«La Casa Oscura»: Edwin Arlington Robinson; poema y análisis.
La Casa Oscura (The Dark House) es un poema del escritor norteamericano Edwin Arlington Robinson (1869-1935), publicado en la antología de 1916: El hombre contra el cielo (The Man Against the Sky).
La Casa Oscura, uno de los mejores Edwin Arlington Robinson, es algo más que la dinámica de sus poderosas imágenes: es un poema empapado de la actitud del autor ante la vida, su realismo psicológico, sus símbolos.
La estructura poética de Edwin Arlington Robinson es predominantemente psicológica, y refleja su mayor interés: las realidades internas de la naturaleza humana. En El Espejo Gótico hemos hablado extensamente del simbolismo de la Casa, sobre todo de su significado filogenético y ontogenético en términos psicológicos; y en La Casa Oscura de Edwin Arlington Robinson podemos encontrar algo de todo eso, aunque con matices, porque aquí la Casa funciona como un símbolo para expresar la vida inconsciente a través de imágenes plausibles y reconocibles para el lector [ver: Casas como metáfora de la psique en el Horror]
La voz narrativa de La Casa Oscura no parece estar en búsqueda de su identidad, de su alma, recorriendo esta arquitectura simbólica con sus múltiples habitaciones y pasillos. De hecho, se trata de la Casa más desagradable que podemos imaginar, en la cual pasaremos mucho más tiempo que en cualquier vivienda de ladrillos y cemento. Quizás evocando uno de los nombres del Hades, el infierno de los mitos griegos, esta Casa Oscura de Edwin Arlington Robinson es la tumba. Por supuesto, no se trata de una tumba literal, sino simbólica. Todos llevamos a cuestas nuestra propia Casa Oscura, y la de Edwin Arlington Robinson era el alcohol.
Una vez que quedamos atrapados en la Casa Oscura, nos damos cuenta de que este encarcelamiento es, además de físico, de naturaleza psicológica. Edwin Arlington Robinson hace referencia al Carcelero como una criatura demoníaca, parecida a una araña, que ha atrapado a su víctima como una mosca en una telaraña.
La Casa Oscura es un poema bastante pesimista en la superficie, pero a pesar de su imaginería siniestra y deprimente, Edwin Arlington Robinson termina con una nota de esperanza. El narrador afirma que él también ha estado prisionero en una Casa Oscura, pero logró escapar; de modo que insinúa una posibilidad similar para su amigo:
Entonces, si él está muy quieto
con su Demonio, y uno lo estaría,
se pueden soplar murmullos
a ese amigo que está solo
en una habitación que he conocido.
Después, desde de todas partes,
la vida cantante lo encontrará allí;
entonces la puerta se abrirá de par en par,
y mi amigo, otra vez afuera,
estará vivo, habiendo muerto.
con su Demonio, y uno lo estaría,
se pueden soplar murmullos
a ese amigo que está solo
en una habitación que he conocido.
Después, desde de todas partes,
la vida cantante lo encontrará allí;
entonces la puerta se abrirá de par en par,
y mi amigo, otra vez afuera,
estará vivo, habiendo muerto.
La Casa Oscura.
The Dark House, Edwin Arlington Robinson (1869-1935)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Donde una tenue luz brilla solitaria,
mora un Demonio que he conocido.
La mayoría dirá:
«La Casa Oscura» y seguirá su camino.
No te preguntes por qué me quedo.
Porque conozco los ojos del Demonio
y su atracción que nunca muere.
Destierra todas tus afectuosas alarmas,
porque conozco los engañosos encantos
de sus ojos y de sus brazos,
y sé que en una habitación
arde una lámpara como en una tumba;
y veo la sombra deslizarse,
de un lado a otro, la sombra de alguien
al que se le niega el afuera.
Ahí está el que es mi amigo,
maldito, se imagina, hasta el final,
vencido, desde que se cerró la puerta,
pensando para siempre en la vida que fue.
Y el amigo que mejor lo conoce
lo ve como ve a los demás
que se esfuerzan por ser sabios
mientras los brazos y los ojos de un Demonio
los sostienen como la telaraña a la mosca.
Todas las palabras de todo el mundo,
apuntadas juntas y luego lanzadas,
serían más silenciosas en sus oídos
que un cierre de cizallas inmóviles
en un hilo hecho de años.
Pero hay otro sonido,
más apremiante, más profundo;
hay una música, al parecer,
que alivia y redime,
más que la razón, más que los sueños.
Hay una música aún desconocida
para la criatura de la palabra,
aunque resuena poco más
que el oleaje en la orilla,
hasta que un Demonio cierra la puerta.
