«Por la tierra seca»: Lord Dunsany; poema y análisis


«Por la tierra seca»: Lord Dunsany; poema y análisis.




Por la tierra seca (On the Dry Land) es un relato fantástico del escritor irlandés Lord Dunsany (1878-1957), publicado en la antología de 1908: La espada de Welleran y otras historias (The Sword of Welleran and Other Stories).

Por la tierra seca relata ese último tramo de un viaje que todos, inevitablemente, emprenderemos algún día.

Aquellos que prefieran no encontrarse a sí mismos en este magnífico cuento de Lord Dunsany harán bien en omitir las similitudes entre aquel abatido anciano que recorre el páramo y el alma de cada uno de nosotros, ya desnuda de deseos y ambiciones, perdiéndose como una sombra en el ocaso.



Por la tierra seca.
On the Dry Land, Lord Dunsany (1878-1957)

Sobre tierra yerma descendía la gloriosa noche, con sus bandadas errantes de estrellas nómadas y todas sus huestes de estrellas inmóviles que titilaban y observaban.

En aquel firme y seco paraje de Oriente, la primera palidez del amanecer caía sobre las cabezas de los dioses inmortales.

Entonces, al arribar por fin a la seguridad que ofrecía la Tierra Seca, el Amor miró al hombre al que por tanto tiempo había conducido por las ciénagas, y vio que tenía el pelo blanco, pues brillaba en la palidez del alba.

Juntos pisaron la tierra firme, y el anciano se sentó fatigado sobre la hierba. Había errado por los marjales durante muchos años; y la luz gris del alba se expandió sobre las cabezas de los dioses.

Y el Amor le dijo al viejo:

—Ahora te dejaré.

Y el hombre no le respondió, pero comenzó a llorar.

Entonces el Amor sintió pena en su corazón despreocupado, y dijo:

—No debes estar triste por mi partida, ni lamentarte por mi suerte.

—Soy un niño muy necio y nunca fui bueno contigo, ni amistoso. Nunca me cuidé de tus profundos pensamientos ni de lo que había de bueno en ti; por el contrario, fui causa de tu asombro al llevarte de aquí para allá por los peligrosas ciénagas. Y fui tan desalmado que si hubieses muerto en el sitio al que te había conducido, no habría significado nada para mí. Sólo permanecí a tu lado porque eras un buen compañero de juegos.

—Soy cruel y no poseo ningún rasgo de valor. Mi ausencia jamás será motivo de pena ni de cuidado.

El anciano continuó sin hablar, y sólo continuó llorando quedamente; y el Amor se lamentó en su bondadoso corazón.

Y el Amor dijo:

—Como soy tan pequeño, mi fuerza te pasó inadvertida y también el mal que te hice. Pero mi fuerza es grande y la utilicé sin justicia. A menudo te empujé de la calzada elevada a los marjales sin importarme que pudieras ahogarte. A menudo me burlé de ti e hice que otros se burlaran asimismo. Y a menudo te conduje por entre los que me odiaban y me reí cuando ellos se vengaron en ti.

—Así, pues, no llores, pues no hay bondad en mi corazón, sólo crimen y maldad; no soy compañía para alguien tan sabio como tú. Soy tan frívolo y tonto que me reí de tus nobles sueños y entorpecí todas sus acciones. Me has desenmascarado. Aquí vivirás en paz, y soñarás imperturbable con los dioses inmortales.

—Piénsalo: aquí está el amanecer y la seguridad, allí: la oscuridad y el peligro.

Todavía siguió el anciano llorando lastimosamente.

Entonces el Amor dijo:

—¿Esta es tu pena? —Y su voz era grave ahora, y serena— ¿Te sientes tan perturbado? Viejo amigo de tantos años, hay dolor por ti en mi corazón. Viejo amigo de temerarias aventuras, debo abandonarte ahora. Pero pronto te enviaré a mi hermano... mi pequeño hermano, llamado Muerte. Y saldrá de los marjales a tu encuentro y no te abandonará y te será fiel como yo nunca podría serlo.

Y el alba clareó más sobre los dioses inmortales y el anciano sonrió a través de las lágrimas que resplandecieron maravillosas a la luz pálida. Pero el Amor bajó a la noche y a las ciénagas, mirando atrás al partir y sonriendo cálidamente con los ojos. Y en los marjales donde se internó, en medio de la noche gloriosa y bajo las bandadas errantes de estrellas nómadas, hubo sonidos de risas y el clamor de la danza.

Al cabo de un tiempo, con el rostro vuelto hacia la mañana, salió la Muerte de los marjales, alta y hermosa, con una débil sonrisa sombría en los labios; y levantó en brazos al anciano solitario con mucha gentileza, y le cantó en susurros una vieja canción. Y lo cargó en la mañana al encuentro de los dioses.

Lord Dunsany (1878-1957)




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El análisis y resumen del relato de Lord Dunsany: Por la tierra seca (On the Dry Land) fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

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