«Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche»: August Derleth; poema y análisis


«Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche»: August Derleth; poema y análisis.




Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche (Providence: Two Gentlemen Meet at Midnight) es un poema gótico del escritor norteamericano August Derleth (1909-1971), publicado originalmente en la edición de otoño de 1948 de la revista The Arkham Sampler, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1949: Algo sobre gatos y otras piezas (Something About Cats and Other Pieces).

Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche, tal vez uno de los poemas de August Derleth más ingeniosos, imagina el encuentro de dos grandes maestros del horror en las calles de Providence: H.P. Lovecraft y Edgar Allan Poe.

En este encuentro fantástico entre los espectros de Edgar Allan Poe y Lovecraft —probablemente en el cementerio de Providence—, proliferan las referencias cruzadas, como Dagón, Yog-Sothoth, Cthulhu, y La casa maldita (The Shunned House), del lado de Lovecraft; y cierta insistencia en el nombre «Helen» de parte de E.A. Poe, una referencia a Sarah Helen Whitman, poetisa de Providence con la que mantuvo una relación sentimental, y el motivo principal por el cual el autor de El cuervo visitara frecuentemente la ciudad natal de Lovecraft.




Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche.
Providence: Two Gentlemen Meet at Midnight, August Derleth (1909-1971)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


H. P. L .: Buenas noches, señor. Por fin nos encontramos
en estas calles que tanto usted como yo a menudo hemos caminado.

E. A. P.: Ciertamente no somos extraños, usted y yo,
muchas veces junto a mí caminó
mientras aún estaba en ese plano material
y era permeable al frío, el viento y la lluvia.
Solía verlo cuando caminaba
frente a la casa de Helen, y una noche cuando hablaba
hasta casi el amanecer con sus amigos sobre las piedras
que marcan más de un siglo de huesos,
y escribía algunos versos con una comedia elegante
y algo de ruido, un acróstico,
si bien recuerdo, un poema o dos,
de los cuales, señor, mis respetos, el suyo fue el mejor.
De sus andanzas nocturnas, ese atardecer marcó una cresta.

H. P. L.: Sí, lo recuerdo, celebramos a uno que partió antes,
que prefería la noche en vez del sol.

E. A. P.: Es muy cierto que prefería
el llanto del búho noctámbulo
al ojo redondo del día.
Pero esta inclinación
por el aire de medianoche, amigo mío,
creo que compartimos.

H. P. L.: La noche, señor, le quita a Providence, y a todas las cosas viejas,
el frío tembloroso de la novedad
y las huellas de lo que algunos pobres e ignorantes
se inclinan a llamar progreso.
Entonces, también,
tuve el conocimiento de que en este lugar
no elegiría usted una hora soleada para mostrar su rostro.

E. A. P.: Es cierto que hay algunos lugares a los que no iría,
y son cada vez más numerosos; un año es el derribado Brick Row
y otro una casa que conocí,
pero siempre nos quedan algunos:
la casa de Helen y otras en la vieja Prospect Street,
Benefit y College Hill, estos caminos conocían mis pies,
hace mucho tiempo, como las paredes y los pisos familiares de antaño.
Usted, también, hace una pausa en las puertas conocidas;
había una casa en Angell Street que buscó en vano una noche,
y en Barnes, en el número diez, y nuevamente
en College, en el número sesenta y seis
—cosas viejas, lugares viejos—,
nada se nos pega como esto.
Lo seguí otra vez; fue usted a lo largo del Seekonk donde,
de niño, reverenció a los antiguos dioses de la tierra
y el aire.
Amigo mío, ya lo ve, compartimos una lealtad común.

H. P. L .: ¡Cuánto tiempo ha pasado de todo eso!
Desde entonces, sabe usted, otros ocuparon su lugar:
Dagón, Yog-Sothoth, Cthulhu.

E. A. P.: Una hueste de maldad, tanto los terrores de la mente
como los más antiguos, de mi propia especie.

H. P. L.: Todo lo que está hecho, señor. Pero aquí
todo el mundo sigue siendo para nosotros una especie de terreno sagrado,
santificado de alguna manera para cada uno,
y ninguno de nosotros en esto está completamente solo.

E. A. P.: La noche es joven, amigo mío,
y hay caminos antiguos y encantadores que recorrer.
Un paseo por Benefit, más allá de la casa de Helen,
más allá de esa casa maldita que una vez usted celebró.
Renunciemos a la formalidad.
¡Venga, señor, mi brazo!

H. P. L.: Good evening, sir. We meet at last
along these streets both you and I have often passed.

E. A. P.: Indeed, we are not strangers, you and I,
for all the many times you passed me by
while you were still on that material plane
and pervious to cold and wind and rain.
I used to see you when you walked
past Helen’s home, and one evening when you talked
till almost dawn with friends upon the stones
that mark more than a century of bones,
and wrote some verses with genteel comedy and some
ado—
an acrostic, if I recall, a poem or two,
of which, sir—my respects—yours was quite the best.
Of your nocturnal wanderings, that evening marked a
crest.

H. P. L.: Yes, I remember it—we celebrated one
who went before, who seemed of night rather than the
sun.

E. A. P.: It is quite true that I
preferred the night owl’s cry
to day’s round. But this leaning toward the midnight
air,
my friend, methinks we share.

H. P. L.: The night, sir, does for Providence and all things old
something that takes from them the chilling cold
of newness and the marks of what some poor, benighted
men
incline to calling progress. Then,
too, there was for me the knowledge in this place
you would not choose a sunlit hour to show your face.

E. A. P.: True, there are some places that I would not go—
and they grow more in number; one year it is Brick Row
torn down, and on another a house I knew,
but there remain to such as us a few,
as always—Helen’s home, and others on old Prospect
Street,
Benefit and College Hill—these byways knew my feet
long ago, as once I knew familiar walls and floors
long since away. You, too, pause at once known doors;
There was a house on Angell Street you sought in vain
one night, and on Barnes, at number ten, and again
on College, number sixty-six—
old things, old places—nothing sticks
to us like these. I followed you another time; you went
along the Seekonk where,
a child, you made obeisance to ancient gods of earth
and air.
My friend, you see,
we share a common loyalty.

H. P. L.: How long ago that was! Since then, you knew,
others took their place—Dagon, Yog-Sothoth, Cthulhu.

E. A. P.: A host of evil, as much the terrors of the mind
as were those older, my own kind.

H. P. L.: All that is done, sir. But here all ’round
still stands for us a kind of hallowed ground—
hallowed in a way for each his own,
and neither of us in this is quite alone.

E. A. P.: The night is young, my friend,
and there are old, enchanting paths to wend.
A walk down Benefit, past Helen’s home, past that
shunned house of old alarm
once you celebrated .... Let us forego formality.
Come, sir, my arm!


August Derleth
(1909-1971)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Poemas góticos. I Poemas de August Derleth.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del poema de August Derleth: Providence: dos caballeros se encuentran a medianoche (Providence: Two Gentlemen Meet at Midnight), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

1 comentarios:

Daniel Milano dijo...

Ingenioso de veras. Y melancólico. Y quiera Dios que posible. Lástima no estar al tanto de todas las referencias puestas por Derleth en su poema; costos de la ignorancia. Hermosa esa última línea: "¡Venga, señor, mi brazo!".



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