La diosa que creó el universo tal vez vive entre nosotros


La diosa que creó el universo tal vez vive entre nosotros.




Existen muchos mitos sobre la creación del universo, pero muy pocos tan interesantes como la historia de Sophia, la diosa que todo lo creó, y que fue encerrada en su creación.

De acuerdo a la tradición simonista, en el vacío inconcebible que precedió al cosmos, Dios tuvo su primer pensamiento, su ennoia, llamada Sophia o Shekhina. Ese pensamiento era femenino, y de ella nació el deseo de crear.

Fue así que Sophia decidió crear el universo. El primer pensamiento de Dios: la mujer, la hembra primordial, la feminidad sagrada, se desprendió a sí misma del Vacío y creó a los ángeles para que llevaran a cabo su obra. Pero los ángeles se rebelaron, por celos o por vulgar arrogancia, y encerraron a la diosa en el mundo, recluyéndola en el cuerpo de una mujer mortal.

Los ángeles concibieron un mundo atravesado por reglas y normas que obligaran a Sophia a ser una esclava. Los hombres serían los amos, los intérpretes de ese poder demencial; de tal modo que en cada reencarnación, independientemente del cuerpo en el que habitara, Sophia nacería siempre esclava del hombre.

Desde entonces, ella ha reencarnado muchas veces en nuestro mundo, y en cada reencarnación debe vivir el mismo oprobio, la misma vergüenza, la misma humillación, de ser castigada por ser mujer; o mejor dicho, por haber sido mujer el primer pensamiento de Dios.

Cierta vez, Sophia reencarnó en el cuerpo de Elena, una prostituta esclava de la ciudad de Tiro; y Dios, por primera vez, resolvió descender sobre el mundo para rescatarla.

Simon Magus, un personaje extraño, misterioso, cuyo culto alguna vez compitió seriamente con el de Cristo, fue el vehículo en el que dios encarnó para salvarla.

Los ángeles que habían encerrado a la diosa en el mundo no advirtieron ese descenso, ya que la forma de Dios cambia de acuerdo a los reinos o planos en los que se mueve. En sus Apologías, donde restringe este hermoso mito al terreno de la herejía, San Justino cita las palabras de Dios a los ángeles rebeldes que no notaron su venida:


En cada cielo cambio mi forma, de acuerdo a la forma de aquellos que viven en cada cielo. Y aquí he venido a buscar mi Primer Pensamiento, Ella, que algunos llaman Prunikos, y otros Espíritu Santo, la que ha creado a los ángeles, y estos su prisión.


Y fue así que Dios recuperó a su Primer Pensamiento. Recién entonces los poetas y los profetas pudieron alcanzar visiones de la Verdad, despojados ya de la ilusoria inspiración de los ángeles rebeldes.

Este mito, parte del canon gnóstico, recupera la vieja tradición de que el universo fue creado por un principio femenino, y luego encerrado en una prisión de materia por sus propios hijos, los ángeles. En oposición a otras cosmogonías, donde Dios nace, vive y muere entre los hombres para sacrificarse a sí mismo, en este caso su venida tiene el objetivo de rescatar a la mujer primordial, a su primer pensamiento, y quizás, a su primer amor.

Si bien es cierto que su ciclo de reencarnaciones concluyó con aquel rescate divino, algunos sostienen que Sophia continúa naciendo en nuestro mundo; no ya como prisionera, sino como madre y hacedora que se preocupa por los que, al igual que ella, están encerrados en constante círculo de ilusiones.

Sus reencarnaciones no son espectaculares. Nunca tendremos noticias sobre ella. Sophia evita los templos, los fanáticos, los que aseguran ser portadores de la Verdad. Prefiere, en cambio, habitar en el cuerpo de sus hijas, y vivir con ellas la humillación de ser esclava en un mundo gobernado por los hombres; hasta que un día, acaso no tan lejano, la mujer descubra que es, y siempre ha sido, el primer pensamiento de Dios.




Feminología: la mujer en el mito. I Mitos bíblicos.


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