Saber si tuviste una pesadilla o un sueño erótico.
Las diferencias entre estos tipos de sueños no siempre son claras.
Antes de proceder a identificarlas conviene definir claramente qué es un sueño erótico y qué es una pesadilla, aunque no es infrecuente que ambas sean lo mismo.
Cuando hablamos de pesadillas en general nos referimos a cualquier sueño que oscile entre lo desagradable, lo perturbador y lo directamente terrorífico. En sus peores versiones las pesadillas pueden provocar un variado rango de sensaciones físicas.
Es habitual caer en el error de etiquetar a los sueños como si se trataran de géneros cinematográficos claramente definidos. En este contexto, las pesadillas serían algo así como una película de terror.
No obstante, las pesadillas no se definen por su argumento.
De hecho, en medio de un sueño placentero puede aparecer un elemento típico de las pesadillas. Más aún, en ocasiones lo placentero es justamente ese elemento.
En resumen: la pesadilla es una visión, una imagen o una escena particularmente aterradora, no una atmósfera o una trama argumental.
En cierta forma las pesadillas son entendidas como intrusos: algo extraño y ajeno a nosotros que suele ser representado bajo la máscara de seres espantosos que presionan el pecho de quienes duermen.
Quizá por esa razón las definiciones de pesadilla en alemán son alptraum y alpdruck: «sueño de elfo» y «presión del elfo», respectivamente; ésta última en alusión al odioso hábito de los elfos teutones de sentarse sobre el pecho de los durmientes y asfixiarlos.
Lo mismo se desprende de la palabra cauchemar, «pesadilla», en francés, que etimológicamente significa «demonio opresor»; y de nightmare, siendo el mare una especie de demonio de la mitología nórdica con la repudiable costumbre de sofocar a los soñadores.
Este breve repaso nos permite razonar que las pesadillas son, al menos desde la lingüística, elementos externos que perturban al soñador, extraviando el curso normal de sus sueños con imágenes desagradables y, en ciertos casos, con sensaciones físicas relacionadas con la muerte.
Algo de eso podemos encontrar en obras del estilo de La pesadilla de Henry Fuseli.
A propósito, no es extraño que este cuadro retrate, en medio del horror de una habitación en penumbras, la figura de una mujer voluptuosa en una postura que bien puede representar un estado de agonía como de extraordinario goce.
A la luz de estas características, ¿cómo podríamos confundir una pesadilla con un sueño erótico?
Si dentro del criterio de sueño erótico incluimos a todos aquellos sueños en los que el soñador se siente sexualmente estimulado, la relación surge de forma natural, y hasta lógica, ya que esos estímulos también pueden aparecer frente a imágenes que en la vigilia seguramente nos parecerían aterradoras, pero que dentro de la lógica del sueño despiertan nuestras fantasías más profundas.
De hecho, una de las razones más comunes por la que ciertas pesadillas nos hacen despertar sobresaltados es por haber rozado alguna hebra erótica que no superó las barreras represoras de la mente consciente.
Esta dinámica resulta muy interesante:
Al soñar no somos completamente inconscientes. La consciencia sigue funcionando como una especie de filtro parental, por trazar una analogía informática. En este contexto, el sueño erótico es, supongamos, una fotografía inapropiada, al menos para nuestro filtro, que rara vez consigue detectarla.
Sin embargo, a veces la fotografía (el sueño) presenta una simbología que enciende las luces rojas del filtro. En ese momento, despertamos; o nos reiniciamos, para seguir con la misma analogía.
Estos despertares nos producen una tremenda carga de angustia, de excitación, y no precisamente con matices agradables.
Todo lo contrario: nos sentimos francamente como la mierda.
¿Por qué?
En ocasiones porque nuestra consciencia logró traducir al menos parcialmente los símbolos de la pesadilla, pero debido a su fuerte carga de erotismo los interpreta como elementos inaceptables para la razón.
En otras palabras: el terror que sentimos al despertar en medio de una pesadilla no procede directamente de las imágenes, sino de lo que éstas representan a un nivel erótico profundo, tanto que nos resultan totalmente opuestas a nosotros.
El término es poco frecuente, pero en la mayoría de los casos no deberíamos hablar de sueños eróticos sino de pesadillas eróticas.
Ernest Jones especula en Sobre las pesadillas (On the Nightmare) que este material que no reconocemos como propio es el que posee mayor carga de erotismo, precisamente por estar originado en deseos incestuosos.
De ahí que muchos sueños eróticos rápidamente se transformen en pesadillas: el monstruo debajo de la cama, el demonio que nos persigue, representan el impulso incestuoso que dio origen al sueño y que ahora se vuelve contra el soñador.
Todas las pesadillas en las que algo nos persigue son, en última instancia, pesadillas eróticas.
Ahora bien, estos símbolos no se producen para que sean interpretados por nuestro filtro (consciencia) sino simplemente para poder expresar lo que consideramos inexpresable en términos lógicos. Lo erótico del sueño se nos presenta como algo horroroso justamente porque las imágenes oníricas son automáticamente aceptadas como válidas, literales, salvo cuando el filtro logra interpretarlas y nos induce a ese despertar sobresaltado del que hablábamos anteriormente.
Sólo cuando la consciencia detecta los yeites del sueño erótico podemos hablar de pesadillas.
En otros términos: sólo cuando podemos juzgar si una situación es aterradora o erótica podemos sentirnos asustados o excitados.
Para resumir la propuesta del título: cómo saber si tuviste un sueño erótico o una pesadilla, podemos decir que si un sueño nos asusta es erótico; de tal forma que la enorme mayoría de las pesadillas son, en definitiva, sueños eróticos.
Diccionario de sueños. I El lado oscuro de la psicología.
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