Dime qué música escuchas y te diré cómo piensas


Dime qué música escuchas y te diré cómo piensas.




En la carrera por determinar quién existió primero, el huevo o la gallina, un grupo de expertos del departamento de psicología de la Universidad de Cambridge decidió estudiar la relación entre la música que escuchamos y el funcionamiento y los hábitos singulares de nuestro cerebro.

En otras palabras, el estudio intenta explicar porqué nos gusta un estilo de música en particular. Al parecer, la cuestión se resume, una vez más, a la forma en la que nuestro cerebro se relaciona con los demás.

En este contexto existen dos estructuras de pensamiento fundamentales, más una tercera que resulta del equilibrio entre ambas:


El empatizador (empathizer): alguien que responde fácilmente a las emociones y sentimientos de otros.

El sistematizador (systemizer) alguien que responde fácilmente a las conductas, patrones y esquemas por encima de lo emocional.


La música es una parte importante de nuestra vida. Es fácil para cualquiera saber qué tipo de música le gusta y cuál no; a tal punto que nuestro cerebro requiere uno o dos acordes para decidir si algo le agrada o no.

Menos sencillo es determinar qué factores influyen en nuestro gusto musical.

Hace algunas décadas se creía que las preferencias musicales se relacionaban directamente con características tales como la edad, experiencia y personalidad del individuo. Sin embargo, más de el 90% de nuestras elecciones musicales se efectúan sin que estos factores entren en juego.

Aunque buena parte de nuestros gustos musicales fluctúan a través del tiempo, es posible predecir qué estilo de música nos gusta a partir de estas estructuras reinantes de pensamiento; en otras palabras: nuestro estilo cognitivo.

Este estilo cognitivo no es otra cosa que nuestro cerebro revelando sus apetitos principales: ya sea en individuos con altos registros de empatía —la habilidad de reconocer y reaccionar ante los pensamientos y sentimientos de otros— o de sistematización —interés por los patrones, los sistemas, las reglas—.

Los investigadores estudiaron a más de 4.000 voluntarios quienes debieron puntuar unas 50 piezas musicales de 26 géneros y subgéneros de todo tipo, buscando que no sean influidos por cuestiones culturales o personales a la hora de hacer la elección.

Los sujetos con mayores niveles de empatía elegieron ritmos menos intensos (música latina, baladas, country, folk, pop, blues, reggae); mientras que los sistematizadores seleccionaron mayor intensidad (metal, punk, rock, jazz).

Lo primero que sorprendió a los investigadores es que muchas personas que aseguraban tener preferencia por ciertos estilos, por ejemplo, el black metal, en realidad respondían mejor ante jazz. Al respecto, se profundizó el estudio dentro de cada género en particular, arrojando que los empatizadores prefieren, en líneas generales, un estilo de música menos pretencioso, mientras que los sistematizadores se inclinan por melodías más sofisticadas.

Se estableció entonces que el primer grupo (empatizadores) responden mejor a niveles de vibración más bajos, con acordes cálidos y sensuales; pero también a los ritmos que expresan un variado rango de emociones negativas, con características tristes o directamente depresivas.

El segundo grupo (sistematizadores) necesita mayores niveles de intensidad y tensión en la música.

El tercer grupo (equilibrados) pueden pasearse por una amplia gama de géneros sin sentirse particularmente atraídos por ninguno.

Estos estudios revelan que nuestros gustos musicales son algo así como un espejo de quienes somos emocional, social y cognitivamente; lo cual no significa que al pertenecer a uno de estos grupos seamos excluidos de los gustos musicales del otro.

Por ejemplo, a los empatizadores les gustarán bandas como Queen, Pink Floyd y Deep Purple, pero también muestran afinidad con otros estilos más propios de los sistematizadores, tales como Metallica o Vivaldi.

Todo parece indicar que la música que más nos gusta es aquella que mejor expresa nuestra forma de pensar, o mejor dicho, nuestro modelo de pensamiento.

Al cerebro, hay que decirlo, le importa realmente poco la letra de una canción. La melodía lo es todo.




El lado oscuro de la psicología. I Relatos de música.


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