores termina en una especie de reciclaje, de reintroducción más o menos eficiente de motivos clásicos que, debido a esa dinámica, terminan agotándose (ver: 5 miedos atávicos que utilizan todas las películas de terror).
¿Acaso no estamos leyendo y viendo esto constantemente?
El fanático del género está acostumbrado a hurgar en la podredumbre con la esperanza de encontrar un detalle que valga la pena. Fácilmente podemos tolerar una mala película de terror, o una pésima novela de terror, y encontrar cierta satisfacción al descubrir un motivo o una escena afín a nuestras expectativas, que cada vez se reducen más.
Somos como arqueólogos que, paradójicamente, saltan de felicidad al descubrir un hueso que no encaja con el resto del esqueleto.
La otra opción es regresar a los clásicos del género, tanto en el cine como en la literatura, pero en este caso apenas podemos aspirar a la experiencia del horror antropológico; es decir, un tipo de Horror que no fue pensado para nosotros. Si bien puede activar ciertos mecanismos de nuestra psique con la misma eficacia que sin dudas lo hizo con sus contemporáneos, la experiencia es diferente. Uno observa este Horror con algo de distancia, con algo de ternura, cuestiones que rara vez despiertan una reacción física.
Personalmente no creo que el Horror se esté volviendo obsoleto, pero sí creo que corre el riesgo de la obsolescencia. Su mejor posibilidad de sobrevivir es recluirse en aquellas regiones de su territorio a las cuales el formato visual no puede acceder con tanta facilidad.
No es un terreno limitado, por cierto, sino más bien el más amplio e interesante para explorar. Allí, el Horror puede refugiarse y resistir los desafíos de los medios visuales, sobre todo en aquellas historias que ocurren en gran parte a un nivel psicológico, introspectivo.
La biología de lo monstruoso puede representarse visualmente sin problemas (ver: La biología de los Monstruos), en consecuencia la representación de vampiros, hombres lobo, muertos vivos, zombis, forma parte de ese terreno disputado por los medios audiovisuaes, pero no así la incertidumbre, la vacilación, la imaginación de los personajes que creen que podrían haber visto o escuchado algo (ver: La biología del Horror: ¿por qué nos asusta lo que nos asusta?).
Quizás el futuro del Horror implique un cambio progresivo hacia lo emocional, lo psicológico, lo interior; terrenos que lo visual, por ahora, no puede abordar sino a través de mecanismos que no son tan eficientes como sus respectivos dispositivos literarios.
En este punto, entonces, podemos reformular la pregunta que encabeza este artículo de la siguiente forma: ¿el Horror corre riesgo de volverse obsoleto?
Sí, y es un riesgo muy real e inmediato.
Sin embargo, el Horror sobrevivirá de alguna forma, y por las mismas razones por las cuales sobrevivirán las religiones a pesar de los avances científicos, nos guste o no. ¿Por qué? Porque el Horror aborda grandes preguntas, porque plantea interrogantes aterradores y sin respuesta sobre la naturaleza de la muerte y el significado de la vida (ver: Cómo funciona el Horror, y por qué pocos autores saben utilizarlo).
Después de todo, el Miedo no es un requisito indispensable del Horror, ni este depende de aquel para existir. El Horror va más allá del Miedo, lo trasciende; nos permite explorar regiones profundas de nuestra psique, y darles una forma convincente a nuestras ansiedades y preocupaciones (ver: Las propiedades terapéuticas del Horror).
Claro que el Horror puede deteriorarse —en particular dentro del esquema del entretenimiento industrial—, repetirse a sí mismo hasta volverse un espectro demacrado e irreconocible, pero eso solo servirá como material de contraste para las obras que continúen con la sabia tradición de plantearse estos grandes interrogantes, de hacerse preguntas que siempre estarán con nosotros.
De eso se trata este maravilloso género, que puede prescindir de toda su parafernalia, de todas sus conceptualizaciones monstruosas, pero que no puede renunciar a su esencia, que son las personas que lo habitan, es decir, aquellas que cruzan ese umbral hacia lo desconocido y nos permiten acompañarlas en el viaje. Cuánto más nos importen sus personajes, cuánto más el autor logre que empaticemos con ellos, mayor impacto y eficacia conseguirá la historia.
El Horror no puede utilizar la ironía —que es como el ajo para los vampiros—, y no puede ser objetivo; por el contrario, necesita del compromiso de la subjetividad para existir. Mientras esos ingredientes sigan estando en la olla, los fanáticos del género no pasaremos hambre.
Taller Gótico. I Taller Literario.
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3 comentarios:
Totalmente de acuerdo. El horror puede producir miedo, pero no lo es ni debe serlo.
No creo que sea obsoleto. Está en distintos formatos. Está muy presente en las historietas de Hellboy. Bien representadas en las películas animadas. En una de las cuales, la villana es la condesa Bathory.
Que análisis maravilloso!!!!! Que claridad conceptual!!!
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