«Del diablo nadie se burla»: Manly Wade Wellman; relato y análisis.


«Del diablo nadie se burla»: Manly Wade Wellman; relato y análisis.




Del diablo nadie se burla (The Devil Is Not Mocked) es un relato de vampiros del escritor norteamericano Manly Wade Wellman (1903-1986), publicado originalmente en la edición de junio de 1943 de la revista Unknown Worlds, y luego reeditado en la antología de 1988: El monstruoso libro de los monstruos (The Monster Book Of Monsters). Los fanáticos de Night Gallery probablemente reconocerán el nombre, ya que el relato se adaptó durante la segunda temporada.

Del diablo nadie se burla, uno de los cuentos de Manly Wade Wellman menos conocidos, nos sitúa en Transilvania, durante la Segunda Guerra Mundial, y relata como un anciano Conde Drácula extermina a las tropas nazis que tienen la audacia de ocupar su castillo [ver: «Drácula» habría sido la novela favorita de Nietzsche]

SPOILERS.

¿Qué sería del género sin los vampiros y los hombres lobo? Probablemente el mismo vacío existencial que una historia de la Segunda Guerra Mundial sin nazis. En definitiva, ambos son elementos básicos de muchos cuentos; pero, ¿y si pudieras combinarlos en una sola historia? [ver: El origen de la enemistad entre Vampiros y Hombres Lobo]

En efecto, Del diablo nadie se burla de Manly Wade Wellman combina a los vampiros, los hombres lobo y los nazis en una historia que es una delicia para los amantes del pulp.

Del diablo nadie se burla comienza con un comandante nazi, el general von Grunn, conduciendo con su guardia personal por la campiña de los Balcanes. Su misión es cruzar el Paso de Borgo y llegar a Transilvania, más precisamente a un antiguo castillo en ruinas que, según cree, podría convertirse en un puesto estratégico para los nazis.

Naturalmente, el único habitante de este castillo es un anciano decrépito y... estaba a punto de decir «misterioso», pero el lector rápidamente lo reconoce como Drácula, y Manly Wade Wellman no hace demasiado por ocultar su identidad. De hecho, quiere que sepamos que este grupo de la elite nazi está a punto de instalarse y pasar la noche en el legendario castillo de Drácula [ver: El «Drácula» de Stoker NO está inspirado en Vlad Tepes]

El Conde, por supuesto, se muestra hospitalario al principio, ofreciéndole un banquete a Von Grunn. Sus modales son extraños, un poco anticuados, quizás porque su último huésped fue un inglés llamado Harker, Jonathan Harker, hace muchísimos años. De hecho, podemos pensar que Del diablo nadie se burla es una especie de parodia del primer capítulo de la novela de Bram Stoker: El huésped de Drácula (Dracula's Guest). En cualquier caso, Von Grunn no ve a su anfitrión como una amenaza, aunque nota que su aspecto es repulsivo, con su rostro pálido, afilado, sus ojos brillantes y manos hirsutas. A pesar de estas señales de alerta, ordena que sus tropas permanezcan en el patio del castillo.

Finalmente, Von Grunn escucha los aullidos de una manada de lobos en la distancia, los cuales parecen acercarse poco a poco. Eventualmente se oye un disparo en el patio, luego otro, y otro más, como si las tropas estuviesen repeliendo un ataque repentino. Manly Wade Wellman no los muestra en primer plano, pero sabemos que los atacantes son los licántropos que responden a las órdenes de Drácula; quien se encarga personalmente de Von Grunn [ver: ¿Por qué los vampiros necesitan ser invitados a entrar?]

Del diablo nadie se burla es un relato muy breve, y aunque no hay atisbo alguno de horror en él, resulta muy entretenido. La forma en que Manly Wade Wellman utiliza este escenario clásico del horror [el Castillo de Drácula] en paralelo con una situación contemporánea para él, como los nazis ocupando antiguas plazas para reforzar sus posiciones [el cuento fue escrito en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial], es brillante.

