Wendigo: la verdadera historia

La verdadera historia del Wendigo.


El Wendigo es una criatura mítica de las leyendas algonquinas. Algunos sostienen que se trata de un espíritu que, en determinadas circunstancias, logra materializarse e incluso poseer el cuerpo de un ser humano. [ver: No te metas con el Wendigo: análisis de «Cementerio de animales»]

Casi siempre el Wendigo es descrito como un ser diabólico, aunque nadie, salvo sus víctimas, saben cómo es realmente [ver: La Llamada de lo Salvaje: análisis de «El Wendigo» de Algernon Blackwood]

El Wendigo se anuncia en el aire, se presiente como un viento que paraliza la naturaleza durante los meses de invierno. Nunca deja señales de sus ataques, salvo, quizás, sus huellas. 

Algunos sostienen que el Wendigo toma de la mano a sus víctimas y que las obliga a correr a la par. Las zancadas, cada vez más espaciadas, denuncian una velocidad anormal para un ser bípedo. Las pisadas humanas pronto se deshacen en la nieve, incapaces de seguirle el paso, hasta que ambas se pierden entre los árboles.

Otros afirman que el fin de ese rastro indica el lugar preciso en donde el Wendigo elevó por los aires a sú víctima, acaso para devorarla en las heladas fronteras del cielo.

Originalmente el Wendigo encarnaba el tabú del canibalismo, hecho que se confirma por los propios pueblos algonquinos, quienes consideraban que todo aquel que probara carne humana, aún en circunstancias de extrema necesidad, tarde o temprano se convertiría en un vehículo del Wendigo.

Este mito, cuya antigüedad sería difícil de calcular, fue adoptado por la psiquiatría. La "psicosis wendigo" (Wendigo Psychosis) es un diagnóstico poco habitual que combina tanto el desorden cultural del canibalismo, es decir, el impulso obsesivo por comer carne humana, incluso la propia, y el miedo a convertirse en víctima de tales obsesiones.

Esta condición, sostienen algunos especialistas, ocurre con cierta frecuencia en el pueblo algonquino.

Ahora bien, el Wendigo logró trascender el ámbito del mito y la psiquiatría, y se ha convertido en una pieza habitual del relato de terror.

Estos Wendigos literarios, vástagos de la leyenda, son criaturas glotonas, avaras, proclives al desenfreno gastronómico. No importa cuánto coman, nunca logran alcanzar un estado de satisfacción.

Como en tantos otros casos, el cuento de terror logró comprender mejor los rasgos esenciales de una tradición, incluso mejor que la psicología y la antropología.

Algunos especialistas sostienen que el Wendigo, en realidad, es un mito cultural, y no una expresión de psicosis local. Los pueblos algonquinos utilizan la leyenda del Wendigo para subrayar los peligros de la glotonería y la avaricia.

De hecho, cualquier persona que se abandone a la avaricia puede convertirse en un Wendigo, auncian las leyendas. El único remedio para prevenir esta metamorfosis es favoreciendo la moderación y el cooperativismo.

Ya convertido, el Wendigo es una criatura insaciable. Nada puede desviarlo de su deseo atroz por comer carne humana. En este sentido, nos recuerda a los viejos vampiros de las leyendas europeas, quienes prescindían del refinamiento y la elegancia del romanticismo y se entregaban gozosamente a los excesos de la voracidad.

El debate sobre si el Wendigo representa un desorden psicológico real o es apenas una leyenda colorida, se instaló a comienzos del siglo XX. En cierta forma, aún continúa desarrollándose, aunque cada vez con menos adeptos.

En realidad, esa malinterpretación del mito angolquino reafirma la inteligencia e intuición de ese pueblo.

En última instancia, el Wendigo es un símbolo de la avaricia del hombre blanco, un ser incorpóreo, traslúcido, que no parece atado a las leyes de la naturaleza, a sus ciclos y cambios estacionales, y que, en cambio, es gobernado por una insaciable voracidad por cosas que no necesita realmente.

La primera mención literaria del Wendigo se produjo en el clásico de Henry Wadsworth Longfellow: La canción de Hiawatha (The Song of Hiawatha), fechado en 1855. Allí se habla de los Wendigoes, una raza de gigantes horrorosos.

Desde luego que la aparición más notable del Wendigo en la literatura proviene del relato de Algernon Blackwood: El Wendigo (The Wendigo, 1910), donde una criatura inmemorial acecha un campamento y aterroriza a sus habitants de una forma que difícilmente podamos hallar en otro relato.

Stephen King menciona de pasada al Wendigo en la novela de terror: Cementerio de animales (Pet Sematary); y August Derleth, confeso admirador de Algernon Blackwood, decidió escribir una especie de secuela de El Wendigo titulada: Ithaqua (Ithaqua), relacionando a esta antigua criatura del folklore algonquino con los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft. El mismo autor retomaría la leyenda en el cuento: La cosa que caminaba en el viento (The Thing That Walked on the Wind).



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