«La muerte no es nada»: Henry Scott Holland; poema y análisis.


«La muerte no es nada»: Henry Scott Holland; poema y análisis.




La muerte no es nada (Death is Nothing at All) es un poema del escritor inglés Henry Scott Holland (1847-1918), escrito en mayo de 1910.

La muerte no es nada, uno de los grandes poemas de Henry Scott Holland, no fue pensado originalmente como un poema. Es parte de un sermón [el autor fue sacerdote de la Catedral St. Paul de Londres] titulado: Muerte al rey de los terrores [Death the King of Terrors], dado mientras el cuerpo del rey Eduardo VII era homenajeado en Westminster.

La muerte no es nada intenta ser un recordatorio de que la muerte [según la visión cristiana] no es el final del camino, sino una transición. El autor reconoce el dolor de la pérdida e intenta brindar esperanza y consuelo a los que quedan atrás afirmando que el lazo entre las personas perdura, incluso en la muerte.

Analicemos primero el poema de Henry Scott Holland de acuerdo a las intenciones del autor, y luego examinemos más de cerca porqué un estímulo a la esperanza puede producir el más profundo desconsuelo.

El Orador de La muerte no es nada es alguien que ha muerto, quizás recientemente, quien intenta aliviar la tristeza de aquellos que dejó atrás. Esta perspectiva casi obliga al lector a sentirse involucrado personalmente con la situación, habida cuenta que todos hemos perdido a alguien importante.


La muerte no es nada.
No cuenta.
Solo he pasado a la habitación contigua.
Nada ha pasado.
Todo sigue exactamente como era.
Yo soy yo, y tú eres tú,
y la antigua vida que vivimos con tanto cariño permanece intacta, sin cambios.
Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.


El Orador [muerto] afirma que la muerte no significa nada. No provoca una verdadera separación entre el difunto y los que quedan atrás. Es evidente que el Orador está dirigiéndose a una persona en particular que lo extraña, pero que, según su perspectiva de ultratumba, no debería sentirse triste porque nada ha cambiado en su relación ni en los recuerdos que compartieron [ver: Si la vida es sueño, ¿la muerte es el despertar?]

La intención del Orador, entonces, es dar consuelo, pero lo hace sin brindar un elemento importante: información. Solo dice que ha «pasado a la habitación contigua», es decir, que ha pasado a otro estado de existencia, pero del cual no se nos brindan mayores detalles.


Llámame por el antiguo nombre familiar.
Habla de mí en la forma simple que siempre usaste.
No cambies tu tono.
No fuerces un aire de solemnidad o pena.


El Orador le pide a su deudo que lo siga llamando por su nombre. No desea ser tratado o pensado de manera diferente porque ahora está muerto. Además, quiere que esta persona que significa tanto para él siga hablándole en términos cotidianos, sin solemnidad, de «forma simple».


Ríete como nos reíamos de las pequeñas bromas que disfrutábamos juntos.
Juega, sonríe, piensa en mi, ora por mí.
Que mi nombre sea la palabra familiar que siempre fue.
Que se pronuncie sin esfuerzo, sin el fantasma de una sombra sobre él.


El Orador trata de recordarle a su deudo los momentos agradables que han compartido. Quiere asegurarse de recordarle cuánto se han reído, las «pequeñas bromas» que disfrutaban juntos.

No hay nada deprimente en la perspectiva del Orador sobre sobre la muerte. La ve como un simple cambio, incluso un cambio de lugar, que no debe impactar en su oyente. Pide que se ore por él y que su nombre sea siempre una «palabra familiar». No debe haber ningún cambio en la forma en que el oyente habla a los demás sobre él.


La vida significa todo lo que alguna vez significó.
Es lo mismo que siempre fue.
Hay una continuidad absoluta e ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un insignificante accidente?

¿Por qué debería estar fuera de la mente porque estoy fuera de la vista?
Sólo estoy esperándote, por un intervalo,
en algún lugar cercano,
justo a la vuelta de la esquina.


En este punto el Orador insiste en las mismas ideas, las superpone en un esfuerzo por asegurarse de que su oyente no tenga ninguna duda sobre cómo quiere ser recordado [ver: La segunda muerte]

Ve el tiempo después de su muerte como una «continuidad absoluta e ininterrumpida». La muerte es tan insignificante como un pequeño accidente. «¿Por qué debería estar fuera de la mente porque estoy fuera de la vista?» Esta, piensa, es la manera de lidiar con su ausencia física.

Aquí el Orador da un giro a las nociones repetitivas que ha estado explicando a su oyente. Dice que está esperando. ¿Dónde?, podría preguntarse el oyente. «en algún lugar cercano, justo a la vuelta de la esquina».


Todo está bien.
Nada está herido; nada se pierde.
Un breve momento y todo volverá a ser como antes.
¡Cómo nos reiremos de la molestia de separarnos cuando volvamos a encontrarnos!