Entonces, si él está muy quieto
con su Demonio, y uno lo estaría,
se pueden soplar murmullos
a ese amigo que está solo
en una habitación que he conocido.
Después, desde de todas partes,
la vida cantante lo encontrará allí;
entonces la puerta se abrirá de par en par,
y mi amigo, otra vez afuera,
estará vivo, habiendo muerto.
Poemas góticos. I Poemas de cementerios.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Edwin Arlington Robinson: La Casa Oscura (The Dark House), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
Ahí está el que es mi amigo,
maldito, se imagina, hasta el final,
vencido, desde que se cerró la puerta,
pensando para siempre en la vida que fue.
Y el amigo que mejor lo conoce
lo ve como ve a los demás
que se esfuerzan por ser sabios
mientras los brazos y los ojos de un Demonio
los sostienen como la telaraña a la mosca.
Todas las palabras de todo el mundo,
apuntadas juntas y luego lanzadas,
serían más silenciosas en sus oídos
que un cierre de cizallas inmóviles
en un hilo hecho de años.
Pero hay otro sonido,
más apremiante, más profundo;
hay una música, al parecer,
que alivia y redime,
más que la razón, más que los sueños.
Hay una música aún desconocida
para la criatura de la palabra,
aunque resuena poco más
que el oleaje en la orilla,
hasta que un Demonio cierra la puerta.
Entonces, si él está muy quieto
con su Demonio, y uno lo estaría,
se pueden soplar murmullos
a ese amigo que está solo
en una habitación que he conocido.
Después, desde de todas partes,
la vida cantante lo encontrará allí;
entonces la puerta se abrirá de par en par,
y mi amigo, otra vez afuera,
estará vivo, habiendo muerto.
Where a faint light shines alone,
Dwells a Demon I have known.
Most of you had better say
“The Dark House,” and go your way.
Do not wonder if I stay.
For I know the Demon’s eyes,
And their lure that never dies.
Banish all your fond alarms,
For I know the foiling charms
Of her eyes and of her arms,
And I know that in one room
Burns a lamp as in a tomb;
And I see the shadow glide,
Back and forth, of one denied
Power to find himself outside.
There he is who is my friend,
Damned, he fancies, to the end—
Vanquished, ever since a door
Closed, he thought, for evermore
On the life that was before.
And the friend who knows him best
Sees him as he sees the rest
Who are striving to be wise
While a Demon’s arms and eyes
Hold them as a web would flies.
All the words of all the world,
Aimed together and then hurled,
Would be stiller in his ears
Than a closing of still shears
On a thread made out of years.
But there lives another sound,
More compelling, more profound;
There’s a music, so it seems,
That assuages and redeems,
More than reason, more than dreams.
There’s a music yet unheard
By the creature of the word,
Though it matters little more
Than a wave-wash on a shore—
Till a Demon shuts a door.
So, if he be very still
With his Demon, and one will,
Murmurs of it may be blown
To my friend who is alone
In a room that I have known.
After that from everywhere
Singing life will find him there;
Then the door will open wide,
And my friend, again outside,
Will be living, having died.
Edwin Arlington Robinson (1869-1935)
Dwells a Demon I have known.
Most of you had better say
“The Dark House,” and go your way.
Do not wonder if I stay.
For I know the Demon’s eyes,
And their lure that never dies.
Banish all your fond alarms,
For I know the foiling charms
Of her eyes and of her arms,
And I know that in one room
Burns a lamp as in a tomb;
And I see the shadow glide,
Back and forth, of one denied
Power to find himself outside.
There he is who is my friend,
Damned, he fancies, to the end—
Vanquished, ever since a door
Closed, he thought, for evermore
On the life that was before.
And the friend who knows him best
Sees him as he sees the rest
Who are striving to be wise
While a Demon’s arms and eyes
Hold them as a web would flies.
All the words of all the world,
Aimed together and then hurled,
Would be stiller in his ears
Than a closing of still shears
On a thread made out of years.
But there lives another sound,
More compelling, more profound;
There’s a music, so it seems,
That assuages and redeems,
More than reason, more than dreams.
There’s a music yet unheard
By the creature of the word,
Though it matters little more
Than a wave-wash on a shore—
Till a Demon shuts a door.
So, if he be very still
With his Demon, and one will,
Murmurs of it may be blown
To my friend who is alone
In a room that I have known.
After that from everywhere
Singing life will find him there;
Then the door will open wide,
And my friend, again outside,
Will be living, having died.
Edwin Arlington Robinson (1869-1935)
(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
Poemas góticos. I Poemas de cementerios.
Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de Edwin Arlington Robinson: La Casa Oscura (The Dark House), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario