Anna Kingsford: médica, vegetariana, anti-vivisección y enemiga psíquica de Pasteur


Anna Kingsford: médica, vegetariana, anti-vivisección y enemiga psíquica de Pasteur.




Anna Kingsford (1846-1888) fue una mujer tan extraordinaria como polémica.

Fue la primera mujer en Inglaterra en convertirse en médica (aunque cursara sus estudios en París), editora de un periódico feminista, defensora de los derechos de los animales, activista del vegetarianismo, líder de incontables campañas anti-vivisección, presidenta de la Sociedad Teosófica, inspiradora de la Golden Dawn, amiga de ocultistas y esoteristas como Eliphas Levi y H.P. Blavatsky, neopaganista, confidente de las hadas, y presunta enemiga telepática de Louis Pasteur.

Frente a tamaña diversidad de intereses resulta conveniente empezar por el principio.

Anna Kingsford afirmó haber tenido contacto con las hadas desde muy pequeña. En la adolescencia esas visiones se agudizaron: entablaba fluidas conversaciones con ángeles, experimentaba sueños lúcidos en donde podía viajar en el tiempo y observar el cosmos incluso en escalas microscópicas. Buena parte de estas experiencias quedarían reflejadas en el libro: Vestida de sol (Clothed With the Sun).

El estudio absorbía todo su tiempo, interesándose tanto en la ciencia como en las artes mágicas; motivo por el cual no cultivó deseo alguno por los hombres. Para evitar la presencia de pretendientes indeseados contrajo matrimonio con un clérigo anglicano, igualmente desinteresado en el sexo, con quien pactaría un vínculo en el que ambos podrían hacer lo que quisieran.

Durante los primeros meses de matrimonio, Anna Kingsford se instaló en París para estudiar la carrera de medicina, por aquel entonces, vedada a las mujeres en Inglaterra. Allí realizó algunas investigaciones sobre lo paranormal y entabló amistad con algunos de los más reconocidos nigromantes de la ciudad.

La filosofía de vida de Anna Kinsford no fue precisamente un factor de reconocimiento en la Escuela de Medicina. Ella promovía abiertamente el vegetarianismo y desaprobaba de forma radical la vivisección animal entre sus colegas y profesores. Tampoco creía que sus estudios científicos fuesen un motivo válido para abandonar sus investigaciones en el ocultismo.

En la era victoriana, la vivisección de animales y sin ningún tipo de anestesia era una práctica diaria en cualquier escuela de medicina; no solo como método de práctica de procedimientos quirúrgicos sino como base de investigaciones sin demasiado sustento. Anne Kingsford se rehusaba a asumir estas prácticas de forma natural, es decir, sin tomar las precauciones necesarias para que los animales no sufrieran innecesariamente.

A propósito de los gritos incesantes de los animales atormentados que poblaban los salones de la escuela, Anne Kinsford escribió:


He hallado mi Infierno, justo aquí, en la Faculté de Médecine de París; un infierno más real y horrible que cualquier otro que pueda encontrar, y uno que cumple todos los sueños de los monjes medievales. Intentando en vano cerrar mis oídos ante los gritos lastimeros y los llantos que flotaban incesantemente hacia mí, recé: oh, Dios, sácame de este infierno.

(I have found my Hell here in the Faculté de Médecine of Paris, a Hell more real and awful than any I have yet met with elsewhere, and one that fulfills all the dreams of the mediaeval monks. Trying vainly to shut out of my ears the piteous shrieks and cries which floated incessantly towards me, I prayed, Oh God, take me out of this Hell)


Para diciembre de 1877 la estabilidad mental y emocional de Anna Kingsford había llegado a su límite. La explosión se produjo durante una exposición del biólogo y fisiólogo Claude Bernard, quien describía el perturbador procedimiento de hervir perros vivos con el objetivo de estudiar las variaciones de su calor corporal. Incapaz de tolerar otra muestra de indiferencia ante el sufrimiento de los animales, Anna Kingsford se puso de pie y gritó: ¡Asesino!

La respuesta del doctor Bernard, lejos de recurrir a pretextos académicos, fue la siguiente: Tais-toi, pauvre bête! (¡Cierra el pico, pobre bestia!).

Hay que decir que no solo Anna Kingsford estaba en contra de la vivisección. Eran muchos los estudiantes de medicina que, sin compartir del todo sus criterios, consideraban que era imposible estudiar en un ambiente saturado de aullidos. Ella, sin embargo, consideraba que la vivisección era lisa y llanamente una tortura, opinión que ubicaba a sus profesores como torturadores y no cómo médicos.

Se dice que durante el altercado verbal con el doctor Bernard, Anna Kingsford entró en una especie de trance, murmurando palabras sin sentido y realizando movimientos inarticulados con los brazos. El debate culminó con el desmayo de la muchacha. Seis semanas después el doctor Bernard cayó en cama, presa de la fiebre y terribles dolores abdominales. No se logró acertar con un diagnóstico y falleció.