No hay nada por lo que su oyente o cualquier persona afectada por su muerte deba preocuparse o entristecerse. En la estrofa final, que tiene un formato diferente, los sentimientos son los mismos. El Orador explica que «nada se pierde»; todo existe, o continúa existiendo, en el plano en el que ahora se encuentra. Al final hay un mensaje de reencuentro y alegría, donde ambos se reirán de los sufrimientos del duelo [ver: El hombre que entendió a la muerte]

Estos versos de Henry Scott Holland fueron pensados para un funeral, y parecen oportunos, pero en mis oídos suenan como una negación del devastador dolor de una pérdida. La reacción natural ante la muerte de un ser querido es la encarnación del desastre supremo. Nada nos prepara para este momento. Simplemente atraviesa todas las vetas por las que discurre la vida. Hace que todo lo que hacíamos hasta hace poco carezca de sentido. En este contexto, en medio de esta situación desesperanzadora, llega alguien que afirma que la muerte no es nada. Esta persona tan querida para nosotros solo ha pasado a la habitación contigua. Se necesitaría una templanza de hierro para evadir el dolor de una pérdida con un argumento semejante, que bien puede ser de ayuda en otras instancias del duelo, pero no en el instante del desastre [ver: El Amor y lo Mórbido: ¿por qué nos fascina la muerte?]

En cierto modo, La muerte no es nada de Henry Scott Holland suena como el insípido pero voluntarioso comentario de consuelo en un momento donde el dolor es impenetrable. La aceptación, la capacidad de volver a enfrentar la vida después de la muerte de un ser querido es un proceso, a menudo largo y tortuoso, que nunca deja de recorrerse del todo. Quizás la muerte no es nada, y Henry Scott Holland tiene razón después de todo, pero para quien ha perdido a alguien recientemente, la muerte es todo [ver: Aquello que nos separa de la muerte]




La muerte no es nada.
Death is Nothing at All, Henry Scott Holland (1847-1918)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


La muerte no es nada.
No cuenta.
Solo he pasado a la habitación contigua.
Nada ha pasado.

Todo sigue exactamente como era.
Yo soy yo, y tú eres tú,
y la antigua vida que vivimos juntos con tanto cariño permanece intacta, sin cambios.
Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.

Llámame por el antiguo nombre familiar.
Habla de mí en la forma simple que siempre usaste.
No cambies tu tono.
No fuerces un aire de solemnidad o pena.

Ríete como nos reíamos de las pequeñas bromas que disfrutábamos juntos.
Juega, sonríe, piensa en mí, ora por mí.
Que mi nombre sea la palabra familiar que siempre fue.
Que se pronuncie sin esfuerzo, sin el fantasma de una sombra sobre él.

La vida significa todo lo que alguna vez significó.
Es lo mismo que siempre fue.
Hay una continuidad absoluta e ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un insignificante accidente?

¿Por qué debería estar fuera de la mente porque estoy fuera de la vista?
Sólo estoy esperándote, por un intervalo,
en algún lugar cercano,
justo a la vuelta de la esquina.

Todo está bien.
Nada está herido; nada se pierde.
Un breve momento y todo volverá a ser como antes.
¡Cómo nos reiremos de la molestia de separarnos cuando volvamos a encontrarnos!


Death is nothing at all.
It does not count.
I have only slipped away into the next room.
Nothing has happened.

Everything remains exactly as it was.
I am I, and you are you,
and the old life that we lived so fondly together is untouched, unchanged.
Whatever we were to each other, that we are still.

Call me by the old familiar name.
Speak of me in the easy way which you always used.
Put no difference into your tone.
Wear no forced air of solemnity or sorrow.

Laugh as we always laughed at the little jokes that we enjoyed together.
Play, smile, think of me, pray for me.
Let my name be ever the household word that it always was.
Let it be spoken without an effort, without the ghost of a shadow upon it.

Life means all that it ever meant.
It is the same as it ever was.
There is absolute and unbroken continuity.
What is this death but a negligible accident?

Why should I be out of mind because I am out of sight?
I am but waiting for you, for an interval,
somewhere very near,
just round the corner.

All is well.
Nothing is hurt; nothing is lost.
One brief moment and all will be as it was before.
How we shall laugh at the trouble of parting when we meet again!


Henry Scott Holland
(1847-1918)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de muerte.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Henry Scott Holland: La muerte no es nada (Death is Nothing at All), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

3 comentarios:

Daniel Milano dijo...

Simplemente hermoso.

Anónimo dijo...

Solo quiero decirles que me encantan sus análisis de cuentos tan geniales y su trabajo al traducir también es admirable.
Dios los bendiga 😇

Anónimo dijo...

Cuanfo muera que me lean este poema. Me ha gustado mucho.



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