Eso indefinible que es el amor.


Eso indefinible que es el amor.




Existe un vínculo mítico que explica, al menos en parte, eso que a menudo se denomina como «mariposas en el estómago» cada vez que se intenta explicar una sensación indefinible de angustia y ansiedad frente a la persona amada, o en tal caso frente a su ausencia. Este vínculo, como todo aquello que enlaza al Hombre con el Mito, no es sencillo de abordar.

Antiguamente, la androginia estaba asociada a la heterosexualidad, tal vez a causa de las observaciones de Platón, aunque con cimientos claramente antifemeninos, es decir, estructuras míticas que reducían a la mujer en términos de servidumbre y reproducción.

Recién con la llegada del romanticismo se recuperó al andrógino como vehículo del amor en igualdad de condiciones. No obstante, este revalorización se construyó sobre las ideas de Aristófanes acerca de la separación espiritual y física entre hombres y mujeres; que entre otras cosas terminaría por explicar eso indefinible que es el amor.

El hombre y la mujer se atraen porque están separados, razona Aristófanes, tanto espiritual como orgánicamente. El amor, y su consecuente sensación indefinible, son el producto residual de la angustia por el deseo de fusión, de regreso a la unidad primitiva.

Zeus planeó un universo de simetrías integradas que resultó catastrófico para cualquier esbozo de organización social. No había hombres y mujeres, sino andróginos, literalmente «hombre-mujer»; una especie de criaturas que ostentaban características masculinas y femeninas, tendiendes a la apatía.

Al parecer, en aquellos tiempos la genitalidad estaba reducida a meros adornos anecdóticos. La procreación se generaba desde la propia tierra. Cuando el sujeto estaba listo derramaba sobre Gaia una especie de líquido esencial, creciendo sobre la tierra un nuevo individuo. De hecho, la palabra individuo refiere a esos antiguos habitantes integrados. Literalmente significa «indivisible», es decir, «aquello que no puede separarse».

El mito anuncia que esta existencia indolente, en donde nadie necesitaba realmente algo pues lo hallaban todo en sí mismos, amenazó con destruir a la creación. Sin un vehículo externo el amor no tenía posibilidades de proyectarse, y, en consecuencia, de existir como ejercicio de trascendencia. Acto seguido, Zeus dividió lo indivisible, separó lo inseparable, y el «Hombre-Mujer» se transformó en lo que hoy conocemos, es decir, en Hombres y Mujeres.

Desde entonces el Hombre y la Mujer han estado buscándose, pero también el Hombre al Hombre y la Mujer a la Mujer, ya que el objetivo inconfesable de Zeus acaso haya sido la diversidad.

En esa búsqueda, llena de fracasos y victorias, nace la «ansiedad» a la que se refieren las célebres «mariposas en el estómago». Eso indefinible que es el amor no es otra cosa que el alma del amante que es incapaz de expresar el deseo de estar unido al objeto amado.

El amor eterno no existe, lo que existe es el deseo de que sea eterno, de no ser ya dos personas sino una.

Si la máxima católica suscribe que «aquello que se une en el cielo no puede separarse en la tierra», en clara oposición al mito, se traduce en la antigüedad como «aquello que se separa en la Tierra solo puede unirse en el cielo».

El amor, en términos míticos, es una búsqueda de integración; no ya del encuentro con el otro, sino de nosotros mismos en el otro. Tal vez por eso las mariposas estomacales son tan difíciles de exterminar.




Egosofía. I Filosofía del profesor Lugano.


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2 comentarios:

Dana dijo...

Genial

Unknown dijo...

Ilusoriamente hermoso, del perfecto imperfecto el complemento inicial...



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