En El Espejo Gótico nos hemos ocupado bastante de las contribuciones de Manly Wade Wellman al relato de vampiros, como Escuela para los innombrables (School for the Unspeakable), que explora el tormento de un nuevo estudiante a manos de los matones-vampiro de un internado; Cuando había claro de luna (When It Was Midnight), donde Edgar Allan Poe investiga un «entierro prematuro» local para una historia; y ahora Del diablo nadie se burla, donde el Conde Drácula extermina a algunas tropas nazis que tienen la audacia de infestar su hogar. En el futuro [probablemente en 2022] traduciremos al español otros cuentos de vampiros de Manly Wade Wellman, entre ellos: El horror imperecedero (The Horror Undying), Coven (Coven), Los vampiros de Shiloh (The Vampires of Shiloh) y La última tumba de Lil Warren (The Last Grave of Lil Warren).




Del diablo nadie se burla.
The Devil Is Not Mocked, Manly Wade Wellman (1903-1986)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


¿No sabe usted que esta noche, cuando el reloj marque la medianoche, todas las cosas demoníacas del mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a qué va?

[Bram Stoker]


El clima de los Balcanes, incluso el clima primaveral de los Balcanes, no era agradable para el general von Gunn, que se reclinó pesadamente detrás del vidrio blindado de su automóvil.

4 de mayo: los ingleses lo llamarían el día de San Jorge, en honor a su santo que les ayudaba tan poco. La fecha también significaría algo para Heinrich Himmler; esa mascota de mentón débil del Führer celebraría algún tipo de ritual druídico confuso su Schutzstaffel en el Brockenburg. Von Grunn hizo una mueca gorda al pensar en Himmler y se inclinó hacia adelante para mirar hacia la noche. Un coche armado delante, un coche armado detrás, todo iba bien.

—¡Hacia adelante! —gruñó a su asistente, Kranz, quien pisó el acelerador.

El automóvil aceleró hacia el Paso de Borgo.

Von Grunn miró hacia atrás una vez, hacia las luces de Bistritz. Este país había sido rumano no hace mucho. Ahora era húngaro, lo que significaba que era alemán.

¿Qué había dicho el alcalde de Bistritz cuando había exigido un cuartel general semi remoto? El idiota parecía ansioso por ayudar, por complacer. Von Grunn sacó un largo cigarrillo. El joven capitán, Plesser, sentado a su lado, encendió de inmediato un mechero. Delgado, silencioso, el joven ayudante se había desvanecido de la conciencia de von Grunn.

—¿Cuál es el nombre de ese castillo? —preguntó el general, e hizo una mueca cuando Plesser respondió en bárbaras sílabas eslavas—. ¿Cuál es el significado en una lengua civilizada?

—El castillo del diablo, creo —arriesgó la respetuosa voz del capitán.

—Ah, entonces, se supone que Transilvania está invadida por demonios —asintió von Grunn, resoplando—. Dejemos que se sometan a nosotros, o los engañaremos.

Él sonrió, porque tenía un gran don para apreciar sus propios epigramas.

—Mientras tanto, que el castillo sea llamado por su nombre alemán. Teufelstoss, el castillo del diablo.

—Por supuesto —coincidió Plesser.

Silencio por un momento, mientras los autos ronroneaban poderosamente por la pendiente áspera del camino del paso. Von Grunn se perdió en su meditación favorita: su propio futuro asegurado. Él iba a establecer un puesto de mando sin ostentación para... ¿para qué? ¿Un movimiento contra Rusia? ¿El mar Negro? Pronto lo sabría. En cualquier caso, un ejército sería suyo, acción y gloria. Había suficiente gloria para todos. Von Grunn recordó que Wilhelm II dijo eso en la última guerra.

—La última guerra —dijo en voz alta—. Entonces yo era un simple teniente. Y el Führer, un cabo. ¿Qué era usted, capitán?

—Un niño.

—¿Recuerda algo?

—Nada —Plesser juntó su coraje para hacer una pregunta—. General von Grunn, ¿no le parece extraño que la gente de Bistritz estuviera tan ansiosa por que viniera al castillo, quiero decir, al Teufelstoss, esta noche?

Von Grunn asintió con la cabeza como un búho feroz.

—Hueles una trampa, nicht zvahrf. Por eso traigo dos camiones llenos de hombres, mis guardaespaldas de confianza. Pero dudo que alguien en Transilvania se atreva a ponerme trampas a mí o a cualquier otro alemán.

Los coches estaban frenando. El general y el capitán se inclinaron hacia adelante. El coche de delante pasaba por la gran puerta abierta de un patio. Contra las estrellas salpicadas se alzaba la silueta de un enorme edificio con una torre rota.

—Parece que llegamos —aventuró el capitán Plesser.

—Bien. Ve al coche de adelante. Cuando llegue el otro, forma la guardia.

Se hizo rápidamente. El capitán ordenó a dieciséis soldados de infantería con rifles, bombas y metralletas. Von Grunn emergió a la fría noche y Kranz, el ordenanza, empezó a sacar el equipaje.

—Un fuerte natural, retirado y bueno para cualquier defensa excepto contra los aviones —pronunció el general, mirando a través de su monóculo las almenas de arriba—. Haremos un examen minucioso.

—¡Unteroffizer! —gritó, y el suboficial a cargo de la escolta se adelantó rígidamente—. Seis de los hombres me acompañarán adentro. Los demás se quedarán en este patio, manteniendo una guardia toda la noche. Heil Hitler.

Heil Hitler —respondió el hombre enérgicamente.

Von Grunn sonrió cuando el hombre se alejó para obedecer. A pesar de la prontitud militar, esa orden de dormir al aire libre no era bienvenida. Tanto mejor; von Grunn creía en las experiencias más duras. Su escolta había vivido con demasiada tranquilidad desde la Batalla de Flandes.

Caminó hasta donde había una especie de vestíbulo de piedra maciza, que se proyectaba desde la muralla del castillo. Plesser ya estaba allí, mirando las pesadas tablas de la puerta tachonadas de clavos.

—Está cerrada, Herr General —informó—. Sin pomo, pestillo, timbre o aldaba.

Pero, mientras hablaba, la puerta se abrió con un chirrido hacia adentro y una luz amarilla brotó.

En el umbral había una figura vestida de negro, tan alta como el propio von Grunn pero más delgada incluso que Plesser. Un rostro pálido y afilado y ojos brillantes se volvieron hacia ellos a la luz de una lámpara de aceite.

—Bienvenido, general von Grunn —dijo—. Lo esperaba.

Su alemán era bueno, y sus modales, respetuosos. La mano ancha de Von Grunn se deslizó en el bolsillo de un abrigo donde siempre llevaba una automática.

—¿Quién le dijo que nos esperara? —demandó.

La luz de la lámpara arrojó un resplandor azul a su suave y ralo cabello negro mientras el hombre delgado se inclinaba.

—¿Quién podría confundir al general von Grunn, o dudar de que querría esta estructura espaciosa y retirada para su nuevo puesto como cuartel general?

El alcalde de Bistritz, un burro oficioso, debió haber enviado a este tipo por delante para hacer los preparativos aduladores, pero incluso cuando von Grunn pensaba eso, el hombre mismo dio otra información.

—Yo estoy a cargo aquí, he estado a cargo durante muchos años. Nos sentimos honrados de tener compañía. ¿Entrará el general?

Dio un paso atrás.

Entró Plesser, luego von Grunn. El vestíbulo era cálido.

—Por aquí, excelencia —dijo el hombre de la lámpara; sin dudas el mayordomo, pensó von Grunn.

Abrió el camino a lo largo de un pasaje empedrado, seguido por la escolta de von Grunn. Luego subió una gran escalera de caracol, y entró en una habitación, un gran salón con un fuego de leños y una mesa puesta para la cena.

Von Grunn solo asintió y permitió que el capitán Plesser lo ayudara a quitarse el abrigo. Mientras tanto, el mayordomo mostraba al hombre cargado de equipaje un dormitorio octagonal más allá.