Poco después, Anna Kingsford empezó a considerar la posibilidad de que su intenso rechazo por los métodos del doctor Bernard era la verdadera causa de su muerte. Lejos de sentirse intimidada o culpable por ese supuesto poder psíquico, escribió:


Haré peligroso, no, mortal, el ser un vivisector.
(I will make it dangerous, nay, deadly, to be a vivisector)


Uno de los logros más impresionantes de Anne Kingsford fue haberse graduado con honores en 1880 sin haber experimentado con un solo animal en el proceso. La práctica de la medicina, sin embargo, le interesaba menos que exterminar uno a uno a los torturadores.

En octubre de 1886 sus esfuerzos telepáticos se centraron en el doctor Paul Bert, discípulo de Bernard, quien había instalado un laboratorio en su domicilio particular donde realizaba experimentos para su tesis sobre trasplantes en animales, efectuando en el camino algunos procesos de semidisecado verdaderamente atroces. Un mes después, a mediados de noviembre, el doctor Bert falleció misteriosamente.


He asesinado a Paul Bert como asesiné a Claude Bernard; así como asesinaré a Louis Pasteur y, después de él, a toda la tribu de vivisectores.

(I have killed Paul Bert, as I killed Claude Bernard; as I will kill Louis Pasteur, and after him the whole tribe of vivisectors)


Para lograr ese cometido Anna Kingsford consiguió ocupar un puesto estable en el laboratorio de investigación de Louis Pasteur en París. No obstante, cierta noche fue interceptada por una tormenta. Pocos días después desarrolló neumonía, y luego tuberculosis, enfermedades que la llevarían a la tumba el 22 de febrero de 1888.

Uno de sus amigos personales, Richard Francis Burton, la acompañó durante su agonía. Al parecer, Anna Kingsford padecía horribles alucinaciones en las cuales revivía una y otra vez los gritos desgarradores de los animales torturados en nombre de la ciencia.

Si bien Louis Pasteur logró evadir los supuestos poderes paranormales de Anna Kingsford, también hay que decir que para la época en la que ella estuvo postrada el doctor cayó gravemente enfermo y recién llegaría a recuperarse en 1887.

Más allá de estos presuntos poderes psíquicos, el verdadero legado de Anna Kingsford fue haber sido una mujer brillante en una época que no admitía tales desafíos.

Su enfrentamiento con el poder establecido, su lucha por los derechos de los animales, insistimos, en pleno siglo XIX, dan testimonio de una grandeza de espíritu que no se entorpece ni se disminuye por sus creencias particulares, no importa cuán extravagantes o exageradas puedan ser.

Su postura con respecto a la experimentación con animales vivos, a la libre e irresponsable disposición de seres desprovistos de inteligencia tal y como la conocemos, pero poseedores de un alma y de un sentido del sufrimiento, sintetizan toda su vida:




Feminología: mujeres extraordinarias. I Misterios miserables.


Más literatura gótica:
El artículo: Anna Kingsford: médica, vegetariana, anti-vivisección y enemiga psíquica de Pasteur fue realizado por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

4 comentarios:

Enid Steel dijo...

¡Impresionante lo que esta mujer logró en su época!
Al leer la nota, me agradó que alguien haya sido voz para los más indefensos, en este caso, los animales...¿tortura en nombre de la ciencia? ¬¬

Anónimo dijo...

Muy interesante, gracias por el artículo.

Pirers dijo...

Interesante, un ejemplo no sólo para las mujeres, sino que para la humanidad. ¿Has escrito alguna nota sobre el vegetarianismo? Me gustaría leerlo.

Saludos.

PD: en una parte dice 1977, creo que debería ser 1877.

Anónimo dijo...

Los horribles métodos a los que se sometian tanto a enfermos como a los animales llevaron a Pasteur al logro de la vacuna. Tengo el vago recuerdo de haber leido y visto en una pelicula que solian frotar las llagas del enfermo con estiercol de vaca y otras cosas.
Curiosamente Pasteur poseía y era fiel al rosario hasta el final de su vida. Tenía muchos enemigos "poderosos" en su gremio que se negaban a dejar sus metodos de tortura medieval a los animales. El necesariamente tambien hizo uso de estos para el conocimiento de las vacunas. No considero que a Pasteur esto le agradara mucho.
Me hubiera gustado mucho que Anne y Pasteur se hubieran conocido mejor mas allá del prejuicio. Gracias Sebastian disfuté mucho esta información. Como siempre.



Lo más visto esta semana en El Espejo Gótico:

Relatos de Edith Nesbit.
Paranormal.
Poema de Charlotte Mew.


Relato de Walter de la Mare.
Demonología.
Poema de Emily Dickinson.