—Lleva a estos seis hombres —dijo von Grunn a Plesser, indicando a los soldados de la escolta—. Recorre el castillo. Haz un plano de cada piso. Luego regrese e infórmeme. Heil Hitler.

Heil Hitler —y Plesser se llevó al grupo.

Von Grunn dio la espalda al fuego. Kranz estaba ocupado dentro del dormitorio, arreglando cosas. El mayordomo regresó.

—¿Puedo servir al Herr General? —preguntó sedosamente.

Von Grunn miró la mesa y, con dificultad, se abstuvo de lamerse los labios gordos. Había grandes porciones de rosbif, pollo, queso, ensalada y dos botellas de vino; el propio Kranz no podría haberlo hecho mejor. Estuvo a punto de avanzar hacia la mesa y luego se detuvo. Esto era Transilvania. Los nativos, a pesar de toda su amable cortesía, detestaban y temían a los soldados del Reich. ¿No podrían haber envenenado estas cosas?

—Retire todo esto —dijo con tristeza—. He traído mis propias provisiones. Puede comer esa cena usted mismo.

Otra reverencia.

—El Herr General es demasiado bueno, pero cenaré a medianoche. Ahora, permítame despejar la mesa.

Comenzó a recoger platos. Al verlo inclinarse sobre la mesa, von Grunn pensó que pocas veces había visto a alguien tan estrecho de hombros; eran como los hombros de una hiena, lo que sugería cierto poder para agacharse y acechar. Von Grunn se vio obligado a decirse a sí mismo que no se sentía repelido ni nervioso. El mayordomo era un extraño, una especie de eslavo. A von Grunn le incumbía despreciar a todos ellos.

—Ahora —dijo, cuando la mesa estuvo despejada—, ve al dormitorio y dile a mi ordenanza...

Se interrumpió.

—¿Qué fue eso?

El otro escuchó.

Von Grunn podría haber jurado que las orejas del hombre, pálidas e hirsutas, se levantaron voluntariamente, como las orejas de un gato o un zorro. El sonido llegó de nuevo, un aullido prolongado en la distancia.

—Lobos —fue la tranquila respuesta—. Hablan de la luna llena.

—¿Lobos?

El general se sintió intrigado de inmediato. Era un deportista, es decir, le gustaba comer y matar bestias casi tanto como le gustaba comer y matar hombres. Como invitado de Hermann Goering había disparado a dos muy caros toros salvajes, y anhelaba el día en que el Führer amablemente lo invitara al Bosque Negro a cazar cerdos.

—¿Hay muchos? —preguntó—. Ciertamente parece que hay muchos. Si no estuvieran tan lejos...

—Están acercándose —dijo el otro, y de hecho el aullido se repitió con más fuerza y claridad—. Pero, ¿dio una orden, general? El ordenanza…

—Oh si —Von Grunn recordó su hambre—. Mi hombre me traerá la cena.

Una reverencia y la esbelta figura negra se deslizó silenciosamente. Von Grunn cruzó el salón y se sentó en un sillón frente a la mesa. El mayordomo regresó y se colocó a su lado.

—Perdón. Su ordenanza me ayudó a llevar la otra comida a la cocina del castillo. Él no ha regresado, así que me tomé la libertad de servirle.

Tenía una bandeja. Sobre ella había manjares del cofre de von Grunn: rebanadas de pavo ahumado, pan con mantequilla, frutas en conserva, cerveza. El tipo los había organizado él mismo, había tenido todas las oportunidades para hacerlo… para…

Von Grunn frunció el ceño y se quitó el monóculo. El peligro del veneno volvió a agitarse en su mente y tuvo dificultades para despreciarlo. Debía comer y beber, desafiando el miedo.

Veneno o sin veneno, la comida era espléndida, y el mayordomo un excelente camarero. El general bebió cerveza y se dignó decir:

—¿Es usted un sirviente experimentado?

El rostro pálido y afilado se movió en negación.

—Atiendo a muy pocos invitados. El último fue hace años. Jonathan Harker, un inglés.

Von Grunn resopló ante la mención de esa gente indeseada y terminó su comida. Luego se levantó y miró a su alrededor. Los lobos volvieron a aullar en varias direcciones y cerca del castillo.

—Me parece que he sido desertado —dijo con gravedad—. El capitán llega tarde, mi ordenanza se retrasa. Mis hombres no hacen ningún informe —se acercó a la puerta y la abrió—. ¡Plesser! —llamó—. ¡Capitán Plesser!

Sin respuesta.

—¿Lo llevo con él? —preguntó el mayordomo gentilmente.

Una vez más, se había acercado. Von Grunn se sobresaltó violentamente y giró.

Los ojos del mayordomo estaban a la altura de los suyos y muy cercanos. Por primera vez, von Grunn vio que estaban llenos de una luz verde. El mayordomo también sonreía, y von Grunn vio sus dientes, blancos, muy espaciados, puntiagudos.

Como si el pensamiento lo indicara, el aullido de las bestias estalló de nuevo. Fue ensordecedor. A von Grunn le pareció que eran cientos. Luego, en respuesta, se escuchó un grito, la voz del hombre emitiendo una orden rápida y sobresaltada.

Oyó uno, luego varios disparos.

Los hombres que había acampado en el patio estaban disparándole a algo.

Von Grunn salió apresuradamente de la habitación y bajó las escaleras. Cuando llegó al pasillo de abajo escuchó más disparos y un coro salvaje de aullidos, gruñidos y rugidos. Von Grunn alcanzó la puerta por la que había entrado. Algo se movió en la penumbra.

Un rostro calcáreo apareció, el rostro del Capitán Plesser. Una mano se levantó, temblorosa, para agarrarse a la parte superior de la bota del general.

—Allí, las habitaciones oscuras —suspiró—. Son demonios hambrientos, atraparon a los demás, me atraparon a mí, no pude llegar más lejos que esto.

Plesser se derrumbó.

La luz venía de detrás de von Grunn, y pudo ver la cabeza del capitán hundida hacia atrás sobre la piedra. El costado del delgado cuello se había abierto, pero la sangre no brotaba. Porque no quedaba sangre en cuerpo del Capitán Plesser.

Afuera, hubo un silencio repentino. Cruzando el cuerpo de Plesser, el general agarró el pestillo y abrió la puerta.

El patio estaba lleno de lobos alimentándose. Una mirada fue suficiente para mostrar de qué se alimentaban. Mientras von Grunn miraba, los lobos levantaron la cabeza y le devolvieron la mirada. Vio muchos ojos verdes resplandecientes, firmes, duros, hambrientos, muchas bocas sonrientes con dientes puntiagudos: los ojos y los dientes del mayordomo.

Cerró la puerta de nuevo y se apoyó en ella, respirando con dificultad.

—Lo siento, general —fue una disculpa suave y burlona—. Lo siento, mis sirvientes estaban demasiado ansiosos. Los lobos y los vampiros son difíciles de controlar. Después de todo, es medianoche, nuestro momento.

—¿Está delirando? —jadeó von Grunn, sintiendo que se le hundía la mandíbula.

—No deliro. Digo la verdad, simplemente. Mi castillo tiene vampiros adentro, lobos afuera, todos mis seguidores y amigos...

Von Grunn buscó un arma. Su gran abrigo estaba arriba, la pistola en el bolsillo.

—¿Quién es usted? —gritó.

—Soy el Conde Drácula de Transilvania —respondió el demacrado hombre de negro.

Dejó la lámpara con cuidado antes de avanzar hacia él.

Manly Wade Wellman (1903-1986)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




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El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Manly Wade Wellman: Del diablo nadie se burla (The Devil Is Not Mocked), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

2 comentarios:

nito dijo...

Muy bueno. Cortito y sin pretensiones..., muy bien narrado, excelente atmósfera!!!!

Anónimo dijo...

Buen cuento. Hay algún cuento de este autor relación con los mitos de Cthulhu?



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